Ejercicio
dispuesto por el sacerdote don José García del Valle y Araujo, y
reimpreso en Puebla de los Ángeles por los Herederos de la viuda de
Miguel de Ortega en 1775.
PRÓLOGO
A
fines del año de 1720 salió a la luz un cuadernillo intitulado:
Torrente Cedrón, o dulcísimo vado… ¡Oh, y qué dulce! ¡Qué bien se ve el
espíritu interior y exterior dulzura, y afabilidad de su autor!, el que
tal suerte ha movido los ánimos fervorosos, que se han increpado con el
común dicho: nos dejas con la miel en los labios. Y sedientos (a su
imitación) me han pedido escriba algún ejercicio sobre tan tiernos
pasos. Confieso mi ruindad, y que no soy capaz de seguir sus fervorosas
huellas (que postrado en tierra reverencio), pero como los que cuidan las
almas, tenemos obligación de ministrarles el pábulo, que hambrientas
piden, solo haré con su cuadernito lo que el sacristán con la lampara de
aceite de algunos puntos y Meditaciones, en aquella ardientísima
Lámpara del Autor, para que no se apaguen tan lucientes esplendores. Dios sea mi luz, y vaya en su Santísimo nombre.Me persuado, a que sea este Ejercicio los Jueves: lo uno porque este día sucedió este doloroso Paso; lo otro, porque siendo frecuentemente día de Comunión, está el Alma bien dispuesta con tal huésped.
Prevén, Alma amorosa, una Cruz, teniéndola de rodillas el tiempo de la Oración, llevarás un
cilicio, y a lo último (si el lugar y la salud lo permite) harás la
disciplina.
MÍSTICA
TOALLA, O DULCE EJERCICIO PARA ENJUGAR A CRISTO NUESTRO SEÑOR CAÍDO Y
MOJADO EN LAS PROFUNDAS Y NEGRAS AGUAS DEL TORRENTE CEDRÓN
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Dios inmenso! Dios Santo, Dios de Clemencia, Misericordioso, por tu misma naturaleza: aquí, aquí en tu acatamiento, y presencia está el torrente larguísimo de la maldad; aquí el dilatado mar de pecados; el negro río de toda malicia; aquí el que precipitado en las asquerosas corrientes de mi mala vida, no solo he bebido la iniquidad con las aguas, sino que, sumergido en sus hediondas olas, me iba precipitado hasta el abismo infernal, sin atender a las furiosas avenidas de vuestra justa ira. Ya lo veo, Señor de mi alma, ya lo conozco, Padre amoroso, de mi corazón he sido un loco desagradecido, soy un pobrecito mentecato, soy… pero nada soy, pues a la cada me ha reducido mi mala vida; pésame Dios mío de haberte ofendido, pésame de todo mi corazón, pésame de lo íntimo de mi Alma. Ya no más culpas, ya no más pecar, que así te lo prometo; confío en tu Misericordia, que me has de perdonar; pero para cumplirlo, para amarte, préstame tu acongojado Corazón, que solo con él podré dignamente amarte, prestadme el dulcísimo de MARÍA Santísima, que, con ese Corazón tan Santo, yo te podré agradar y servir hasta mi muerte. Amén JESÚS.
Aquí se reza la Estación del Santísimo Sacramento en Cruz, que consiste en seis Padre nuestros, Ave Marías y Glorias, y después se medita un cuarto de hora.
PRIMER PUNTO
Vete, Alma, tras de JESÚS preso, y con tanta furia llevado de aquella vil canalla; la noche oscura, alúmbrale con tu corazón, y mira cómo al pasar aquel puente, un maldito Sayón empujando a Cristo, le arroja hasta lo profundo de sus aguas (según Andricomio en la descripción de la Tierra Santa). Mira el susto que naturalmente tendría tu JESÚS, ¡qué aleadas daría aquel pacífico Corazón con tan repentino sobresalto! Míralo cayendo con las manos atadas e indefensas: mira, Alma, mira que hay mucho que mirar y admirar. Al caer de tan alto, oye el golpe que da con todo el Cuerpo en aquellas asquerosas aguas: oye el gusto, algazara y gritería de aquellos malvados ministros, y atiende a tu JESÚS pacífico. «Tente, Señor, pues eres la misma fortaleza. ¡Ay, JESÚS, ¿quién te arroja?». Y escucha que te responde así: «Tú, alma mía, tú me arrojas, tú mi amada, tú me empujas. ¿Por qué? ¿Tan mal compañero soy a tu lado? ¿Qué te he hecho, criatura mía, para que con tanto rigor me despidas de ti?». Alma, responde a tan lastimosas quejas allá en el centro de tu corazón, y ya que has arrojado a Dios, ahora que te pregunta, no le seas descortés, respóndele, y juzga (allá para ti) lo que a Dios respondes.
