San Emigdio (Carlo Crivelli)
De acuerdo a las actas, Emigdio era un pagano natural de Tréveris que abrazó el cristianismo hacia el año 290, merced a la predicación de los santos Celso y Nazario. En el año 296, fue ordenado sacerdote por San Materno, obispo de Milán, y mediante su predicación, convertía a muchos de sus oyentes. Viajó a Roma durante la persecución de Diocleciano, y curó a la hija paralítica de su anfitrión Graciano, quien se convirtió al cristianismo junto a su familia.
Emigdio también curó a un ciego en la Urbe. La gente de Roma creyó que era hijo de Apolo y lo llevó por la fuerza al templo de Esculapio, en la isla del Tiber, donde curó numerosos enfermos. Emigdio se declaró a sí mismo cristiano, y empezó a destrozar la estatua de Esculapio. También convirtió al cristianismo a numerosas personas, hecho que enfureció al prefecto de la ciudad.
El Papa San Marcelino I lo convirtió en obispo y lo envió por seguridad a Áscoli Piceno. En el camino a Ascoli, Emidgio hizo numerosas conversiones, y realizó un milagro en el que hizo brotar agua de una montaña tras llegar a un precipicio. Polimio, el gobernador local, intentó convencerle para trabajar para Júpiter y Angaria, la patrona de Áscoli. Para ello le ofreció la mano de su hija, la bella Polisia. Pero Emigdio bautizó a Polisia en las aguas del río Tronto, junto a muchos otros ascolanos.
Airado, Polimio lo mandó decapitar entre los años 303 y 309 en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de Sant’Emidio Rosso, al igual que a sus discípulos Eupolo, Germano y Valentino. Una vez ejecutada la pena, Emigdio permaneció de pie con su cabeza en las manos. Después del martirio de Emigdio, sus seguidores atacaron el palacio de Polimio y lo mataron.
Emigdio también curó a un ciego en la Urbe. La gente de Roma creyó que era hijo de Apolo y lo llevó por la fuerza al templo de Esculapio, en la isla del Tiber, donde curó numerosos enfermos. Emigdio se declaró a sí mismo cristiano, y empezó a destrozar la estatua de Esculapio. También convirtió al cristianismo a numerosas personas, hecho que enfureció al prefecto de la ciudad.
El Papa San Marcelino I lo convirtió en obispo y lo envió por seguridad a Áscoli Piceno. En el camino a Ascoli, Emidgio hizo numerosas conversiones, y realizó un milagro en el que hizo brotar agua de una montaña tras llegar a un precipicio. Polimio, el gobernador local, intentó convencerle para trabajar para Júpiter y Angaria, la patrona de Áscoli. Para ello le ofreció la mano de su hija, la bella Polisia. Pero Emigdio bautizó a Polisia en las aguas del río Tronto, junto a muchos otros ascolanos.
Airado, Polimio lo mandó decapitar entre los años 303 y 309 en el lugar que actualmente ocupa la iglesia de Sant’Emidio Rosso, al igual que a sus discípulos Eupolo, Germano y Valentino. Una vez ejecutada la pena, Emigdio permaneció de pie con su cabeza en las manos. Después del martirio de Emigdio, sus seguidores atacaron el palacio de Polimio y lo mataron.
El culto a San Emigidio en Italia es antiguo, documentado por las iglesias dedicadas a él desde el siglo VIII. El traslado de las reliquias desde las catacumbas de Sant’Emidio alla Grotte a la cripta de la catedral ocurrió probablemente hacia el año 1000 bajo el obispo Bernardo II, obispo de Áscoli. En 1703, un terremoto violento ocurrió en las Marcas, pero no afectaron en la ciudad de Áscoli Piceno. La salvación de la ciudad fue atribuida a San Emigdio, y desde entonces su intercesión es invocada contra los terremotos. Como resultado de este evento, la iglesia dedicada al santo se construyó en 1717. Además, muchas ciudades lo tomna como patrón, erigiendo estatuas en su honor en las iglesias de L’Aquila, Cingoli, San Ginesio y Nocera Umbra. Además, San Emigdio ha protegido Áscoli de otros peligros, como el ataque de Alarico I en 409, y una plaga que obligó a las tropas de Conrado II a abandonar la región en 1038; Bernardo I, obispo de la ciudad, invocó la ayuda del santo para parar la plaga.
ORACIÓN
Oh Dios, que honraste al bienaventurado San Emigdio, tu Mártir y Obispo, con la victoria sobre los ídolos y la gloria de los milagros; concédenos propicio que, por su intercesión, merezcamos vencer las astucias de los malos espíritus y relucir de virtudes. Por J. N. S. C. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)