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NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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viernes, 11 de julio de 2025

NOMBRAMIENTOS BERGOGLIANOS DE PRÉVOST


León XIV Riggitano-Prévost nombrónombró al presbítero francés Michel Guillaud hoy 11 de Julio como obispón de Constantina (antigua Cirta, Argelia). La diócesis, reerigida en 1866 como sufragánea de la Archidiócesis de Argel, lleva anexo el título de Hipona (actual Añaba), la diócesis gobernada por San Agustín.

Michel Guillaud nació el 24 de Junio de 1961 en Villeurbanne (Francia), y fue “instalado” presbítero el 1 de Julio de 1990 para la Archidiócesis de Lyon. Dedicó su ministerio a los estudios árabes e islámicos.
  
Llegó a Argelia en 2006 y fue asignado a la Diócesis de Constantina. Desde 2015, se ha desempeñado como Secretario de la Conferencia Episcopal Regional del Norte de África (CERNA).
   
En este papel, colaboró en una declaración notable destinada a desafiar la narrativa de que África en su conjunto está en contra de las “bendiciones” de las parejas homosexuales. La declaración del CERNA contradecía una carta de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), de las cuales el CERNA es miembro.
   
Guillaud admitió hablando con LaCroix.com en octubre de 2024 que en las sociedades del norte de África, las “uniones” homosexuales son inconcebibles: «La recepción positiva de Fiducia Suplicans es por lo tanto más teórica que práctica», dijo.
   
También se quejó de que la SECAM publicara su respuesta negativa antes de que el CERNA hubiera tenido la oportunidad de responder positivamente.
  
Guillaud también había dicho que podía pasar una semana sin ver otro cristiano en su diócesis. Pero como no convierten a nadie por respeto a los musulmanes (y dice en esto imitar a Carlos de Foucauld –a cuya “canonización” asistió–, que no convirtió un solo tuareg), ¿qué cuerno esperaba que sucediera? Mejor es que esa diócesis vuelva a desaparecer bajo las arenas del olvido.

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Ayer 10 de Julio, Riggitano-Prévost nombró a Thomas J. Hennen Hagle, de 47 años, como nuevo obispón de Baker (Oregón) tras aceptar la renuncia presentada tres años antes por Liam Stephen Cary por alcanzar la edad de retiro forzoso.

Menor de los once hijos de John Joseph Hennen Beimel y Jo’An Marie Hagle Kärcher (fallecidos en 2019), fue “instalado” presbítero el 10 de Julio de 2004 por el obispón William Edwin Franklin Milholin para la diócesis de Davenport (Iowa). Sirvió como vicario general desde 2020 y rector de la catedral del Sagrado Corazón desde 2021.
   
Hace una década, Hennen trabajó en el apostolado conservador “Courage” que ayuda a las personas con disforia de género a vivir castamente.
   
Sin embargo, cuanto más se reunió con personas que “son transgénero”, llegó a entenderlas mejor y “cómo se sentían”, dijo el 4 de Noviembre de 2021 en el diario diocesano Catholic Messenger, y agregó que su enfoque sobre este tema “ha evolucionado”:
«Iniciar esta conversación es importante. Brindar información básica a la gente de nuestra diócesis es un primer paso.
    
Es importante recordar que, para quienes experimentan esto auténticamente, por pocas personas que sean en relación con la población general, no es algo que elijan. Esta idea de que las personas transgénero deciden, de repente, que quieren ser de un género diferente es errónea.
     
De alguna manera, tenemos que encontrar la manera de reconciliar nuestra teología, en concreto nuestra antropología cristiana, incluyendo la idea de que somos cuerpo y alma, con nuestra forma de abordar estos temas pastoralmente. Sí, somos más que nuestros cuerpos, pero al mismo tiempo nuestros cuerpos son realmente importantes. No son solo “contenedores”. Nuestra teología sacramental católica lo comprende. El cuerpo es nuestra forma de interactuar con el mundo. Adoramos con el cuerpo, mostramos reverencia por él, incluso después de la muerte, y anhelamos la resurrección corporal.
  
¿Cómo explicamos aspectos como la correspondencia entre sexo y género —que la mayoría de las personas experimenta—, la complementariedad de los sexos y la fecundidad de la unión entre el hombre y la mujer? ¿Cómo reconocemos estas ideas, reveladas en la Teología del Cuerpo”, a la vez que reconocemos la presencia, la dignidad, la plena humanidad y, por lo tanto, la necesidad de una auténtica atención pastoral para todas las personas, independientemente de su sexo o género? El mismo lenguaje empleado por el Catecismo respecto a las personas homosexuales sin duda puede aplicarse aquí: nuestros hermanos transgénero deben ser tratados con respeto, compasión y sensibilidad.
  
El enfoque de los católicos hacia las personas transgénero no debería ser “o esto o aquello, sino “ambos/y”. Esta noción de que tenemos que elegir entre ser fieles a nuestra enseñanza católica sobre la naturaleza de la persona humana o acoger, amar y acompañar a las personas transgénero es realmente una elección falsa. De hecho, es precisamente nuestra comprensión de la dignidad de la persona humana lo que debe motivar nuestro amor por las personas transgénero. ¿Hay algunas adaptaciones apropiadas que podríamos hacer como Iglesia que no traicionen nuestras creencias ni cierren la puerta en la cara de las personas transgénero? Creo que puede haber. Eso es lo que tenemos que explorar».
En 2021, designado por el obispón Thomas Robert Zinkula Volz, Hennen fue un miembro clave del recién fundado “Comité de género” diocesano sobre «múltiples problemas que rodean a las personas transgénero», que produjo una serie de directrices pastorales para las escuelas diocesanas publicada en Octubre de 2023.
  
En años recientes, usó constantemente el lenguaje de los activistas homosexuales hablando de “personas transgénero” y “católicos LGBT+”
  
En Marzo de 2022 escribió en el Catholic Messenger (usando una bandera transgénero como encabezado) que las personas transgénero no están fingiendo: «Existe un amplio consenso, por ejemplo, en que la disforia de género es real y que las personas transgénero no están fingiendo. Las personas no eligen ser transgénero, al menos en cuanto a la experiencia de esta profunda desconexión entre sus cuerpos y la percepción que tienen de sí mismas».
  
En una cumbre de junio de 2023 de su diócesis, dijo:
«Descubrí que estos sujetos aman a la Iglesia y están viviendo fielmente su fe católica, esforzándose, a pesar (!) incluso de sus experiencias dentro de la Iglesia.
  
En lo que respecta a este ministerio en particular… no deberíamos sentirnos obligados a elegir entre la verdad y el amor. La verdad es, en última instancia, amorosa; la forma en que se expresa la verdad no siempre es amorosa, y creo que eso es lo que debemos abordar con mucho cuidado como Iglesia, y a veces este proceso… lleva años, no minutos».
Sobre el pecado que clama al cielo por venganza, relativizó: «No es decir que estén viviendo vidas perfectas, y a eso les digo “Bienvenidos al club”. Y yo diría que es importante escuchar para entender y no juzgar».
   
No hace falta decir que el activista homosexual James Martin SJ ha citado a Hennen en su medio pro-homosexual Outreach.faith.
  
Como dato de color y alegría de los neoconservadores, Hennen fue entrenado para celebrar en el rito roncalliano siguiendo la invitación del obispón Martin John Amos luego que Benedicto XVI Ratzinger promulgara Summórum Pontíficum, y ha celebrado en este. El año anterior, estableció una capellanía para el rito antiguo en Davenport.
  
Su instalación episcopal está programada para el 18 de Septiembre en iglesia de San Francisco de Asís en Bend (Oregón).

La Diócesis de Baker es sufragánea de la Archidiócesis de Portland, y abarca 173.013 km² (66.801 sq. mi.) en el este Oregón y tiene una población de aproximadamente 532,730 personas, de las cuales 33,350 (más del seis por ciento) son católicas. Según su sitio web diocesano, cuenta con 36 parroquias y 23 misiones.

ERA CUESTIÓN DE TIEMPO QUE VOLVIERA LA CRUZ SATÁNICA…

Ayer, por primera vez desde su “elección”, León XIV Riggitano-Prévost usó la cruz satánica bernardin-bergogliana.
   

EL QUE TENGA INTELIGENCIA, QUE RAZONE.

DISMINUCIÓN DEL CATOLICISMO EN CHILE (Y los obispones ofreciendo Sinodalidad)

Por Maximiliano Estrada para LA TERCERA (Chile).
   
UN CHILE QUE DEJA DE CREER: CENSO CONFIRMA QUE EL PAÍS ES CADA VEZ MENOS CATÓLICO Y HAY UN AUGE DE LOS NO RELIGIOSOS
Según el Censo 2024, actualmente el 54% de las personas mayores de 15 años en el país se declara católica, mientras que en 2002 ese número llegaba al 70% y en 1992, al 77%. Así, el catolicismo, que durante décadas ha sido la fe mayoritaria, continúa su caída acelerada, mientras crece con fuerza el grupo de quienes no se identifican con ninguna religión.
   
Catedral de la Asunción de Santa María, junto con la Parroquia del Sagrario y el Palacio Arzobispal de Santiago de Chile.

Durante buena parte de su historia, el catolicismo ocupó un lugar central en la cultura y vida pública del país. Fue, por mucho tiempo, la confesión predominante, con fuerte presencia en los ritos sociales, la educación, el discurso moral y hasta en la política. Pero ese predominio ha ido cediendo, de forma sostenida, en las últimas tres décadas, perdiendo fieles, y con un número creciente de personas que ha dejado de declarar una religión.

Al respecto, el Censo 2024 pone cifras a esta tendencia: actualmente el 54% de las personas mayores de 15 años en Chile se declara católica. En 2002 ese número llegaba al 70% y en 1992, al 77%.

La caída es consistente y se aceleró, según expertos, después de 2010. En ese período estallaron múltiples denuncias por abusos sexuales cometidos por miembros del clero, junto a acusaciones de encubrimiento institucional.

“Muchas personas se vieron desilusionadas, desencantadas”, dice el sociólogo Eduardo Valenzuela, académico del Instituto de Sociología y de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica.

Desde la Iglesia Católica reconocen que los resultados interpelan directamente a la institución. El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de La Serena, René Rebolledo, afirma que los datos del censo “nos desafían a discernir estos resultados y conversarlos, dialogarlos a toda instancia”.

Aunque reconoce que aún no ha tenido la oportunidad de analizarlos con otros obispos, señala que “debemos asumir estos datos con un espíritu de autocrítica y discernimiento”. Rebolledo añade que hoy “ya no basta la pertenencia cultural o la tradición para sostener la fe”, y cree que los católicos deben volver a lo esencial: “La centralidad de Jesucristo, el anuncio del Evangelio, la cercanía con las personas”.

El sociólogo Valenzuela explica que “el cambio venía ocurriendo desde los años noventa, pero en la última década se vuelve más rápido y pronunciado”. Y suma: “La caída en la adhesión al catolicismo no es lineal, se acelera después de 2010, y eso tiene que ver tanto con factores culturales de largo plazo, como con una pérdida de confianza institucional más reciente”.

Pero la medición censal no solo refleja el retroceso del catolicismo. También da cuenta del ascenso de una categoría que hasta hace poco parecía residual: quienes no tienen ninguna afiliación religiosa. Ahora representan el 25,8% de la población mayor de 15 años que respondió la pregunta sobre religión, es decir, uno de cada cuatro chilenos adultos. En 2002 eran apenas el 8,3%. En poco más de dos décadas, el porcentaje de personas que se declara sin religión se triplicó, consolidando uno de los cambios culturales más profundos en la historia reciente del país.