SEGUNDO PUNTO
Caído el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella hediondez, que más que agua era lodo inmundísimo, pues era el general albañal en que se echaban las más sucias heces de toda la vecindad, indignas de decirse, aquí arrojado está mi Dios. Míralo revolcado en esos lodos, míralo alma enamorada; Dios Hombre en tal paraje. ¿Esa es el agua de los Ángeles, que das alma a tan lindo y tan hermoso amante? Donde tú tendrías asco (siendo la misma basura digna de aquel lugar) quizá de verlo, ¿ahí colocas a la segunda Persona de la Santísima TRINIDAD? ¿Esa es la mullida cama con que recibes a tu JESÚS, tan atormentado, para qué repose? ¿Esa es la Recámara en donde aposentas al que la Virgen Santísima acariciaba en el Cielo de su regazo? Piénsalo bien, alma, y admírate, diciendo: ¡JESÚS en el lodo! ¡Mi bienhechor en tal lugar, sufriendo por mí lo frío del agua, lo fétido de las inmundicias, lo asqueroso de aquella basura! Asómate al Puente, inclina la vista, y contempla despacio si dio boca abajo, ¡cómo se le amancillaría aquel Rostro Santísimo! ¡Si al respirar entraría en su bellísima Boca mucho de aquel hediondísimo lodo y desecha suciedad! Que todo pudo suceder ¡Ay ojos de mi JESÚS, empañados en aquel cenagal! ¡Ay Rostro de mi amado, cubierto de aquellas bascosidades! ¡Ay boca dulcísima de mi Redentor, llena de tan hedionda inmundicia! Sácalo, alma, no tengas asco, que, aunque le ves tan enlodado y sucio, no te manchará, que es limpio sobre toda limpieza, puro sobre toda puridad. Pide prestadas a los Ángeles unas celestiales Toallas para limpiarlo: mira en qué Altar, y en qué limpios Corporales has puesto a ese Santísimo más que todos los Santos. Dile así, Alma: «Dios mío, ¿qué haces en tan bajo, inmundo y asqueroso cieno?». Atiende a sus voces; oye lo que dice: «¡Ay Alma, querida mía!, aquí he bajado a buscarte como preciosa perla de mi Corazón, y si el pecado te ha sumergido en sus apestadas aguas, entre ellas te busco, en este lodo te solicito, mucho te quiero, pues tanto me cuestas». Mira, Alma, que la mejor agua para limpiar a Dios enlodado son las lágrimas, el mejor lienzo es una vida limpia: promételo así, y aquí puedes tener con tu JESÚS algunos dulces Coloquios.
Caído el Señor en las aguas dio con su Santo Cuerpo en aquella hediondez, que más que agua era lodo inmundísimo, pues era el general albañal en que se echaban las más sucias heces de toda la vecindad, indignas de decirse, aquí arrojado está mi Dios. Míralo revolcado en esos lodos, míralo alma enamorada; Dios Hombre en tal paraje. ¿Esa es el agua de los Ángeles, que das alma a tan lindo y tan hermoso amante? Donde tú tendrías asco (siendo la misma basura digna de aquel lugar) quizá de verlo, ¿ahí colocas a la segunda Persona de la Santísima TRINIDAD? ¿Esa es la mullida cama con que recibes a tu JESÚS, tan atormentado, para qué repose? ¿Esa es la Recámara en donde aposentas al que la Virgen Santísima acariciaba en el Cielo de su regazo? Piénsalo bien, alma, y admírate, diciendo: ¡JESÚS en el lodo! ¡Mi bienhechor en tal lugar, sufriendo por mí lo frío del agua, lo fétido de las inmundicias, lo asqueroso de aquella basura! Asómate al Puente, inclina la vista, y contempla despacio si dio boca abajo, ¡cómo se le amancillaría aquel Rostro Santísimo! ¡Si al respirar entraría en su bellísima Boca mucho de aquel hediondísimo lodo y desecha suciedad! Que todo pudo suceder ¡Ay ojos de mi JESÚS, empañados en aquel cenagal! ¡Ay Rostro de mi amado, cubierto de aquellas bascosidades! ¡Ay boca dulcísima de mi Redentor, llena de tan hedionda inmundicia! Sácalo, alma, no tengas asco, que, aunque le ves tan enlodado y sucio, no te manchará, que es limpio sobre toda limpieza, puro sobre toda puridad. Pide prestadas a los Ángeles unas celestiales Toallas para limpiarlo: mira en qué Altar, y en qué limpios Corporales has puesto a ese Santísimo más que todos los Santos. Dile así, Alma: «Dios mío, ¿qué haces en tan bajo, inmundo y asqueroso cieno?». Atiende a sus voces; oye lo que dice: «¡Ay Alma, querida mía!, aquí he bajado a buscarte como preciosa perla de mi Corazón, y si el pecado te ha sumergido en sus apestadas aguas, entre ellas te busco, en este lodo te solicito, mucho te quiero, pues tanto me cuestas». Mira, Alma, que la mejor agua para limpiar a Dios enlodado son las lágrimas, el mejor lienzo es una vida limpia: promételo así, y aquí puedes tener con tu JESÚS algunos dulces Coloquios.
