Dibujo representativo de Guillermo de Ockham (Summa lógicæ. Manuscrito del Colegio Gonville y Cayo, Cambridge, 464/571, fol. 69 recto).
El nominalismo metafísico y lógico
El nominalismo inicia, sistemáticamente, con Juan Roscelino de Compiègne († 1125), continúa con Pedro Abelardo († 1160) [1], y es retomado y desarrollado por Guillermo de Ockham († 1349), que lleva hasta las últimas consecuencias el antitomismo escotista [2].
Él considera que los conceptos universales [3] y la naturaleza o esencia real (genérica [4] y específica [5]) no tienen ninguna realidad objetiva fuera de la mente pensante; la única realidad extra-mental es la cosa singular, el individuo (por ejemplo, Antonio): “Nihil est præter indivíduum” es el axioma que resume y define el nominalismo.
En síntesis, los universales lógicos (nombres) y ontológicos (esencias o naturalezas) son solamente “puras voces”, sin consistencia ontológica ni lógica, de las cuales nos servimos para indicar a los individuos reales, que se asemejan entre sí (Antonio, Marcos, Juan…) [6].
Si Abelardo consideraba que el universal era al menos un concepto o una idea, Ockham precisamente niega hasta la objetividad y la realidad del concepto, que según él existe solo subjetivamente o lógicamente en el pensamiento del individuo y no tien ningún fundamento en la realidad, abriendo, así, las puertas al subjetivismo del cógito de Descartes y a la crítica de las categorías subjetivas de Kant.
El Padre Carlo Giacon escribió: «Leyendo el Leviatán de Tomás Hobbes y el Ensayo sobre el conocimiento humano de Locke, se hallan fácilmente las inspiraciones en el nominalismo de Ockham. […]. Hume no hizo más que llevar hasta las últimas consecuencias los principios nominalistas elaborados por Hobbes y Locke […] así que la filosofía moderna se apoya en las mismas bases en la cual se apoyó el nominalismo occamista» (Occam, Brescia, La Scuola, II ed., 1945, pág. 137) [7].
El nominalismo radical de Ockham reduce la metafísica a la lógica y el ser al pensamiento, deprime la capacidad de la razón humana de conocer la realidad y tuerce el camino al escepticismo y al agnosticismo posteriores.
Con todo, hay muchos errores en el poccamismo (por ejemplo, la negación de la distinción real entre sustancia y accidentes prepara la negación luterana de la transubstanciación sustituida por la empanación [8]), pero aquí trato solo aquellos metafísicos y lógicos sobre los universales, que anteceden al empirismo y al subjetivismo, los cuales, junto al kantismo y al hegelianismo, son las bases del modernismo, como ha explicado San Pío X.
El nominalismo, explica el eminente estudioso de Ockham, el padre Carlo Giacon, es heredero de la sofística griega antigua, combatida por Sócrates, Platón y Aristóteles. Acto seguido, esta es retomada por el empirismo o sensualismo inglés, según el cual el conocimiento humano no es racional, sino solamente sensible. El nominalismo está en el origen del individualismo sensualista filosófico [9], del liberalismo político y del liberalismo económico [10] y por ende del libertarismo moral [11]. De hecho, según el nominalismo se puede conocer solo el hecho y el singular en su singularidad sensible. Luego, esta es la apoteosis del individualismo y la negación de la metafísica, de la especulación intelectual, de la sana razón y del sentido común [12].
Guillermo de Ockham (1300-1349) es el rey del nominalismo. Él ha vuelto las espaldas a la escolástica medieval y ha abierto el camino a la filosofía moderna y subjetivista. Rechaza la metafísica en nombre de la lógica y concede, con 300 años de anticipación sobre Descartes, un primado al pensamiento sobre la realidad. Se opone al realismo del conocimiento en nombre de una suerte de criticismo pre-kantiano. No edifica aún la filosofía moderna, pero demuele aquella perenne y de aquesta disolución de la escolástica medieval nace la modernidad filosófica en su pars cónstruens.
El padre Carlo Giacon escribe: «Ockham con su nominalismo lógico, que niega el valor objetivo del conocimiento racional, y con su pre-agnosticismo metafísico, que suprime las bases racionales de la fe y conduce al subjetivismo y al escepticismo, […] influyó en la formación de la filosofía moderna» (Occam, Brescia, La Scuola, II ed., 1945, pág. 120).
En la metafísica, Ockham niega la distinción real entre esencia y ser (Summa lógicæ, III, 2, 27), entre acto y potencia, entre sustancia y accidentes, afirma que el conocimiento racional no puede llegar a demostrar la existencia de Dios (Quodlibéta, I, cuestión 1), y la existencia de cualquier relación entre la razón y la fe [13].