Si bien el fenómeno es nacional, hay diferencias territoriales. Las regiones del Maule (81,7%), Ñuble (80,1%) y O’Higgins (79,4%) concentran los mayores porcentajes de personas que profesan alguna religión. En cambio, zonas como la Región Metropolitana, Antofagasta o Valparaíso muestran los niveles más altos de personas sin religión, superando en algunos casos el 30%.

En el país hay 15.205.784 personas mayores de 15 años, de las cuales 15.118.269 respondieron sobre religión o credo. De ellas, el 74,2% (11.211.961 personas) dice tener una creencia religiosa, mientras que el 25,8% (3.903.308 personas) señala no tener ninguna. Otras 87.515 no declararon su posición.
   

UNA BRECHA GENERACIONAL
También hay matices por edad y género. Quienes se declaran creyentes tienen un promedio de 46,7 años, casi una década más que quienes señalan no tener religión, cuyo promedio es de 38,8 años. Aunque las mujeres siguen siendo mayoría entre las personas religiosas (54,5%), la brecha de género se ha acortado.

Hoy, tanto hombres como mujeres están dejando la religión. “Antes era común que en una pareja él no creyera y ella sí. Eso ya no es tan así. También las mujeres participan de este proceso de secularización”, sostiene Valenzuela.

Y agrega: “La mayoría de quienes se declaran sin religión no son necesariamente ateos. Muchos siguen creyendo en Dios o en alguna forma de espiritualidad, pero ya no se sienten representados por las instituciones religiosas tradicionales”.

El arzobispo Rebolledo coincide: “La fe es un don que se acoge y se vive por convicción, no por imposición. Esta convicción solo puede crecer si nos hacemos presentes en la vida de las personas, especialmente de los jóvenes, porque es donde más se nota la desafección”. Según el líder eclesiástico, el actual contexto requiere comunidades “más sencillas, más espirituales, creativas, testimoniales y solidarias”, capaces de salir al encuentro de quienes se han alejado.

Consultado sobre el impacto que la crisis de los abusos sexuales ha tenido en la desvinculación de los fieles, Rebolledo no esquiva el punto, afirmando que “la desafección tiene muchas raíces, pero una de ellas –y no menor– es nuestra responsabilidad como Iglesia en el tema de los abusos sexuales. Son crímenes que han causado una herida muy profunda”.

El arzobispo recuerda que el propio Papa Francisco instó a los obispos chilenos a enfrentar con decisión esta realidad, impulsar una cultura del cuidado y avanzar en procesos de reparación. “Nunca será suficiente en prevención”, reconoce, “pero hemos formado miles de agentes pastorales: hemos acompañado a víctimas y trabajado por cambios reales”, añade.

EVANGÉLICOS Y OTRAS RELIGIONES
En paralelo, el número de personas que se identifica con iglesias evangélicas o protestantes mantiene un crecimiento lento, pero sostenido: un 16,3% en el Censo 2024, frente al 13,2% de 1992. Actualmente suman 2.466.607 personas.

A pesar de ello, no han absorbido el éxodo católico. La mayoría de quienes se alejan del catolicismo simplemente se declara sin religión. La presencia evangélica se mantiene con más fuerza en zonas rurales del sur, especialmente en La Araucanía y el Biobío.

Además del catolicismo y el protestantismo, el censo registra otros credos con menor adherencia: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días [= mormones brighamitas, N. del E.] cuenta con 94.266 seguidores: los testigos de Jehová suman 121.805, y hay otras religiones como el judaísmo (28.153), el islam (10.197), el budismo (18.221), el hinduismo (4.530) y el catolicismo ortodoxo (10.912). En total, 89.856 personas declararon profesar “otras religiones o credos” no especificados.

El fenómeno no es exclusivo de Chile. Un estudio reciente del Pew Research Center identifica al país entre los que más han visto crecer la población sin afiliación religiosa en la última década, junto a Uruguay, Australia y Estados Unidos. En el caso chileno, el proceso se interpreta como una expresión local de una tendencia global: una secularización asociada a mayor escolaridad, urbanización, autonomía personal y acceso a información.

PRESBÍTERO “Candy Crush” SE DECLARA CULPABLE DE ROBO (Y DOS MESES DESPUÉS, LE INICIAN PROCESO CANÓNICO)

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
   
Los funcionarios neoiglesianos no están haciendo nada para detener la continua malversación de fondos por parte de los presbíteros neoiglesianos aportados al plato de colectas.
El más reciente presbítero criminal robó más de 40.000 dólares para apostar en Candy Crush.
El 62 por ciento de los neoiglesianos ahora creen que la Iglesia Conciliar está permanentemente corrupta.
   
Mientras el Gran Holocausto Sexual y Malversación de Fondos Conciliar continúa imparable, sin que León XIV Riggitano-Prévost haga nada para detenerlo, Lawrence F. Kozak Erdlen, de 52 años, el último presbítero criminal se declaró culpable el 25 de Abril de 2025 de robar más de 40.000 dólares estadounidenses del plato de colectas para jugar videojuegos en su celular (probablemente proporcionado por la Iglesia Conciliar). Tarde como siempre, la Antiiglesia tardó dos meses más en iniciar un proceso canónico contra el ladrón, después que la justicia seglar lo sentenció a dos años de probatoria, 80 horas de servicio comunitario, restituir a la Archidiócesis de Filadelfia el dinero robado, escribir una carta de disculpa a su otrora parroquia, y la prohibición de ejercer cargos de responsabilidad financiera sin supervisión.
   
El presbítero, instalado por el arzobispón Justin Francis Rigali White el 15 de Mayo de 2004 y designado por su sucesor Nelson de Jesús Pérez en 2020 como párroco de Santo Tomás Moro en Pottstown (Pensilvania), fue apodado por la policía como el presbítero “Candy Crush”, por el nombre de uno de los videojuegos en los que había apostado. El caso ha sido descrito como “desgarrador”, tras descubrirse una cantidad astronómica de transacciones de Apple ID en la tarjeta de crédito de la parroquia cuando las tarjetas del presbítero estaban al límite.
   
Pero el presbítero (que afirmó haber caído en el vicio por el estrés de la covidhisteria, la muerte de su padre y el dolor por la amputación parcial de su pierna luego de un siniestro vial en 2016) no se limitó a robar del plato de colectas para apostar en Candy Crush. Era un ladrón que robaba sin excepción. También jugaba en las tragamonedas del Mago de Oz, Cash Frenzy, Mario Kart Tour, Pokémon GO, Credit Sesame, Willy Wonka y Vegas Casino [The Pillar Catholic aportó parte de la información para este Comentario].

Católicos tradicionales, no es extraño que el último Estudio Pew Landscape Religion haya mostrado que la Iglesia del Nuevo Orden, ahora rebautizada como la Iglesia Sinodal de la Nueva Era, se está hundiendo rápidamente, ya que incluso la gran mayoría de los neoiglesianos se han dado cuenta de que el Gran Holocausto Sexual y Malversación de Fondos Conciliar no está siendo detenido por los líderes deuterovativanos, sino que la Pseudoiglesia ahora está permanentemente corrupta.

jueves, 10 de julio de 2025

OBISPONES: «¡VED EL SERVICIO DOMINICAL POR TELEVISIÓN!»

Noticias tomadas de GLORIA NEWS.
   
  

En un movimiento sin precedentes, el arzobispón Josef Nuzík de Olomouc (Moravia, Chequia) ha pronunciado la "suspensión" temporal de la obligación dominical debido a la escasez de sacerdotes en su diócesis.

Él quiere dar «una ayuda para quienes, a causa de la escasez de presbíteros, tienen serias dificultades para participar en la santa misa dominical».
   
Justificándose en el canon 1248 wojtyliano, Nuzík “permite” reemplazar la Eucaristía con devoción personal, orar en familia o ver un servicio a través de la televisión, Internet o la radio, pero solo en caso de imposibilidad de ir a una parroquia vecina, a una “celebración de la Palabra”, o al servicio del sábado por la tarde.

El anuncio se hizo en una carta pastoral leída en las parroquias de la provincia eclesiástica morava el 22 de Junio.

Nacido en Strání (antigua Checoslovaquia) el 25 de Julio de 1966 e “instalado” presbítero el 17 de Junio de 1995 y obispón el 14 de Octubre de 2017 (ambas por el entonces arzobispón olomucense Jan Graubner Michálkov con el inválido rito montini-bugniniano) Nuzík ha dirigido la Archidiócesis de Olomouc desde febrero de 2024 y fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Checa el pasado abril en remplazo de Graubner (que fue trasladado a Praga en 2022).

Su controvertida decisión permanecerá vigente hasta el final del año y marca un cambio significativo en la política pastoral.
  
  

Mediante un decreto de fecha 8 de Julio, el obispón Alberto Rojas García de San Bernardino, en el sur de California, dispensó a los inmigrantes ilegales de la obligación dominical.
  

TRADUCCIÓN
DIÓCESIS DE SAN BERNARDINO
OFICINA DEL OBISPO
 
DECRETO DE DISPENSA DE LA OBLIGAClÓN DE ASISTIR A MISA EL DOMINGO
Por la gracia de Dios y de la Sede Apostolica, Alberto Rojas, Obtspo de San Bernardino,
a todos los fieles de la Diocesis de San Bernardino
  
En vista de las necesidades pastorales de nuestra diócesis y la preocupaciĺn que han expresado muchos de nuestros hermanos y hermanas sobre el miedo de asistir a Misa por temor a posible activldad en contra de inmugrantes por parte de las autoridades civiles, en calidad de su pastor, emito este decreto en virtud de la facultad que me confiere el Código de Derecho Canónico, en particular el Canon 87 §1, que dice:
«El Obispo diocesano, siempre que, a su juicio, ello redunde en bien espiritual de los fieles. puede dispensar a estos de las leyes disclplinares tanto universales como particulares promulgadas para su territorio o para sus súbditos por la autoridad suprema de la Iglesia».
Considerando que el temor a las medidas de control migratorio, como las redadas por parte del Servicio de Inmigración y Control Aduanas de los Estados Unidos (ICE), puede disuadir a algunos en nuestra diócesis de cumplir con la obligación de asistir a Misa los domingos y fiestas de precepto (cf. Canon 1247), y reconociendo que dicha aprensióm constituye un grave inconveniente que puede perjudicar el bien espiritual de los fieles, por este conducto decreto lo siguiente:
  • Dispensa de la obligación de asistir a la santa Misa: Todos los fieles de la Diócesis de San Bernardino que, debido a un temor real a las actividades de las autoridades migratorias, no puedan asistir a la santa Misa los domingos o fiestas de precepto, quedan dispensados de esta obligación, segun dispone el Canon 1247, hasta que se revoque o enmiende este decreto.
  • Fomento de practlcas espirituales alternativas: Se exhorta a quienes quedan dispensados de asistir a la santa Misa a que mantengan su comunión espiritual con Cristo y su Iglesia ofreciendo su oración personal, leyendo las Sagradas Escrituras o participando en devociones como el Santo Rosario o la Coronilla de la Divina Misericordia. Siempre que sea posible, los fieles pueden tambien participar en misas televisadas o en línea ofrecidas por la diócesis u otras fuentes catolicas reconocidas.
  • Atención y acompanamiento pastoral: Los párrocos, vicarios parroquiales y otros ministros pastorales deben brindar apoyo compasivo a los afectados por este temor, asegurándose de que se sientan bien recibidos y seguros en nuestras comunidades. Hago un llamado a las parroquias a que exploren alternativas de catequesis y preparación sacramental para quienes no puedan asistir según el programa establecido.
  • Duración y ámbito de aplicación: Esta dispensa favorece a todos los fieles afectados dentro de los límites territoriales de la Diócesis de San Bernardino y queda en vigor hasta nuevo aviso o hasta que las circunstancias que hacen necesario este decreto se resuelvan lo suficiente.