Aquí dejarás la Cruz con reverencia, y mientras otro lee (si se hace entre muchos) postrado en Cruz dirás con todo el afecto posible la siguiente:
ORACIÓN
Arrojado Dueño de mi vida, dulce descanso de mi corazón, centro amoroso de mis amores, ¿cómo ha de ser sufra mi amor verte en ese cenagal tan asqueroso de cenizas de cuerpos muertos, siendo Tú la Santidad por tu misma Esencia, y yo el albañal inmundo, digno de todo desprecio, viviendo entre racionales? ¿Quién fue, bien mío, el insolente que sin respeto a tu Soberanía te arrojó en este lodo? Señal cierta, que no conoció, ni mereció ver la belleza de tu Ser, el esplendor de tu Majestad, pues tan atrevido Te echa en este inficionado y asquerosísimo cieno. Tú, Señor, Tú, Vida de los hombres, Tú, Recreo de los Serafines, Tú, Regalo de los Santo, Tú, Gloria de los Bienaventurados, Tú, Centro de toda Caridad, Agnus Dei del Padre Eterno, Tú, delicia y suavidad de la Reina de los Cielos. Tú, Imagen verdadera de tu Padre, Tú, Amor del Divino Espíritu, Tú, Cordero inocente todo blanco y encarnado, sin mancha negra de culpa, ¿Tú en el lodo? ¿Tú en el lodo? ¿Tú en la basura? ¿Tú, en el cieno? ¿Tú, en esa asquerosa sentina, cuando es manchado asiento el Sol para tu Dignación, Soberanía, y Majestad? Tú solo, Señor, pues Tú solo te conoces, y puedes conocer el desacato de quien te arroja, el atrevimiento de quien te empuja, la ignorante malicia de quien así te ata; como también Tú solo sabrás ponderar lo acervo de ese dolor, lo penoso de esa tormenta, lo gravísimo de esa insolencia, lo cruel de esa maldad: Tú solo, Señor, pues Tú solo lo padeciste, y Tú solo sabes quién eres, Tú, único, conoces lo ardiente de tu amor, lo inaudito de tu paciencia, lo infinito de tu dolor, y la altísima dignidad de tu Señorío. Bien veo no son capaces todos los entendimientos del Cielo y de la tierra para comprehender el peso de tanto ultraje a tu Persona, todas las memorias para hacer el debido recuerdo de tan imponderable villanía, ni todas las voluntades para satisfacer con todo su amor tan generosa paciencia, y tan Venerable silencio en tan dolorosísimo Paso: pero con todo, mi Señor, con todo eso sabemos cierto, te pagas de nuestros cortísimos obsequios, de nuestras flacas memorias y de nuestros tibios recuerdos: estos os ofrecemos, y yo, despreciable gusanito, indignísimo de que pongas en mí esos clementísimos ojos, yo la más baja criatura de las que abraza la tierra, en nombre de todo el Mundo, te doy los debidos agradecimientos a tanta fineza, te la agradezco de lo íntimo de mi corazón, soy pobre, y no tengo con qué pagarla, me faltan las virtudes para agradarte, pero ya que nada tengo, nada soy, y nada valgo: este verdadero conocimiento te ofrezco en paga de tanto favor, ahí te consagro, así en debido desagravio, como en limpia Toalla para tu alivio, las siempre puras, siempre limpias y siempre Santas, las telas del Corazón de mi Reina y Señora la Virgen MARÍA para enjugarte de esas negras aguas: ahí te ofrezco a mayor desagravio, JESÚS mío, el inmenso amor con que toleraste tan horrenda desmesura, la invencible tolerancia con que llevaste tan desmedido y enorme desafuero, la admirable paciencia con que sufriste tan sacrílego atrevimiento, la infinita Caridad con que, en medio de tantos ultrajes, ignominias y dolores me estabas amando, aun sabiendo, como sabíais, lo inmenso de mis maldades: ahí te ofrezco, JESÚS mío, para mayor reverencia, la suma e inimitable conformidad de tu Padre, con que lo padeciste. Ten, Señor, por tus dolores, por tu Santísima Sangre, por Ti mismo te ruego, tengas piedad de mí, ten lástima de mi miseria, ten compasión de mi flaqueza, y esas prisiones y cadenas que tanto te atormentaron en tu Pasión, ponlas a mis