En síntesis, para Ockham la razón no puede conocer las esencias de las cosas y tampoco al Trascendente, la lógica no es un conocimiento objetivo y real del mundo extramental (Sentencia 1.ª, distinción 3, cuestión 8). El hombre tiene solo un conocimiento sensible del singular, del fenómeno que cae bajo los sentidos, de lo que es experimentable (Quodlibéta, I, cuestión 13.ª; Sentencia 3.ª, distinción 9.ª, cuestión única). En esto él es un precursor del sensualismo empirista del la Ilustración inglesa del siglo XVIII, en cuanto el mismo Ockham «reduce la realidad solo a lo que es empíricamente verificable» [14]. Por tanto, «de la posición occamista al subjetivismo moderno no hay sino un paso cortísimo» [15].
Las consecuencias morales del nominalismo
El error principal, que está en la base de la moral subjetivista y relativista llamada “de la situación”, reside en la filosofía nominalista [16], moderna y contemporánea, y en la teología protestante y modernista, que sustituyen el yo pensante en la realidad objetiva y anulan la libertad humana y el valor de las obras objetivas y reales para remplazarlas con el sentimiento moral subjetivista del hombre, que se encuentra viviendo y actuando en una situación determinada.
En síntesis, es el mismo error del modernismo clásico (que quería casar la filosofía moderna subjetivista y relativista con el dogma católico, relativizándolo y vaciándolo desde el interior), pero traspuesto del campo teórico y dogmático al práctico y moral. El modernismo, después de haber hecho tabla rasa en el campo teórico, se lanzó contra el práctico y ético con la nueva moral de la situación de la nueva teología. Se puede decir, pues, que la moral de la situación representa el estadio terminal del neomodernismo, que quiere destruir también el comportamiento humano moral según la naturaleza y la ley divina.
La conclusión práctica y moral del nominalismo, negando filosóficamente que todo hombre mantiene la misma esencia o naturaleza de ser humano (animal racional y libre) en las situaciones particulares y concretas en que se encuentra viviendo, es que la situación subjetiva tiene la primacía sobre la ley moral y deviene, así, la regla del comportamiento ético del hombre.
Es la situación subjetiva que remplaza la ley y la moral objetiva.
Es por esto que Ockham niega la moralidad intrínseca de las acciones humanas, puesto que nominalistamente el criterio de la moralidad es extrínseco al objeto de la acción humana (G. Ockham, Sentencia 4.ª , cuestión 9.ª; Centilóqium theológicum, conclusión 7.ª, B, F).
Las consecuencias eclesiológicas del nominalismo
El individualismo del nominalismo de Ockham, aplicado a la teología sobre la Iglesia, produce una doctrina eclesiológica protestante y modernista.
De hecho, anticipando un método que será practicado sistemáticamente por Lutero, Calvino, Zuinglio y también por los más recientes críticos de las estructuras eclesiásticas (v. Hans Küng), Ockham elimina todas las adquisiciones doctrinales acumuladas por la Tradición, para dirigirse exclusivamente a las enseñanzas de las Epístolas de San Pablos y a los otros escritos neotestamentarios (Diálogo, I, 1, cc. 1-6).
Los pasajes del Nuevo Testamento y la vida de la Iglesia primitiva representan para Ockham el único término de comparación para juzgar de la fe y la verdad (Diálogus inter magístrum et discípulum de Imperatórum et Pontíficum potestáte, I, 1, c. 5)” (B. Mondin, Storia della Teologia, Bolonia, ESD, 1996, vol. II, págs. 493).
El vértice de la teología occamista es que los fieles son el primer sujeto de la verdad salvífica y no la Iglesia jerárquica (Diálogus, I, 5, 29; ivi, I, 1, 4; Octo quæstiónum decisiónes super potestátem Summi Pontíficis, VII, 117; Opus nonagínta diérum, c. 6).
Este principio es la consecuencia lógica del subjetivismo individualista de Ockham.
Como no hay naturalezas y esencias, sino solo individuos; así no hay una Iglesia jerárquica y jurídicamente estructurada, sino los fieles individuales. «La Iglesia de Ockham tiene su realidad en los individuos creyentes que la componen. Esta teoría eclesiológica está perfectamente en línea con los principios fundamentales de la filosofía occamista toda centrada en el singular, en el individuo y fuertemente alérgica hacia todo lo que es común: el universal, el necesario. […]. La exigencia de las divinas estructuras, incluida la de su Cabeza visible, el Papa, es fuertemente redimensionada» (B. Mondin, cit., pág. 494).
Además, Ockham reputa que el Papa puede ser herético y luego deviene inferior al simple cristiano fiel y puede ser juzgado por él (
Diálogus, I, 5, 3). Finalmente, Ockham niega la infalibilidad del Papa y admite la de los fieles individuales, sobre todo las chácharas de Andrea Cionci (
Diálogus, I, 5, 3, cc. 25-28).
PADRE CURZIO NITOGLIA, Buona filosofia e contro–storia filosofica. Dall’antichità pagana ad oggi (Buena filosofía y contrahistoria filosófica. Desde la antigüedad pagana hasta hoy). Edizioni Radio Spada, 2024 (Traducción propia).
NOTAS
[1] C. Ottaviano, Pietro Abelardo. La vita, le opere, il pensiero, Roma, 1931; J. Verger – J. Jolivet, Bernardo e Abelardo, Milán, 1989.