Siguiendo la misión de la Iglesia, emito este decreto para velar por el bien espiritual del pueblo que Dios me haencomendado, y en particular de los que enfrentan temor o dificultades. Encomiendo esta diócesis a la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de las Américas, e invoco la bendición de Dios sobre todos los fieles,
   
Dado en el Centro Pastoral de la Diocesis de San Bemardino este 8 de julio de 2025.

(Fdo.) Obispo Alberto Rojas 
Oblspo de la Diocesis de San Bernardino 

(Fdo.) Mons. Gerard M. López
Vicario General
   
Avenida a la Montaña 1201 Este, San Bernardino, CA 92404
Teléfono: (909) 475-51 13 • Fax: (909) 475-5109 • Email: bpoffice@sbdiocese.org

Utiliza la excusa de preocupaciones «con respecto al temor de asistir a la misa debido a posibles acciones de aplicación de la ley de inmigración por parte de las autoridades civiles».

Nacido en Aguascalientes (Méjico) el 5 de Enero de 1965, e “instalado” presbítero el 25 de Mayo de 1997 y obispón el 10 de Agosto de 2011 (ambas por el entonces arzobispón chicagüense Francis Eguene George McCarthy OMI con el inválido rito montini-bugniniano), Rojas (que en 2021 suscribió un manifiesto apoyando un comunicado de una fundación pro-homosexual) añade que las redadas de la oficina de Inmigración «pueden obstaculizar el bien espiritual de los fieles».

La frase clave es: «Todos los miembros de los fieles en la Diócesis de San Bernardino que, debido a un temor genuino de las acciones de aplicación de la inmigración, no pueden asistir a la Misa dominical o a las Misas en los días santos de obligación están exentos de esta obligación, según lo dispuesto en el Canon 1247, hasta que este decreto sea revocado o enmendado».

El obispón animó a esos católicos (imaginarios) a orar, rezar el rosario y leer la Sagrada Escritura. También los invitó a “participar” en los servicios televisados o en línea ofrecidos por la diócesis u otras fuentes de renombre.

La realidad es que muchos de estos inmigrantes ni siquiera sean católicos nominales (mucho menos practicantes, porque de serlo, seguramente se quedarían trabajando por su país natal y, en caso de migrar, acatarían las leyes migratorias); y muchos que no necesariamente son de este gremio se aprovecharán de esta gabela. Así que, de todos modos, ni para ir a servicios como el presidido por Rojas el 22 de Abril de 2023 en honor al mundano “Día de la Tierra”, o la primera “Misa del Orgullo familiar” del pasado 28 de Junio por el presbítero David Andel Dursa, vicario judicial y director de servicios canónicos de la diócesis (quien luego atentó justificarla equiparándola con las Misas por el Año Nuevo y el Mardi Gras).

PRÉVOST ESTRENANDO SU “MISA POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN”


León XIV Riggitano-Prévost presidió ayer 9 de Julio la primera “Misa por el Cuidado de la Creación” en el jardín contiguo a la Aldea Laudato Si’, un centro educativo establecido en la villa papal de Castelgandolfo, a la que él volvió a veranear después de doce años de abandono por su predecesor.

El formulario de la “Misa por el Cuidado de la Creación”, creado bajo influencia del mensaje wojtyliano de la Jornada Mundial de Oración por la Paz de 1990 y las pseudoencíclicas bergoglianas Laudato Si’ (publicada casualmente el 9 de Julio de 2015) y Laudáte Deum, había sido presentado el pasado jueves 3 de Julio, como una monserga sobre el cuidado de la creación.
  
A Riggitano-Prévost lo acompañaron el arzobispón Vittorio Francesco Viola Mello OFM (secretario del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos), el cardenal judeo-checo-canadiense Michael Félix Czerny Hayek SJ (prefecto del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral) y el arzobispón irlandés John Joseph Kennedy (secretario de la Sección disciplinaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el que  “excomulgó” al arzobispo Carlo María Viganò). Todos con ornamentos verdes (¿qué no en las misas votivas pro necessitátibus se usan ornamentos morados?).
  
El cardenal Michael Czerny como diciendo: «¡El avión, el avión!» (o roncando de pie).

En su homilía, recordó que su antecesor Francisco Bergoglio decidió cómo debía ser el jardín, al que llamó “catedral natural”; y como Bergoglio, repitió el grito alarmista de los propagandistas del “Cambio climático” (antiguo “Calentamiento global”) antropogénico:
«Tantos de los desastres na⁷turales que vemos en el mundo, en varios lugares y países, son producidos, en parte, por los excesos del ser humano, a causa de su estilo de vida. Por eso debemos preguntarnos a nosotros mismos si estamos viviendo o no esa conversión que es tan necesaria.
  
Después de estas palabras, tengo también una homilía que había preparado para esta ocasión y que quisiera compartir con ustedes. Les pido un poco de paciencia, pues contiene algunos elementos que realmente nos ayudan a continuar esta mañana con nuestra reflexión, durante este momento familiar y sereno, si bien en un mundo que arde, tanto por el calentamiento global como por los conflictos armados, que hacen tan actual el mensaje del Papa Francisco en las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti».
Antes, aludiendo a una laguna presente en el jardín como una fuente bautismal, dijo:
«Al principio de la Misa hemos pedido por la conversión, por nuestra conversión. Quisiera agregar que tenemos que pedir por la conversión de muchas personas, tanto dentro como fuera de la Iglesia, que aún no reconocen la urgencia de cuidar nuestra casa común».
 
La laguna/“fuente bautismal”/zancudero de la Aldea Laudato Si’.

Nada de conversión a Jesucristo y su Iglesia Católica (a la que, de todos modos, ellos NO PERTENECEN NI REPRESENTAN). Ni mucho menos se habló de la fiesta de los Prodigios de Nuestra Señora, que en otro tiempo se conmemoraba ese día en la Alma Urbe. Y así y todo, los neocones, pseudotradis y defectores insisten en que el camaleónico León deshará la obra de Bergoglio, cuando en realidad es tan radical como este.

DECLIVE CRISTIANO EN ESTADOS UNIDOS

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
   
El estudio Pew de Panorama Religioso muestra que la mayoría de los neoiglesianos le han dado la espalda a la falsa Iglesia del Nuevo Orden.
No van ni a la Cena ni a la Reconciliación, ni a la seminovusordita Nueva Misa Latina de 1962.

El 26 de Febrero de 2025, el prestigioso Centro de Investigación Pew publicó su último Estudio Pew sobre el Panorama de la Religión. Su panorama de la Iglesia Conciliar en Estados Unidos muestra una organización en rápido declive, que sin duda no es la Iglesia Católica. Demuestra que la apostasía de la fe católica por parte del Anticoncilio Vaticano II y el Gran Holocausto Sexual y Malversación de Fondos Conciliar han expulsado a la mayoría de los antiguos neoiglesianos de la secta. A continuación, algunos datos del último estudio:
  • Solo el 30% de los neoiglesianos cree que pertenecer a una parroquia es fundamental para su identidad como neoiglesianos. Como la mayoría de los protestantes, no tienen hogar y están distanciados de la nueva iglesia.
  • Aquellos que se han alejado no están de acuerdo con las enseñanzas de la Nueva Iglesia, que ya no es católica.
  • En la inválida (falsa) Nueva Cena protestante-masónica-pagana de 1969, la Cena Ordinaria de la Iglesia Conciliar, el 86 por ciento prefiere tomar la galleta del Novus Ordo en la mano como los protestantes, tal como lo condenaron los Papas desde el siglo II.
  • La Nueva Misa Latina de 1962, utilizada para engañar a los neoiglesiano y convencerlos de asistir a un servicio seminuevo del Vaticano II —y que, sin duda, NO es la Misa Latina Tradicional—, es un fracaso. El estudio reveló que menos del 2 % asistía regularmente al engaño.
  • Solo el 23% de los neoiglesianos participan en el sacramento no sacramental (falso) de la Reconciliación (el sacramento de la Penitencia fue abolido en la Iglesia Conciliar en 1973). [Catholic Culture aportó parte de la información para este Comentario].
   
Católicos tradicionales, una buena noticia del Estudio Pew sobre el Panorama Religioso: ahora el 62 % de los neoiglesianos reconocen que la Iglesia Deuterovaticana es corrupta y que su Gran Holocausto Sexual y Malversación de Fondos es un “problema continuo”, no un asunto del pasado, como la Iglesia Conciliar ha intentado presentar falsamente. ¡Parece que los neoiglesianos ciegos han comenzado a recuperar la vista!

NOVENA EN HONOR A SAN VICENTE DE PAÚL

Novena publicada en francés en 1808, traducida e impresa por don Mariano Arévalo en la Ciudad de México en 1843. El Acto de contrición proviene del Arte mística especulativa y práctica, compuesta por el Padre Fray Diego de la Madre de Dios OFM Disc., impresa en Salamanca en 1713; los Gozos, impresos en Barcelona hacia 1860, son tradicionales, sin autor conocido.
  
INTRODUCCIÓN
Si alguno deseare conocer y honrar a SAN VICENTE DE PAÚL, consulte su vida, sus cartas, sus instrucciones, las reglas que ha dejado a las varias sociedades que estableció, y sobre todo, las actas de su canonización; entonces se sentirá movido de devoción, y conocerá que este Santo fue realmente un hombre de Dios y un prodigio de santidad. Este hombre que no creía merecer más que el desprecio de todos, era sin embargo el modelo de los pastores, el apoyo de los obispos, el consejero de los reyes, el restaurador del decoro del clero, el padre de los pobres, el amparo de los miserables, el consuelo de los afligidos, y en una palabra, el alma de cuanto se hizo en su siglo para gloria de la Religión.
 
Con la multitud de obras buenas que emprendió y llevó al cabo, ha defendido la pureza de la fe de los errores que en sus días comenzaron a alterarla, y la pureza de la moral de la general corrupción de su siglo; ha restablecido la disciplina eclesiástica; su celo por la salud de las almas ha abrazado todo; ha socorrido las necesidades de los ignorantes, de los enfermos y de los pobres. Encontró recursos para aliviar toda clase de desgraciados: a los esclavos de los turcos en Túnez y en Argel, a los viejos agobiados con el peso de los años, a los artesanos imposibilitados para el trabajo, a los niños expósitos, a las religiosas exclaustradas por las guerras, a las mujeres entregadas a la prostitución, a los jóvenes en peligro de perderse, a los criminales condenados a galeras, a los extranjeros desamparados de relaciones y sin medios de curarse cuando caían en cama. Verá también quien quiera leer la vida de Vicente, que los que tenían la desgracia de perder el juicio, los mendigos que tanto habían aumentado por las guerras que desolaban la Francia, las familias vergonzantes y muertas de hambre, las provincias enteras, como la Lorena, Champaña y Picardía, desoladas por los terribles azotes de la guerra, la hambre y la peste, y en una palabra, todos los desgraciados encontraban en Vicente un padre, un amigo, un libertador, que proporcionaba a unos la salud, a otros la libertad, a estos una educación cristiana, a aquellos un retiro seguro; que siempre miraba a los pobres como una porción de la herencia más preciosa de Jesucristo; que se desvelaba por ellos, que les distribuyó en el espacio de muy pocos años limosnas que importaron sumas considerables. ¿Podrá alguno observar más exactamente la máxima que había adoptado Vicente, de no hacer mal a nadie y servir a todo el mundo?
  
Sin embargo, por favorable que sea la idea que pueda cualquiera formarse de San Vicente de Paúl, al ver la grandeza y multitud de sus obras, es preciso reconocer que el prodigio más grande que debe admirarse en su vida es la eminencia de sus virtudes: con razón la Iglesia, por el órgano de su jefe, proclamó con toda solemnidad la santidad de Vicente, y lo ha presentado a todos los fieles, como el modelo que deben imitar, y el caritativo y poderoso protector que deben invocar en sus necesidades.
  