pies y manos, para que no se atrevan otra vez a perderte el respeto (como casi infinitas veces lo he hecho) con mis muchos pecados, ni aquellos (esto es, mis pies) no corran tras los hediondos apetitos, y deleites de esta miserable vida. Acuérdate, Señor de mi Alma, en la terrible hora de mi muerte (y la de todos los que recuerdan tu Pasión Santísima), de que ahora postrado en tierra, envuelto en el polvo y abismo de mi nada, te adoro: y clamando con tan buen Padrino (como es la memoria de este doloroso Paso) a las puertas de tu Clemencia por el socorro de tu Gracia para tan temeroso trance: y así como humilde lo pido, así lleno de confianza lo espero ciertamente, para que saliendo limpio con tus auxilios del Torrente amargo de esta vida, te goce, te alabe y bendiga por todos los siglos eternos en tu Gloria. Amén.
Ahora es la disciplina, y esta durará otra Estación al Santísimo Sacramento, y si eres Alma que frecuentas puedes disponerte para comulgar mañana, que a eso conduce el siguiente Ejercicio.
Ahora repetirás, besando la tierra treinta y tres veces esta Jaculatoria: Bendita y alabada sea para siempre la Venerable Paciencia de nuestro Amantísimo JESÚS. Amén.
ÚLTIMA MEDITACIÓN DESPUÉS DE HABER SACADO AL SEÑOR DEL TORRENTE CEDRÓN
Ea
pues, alma agradecida, ahí tienes ya a Dios Hombre fuera de las aguas,
llega reverente y considera cómo aquel Señor, dignísimo de todo respeto y
adoración, es ahora el blanco de la risa, la causa de la alegría de sus
enemigos, el tropiezo de la irrisión, el objeto de la mofa. Mírale
caído en el suelo, todo mojado, lleno de vergüenza, tiritando de frío, y
como si fuera un corrupto y muerto bruto, arrastrado por la tierra:
vuelve los ojos a aquella chusma infernal, y los verás que abren sus
malditas bocas para blasfemarle, y se tapan las narices por no recibir
el hedor que exhalaba aquel asqueroso lugar por haberse movido con el
Cuerpo Santísimo de tu amado Dueño, y tienen horror de llegar sus
malditas manos y le arrastran con las sogas, lo levantan con los chuzos,
y así mojado y enlodado prosigue su camino para la casa del juez. ¡Oh,
qué espectáculo! ¿Para cuándo, Alma mía, son las ternuras? ¿Para cuándo
los suspiros? ¿Cuándo más bien empleadas las lágrimas, si ahora en tanto
ultraje como Cristo padece, no se derraman? ¿Será creíble que un
corazón amoroso, un Cristiano no se deshaga en llanto en tan tiernísimo y
doloroso sentimiento? No lo creo, pues aun la dureza de una peña se
ablanda aquí solo con las plantas de nuestro JESÚS. ¡Dios, arrastrado
por los suelos, y no me enternezco! ¡Dios revolcado en la tierra, y no
me muero de ternura! «¡Oh Señor!, dad blandura a este
corazón, y lágrimas a esta piedra; heridme con la Cruz para que, en este
desierto de mi conciencia derrame arroyos de lágrimas esta diamantina
losa».
TERCER PUNTO
Alma mía, pregúntate a ti si te ha hecho fuerza tan vil tratamiento a Dios en tan amargo y tan doloroso Paso. Ya se ve que eres tierna, eres suya, y te toca a fuer de Esposa amante ir a la parte con tu Dueño: pues vuelve sobre ti, y mira con seria y madura reflexión lo asqueroso de tu pecho, y ahí has arrojado a Dios Hombre cuándo le has recibido en él Santísimo Sacramento. Allí una vez sola: ¡en tu albañal!, ¿cuántas? Allí sus mortales enemigos le arrojan: aquí su querida, su amada, su redimida. Allí quizá los Demonios, aquí un cristiano. Allí los que no creían, ni conocían, ni esperaban; aquí la que le adora, la que le conoce por Dios verdadero y también de las venganzas, quien espera ser juzgada de este Señor y espera gozarle eternamente: no porque diga que has comulgado mal, no lo permita Dios, si consideras el galardón que granjeó Judas por arrojar a Cristo en el cedrón inmundísimo de su malvado pecho.