[2] Cfr. E. Gilson, La filosofia nel Medioevo, Florencia, La Nuova Italia, 1973, págs. 288-290, 336-357, 763-821; M. De Wulff, Histoire de la Philosophie médiévale, Lovaina, 1924, I vol., pág. 93 y ss., y II vol., pág. 157 y ss.; S. Vanni Rovighi, Storia della filosofia medievale, Milán, Vita & Pensiero, 2.ª ed., 2006, págs. 58-59, 84-88, 149-157; C. Giacon, Guglielmo di Ockam. Saggio storico-critico sulla formazione e sulla decadenza della Scolastica, Milán, Vita & Pensiero, 1941, 2 vols.; Id., Occam, Brescia, La Scuola, 1943; B. Mondin, Storia della Metafisica, Bolonia, ESD, 1998, II vol., págs. 714-729; G. De Ruggero, Storia della filosofia, vol. I, parte III, Rinascimento, Bari, Laterza, 1937; N. Abbagnano, Guglielmo di Ockam, Lanciano, Carabba, 1931.
[3] Por ejemplo, “humanidad”.
[4] Por ejemplo, “animal”.
[5] Por ejemplo, “humana”.
[6] G. Ockham, Sentencia 2.ª, cuestión 2.ª, art. 4; Sentencia 2.ª, cuestión 5.ª; Quodlíbeta, V, 14; Sentencia 2.ª, cuestión 2.ª, art. 8.
[7] El empirismo de Hobbes, Locke y Hume es un sistema filosófico que reduce toda la realidad al hecho experimentable precisamente de los sentidos, y es por esto que se llama también sensualismo. Por ende, la sensación es el único modo de conocimiento y el fenómeno sensible es la única realidad. De esto derivan el positivismo, el materialismo y el pragmatismo. «El empirismo hace imposible la construcción de una metafísica y quita todo valor a la realidad, que trasciende los sentidos o la experiencia sensible. Por ende, es adverso a la sana filosofía y a la religión» (P. Parente, voz “Empirismo” en Diccionario de teología dogmática, Roma, Studium, 4.ª ed., 1957, pág. 136).
[8] Cfr. Concilio de Trento, DB, 884; Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, III, cuestión. 65; ibid., cuestión 75, artículos 1-4.
[9] C. Giacon, Occam, Brescia, La Scuola, 2.ª ed., 1945, pág. 120.
[10] Cfr. Denis Fahey, The Mystical Body of Christ in the Modern World, Cork, Forum Press, 1945, vol. I, 3.ª parte, cap. XI y XII, pág. 377-415. Véase la influencia ejercitada sobre Ockham de la escuela escuela universitaria científica y experimental de Oxford nacida hacia 1150 con Roberto Cabeza gruesa de Lincoln, Rogelio Bacon y Pedro de Maricourt (cfr. C. Mallet, A History of the University of Oxford, 3 vols., Londres, 1924-1927; E. Bettoni, “Ruggero Bacone”, en Grande Enciclopedia Filosofica, Milán, Marzorati, 1954-1985, vol. IV, págs. 1270-1279) de la cual tomó nacimiento el liberalismo económico.
[11] Cfr. F. Roberti – P. Palazzini, Diccionario de Teología moral, Roma, Studium, 4.ª ed., 1968, vol. II, voz “Moral de la situación”, págs. 1065-1067 (Pietro Palazzini, compilador); C. Fabro, La aventura de la teología progresista, Milán, Rusconi, 1974, parte II, “Teología y Moral”, cap. I, “El valor permanente de la moral”, págs. 171-251. Tanto Palazzini como Fabro hacen derivar la nueva moral subjetivista –remotamente– del nominalismo ockhamista y –próximamente– del empirismo británico.
[12] B. Mondin, Storia della Metafisica, Bolonia, ESD, 1998, II vol., pág. 718.
[13] Cfr. B. Mondin, Storia della Metafisica, Bolonia, ESD, 1998, vol. II, pág. 718; A. Ghisalberti, Guglielmo di Ochkam, Milán, 1972, págs. 123-124.
[14] B. Mondin, cit., págs. 720 y 723.
[15] B. Mondin, cit., pág. 721.
[16] Cfr. J. Fuchs, Morale théologique et morale de situation, en Nouvelle revue théologique, n.º 76, 1954, págs. 1073-1085; A. Boschi, Una nuova morale: la così detta etica della situazione, en Palestra del clero, n.º 35, 1956, págs. 969-980; F. Olgiati, Una morale nuova e la condanna del S. Uffizio, en Rivista del clero italiano, n.º 37, 1956, págs. 481-490; F. Roberti – P. Palazzini, Diccionario de Teología moral, Roma, Studium, 4.ª ed., 1968, vol. II, voz “Moral de la situación”, págs. 1065-1067 (Pietro Palazzini, compilador); C. Fabro, La aventura de la teología progresista, Milán, Rusconi, 1974, parte II, “Teología y Moral”, cap. 1, “El valor permanente de la moral”, págs. 171-251; D. Composta, La nuova morale e i suoi problemi, Roma, 1990.