Se ha creído conveniente para secundar las miras de la Iglesia e inspirar la devoción y confianza de los fieles, presentar las principales virtudes del Santo, en cortas meditaciones, distribuidas en forma de novena, que puede servir para celebrar la festividad del Santo (que es el 19 de julio), y en ellas encontrarán los fieles motivos de esperanza y medios para alcanzar de Dios la gracia que se le pida por Ia intercesión de su siervo. La caridad de San Vicente de Paul que en la tierra fue siempre tan viva, tan perfecta y tan ilimitada, que se extendió a toda clase de necesidades, en el Cielo nada ha perdido de su ardor y de su extensión. Por su mediación debemos esperar poderosos y prontos socorros en cualquier acontecimiento azaroso, con tal que invoquemos a este gran Santo con las disposiciones adecuadas para mover su caridad hacia nosotros, y nos hagamos merecedores de las gracias espirituales o temporales que deseemos alcanzar durante la novena.
 
Entre esas disposiciones es la primera, prepararse con una buena confesión antes de la novena o cuando más el primer día, procurando con el mayor esfuerzo que vaya acompañada de un profundo dolor de haber ofendido a Dios, de una firme resolución de no volver a ofenderle, evitando el pecado y las ocasiones de él. Con tan saludable preparación se debe esperar que las prácticas de la religión, las súplicas, los ayunos y otras buenas obras que se hagan durante la novena, serán muy agradables a Dios, y nos procurarán las gracias que pidamos para sí o para otros.
  
2º Debe pedirse con fervor y perseverancia la gracia particular que se desea alcanzar por intercesión de San Vicente de Paúl, y si esta gracia es para gloria de Dios o salud de nuestra alma, debe pedirse sin restricción alguna, pues en este caso es conforme con la voluntad de Dios. Así pues, si se desea conseguir la victoria sobre alguna pasión, corregirse de algún vicio, adquirir alguna virtud particular, arraigar en el corazón el odio al pecado, o el amor de Dios y del prójimo, conocerse perfectamente para reparar, mediante una buena confesión, todas las faltas y defectos de la vida pasada (gracia que San Vicente ha concedido a muchos), tales gracias deben pedirse absolutamente. Pero si se desea obtener la curación de una enfermedad o cualquiera otro objeto, que aunque bueno, no sea relativo más que a los bienes de este mundo, se puede sin duda suplicar con fervor, pero siempre sujetándolo todo al agrado de Dios, para que haga lo que convenga a su gloria y a la salud del alma. Es necesario considerarse indigno de cualquier favor, y no aguardarlo más que en virtud de la bondad de Dios y de los méritos de nuestro Señor Jesucristo.
 
3º No debemos limitarnos a pedir la gracia que deseamos obtener de Dios, por la intercesión de San Vicente de Paúl, sino que debemos esforzarnos a merecerla mediante la práctica de buenas obras y la imitación del Santo que invocamos, y en esto consiste el verdadero culto que debemos tributarle. Decía San Francisco de Sales que la vida de todos los santos no era más que el Evangelio en práctica, y con muy particular razón debemos decirlo de la vida de San Vicente de Paúl, que siempre fue un perfecto imitador de Jesucristo. Considerando los varios pasajes de la vida de este Santo en cualquier estado en que lo colocaba la Providencia, nos convenceremos de que nos es fácil y absolutamente necesario imitar al Hombre Dios. Servirános San Vicente de antorcha para alumbrarnos y de guía para conducirnos a fin de arreglar nuestra conducta a la de Jesucristo, según nuestra situación y nuestras necesidades.

4º Para practicar más fácilmente la virtud en que meditemos, se han añadido a cada meditación algunas máximas del Santo relativas a esta virtud, y por medio de estas máximas nos penetraremos más y más del espíritu de aquel. También se han agregado algunas prácticas que se deben considerar como el fruto de la meditación que se ha hecho. Al fin de cada día se rezará tres veces Pater noster, Ave María y Gloria Patri en honor del Santo, pidiéndole con fervor nos alcance de Dios la virtud particular que se haya meditado. Y cada día de la novena se puede pedir a San Vicente que nos haga participantes de su humildad y caridad, para lo cual se rezará la antífona Operatus est bonum etc. y la oración Deus qui ad evangelizandum etc., por medio de la cual nos enseña la Iglesia a pedir estas dos virtudes que nuestro Santo practicó con tal perfección, que no puede decirse en cuál de las dos sobresalió más.
 
NOVENA EN HONOR DE SAN VICENTE DE PAÚL, PARA PREPARARSE A CELEBRAR SU FESTIVIDAD, O PARA PEDIR A DIOS POR SU INTERCESIÓN ALGUNA GRACIA PARTICULAR
  

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
 
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, péame con todo mi corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas cosas, porque sois mi Dios, mi Señor, mi Creador, mi Redentor, mi Salvador, mi Glorificador, último Fin sobrenatural de mi alma, Sumo e infinito Bien, digno de ser infinitamente amado: Señor, pequé contra vuestra Divina Majestad, pésame con todo mi corazón de todo cuanto os he ofendido y propongo firmísimamente con vuestra Divina Gracia enmienda en todo, y de nunca más pecar; y de apartarme de todas las ocasiones que puedan ser ofensa vuestra: propongo de confesarme enteramente, y de cumplir la penitencia que me fuere impuesta; y de satisfacer, y restituir si alguna cosa debiere: por vuestro amor perdono de todo mi corazón a todos mis enemigos y a los que me hubieren agraviado y ofendido; ofrézcoos mi vida, obras, y trabajos con los vuestros, en satisfacción de todos mis pecados: así como os lo suplico, así confío y espero en vuestra infinita Bondad y Misericordia, que por vuestra Sacratísima Pasión y Muerte me los perdonaréis, y me daréis vuestra Gracia y vuestros auxilios, para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte, y me llevaréis a vuestra Gloria, donde os ame y os alabe eternamente. Amén.
  
DÍA PRIMERO – 10 DE JULIO
FE DE SAN VICENTE DE PAÚL: «Qui confitébitur me coram homínibus, confitébor et ego eum coram Patre meo qui in cœlis est». (A todo aquel que me reconociere y confesare por Mesías delante de los hombres, yo también lo reconoceré y me declararé por él delante de mi Padre que está en los cielos). San Mateo X, 12.
 
PUNTO PRIMERO
El cristiano que es fiel a Jesucristo, busca siempre con empeño las ocasiones de presentarse como discípulo de tan buen Maestro; pero el negligente y abandonado se avergüenza cada día de pertenecer a la bandera de Jesucristo. Reserva Dios para las almas fuertes las más penosas pruebas, y por este medio señala quiénes son sus mejores siervos. Sostuvo Vicente duros combates, y siempre salió triunfante de ellos.
    
Habiendo caído prisionero en manos de los infieles, vio con sumo placer que lo despojaron de todos sus bienes, persuadido de que Dios le reservaba otros más sólidos que nunca podrían quitarle los corsarios. Vióse, sin tristeza, cargado de cadenas, puesto en venta y entregado a bárbaros dueños; pero no veía en estos más que al Soberano Dueño del universo, y con tal fidelidad los sirvió, que al fin logró ganarse su voluntad. Por este mismo aprecio de sus dueños se vio la fe de Vicente en mayor peligro que al que le hubieran puesto las amenazas y tormentos, pues por cariño le ofrecieron grandes riquezas, una brillante posición en la sociedad, y lo que es más, la libertad. Más de una vez le dijo el Demonio: Todas estas cosas te daré, si postrándote delante de mí me adorares (San Mateo IV, 9); pero firme como la roca, el siervo de Dios resistió a todas las tentaciones; no perdió jamás de vista al Señor que adoraba, y cantó constantemente sus alabanzas en medio de un pueblo bárbaro. Aun hizo más, pues habló con tanta dulzura a su amo, que al fin logró convertirlo a Jesucristo. De este modo salió triunfante de la prisión en que había vivido cargado de cadenas; y quitó al Demonio las armas de que se había valido para atacar su fe, haciendo volver a entrar al seno de la Iglesia al amo apóstata que convirtió.
    
PUNTO SEGUNDO
Nuevos asaltos sostuvo la fe de Vicente y aun más peligrosos que los primeros, pues las gentes que los dirigían (los jansenistas) disfrazaban sus fines perversos con el pretexto de reformar las costumbres, de dar a la doctrina su primitiva pureza y volver a la Iglesia su antiguo esplendor. La nueva congregación que acababa Vicente de establecer con el objeto de formar a los eclesiásticos en las funciones de su ministerio, pareció a esas gentes un excelente canal para hacer circular su funesta doctrina. Proyectóse ganar a Vicente, y para esto se emplearon ruegos, alabanzas, servicios, bellos discursos, lágrimas de dolor por la corrupción y desórdenes del pueblo y del clero; pero unas cuantas palabras que se escaparon a los autores de la nueva herejía contra la Iglesia y el concilio de Trento, despertaron la atención de Vicente, y al punto cortó toda comunicación con esos falsos doctores, quienes para vengarse de tan prudente conducta, prorrumpieron en groseras injurias, que realzaron la gloria de Vicente, e hicieron que ejercitase su heroica paciencia. Y con todo esto creía que no había manifestado bastante la fe que profesaba, si no se oponía al error, si no lo perseguía y armaba contra él el celo de los prelados, y en fin, sino le cortaba todas las entradas en el clero y en los monasterios. No fueron infructuosos sus trabajos, pues Dios se dignó echar sobre ellos abundantes bendiciones.
  
PUNTO TERCERO
Por la fe prefirió Vicente la instrucción de los pobres a la de los ricos, y no a estos sino a aquellos consagró todos los servicios de las dos congregaciones que estableció. Por la fe se ocultaba en la oscuridad de las prisiones, en los hospitales, en las reuniones de los labradores, con el fin de instruir, de consolar a los pobres y encaminarlos a la práctica de las virtudes cristianas; por convertirlos a Dios, sufrió el rigor de las estaciones, la grosería de los pueblos y las persecuciones que más de una vez suscitaron contra él los malvados.
 
No contento con haber derramado la luz de la instrucción y haber corregido grandes abusos en muchos estados de Europa, extendió su celo a la parte de allá de los mares; y la isla de Madagascar y el Asia admiraron a Vicente en sus discípulos, que llevaron su fe y su espíritu en medio de los países bárbaros.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Las materias de fe no deben examinarse con un espíritu curioso y sutil; basta que las proponga la Iglesia para que nunca podamos engañarnos creyéndolas.
  2. La sumisión humilde y la obediencia a los decretos del Soberano Pontífice, es un buen medio para distinguir los verdaderos hijos de la Iglesia de los rebeldes.
  3. Podemos algunas veces convencernos con razones sólidas en materias de religión; pero siempre es conveniente sujetar la razón a la fe.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
Es la fe el homenaje más perfecto que puede tributar el hombre a la Suprema Verdad. Debe ser la base y regla de nuestra conducta, y nada es más raro en estos tiempos; por lo que debemos recordar aquellas palabras de muestro divino Redentor: Pero cuando viniere el Hijo del Hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra? (San Lucas XVIII, 8).
   
Solo una conducta perfectamente arreglada a las verdades de la fe, puede asegurar nuestra salud eterna. Cotejemos frecuentemente nuestra conducta con nuestra fe, y veamos si nuestros pensamientos, nuestros deseos y nuestros sentimientos están conformes con nuestra creencia. Tengamos gran cuidado en apoyar sobre este firme fundamento todos nuestros discursos y nuestras acciones, para no engañarnos en este punto esencial; porque así como un cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta (Santiago II, 26).
 