Considera este castigo
Que en Judas hizo el Señor,
Dándole con muerte eterna
Una eterna perdición:
Y mira con la clemencia
Que su Soberano amor
Doliéndose, Alma de ti,
Sufre tu indisposición.
Pero si digo recorras por menudo las pasiones que has refrenado, los pecados veniales voluntarios que ya no cometes, o al contrario, y de hoy adelante procura disponerte para la Sagrada Comunión más fervorosa, que por fin Dios solo ha de durar, Dios solo, alma, Dios solo eternamente.
Haz aquí tu Coloquio con el Señor a tu modo o de la forma que recita la siguiente:
ORACIÓN
Dulcísimo Amor de todos los amores, blanco Pelícano de mi Alma, ya que te dignas tantas veces entrar en el centro asqueroso de mi inmundo pecho; ya que no has tenido asco de las sucias viscosidades de mi desaliñado corazón; ya que con tanta fineza y humanidad te dejas tratar, comer y aposentar en el pobrísimo seno de este pobrecito pecho, sea, mi Dios, para quitarte mil enojos, pues justísimamente los tenías de mi sobrada descortesía con que te entraba en los viles rincones de mi corazón, con tan corta preparación y tan ningún agradecimiento, de que con tu gracia me enmendaré: sea para sacarme de las aguas lodosas de mis pecados y limpiarme con esa Sangre preciosa de toda humana afición; sea para quitarme las horrorosas sogas que el amor propio ató tan fuertes en mi miserable flaqueza, y romper las pesadas cadenas con que ha intentado el Demonio, Mundo y Carne tener presa mi pobrecita alma: sea, mi Bien, para dejar impresas en la dureza mía las señales, no solo de tus Sagradas Plantas, sino las de tus cinco Sacratísimas Llagas: sea, dulzura mía, para purificar mí conciencia de las aguas de las mundanas vanidades: sea, Pacientísimo Cordero de mi vida, para quedar prisionero eterno en las suaves cadenas y dulces prisiones de tu amor: sea para bien de mi Alma, para Viático de mi peregrinación: sea para exaltación de tu Nombre Santísimo, dilatación de tu Fe: y sea finalmente para descanso de las Ánimas del Purgatorio, y que esas aguas de tu misericordia infinita apaguen los ardores de aquellas voraces llamas: sea, mi JESÚS, para honra y gloria, alabanza y loor eterno de la Santísima TRINIDAD. Amén.
Considérote, Alma mía,
Agradecida en extremo
A los divinos favores
Del que tienes en tu pecho.
No dudo que enamorada,
Estarás del galanteo,
De haber visitado tu Alma,
El que es Alma de los Cielos.
Yo bien sé que hacerse lenguas
Quisiera tu buen deseo
A vista de tal favor,
Para el agradecimiento.
Alma mía, pregúntate a ti si te ha hecho fuerza tan vil tratamiento a Dios en tan amargo y tan doloroso Paso. Ya se ve que eres tierna, eres suya, y te toca a fuer de Esposa amante ir a la parte con tu Dueño: pues vuelve sobre ti, y mira con seria y madura reflexión lo asqueroso de tu pecho, y ahí has arrojado a Dios Hombre cuándo le has recibido en él Santísimo Sacramento. Allí una vez sola: ¡en tu albañal!, ¿cuántas? Allí sus mortales enemigos le arrojan: aquí su querida, su amada, su redimida. Allí quizá los Demonios, aquí un cristiano. Allí los que no creían, ni conocían, ni esperaban; aquí la que le adora, la que le conoce por Dios verdadero y también de las venganzas, quien espera ser juzgada de este Señor y espera gozarle eternamente: no porque diga que has comulgado mal, no lo permita Dios, si consideras el galardón que granjeó Judas por arrojar a Cristo en el cedrón inmundísimo de su malvado pecho.
Considera este castigo
Que en Judas hizo el Señor,
Dándole con muerte eterna
Una eterna perdición:
Y mira con la clemencia
Que su Soberano amor
Doliéndose, Alma de ti,
Sufre tu indisposición.