Recordemos frecuentemente estas palabras de muestro Señor: A todo aquel que me reconociere confesare por Mesías delante de los hombres, yo también lo reconoceré y me declararé por él delante de mi Padre que está en los cielos (San Mateo X, 32). Nunca pues temamos cumplir delante de los hombres con los deberes que nos impone la fe; evitemos con cuidado sumo cualquiera innovación en artículos de fe; pidamos a menudo a Dios esta virtud, diciéndole con los Apóstoles: Señor, auméntanos la fe (San Lucas XVII, 5).
 
Roguemos con frecuencia por los ministros de la Iglesia y por los pueblos que reciben sus instrucciones en todos los países del mundo. Consideremos como una felicidad el poder contribuir con muestras oraciones, limosnas, consejos o ejemplo a la conversión de un pecador. Examinemos si conocemos esta obligación y de qué modo, hasta el presente, hemos cumplido con ella.
 
Recemos tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias en honor del Santo, pidiendo a Dios con fervor que fortifique nuestra fe, y diciendo en seguida la siguiente:

Antífona: Obró lo que era bueno, recto y justo delante del Señor Dios suyo, en todo aquello que exigía el ministerio de la casa del Señor, según la ley y las ceremonias, deseoso de complacer a su Dios con todo su corazón (2 Paralipómenos XXXI, 20-21).
℣. San Vicente, ruega por nosotros.
℟. Para que nos hagamos dignos de las promesas de Cristo. Así sea.
 
ORACIÓN
¡Oh Dios!, que has hecho revivir en nuestros días el espíritu de tu Hijo en la apostólica caridad y en la humildad de San Vicente, para anunciar el Evangelio a los pobres, para aliviar las miserias de los enfermos y desamparados, y para dar nuevo lustre al Orden eclesiástico; concédenos por intercesión de este Santo, que nos veamos libres de las miserias del pecado, y para agradarte imitemos tan ardiente caridad y profunda humildad. Así te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina Dios por todos los siglos de los siglos. Así sea.
  
LETANÍA EN HONOR DE SAN VICENTE DE PAÚL
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
  
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
  
Padre celestial que eres Dios. Ten misericordia de nosotros.
Hijo Redentor del mundo que eres Dios. Ten misericordia de nosotros.
Espíritu Santo que eres Dios. Ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad que eres un solo Dios. Ten misericordia de nosotros.
  
Santa María. Ruega por nosotros.
Santa Madre de Cristo, Soberano Sacerdote. Ruega por nosotros.
San Vicente, que caminaste desde tu infancia en presencia de Dios. Ruega por nosotros.
San Vicente, cuya bondad se extendía a todos. Ruega por nosotros.
San Vicente, que supiste conservar tu castidad. Ruega por nosotros.
San Vicente, Pastor vigilantísimo del rebaño de Jesucristo. Ruega por nosotros.
San Vicente, que evangelizaste a los pobres con tan buen éxito. Ruega por nosotros.
San Vicente, que formaste a tus discípulos para toda clase de obras buenas. Ruega por nosotros.
San Vicente, gloria del sacerdocio. Ruega por nosotros.
San Vicente, humilde en medio del esplendor mundano. Ruega por nosotros.
San Vicente, diligentísimo imitador de Jesucristo. Ruega por nosotros.
San Vicente, alivio de toda clase de miserias. Ruega por nosotros.
San Vicente, recurso de todos los afligidos. Ruega por nosotros.
San Vicente, mantenedor de los hambrientos. Ruega por nosotros.
San Vicente, ayudante eficaz de los enfermos. Ruega por nosotros.
San Vicente, proveedor de los niños expósitos. Ruega por nosotros.
San Vicente, buscador de las ovejas perdidas. Ruega por nosotros.
San Vicente, restaurador de la disciplina del clero. Ruega por nosotros.
San Vicente, angélico sacerdote en el altar. Ruega por nosotros.
San Vicente, defensa de las vírgenes en peligro. Ruega por nosotros.
San Vicente, venerador de la Santa Sede. Ruega por nosotros.
San Vicente, celosísimo glorificador del Señor Dios de los ejércitos. Ruega por nosotros.
  
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo: Óyenos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo: Ten misericordia de nosotros.

℣. Vicente se hizo servidor de todos y en todo.
℟. Sigamos sus pasos.
 
ORACIÓN PARA PEDIR A DIOS LA HUMILDAD POR INTERCESIÓN DE SAN VICENTE DE PAÚL
¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón, puesto que has querido que solo las almas humildes glorifiquen tu santo nombre, y que me sea negado el asiento en tu gloria, si no te dignas hacerme humilde: concédeme esta virtud, que me ha de hacer merecedor de tus gracias, y me ha de asegurar la posesión de tu reino eterno. Perdóname los muchísimos pecados de orgullo que contra ti he cometido: haz, Dios mío, que en adelante tenga yo tanto menosprecio de mí mismo, cuanta ha sido la esclavitud a mi orgullo, el cual detesto a tus pies desde este momento. Concédeme esta gracia por intercesión de San Vicente de Paúl, que fue un modelo tan perfecto de la verdadera humildad. Así sea.
  
GOZOS EN ALABANZA DE SAN VICENTE DE PAÚL
   
Pues que en el cielo ensalzado
Sois del Señor siempre oído:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
De buenos padres, mas pobres
En Poy un lugar sin lustre,
Mas ya de entonces ilustre
Nacisteis Padre de pobres;
Fuisteis Pastor desvelado,
Presagio que habéis cumplido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Cual israelita el Salterio
Cautivo en Túnez cantaste,
Y a vuestro señor sacaste
De su mayor cautiverio;
Era infeliz renegado,
Y fue por Vos reducido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
De Dios enviado al mundo
Para su bien y provecho
En la misión le habéis hecho
Un bien que lo es sin segundo;
Muchos que el cielo han ganado,
Sin Vos lo habrían perdido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Sudar por Dios en misiones
Fue vuestro mayor consuelo,
Con el incansable anhelo
De ganarle corazones;
Rindióse el más obstinado
Del dulce trato atraído:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Para niños y mendigos,
Viejos y expuestos a males,
Cuantos fundaste hospitales
De vuestro amor son testigos;
Aun muerto habéis quedado
Apoyo del desvalido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
De Damas la Cofradía
Y de Hijas la Hermandad
Todas de la Caridad
Os confiesan Padre y guía;
Es su instituto el cuidado
Del pobre, enfermo y caído:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Las duras amargas penas
Que los galeotes sentían,
El corazón os rompían
Al triste son de cadenas;
Quedar con ellos atado
Os hizo el amor subido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Entre otros buenos oficios
La Iglesia está venerando
Del ordenado y ordenando
Conferencias y ejercicios;
Con esto al clero habéis dado
Su forma y ser más lucido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Para el que va a retirarse
Todas vuestras casas son
Una continua misión
Para a Dios encaminarse;
Con esto le habéis ganado
El pecador más perdido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Entrado al real Consejo
A pesar de la humildad,
Se os vio la sinceridad
Y prudencia en el manejo;
Fue todo vuestro cuidado
Que fuese el Señor servido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
De caridad sin más renta,
Las obras no tienen suma,
No hay mano, ni menos pluma,
Que pueda sacar la cuenta;
No hubo en fin necesitado,
Sin ser de Vos socorrido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Esta virtud se os ha visto
Ejercitar de mil modos
En haceros todo a todos
Para ganarlos a Cristo;
Su nombre habéis predicado
Cual otro vaso escogido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
En enfermos incurables
Se vio vuestra gran virtud,
Dándoles total salud
Con milagros inefables;
Dan testimonio abonado
El mudo, ciego y tullido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
La mujer que con fervor,
En los partos peligrosos,
Recurre a Vos con sollozos,
Conoce vuestro favor,
Con el fruto deseado
En las aguas renacido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Vicente siempre constante
De los prójimos celoso,
Con sí mismo riguroso
De Dios amado y amante;
De toda virtud dechado
A los más santos has sido:
Sed con Dios nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
Pues sois de Dios gran Privado
Tan poderoso y querido:
Sed con Él nuestro valido,
Vicente, padre aclamado.
   
℣. Le preparaste, oh Dios, en tu dulzura, para los pobres.
℟. El Señor le dio mucha virtud para anunciar las palabras del Evangelio.

ORACIÓN
Oh Dios, que para la salvación de los pobres y la disciplina del clero congregaste en tu Iglesia una nueva familia religiosa por medio del bienaventurado San Vicente, te suplicamos nos concedas, que seamos también nosotros fervientes en el mismo espíritu, amemos lo que él amó, y practiquemos lo que enseñó. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
DÍA SEGUNDO – 11 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
QUIÉN FUE EL MAESTRO QUE INSTRUYÓ A SAN VICENTE DE PAÚL: «Díscite a me». (Aprended de mí). San Mateo XI, 29.
   
PUNTO PRIMERO
Convida Jesucristo Señor nuestro a todos los hombres para que se instruyan en su seguimiento. Dios su Padre lo ha enviado a instruir a todos los hombres, y les ha ordenado que escuchen las celestiales lecciones que les da su Hijo: A Él habéis de escuchar (Ipsum audíte; San Mateo XVII, 5) Es pura la doctrina de este Divino Maestro: confirmóla con mil prodigios; la anunció sin ningún artificio; la publicó sin ayuda de humanos recursos que pudieran acreditarla; fue combatida con tenacidad, perseguida con furor, y sin embargo, ha triunfado de todo. Semejante al grano de mostaza, el cual es a la vista menudísimo entre todas las semillas (San Mateo XIII, 32), fue creciendo, y se hizo árbol, y vio que a sus pies se han secado las orgullosas plantas de doctrinas nuevas. Gustaba mucho Vicente de instruirse, particularmente en las máximas Santas de la fe, y Jesucristo era el primer maestro a quien consultaba en todas circunstancias; observaba y estudiaba con suma atención el modo de obrar de Jesucristo en la tierra. Si se veía en la necesidad de hablar, de responder, de prescribir a su congregación algunas reglas, de instruir a los pobres o a los eclesiásticos, en todo oía las instrucciones de este divino Maestro, y ni una sola palabra pronunciaba sin haber antes escuchado la voz del único que puede hacer penetrar la verdad en el fondo de los corazones e inspirar el amor a ella.
 
Da hasta el día Jesucristo las mismas lecciones que dio a sus discípulos; pero ¡cuán desierta está su escuela! De tal modo nos ha aturdido el silbido de la serpiente infernal, la voz seductora del mundo y el tumulto de las pasiones, que casi estamos sordos para aquellas saludables instrucciones.

Danos, Señor, no solamente un espíritu aparejado para oír tus santas palabras, sino también un corazón dócil para practicar tus instrucciones.
    
PUNTO SEGUNDO
Es el Evangelio la voz de Jesucristo, y las máximas que contiene son las palabras de este Maestro celestial. Continuamente leía Vicente este libro divino con los mismos sentimientos que hubiera tenido al oír la voz de Jesucristo, y sacaba de este modo excelentes instrucciones. Al meditarlas veía disiparse las tinieblas de su espíritu; el mundo le desagradaba, se acrecentaba su esperanza y se animaba su caridad cada día más y más. Nunca se ocupaba en vanas y sutiles cuestiones sobre el texto del Evangelio, y como discípulo humilde que era, consideraba solo las virtudes que enseña como el modelo de sus acciones. Arreglaba sus pensamientos y sus designios a los oráculos del Libro sagrado; dirigía del mismo modo los dos establecimientos que le eran más caros, el de la Congregación de Misioneros, y el de las Hermanas de la Caridad, a los que dio reglamentos fundados en las verdades santas, persuadido de que solo así resistirían siempre a todas las tempestades.
   
Sus diarias disposiciones para leer cada día el Evangelio, eran una profunda veneración, una fe sencilla y una intención purísima.
  
A ese mismo Evangelio acudamos nosotros, que es una fuente divina tan copiosa de gracias para nosotros, como lo fue para Vicente; pero tengamos una fidelidad igual a la suya para poder practicar lo que enseña.
  