Pero si digo recorras por menudo las pasiones que has refrenado, los pecados veniales voluntarios que ya no cometes, o al contrario, y de hoy adelante procura disponerte para la Sagrada Comunión más fervorosa, que por fin Dios solo ha de durar, Dios solo, alma, Dios solo eternamente.
Haz aquí tu Coloquio con el Señor a tu modo o de la forma que recita la siguiente:
ORACIÓN
Dulcísimo Amor de todos los amores, blanco Pelícano de mi Alma, ya que te dignas tantas veces entrar en el centro asqueroso de mi inmundo pecho; ya que no has tenido asco de las sucias viscosidades de mi desaliñado corazón; ya que con tanta fineza y humanidad te dejas tratar, comer y aposentar en el pobrísimo seno de este pobrecito pecho, sea, mi Dios, para quitarte mil enojos, pues justísimamente los tenías de mi sobrada descortesía con que te entraba en los viles rincones de mi corazón, con tan corta preparación y tan ningún agradecimiento, de que con tu gracia me enmendaré: sea para sacarme de las aguas lodosas de mis pecados y limpiarme con esa Sangre preciosa de toda humana afición; sea para quitarme las horrorosas sogas que el amor propio ató tan fuertes en mi miserable flaqueza, y romper las pesadas cadenas con que ha intentado el Demonio, Mundo y Carne tener presa mi pobrecita alma: sea, mi Bien, para dejar impresas en la dureza mía las señales, no solo de tus Sagradas Plantas, sino las de tus cinco Sacratísimas Llagas: sea, dulzura mía, para purificar mí conciencia de las aguas de las mundanas vanidades: sea, Pacientísimo Cordero de mi vida, para quedar prisionero eterno en las suaves cadenas y dulces prisiones de tu amor: sea para bien de mi Alma, para Viático de mi peregrinación: sea para exaltación de tu Nombre Santísimo, dilatación de tu Fe: y sea finalmente para descanso de las Ánimas del Purgatorio, y que esas aguas de tu misericordia infinita apaguen los ardores de aquellas voraces llamas: sea, mi JESÚS, para honra y gloria, alabanza y loor eterno de la Santísima TRINIDAD. Amén.
Considérote, Alma mía,
Agradecida en extremo
A los divinos favores
Del que tienes en tu pecho.
No dudo que enamorada,
Estarás del galanteo,
De haber visitado tu Alma,
El que es Alma de los Cielos.
Yo bien sé que hacerse lenguas
Quisiera tu buen deseo
A vista de tal favor,
Para el agradecimiento.
¡O como allá en el retiro,
De tu corazón contemplo,
Que al que te ha hecho tal merced,
Así le estarás diciendo!
Soberano JESÚS mío,
Padre amado, Dios Eterno.
¿Quién sois Vos, y yo quién soy,
Para favor tan excelso?
¿Es posible que sea tanto,
De vuestro amor el exceso,
Que en todo lo mostráis más,
A quien os lo paga menos?
¿Con qué, Divino JESÚS,
Podré yo corresponderos,
Los sagrados beneficios
Que a vuestra clemencia debo?
Pues cada vez que a miraros
Dentro de mi pecho vuelvo,
Y en lugar tan asqueroso
Vuestra Belleza contemplo.
Cada vez que vuelvo a Vos
Y miro que en mi alma os tengo
Tan sumo Dios como estáis
Al lado del Padre Vuestro.
Cada vez que me veo a mí,
Divino Señor, y veo
Una suma Majestad
Dentro de un inmundo cieno.
Quisiera que el corazón
En tu dulce amor ardiendo,
Manifestara el pesar
Que en el ofenderte tengo.
Quisiera darte en mis ojos
Indicios tan verdaderos,
Que en mis mejillas firmara
Mi dolor en llanto tierno.
Quisiera, mi Dios, tener
Hecho un altar en el pecho,
Y por Sagrario a la Virgen
Del Divino SACRAMENTO.
Quisiera, para hospedarte,
Tener el cándido deseo
De todos los Serafines
Y la Hermosura del Cielo.
Mas ya que tan pobre soy,
Mi JESÚS, que solo tengo
El haberte recibido
Con un Corazón de hielo.
Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:
Para que a los ojos tuyos
Con el propio rendimiento
De tu corazón contemplo,
Que al que te ha hecho tal merced,
Así le estarás diciendo!
Soberano JESÚS mío,
Padre amado, Dios Eterno.
¿Quién sois Vos, y yo quién soy,
Para favor tan excelso?
¿Es posible que sea tanto,
De vuestro amor el exceso,
Que en todo lo mostráis más,
A quien os lo paga menos?
¿Con qué, Divino JESÚS,
Podré yo corresponderos,
Los sagrados beneficios
Que a vuestra clemencia debo?
Pues cada vez que a miraros
Dentro de mi pecho vuelvo,
Y en lugar tan asqueroso
Vuestra Belleza contemplo.
Cada vez que vuelvo a Vos
Y miro que en mi alma os tengo
Tan sumo Dios como estáis
Al lado del Padre Vuestro.
Cada vez que me veo a mí,
Divino Señor, y veo
Una suma Majestad
Dentro de un inmundo cieno.
Quisiera que el corazón
En tu dulce amor ardiendo,
Manifestara el pesar
Que en el ofenderte tengo.
Quisiera darte en mis ojos
Indicios tan verdaderos,
Que en mis mejillas firmara
Mi dolor en llanto tierno.
Quisiera, mi Dios, tener
Hecho un altar en el pecho,
Y por Sagrario a la Virgen
Del Divino SACRAMENTO.
Quisiera, para hospedarte,
Tener el cándido deseo
De todos los Serafines
Y la Hermosura del Cielo.
Mas ya que tan pobre soy,
Mi JESÚS, que solo tengo
El haberte recibido
Con un Corazón de hielo.
Te suplico me le enciendas
En tu Soberano Fuego,
Y en él imprimas y estampes
Los favores que hoy me has hecho:
Para que a los ojos tuyos
Con el propio rendimiento
Que ahora está aquí, mi alma, esté
En todo lugar, y tiempo.
Amén.
ORACIÓN A LAS GRAVÍSIMAS ANGUSTIAS CON QUE FUE CUBIERTO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¿Qué es esto, Dulcísimo JESÚS de mi Alma? ¿Ese Corazón Santísimo, centro de toda suavidad, y principio de todo humano vivir, fin de todos nuestros desconsuelos, recreo de los Justos, refugio de los pecadores, acogida de los atribulados, última morada de nuestras esperanzas, se halla en el amargo océano de tu Pasión oprimido con tan gravísimas angustias? Bien conozco no nacen de la mala complexión de culpa en Ti, que eres la Suma Santidad, fundamento y principio de la Gracia que tienen, tendrán, y han tenido todos los justos. Bien veo que esas acervas interiores puntas que afligen ese Sacratísimo Corazón, son buscadas del inmenso amor con que has echado sobre tu Venerable Espalda la pesada carga de los pecados del Mundo. Bien advierto que a tu Sacratísima Persona (como impecable por naturaleza) repugna el hediondo cúmulo de tantas culpas, que, como inocente pagas. Y finalmente, bien conozco que quien te hace, como yo, este recuerdo, soy el peor verdugo que te atormenta: así es verdad, así lo considero, y así lo lloro arrepentido. Esas angustias que han cubierto tu Sacratísimo Corazón, te ruego sean desahogo del encogido mío, sean un suave antídoto contra la afición humana, una libertad santa para defender tu Santo Nombre, un escudo contra las diabólicas astucias, y una víctima a mi afligida conciencia, gravada del imponderable peso de mis pecados: y aunque es cierto no soy capaz de consolar tu angustiado Corazón ni tengo caudal alguno de propios méritos, con todo, Dueño mío, JESÚS de mi Alma, tengo como Cristiano el derecho a tu bendita derramada Sangre, como hijo, yo soy heredero de tus infinitos merecimientos: mía es, no lo dudo, esa Cruz, mías esas prisiones, mías esas bofetadas, mías esas espinas, míos esos azotes, mías esas Llagas, mía esa Muerte, mío ese Corazón, mía esa Santísima Ánima, y Tú, mi Dulcísimo Jesús, todo mío: pues todo esto así mismo te lo ofrezco para consuelo de tus Angustias; y porque no vaya con el desaliño de mi bajeza y miseria, te lo consagro con el rico Sagrario del Purísimo Corazón de tu Santísima Madre, mi Señora la Virgen MARÍA. No mires, Esposo mío, la vileza de mi despreciable persona, si no la ofrenda, que es tan Santa como tuya: el Vaso en que va, como que es su Amantísima Madre, cuyos doloridos suspiros y amargas lágrimas fueron con sus innumerables méritos tan agradables a tus ojos. Mírame, Señor con lástima, mírame con ojos de misericordia, y acuérdate en el tiempo de mis mayores angustias, que serán a la hora de mi muerte, que este mísero gusanito abatido en el abismo de su nada ha clamado y llamado desde ahora a las puertas de tu Misericordia, dando repetidos golpes con el verdadero dolor de sus pecados. Dales, buen JESÚS, auxilios a los que actualmente agonizan por vuestras amargas angustias; dales consuelo a las Almas que se ven tentadas, valor a los combatidos y ayuda para vencer, perseverancia a los que están en gracia, la mano a los que están en culpa mortal, descanso a las benditas Ánimas del Purgatorio, y remedio a las necesidades de la Santa Iglesia, y vuestra dulce Presencia a los que hacemos memoria de vuestras angustias en la hora de nuestro tránsito y la eterna Gloria. Amén.