PUNTO TERCERO
Todas las máximas que enseña Jesucristo en el Evangelio, están confirmadas con las acciones de este Salvador divino en el tiempo que vivió en la tierra: este era el segundo libro en donde adquiría Vicente de Paul sus conocimientos: fijos siempre los ojos en ese perfecto modelo, estudiaba sucesivamente los hechos de su vida, y eran, por efecto de su amor, tan atentas y penetrantes sus miradas, que nada de lo que pasó en la tierra a su divino Maestro, se le escondía. Así es que consideraba a Jesucristo en su oración; lo contemplaba en medio de sus penas y sus dolores; lo veía hablar con Dios su Padre, con sus discípulos, con los pecadores, con sus enemigos; lo seguía a todas partes, en su soledad, en las plazas públicas, sobre el Tabor, sobre el Calvario; y aun su fe iba a buscarlo en casa de los pobres, de los ricos, en los tronos y en las cárceles. Queriendo perpetuar la misión del Hijo de Dios, creyó que el mejor medio de alumbrar al mundo era reflejar, por medio de
la predicación, la luz de ese sol de toda justicia, quiso en consecuencia imitar fielmente a Jesucristo, así como Jesucristo había imitado a Dios su Padre.

Tenemos a la vista el mismo modelo y la misma obligación de imitarlo; pues imitemos en nuestras obras todas sus acciones.
 
¡Oh divino Jesús, vivo modelo de todos los justos! Danos tu mano, y condúcenos en el sendero de esta vida.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. La filosofía, la teología y los raciocinios no causan ningún efecto en nuestra alma, si Jesucristo no obra en ella, y no hablamos como él hablaba ni nos unimos a su espíritu como él se unía a Dios su Padre. Jesucristo no anunciaba otra doctrina que la que su Padre Le había enseñado.
  2. Nuestra profesión debe ser obrar siempre siguiendo la doctrina de Jesucristo que nunca puede engañarnos, y no conformarnos jamás con las máximas del mundo que siempre engañan.
  3. Nuestro primer cuidado debe ser perfeccionarnos y buscar nuestra salud, imitando en esto al Hijo de Dios, quien obró antes de enseñar. Es necesario practicar mucho tiempo lo que se quiera enseñar a otro.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
No presenta el mundo para el cristiano más que motivos de dolor y desconsuelo, porque no hay ninguno que reflexiona en su corazón (Jeremías XII, 11). Viven los hombres en continua disipación, y solo se ocupan en cosas terrenas.

¿No es, pues, esta situación la nuestra? ¿Y deseamos salir de este estado funesto?

Acordémonos de que Jesucristo es nuestro verdadero Maestro, y de que solo él puede enseñarnos la verdad: imprimamos sus máximas y su doctrina en nuestro espíritu y en nuestro corazón; digámosle frecuentemente como Samuel y como San Vicente de Paúl: Habla, Señor, que tu siervo oye (I Reyes III, 10).
 
Leamos con particular atención el capitulo quinto del Evangelio de San Mateo; meditemos los consejos y mandatos que en él se hallan, y hagamos de ellos la regla de nuestra conducta.
 
No nos contentemos con una reflexión superficial, con la cual se percibe la verdad rápidamente y a lo lejos; es preciso grabarla en el corazón, penetrar bien de ella a nuestro espíritu y dirigir por ella nuestros pasos.
 
Pidamos a San Vicente la gracia de sacar fruto de nuestras meditaciones y de ejecutar fielmente las resoluciones que hagamos.

Señalemos todos los días un momento para examinar si hemos sido fieles a estas resoluciones.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA TERCERO – 12 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
      
MANSEDUMBRE DE SAN VICENTE DE PAÚL: «Díscite a me quia mitis sum». (Aprended de mí, que soy manso). San Mateo XI, 29.
 
PUNTO PRIMERO
La mansedumbre fue la primera lección que Vicente aprendió en la escuela de Jesucristo, a pesar de que su temperamento bilioso era un obstáculo para la adquisición de esta virtud; pues no están libres de pasiones los santos mientras viven en la tierra, y lo único que consiguen es dominarlas. Tan completamente triunfó Vicente de la cólera, y tomó tales precauciones para reprimir hasta los más ligeros movimientos de ella, que nadie podía notárselos. ¡Cuántos esfuerzos le costaría alcanzar esta victoria! Atacado muchas veces por violentos sentimientos, lograba impedir que la cólera obrase en sus sentidos exteriores, guardando silencio luego que se sentía conmovido por esa pasión. Llegó hasta el punto de creer temible el ardor que le inspiraba el celo, y por lo mismo, siempre que quería hacer algún bien, aguardaba a que se restableciese en su alma la tranquilidad.

Cuando se le escapaba alguna expresión que manifestaba impaciencia, se castigaba con la mayor severidad, y hacía cuanto le era posible para reparar su falta. Unas veces confesaba públicamente aquello en que se creía culpable; otras se arrodillaba a pedir perdón por el escándalo que suponía había dado con acciones que otros apenas habían notado; ya, para reparar el daño inapreciable que se suponía haber causado a alguno, le hacía servicios importantes con el mayor agrado; ya, para alcanzar nuevas fuerzas y valor para resistir otros ataques, repetía ardientes súplicas a Dios; y de este modo logró Vicente cambiar su carácter e imitar a Jesucristo en su mansedumbre.
 
Empleemos las mismas armas, y con ayuda de la gracia de Dios alcanzaremos los mismos beneficios.
    
PUNTO SEGUNDO
No contento Vicente con estos primeros triunfos, creyó que no era bastante aprender en la escuela de Jesucristo a castigar severamente hasta el más pequeño movimiento de cólera, sino que estando obligado a vivir en sociedad, era preciso practicar la mansedumbre, que es el lazo más suave que nos une. Para conseguir esto, volvió los ojos a su Maestro y modelo Jesucristo, y observó el encanto que acompañaba a sus palabras, la serenidad de su frente, la afabilidad con que admitía a los niños, a los pobres, a los pecadores y a los enfermos; la bondad con que trataba a sus discípulos, aun a los que eran groseros e ignorantes; la tranquilidad con que se mantenía en medio de la mucha gente que lo rodeaba, y quiso Vicente imitarlo en todo. Con este objeto a nadie se negaba, y a todos recibía con el mayor agrado, aun cuando lo agobiase el peso de las ocupaciones; a todos oía con igual atención y tranquilidad, los servía con el mismo celo, y despedía satisfechos o consolados; pues si se hubiese manifestado a alguno o enfadado, o distraído o lleno de quehacer, hubiera temido quebrar la caña cascada, o acabar de apagar la mecha que aún humea (San Mateo XII, 20).

Cuando el celo o el deber le obligaba a hacer alguna corrección, la mezclaba con tanta cordialidad y terneza, que le quitaba toda asperidad y amargura.
 
Con tan afables modales atraía Vicente un gran número de personas a su congregación de San Lázaro, y se ganaba el cariño de todas las clases de la sociedad. De este modo aseguró el buen éxito de las muchas y muy difíciles empresas que acometió, las cuales parecía que se lograban por un verdadero prodigio; pero su dulzura penetraba en todos los corazones, y al punto se rendían a sus deseos.

Así es como nosotros podremos poseer la tierra (San Marcos IV, 4) y ganar almas a Dios.
  
PUNTO TERCERO
Es preciso notar todavía a qué clase de pruebas se puso la mansedumbre de Vicente, pues fueron algunas harto funestas, y de todas, no solo supo conservar la calma de sus días serenos, sino que se manifestó más grande, y brilló con más esplendor su mansedumbre.
 
Las enfermedades dolorosísimas que padeció, las calumnias más atroces, las reconvenciones menos merecidas, la pérdida de sus bienes, de sus amigos, y sobre todo, la de los mejores miembros de su congregación, nada fue capaz de perturbar la tranquilidad de nuestro Santo. Una mirada hacia Dios, dueño absoluto de cuanto existe, otra mirada hacia sus pecados que lo hacían digno, decía Vicente, de castigos aun más grandes, sofocaban cualquier movimiento de impaciencia, daban a su semblante un aire de contento, y le hacían dirigir al Señor cánticos de acciones de gracias.
 
No contento con esto, después de pagar a Dios el tributo de su reconocimiento, lo extendía a los autores de sus desgracias, pues lejos de manifestar a estos desagrado, los disculpaba, publicaba cuanto bien sabía de ellos, y creía deberles algún favor; de modo que para obtener alguna gracia de Vicente, o para que fuese alguno recibido con particular distinción, bastaba que hubiese puesto a prueba la paciencia del siervo de Dios.

Y ¿por qué no hemos de tener valor para seguir tan bellos ejemplos? La misma recompensa está reservada a la misma fidelidad.
    
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. La dulzura sufre los defectos y los malos procedimientos del prójimo, para atraerlo con estas consideraciones hacia el conocimiento y amor de Dios.
  2. Muchas veces no se necesita más que una expresión de caridad para convertir un corazón obstinado; así como basta otras veces una palabra dura para desconsolar un alma y derramar en ella un dolor amargo que puede ser muy dañoso.
  3. La dulzura y la afabilidad son poderosísimas virtudes para ganar almas a Dios.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
Para concebir una idea sublime de la virtud de la mansedumbre, basta notar que Jesucristo, quien la poseyó en grado eminente, quiere que aprendamos de Él a practicarla: «Aprended de mí que soy manso», nos dice el Salvador divino.
 
¿Queremos imitar a este divino modelo? Pues conservemos la paz de nuestra alma; vigilemos sobre todos los movimientos de nuestro corazón; reprimamos el ímpetu de todas muestras pasiones, y particularmente de la cólera; evitemos la inquietud de nuestras acciones, y mantengámonos en un continuo y constante recogimiento.

Adoptemos por máxima invariable no decir ni hacer nada que pueda ofender o aun desagradar a otro. Suframos con paciencia lo que pueda causarnos enfado; acostumbrémonos a considerar como un bien las más atroces injurias que nos hagan, y regocijémonos por ellas en Jesucristo nuestro Señor, acordándonos de lo que ha sufrido por nosotros en su Pasión.
 
Para imitar y honrar hoy a San Vicente de Paúl, hagamos algunos actos interiores y exteriores de mansedumbre, y repitamos esta súplica: Jesús, manso y humilde de corazón, ten piedad de nosotros.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA CUARTO – 13 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
HUMILDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL: «Díscite a me, quia mitis sum et húmilis corde». (Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón). San Mateo XI, 20.
 
PUNTO PRIMERO
Fue la humildad la virtud que más apreció Vicente y la que con más anhelo buscó toda su vida; y como las humillaciones son el camino más seguro para alcanzarla, con ansia las deseaba, eran su elemento y el objeto de sus delicias. Su deseo favorito era permanecer en la baja esfera de su nacimiento, y por eso mil veces manifestó el pesar que tenía de que lo hubiesen elevado a la dignidad del sacerdocio; y Dios se complacía en sacarlo de la oscuridad que amaba para que lo sirviese en sus altos designios. No fue menos fiel nuestro Santo en recordar por todas partes la bajeza de su esfera, la fealdad de sus pecados y la perversidad de sus inclinaciones.

Gusto tenía en decir a todo el mundo cuán despreciable era su nacimiento, su educación, su persona y su conducta: y cuando Dios se servía de él para obrar algún bien, declaraba sinceramente que ninguna parte tocaba al siervo elegido; todo el mérito lo atribuía a las fervorosas oraciones de unos, a los prudentes consejos de otros o a la docilidad de aquellos. A Dios dejaba toda la gloria, plenamente convencido de que era un siervo inútil, o, usando de sus expresiones, que era un asombro de malicia, más malo que el mismo Demonio, quien no mereció tan justamente el infierno como lo merecía el miserable Vicente. Aprovechaba con ansia las ocasiones que se le presentaban de ser avergonzado y menospreciado; y nosotros ¡cuán distantes estamos de una humildad tan profunda!
    