En todo lugar, y tiempo.
Amén.
ORACIÓN A LAS GRAVÍSIMAS ANGUSTIAS CON QUE FUE CUBIERTO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
¿Qué es esto, Dulcísimo JESÚS de mi Alma? ¿Ese Corazón Santísimo, centro de toda suavidad, y principio de todo humano vivir, fin de todos nuestros desconsuelos, recreo de los Justos, refugio de los pecadores, acogida de los atribulados, última morada de nuestras esperanzas, se halla en el amargo océano de tu Pasión oprimido con tan gravísimas angustias? Bien conozco no nacen de la mala complexión de culpa en Ti, que eres la Suma Santidad, fundamento y principio de la Gracia que tienen, tendrán, y han tenido todos los justos. Bien veo que esas acervas interiores puntas que afligen ese Sacratísimo Corazón, son buscadas del inmenso amor con que has echado sobre tu Venerable Espalda la pesada carga de los pecados del Mundo. Bien advierto que a tu Sacratísima Persona (como impecable por naturaleza) repugna el hediondo cúmulo de tantas culpas, que, como inocente pagas. Y finalmente, bien conozco que quien te hace, como yo, este recuerdo, soy el peor verdugo que te atormenta: así es verdad, así lo considero, y así lo lloro arrepentido. Esas angustias que han cubierto tu Sacratísimo Corazón, te ruego sean desahogo del encogido mío, sean un suave antídoto contra la afición humana, una libertad santa para defender tu Santo Nombre, un escudo contra las diabólicas astucias, y una víctima a mi afligida conciencia, gravada del imponderable peso de mis pecados: y aunque es cierto no soy capaz de consolar tu angustiado Corazón ni tengo caudal alguno de propios méritos, con todo, Dueño mío, JESÚS de mi Alma, tengo como Cristiano el derecho a tu bendita derramada Sangre, como hijo, yo soy heredero de tus infinitos merecimientos: mía es, no lo dudo, esa Cruz, mías esas prisiones, mías esas bofetadas, mías esas espinas, míos esos azotes, mías esas Llagas, mía esa Muerte, mío ese Corazón, mía esa Santísima Ánima, y Tú, mi Dulcísimo Jesús, todo mío: pues todo esto así mismo te lo ofrezco para consuelo de tus Angustias; y porque no vaya con el desaliño de mi bajeza y miseria, te lo consagro con el rico Sagrario del Purísimo Corazón de tu Santísima Madre, mi Señora la Virgen MARÍA. No mires, Esposo mío, la vileza de mi despreciable persona, si no la ofrenda, que es tan Santa como tuya: el Vaso en que va, como que es su Amantísima Madre, cuyos doloridos suspiros y amargas lágrimas fueron con sus innumerables méritos tan agradables a tus ojos. Mírame, Señor con lástima, mírame con ojos de misericordia, y acuérdate en el tiempo de mis mayores angustias, que serán a la hora de mi muerte, que este mísero gusanito abatido en el abismo de su nada ha clamado y llamado desde ahora a las puertas de tu Misericordia, dando repetidos golpes con el verdadero dolor de sus pecados. Dales, buen JESÚS, auxilios a los que actualmente agonizan por vuestras amargas angustias; dales consuelo a las Almas que se ven tentadas, valor a los combatidos y ayuda para vencer, perseverancia a los que están en gracia, la mano a los que están en culpa mortal, descanso a las benditas Ánimas del Purgatorio, y remedio a las necesidades de la Santa Iglesia, y vuestra dulce Presencia a los que hacemos memoria de vuestras angustias en la hora de nuestro tránsito y la eterna Gloria. Amén.
Podráse
decir esta Oración los Viernes a las dos de la tarde, en tañendo a
Vísperas, con tres Padre nuestros y tres Ave Marías, en honra de las
angustias de las tres horas que estuvo Cristo en la Cruz, y una Salve a
Nuestra Señora de los Dolores, por los que tuvo en aquel trance, y
aplicarlo todo por los que actualmente están en las agonías de la
muerte.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)