PUNTO SEGUNDO
Las humillaciones voluntarias que sufrió Vicente nos dan a conocer bastante el grado de su amor a la humildad; mejor lo conoceremos considerando las inesperadas humillaciones que soportó. Vicente fue calumniado y fue honrado: unos lo consideraban como a santo, como al padre de los pobres y refugio de todos los desgraciados; otros lo tenían por un ignorante, hipócrita, ladrón y simoníaco; y Vicente se esforzaba en desengañar a los primeros, y delante de Dios se afligía porque no podía hacerles mudar de opinión respecto de su piedad, que él juzgaba aparente y muy distante de la piedad interior y verdadera: oponía sus pecados a los elogios que de él se hacían y tanto merecía; y con el fin de huir las aclamaciones de los que le oían enseñar y predicar, se iba a esconder en las pequeñas aldeas, y se dedicaba a enseñar a los pobres labradores.

Respecto de los que lo calumniaban, tan lejos de odiarlos, se unía a ellos, y a sí mismo se injuriaba más de lo que sus enemigos desearan, y solo se detenía hasta donde la verdad se lo permitía. Le agradaba oírlos, y nunca trataba de justificar su conducta.

Nunca se dejó seducir por el pretexto, en apariencia tan racional, de mirar por la reputación del jefe de una comunidad que comenzaba a acreditarse.

Cuando, en cualquiera parte, ocupaba el último lugar, permanecía en él con mucho placer; y si alguno le instaba para que ocupase otro distinguido, se oponía a ello fuertemente, y solo por la obediencia se le obligaba a hacerlo; y a pesar de esto, siempre conservaba un secreto deseo de volver a su humilde lugar, así como la piedra continuamente tiende a su centro.
  
PUNTO TERCERO
También en la escuela de Jesucristo aprendió Vicente una lección que hasta entonces parecía ignorada de todos, y consistía en amar, no solo las humillaciones que le eran personales, sino también las que ajaban injustamente a alguna parte o a toda su congregación: nada hacía para evitarlas o rechazarlas, y antes bien daba a Dios gracias como si fuese un particular beneficio; amaba como a bienhechores a los que la ultrajaban, los elogiaba y servía en cuanto le era posible, y aun admitía la opinión de los que miraban su congregación como la más miserable y menos útil para la Iglesia.

Enseñó Vicente esta lección a sus hijos; nueva para todos, pues hasta entonces se había creído que las comunidades eran como los estados, y que así como los súbditos se convierten en soldados cuando se trata de vengar la injuria que se hace al príncipe, así también deben los miembros de una comunidad defender el honor de esta cuando sea atacado. Autorizaban otros muchos pretextos esta conducta; pero guiado Vicente por principios más sublimes, creía por el contrario que no podía tener honor más grande su congregación que verse sumergida en la más profunda humillación. La vio en efecto en este estado, y por ello bendijo mil veces al Señor, dejando a su voluntad el recobrar la opinión perdida cuando bien le pareciese, y contentándose con oponer el silencio y las buenas obras las atroces calumnias que le dirigían.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Recurramos con frecuencia al amor de nuestra propia abyección, para hallar en él un seguro refugio contra los continuos movimientos interiores, que determina en nosotros la funesta inclinación que todos tenemos al orgullo.
  2. Dejemos a Dios toda la gloria, y no guardemos para nosotros más que el menosprecio y la confusión, que es lo único a que somos acreedores.
  3. Debe cada uno decirse a sí mismo: Aun cuando posea todas las virtudes, si no tengo la de la humildad, vivo engañándome, pues creo que soy virtuoso, y no soy más que un soberbio fariseo.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
La humildad no es solamente virtud de los perfectos cristianos, sino una virtud necesaria para quien quiera salvarse. A todos habla Jesucristo cuando dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallareis el reposo para vuestras almas.

Para que podamos adquirir esta virtud, debemos empeñarnos en conocer cuán grande es nuestra miseria. Jamás hablemos en favor nuestro; reprimamos cualquier sentimiento de aprecio hacia nosotros mismos; pues cuesta menos trabajo impedir que entre en nuestro corazón el sentimiento de orgullo, que arrojarlo de él cuando ya ha entrado.

Suframos con paciencia las afrentas que nos hagan y los motivos de humillación que se presenten a nuestro espíritu, y confiemos en estas palabras de nuestro Señor: Cualquiera que se ensalza, será humillado; y quien se humilla, será ensalzado (San Lucas XIV, 11).

Comencemos desde hoy a hacer algunos actos de humildad.

Roguemos a la Santísima Virgen que nos alcance de Dios esta virtud: por su humildad se hizo María merecedora de ser Madre de Dios.

Roguemos también a San Vicente que la pida al Señor para nosotros.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA QUINTO – 14 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
AMOR DE SAN VICENTE A LA POBREZA: «Beáto páuperes». (Bienaventurados los pobres). San Mateo V, 3.
 
PUNTO PRIMERO
Buscó con empeño Vicente la pobreza y desprecio, y temió la riqueza: semejante felicidad se ambiciona poco, pero él conoció todo el valor de ella.

Siempre fue para él muy terrible el anatema que Jesucristo lanzó contra los ricos, y siempre vio en la abundancia mucho peligros.

Sacó muchas instrucciones de la historia de los tiempos pasados; reflexionó en los felices principios que han tenido las órdenes religiosas, y vio que la piedad florecía en el seno de la pobreza. Recorriendo luego los siglos posteriores, halló que tras de la opulencia entraron en los claustros la relajación de la disciplina regular, el espíritu del mundo, el lujo, el orgullo y el desorden. Observando además cuál había sido la suerte de los hijos de la Iglesia, notó que Jesucristo pobre les había comunicado una piedad fervorosa, la que se había sostenido con brillo en medio de las privaciones de la pobreza; pero que este fervor se había ido debilitando y aniquilando desde que sus hijos habían gustado la leche de las naciones, y se habían nutrido con los alimentos de los ricos y poderosos del siglo. Temió Vicente que no sucediese igual desgracia a su Congregación, y para evitarlo la exhortaba continuamente a que considerase la pobreza como impenetrable baluarte en donde resistiría los ataques de sus enemigos, asegurando que nunca perecería más que por causa de los pecados y vicios que necesariamente acompañan a la opulencia.
    
PUNTO SEGUNDO
Para evitar que se contaminase con esos vicios y pecados la congregación, fundóla Vicente en una pobreza tan bien calculada, que a nadie podía ser gravosa. No le procuró más rentas que las absolutamente necesarias para servir al público gratuitamente. La pobreza que Vicente practicó e hizo observar a su comunidad, consistía en tomar alimentos muy corrientes y en cantidad necesaria para quitar el hambre, según previenen los cánones; en vestir sencilla y modestamente, contentarse con muebles semejantes a los del profeta Eliseo; no tener nada superfluo, ni curioso, ni exquisito; poseer, con sujeción al superior, cuanto se tenga, y considerarlo todo como prestado, y con buena disposición para devolverlo; procurar ser inferior a los compañeros en el alimento, vestido y alojamiento; privarse algunas veces aun de lo necesario, y alegrarse de esta privación; tener a bien que las economías que se hagan no se depositen y guarden con detrimento de los pobres, sino que les sean fiel y prontamente entregadas. Complacíase Vicente en este género de pobreza, y en medio de ella encontraba tesoros ocultos, se nutrían su humildad y confianza en Dios, se sujetaba perfectamente a la Providencia, y privando de alimento a sus pasiones, las debilitaba más cada día.
  
PUNTO TERCERO
El amor a la pobreza inspiraba a Vicente los más tiernos sentimientos de cariño y respeto a los pobres: parecíanle estos tanto más grandes cuanto más despreciables son a la vista del mundo, pues el estado de ellos le representaba el de Jesucristo, quien se hizo pobre por enriquecernos; y viendo en ellos al Salvador, se complacía en acompañarlos. Estos sentimientos le determinaron a que se consagrase al servicio de ellos como objeto muy interesante para su salvación.

La ternura con que Vicente miraba a los pobres, le sugirió mil proyectos para socorrerlos: edificó asilos tan amplios y cómodos, que más bien parecían soberbios palacios que casas destinadas a la indigencia; señoras de la más elevada categoría, cediendo a la fuerza de las exhortaciones de Vicente, se dedicaron al servicio de los pobres, y han sido edificación de la capital, de las villas y aun de los mismos pobres.

A esta noble comunidad, dedicada al servicio de los indigentes, unió Vicente una congregación de modestas doncellas, a quienes dio el nombre de Criadas de los pobres, y cuyo instituto era servirlos, prepararles y llevarles los alimentos y medicinas que necesitaban, y tratarlos con el cariño y respeto que se debe a Jesucristo.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Nos concede Dios una gracia muy particular cuando nos priva de todo lo que puede hacernos de semejantes a Jesucristo, que nada poseía sobre la tierra. ¿Pudiéramos encontrar situación más ventajosa y más agradable a su Majestad que aquella en que nos ha colocado?
  2. Seamos humildes, y alegrémonos de ser pobres, pues sin esto no seremos perfectos discípulos de Jesucristo.
  3. Nunca es el hombre más rico que cuando es semejante a Jesucristo.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
Queriendo el Hijo de Dios libertarnos de la esclavitud de la concupiscencia, que es la fuente de todos los males, vino a enseñarnos con su doctrina y ejemplo que son bienaventurados los pobres.

Renunciemos el espíritu del mundo que no conoce ni gusta más que de los bienes perecederos: penetrémonos del espíritu de Jesucristo, quien amó tanto la pobreza, que no tuvo donde reclinar su cabeza en el tiempo que vivió sobre la tierra.

Y si no tenemos bastante valor para vender lo que tenemos y dar a los pobres, al menos disfrutemos de nuestros bienes tomando lo necesario para satisfacer nuestras necesidades, y dando lo restante a quien más lo necesite.

Para entrar en tan santa disposición, sacrifiquemos hoy lo superfluo y démoslo a los indigentes.

Pidamos a Dios, por intercesión de San Vicente, que nos infunda el amor que este Santo tenía a los pobres y a la pobreza.

DÍA SEXTO – 15 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
CARIDAD DE SAN VICENTE DE PAÚL: «Illi viri misericórdiæ sunt, quórum pietátes non defúerunt». (Aquellos fueron varones misericordiosos y caritativos, cuyas obras de piedad no han caído en olvido). Eclesiástico XLIV, 10.
 
PUNTO PRIMERO
Un hombre misericordioso es un tesoro abierto para todo el mundo, y de donde todos pueden sacar provecho: encuentra el pobre un asilo y el rico un modelo; es una viva imagen de la bondad divina y un conducto de que Dios se vale para distribuir sus bienes a los indigentes.

Esto fue Vicente de Paúl; pues habiendo, por decirlo así, nacido con él la misericordia, se compadeció de todas las necesidades de sus hermanos, y a todos los recibió en el seno de su inmensa caridad. No contento con una estéril compasión, los socorrió con tan eficaces medios, que su duración representa a los ojos de la fe la eternidad de la Providencia: la variedad y multitud de aquellos representa su inmensidad, y los efectos prodigiosos de ellos, la fecundidad de la inefable Providencia. Visitó a los enfermos, consoló a los afligidos, y fue como el Santo Job, ojo para el ciego, pie para el cojo (Job XXIX, 15) y báculo para el anciano.

¡Bendito seáis mil y mil veces, Dios mío, porque diste a los pobres tan grande apoyo y a los ricos tan bello ejemplo, y no permitas que se limite mi caridad a una estéril admiración de la tierna y activa de este santo sacerdote!
    
PUNTO SEGUNDO
La caridad de San Vicente de Paúl fue verdaderamente prodigiosa por su extensión, pues cuidó de toda clase de miserables. Los niños abandonados de crueles y parricidas madres; los viejos desamparados, agobiados con el peso de los años y de las enfermedades, arrastrando por las calles y plazas los restos de una vida tal vez desarreglada; los galeotes, muchas veces más cargados de los remordimientos, que de las cadenas que los detenían en las galeras; los pobres enfermos, tanto más acreedores a los socorros de los ricos cuanto que sus enfermedades les impedían solicitar la limosna; provincias enteras desoladas por la guerra y el hambre; todo esto fue una parte de los objetos de los tiernos afanes de Vicente de Paúl. Aún subsisten los monumentos de su misericordia: la asamblea de las Damas de la Caridad, que en tantas parroquias estableció, y principalmente las Hermanas de la Caridad, que se han establecido en muchos estados de Europa, perpetuarán la caridad de Vicente.

¡Oh admirable fecundidad de la misericordia de un solo hombre, o por mejor decir, de la misericordia de Dios, de quien siempre fue Vicente el fiel ministro!

Y si tenemos tan frecuentemente a la vista miserias semejantes a las que Vicente alivió tan tierna y abundantemente, ¿por qué no se siente nuestro corazón animado de la misma caridad?
  
PUNTO TERCERO
Nuevo objeto de sus caritativos cuidados encontró Vicente las víctimas de las enfermedades espirituales, en los pecadores; quienes son tanto más dignos de compasión, cuanto que no conocen la grandeza de sus males, son negligentes para procurar a su alma los remedios que necesita, y muchas veces repelen la mano caritativa que quiere curarlos.

Tan deplorable estado excitó la compasión de Vicente, y no pudo su generoso corazón resolverse a ver perecer a sus amigos y hermanos sin darles una mano benéfica. Para obtener la conversión de los pecadores, nada perdonó nuestro Santo: oraciones, lágrimas, ayunos, penitencias corporales, instrucciones, buenos ejemplos; y todavía no contento con hacer todos estos esfuerzos durante su vida, quiso en cierta manera perpetuarlos, estableciendo su congregación, comunicándole su espíritu, y encargando a sus discípulos que transmitiesen de edad en edad los sentimientos de celo y de caridad que les inspiró.

Roguemos a Dios por la conservación de una congregación tan útil a la Iglesia: nos obliga a ello el reconocimiento, y nos convida el propio interés.

«Despierta, Señor, el celo activo de Vicente de Paúl en todos los miembros del clero; infunde en nuestro corazón la ardiente caridad que animaba a este santo sacerdote mientras moró en la tierra, y que después de la muerte lo hizo merecedor de la corona que goza en el cielo».

Roguemos también por todas las comunidades de Hermanas de la Caridad que están establecidas en tantos lugares de la tierra, para que por intercesión de su padre Vicente de Paúl, se digne Dios conservar en sus caritativas almas la compasión activa y generosa de su piadoso instituto.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Mira sin espanto el momento de la muerte quien durante su vida ama a los pobres; pues el Espíritu Santo ha dicho: «Bienaventurado aquel que piensa en el necesitado y en el pobre: el Señor le librará en el día aciago» (Salmo XL, 2).
  2. La luz de la fe nos hace ver en los pobres la verdadera imagen del Hijo de Dios, quien no contento con ser pobre, quiso que le llamasen el Maestro, el Doctor, el Padre de los pobres.
  3. ¡Cuán hermoso es ver a los pobres cuando se considera a Dios en ellos y el aprecio que de ellos hizo Jesucristo!
    
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
La caridad para con el prójimo es la prueba más cierta del amor que tenemos a Dios. El Apóstol San Pablo nos asegura que «quien ama al prójimo, tiene cumplida la ley» (Romanos XIII, 8). La caridad, por ser la más sublime de todas las virtudes, forma el carácter distintivo del verdadero cristiano.

Tengamos mucho cuidado en que Jesucristo nos reconozca como discípulos suyos en este carácter particular. Recordemos con frecuencia estas palabras de Nuestro Señor: «Yo tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era peregrino, y me hospedasteis: estando desnudo, me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; encarcelado, y vinisteis a verme y consolarme. En verdad os digo, siempre que lo hicisteis con alguno de estos mismas pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis» (San Mateo XXV, 35-36 y 40).

Meditemos también con atención sobre estas palabras del Apóstol San Juan: «Hijitos míos, no amemos solamente de palabra y con la lengua, sino con obras y de veras». (I Epístola, III, 18)

Para dar testimonio de muestro amor a nuestros hermanos, no basta visitarlos en sus enfermedades; consolarlos con tiernas palabras en sus aflicciones; desearles en sus necesidades toda clase de bienes, y pedirá Dios que los ampare y llene de bendiciones; sino también es necesario darles de buena voluntad socorros efectivos y materiales.

Meditemos en los caracteres que señala San Pablo a la caridad: «La caridad es sufrida, es dulce y bienhechora: la caridad no tiene envidia, no obra precipitada ni temerariamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, complácese, sí, en la verdad: a todo se acomoda, cree todo el bien del prójimo, todo lo espera y lo soporta todo» (I Corintios XIII, 18).
  
Roguemos a San Vicente para alcanzar esta virtud.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA SÉPTIMO – 16 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
CELO DE SAN VICENTE POR LA REFORMA DEL CLERO: «Sacerdótes Sion índuam salutári, et sancti ejus exsultatióne exsultábunt» (Revestiré a sus sacerdotes de santidad; y sus santos saltarán de júbilo). Salmo CXXXI, 16.
    
PUNTO PRIMERO
Fue el clero para Vicente uno de los principales objetos de su celo, cuando vio penetrado de dolor, que habían marchitado el lustre del sacerdocio los desórdenes y la ignorancia; y la reforma la comenzó por sí mismo, dedicándose a observar una conducta digna de la eminencia de su estado, aunque sin tener para ello maestro ni guía que lo condujese. Recibió los órdenes sagrados lleno de un santo temor, y toda su vida manifestó el más humilde pesar de haberlos recibido.

Y para reparar lo que llamaba su temeridad, se dedicó con gran empeño a estudiar las reglas de un estado tan santo y sublime; conoció la inmensa extensión de las obligaciones que impone, y sintió todo el peso de ellas. Siempre consideró el sacerdocio como una participación de la misión de Jesucristo: idea que al paso que aumentaba su temor, aumentaba también el deseo de imitar al Sacerdote Soberano, de penetrarse más y más de su espíritu y continuar sus trabajos, de destruir el poder del Demonio y establecer el reino de Dios en todas partes con ayuda de los medios que Jesucristo había empleado.

Ofrecía a Dios todos los días con la víctima santa, su propio corazón abrasado de puro amor y su cuerpo mortificado por austeras penitencias; y la extensión de su celo abrazaba a todo el mundo, pues por todos dirigía a Dios sus oraciones.

En fin, en su persona se veía el modelo tan perfecto de un santo sacerdote, que San Francisco de Sales no dudó asegurar que Vicente de Paúl era el sacerdote más digno de serlo de cuantos había conocido.
    
PUNTO SEGUNDO
No se limitó el celo de Vicente por el honor del sacerdocio a su propia perfección, sino que lo extendió a todos los que aspiraban a ese estado.

Los Padres del concilio de Trento habían ya conocido la necesidad que había de dar una educación adecuada a las funciones de los sacerdotes a todos los jóvenes que se dedicaban a la carrera eclesiástica; pero a pesar de los deseos de los obispos de Francia, no se habían podido establecer los seminarios. Vicente ejecutó por primera vez el proyecto, arregló los ejercicios, formó los directores, y el buen éxito de sus trabajos demostró a todos, que haciendo lo que él había hecho, se debía esperar conseguir los mismos resultados.

A su ejemplo emprendieron otros virtuosos eclesiásticos semejantes proyectos: Vicente elogiaba su celo y los ayudaba con sus consejos, y de este modo se multiplicaron en poco tiempo los seminarios en la Iglesia de Francia. Se sujetaba a pruebas la vocación de los que se dedicaban al sacerdocio, se perfeccionaban sus costumbres, se cultivaban sus talentos, y llegando a tener la aptitud necesaria para desempeñar sus funciones eclesiásticas, se diseminaron por todas las diócesis, llevando a todas partes la luz de la instrucción y la antorcha del amor divino; despertaron la piedad en los corazones de los pueblos, y volvieron a dar al clero su brillo primitivo.
  
PUNTO TERCERO
Era de temer que al volver al mundo los eclesiásticos que habían sido educados en los seminarios, perdiesen la piedad que en ellos habían adquirido, o por lo menos que se entibiase su reforma; pues la más sólida piedad no está al abrigo de esto, y a muy buenos principios siguen algunas veces acontecimientos muy fatales, particularmente cuando el grado de perfección a que se ha llegado es eminente. Previendo Vicente estas desgracias, le sugirió su celo dos caminos para evitarlas y conservar siempre en sus discípulos el mismo fervor: el primero, las conferencias eclesiásticas, y el segundo el retiro anual.

Comprometiólos a reunirse una vez en la semana para tratar de las virtudes, de las obligaciones y peligros de su estado, y se comunicaban mutuamente por este medio sus luces y sus sentimientos para ilustrarse y animarse más y más; experimentando de este modo el efecto de la consoladora promesa de Nuestro Señor, de estar presente en medio de sus discípulos, siempre que se reúnan dos o tres en su nombre.

Por medio de los retiros espirituales de cada año quiso Vicente retirar del mundo a sus discípulos y hacerles respirar a algunos el aire saludable de la casa en que se habían formado en la virtud, pues Dios habla al corazón, en la soledad, y el alma se nutre allí con el maná celestial; en la soledad se contemplan más de cerca las grandes verdades de la religión, y entra uno en sí mismo a descubrir sus debilidades; también allí se renueva el fervor, y lleno del espíritu de Dios, se comunica a los pueblos el fuego divino que se ha encendido en el corazón con la meditación de las verdades santas.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. La señal que hay para conocer que somos llamados a las funciones eclesiásticas es no entrar en ellas por nosotros mismos ni por medios puramente humanos.
  2. Son los eclesiásticos vivas imágenes del poder del Creador; deben pues tener mutuos sentimientos de un respeto y amor particulares.
  3. La salud de los cristianos depende de la bondad y celo de los sacerdotes, y por esto un buen sacerdote es un gran tesoro.
    
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
«Dios mandó a cada uno el amor de su prójimo» (Eclesiástico XVII, 12), y por esto todos debemos ser celosos de la santificación de nuestros hermanos, y de la gloria de Dios: de este modo aseguramos nuestra eterna salud.

Sea nuestro celo animado por la caridad, arreglado por la prudencia y acompañado de la mansedumbre.

Comencemos desde luego a ponerlo en práctica, teniendo presentes estas palabras del Hijo de Dios: ¿De qué le sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma?

Guardémonos de tener el celo indiscreto que todo lo emprende; pues las más veces es efecto de un carácter impetuoso, de una actividad natural y de una secreta ambición.

No temamos exponer, si es necesario, nuestra fortuna, nuestra reputación y aun nuestra vida, por salvar las almas.

Veamos con amargo dolor los ultrajes que se hacen a Dios, y empleemos cuantos medios estén a nuestro alcance para impedirlos o repararlos, y corregir a aquellos que lo ultrajen en nuestra presencia.

Hagamos súplicas y oración siempre que nuestro celo nos haga emprender alguna buena obra.

En cuanto esté de nuestra parte, procuremos que la Iglesia tenga buenos ministros, mediante nuestras oraciones y buenas obras.

Pidamos a Dios, por intercesión de San Vicente, un celo semejante al de este gran santo.

DÍA OCTAVO – 17 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
PRUDENCIA Y SENCILLEZ DE SAN VICENTE DE PAÚL: «Estóte prudéntes sicut serpéntes, et símplicem sicut colúmbæ» (Habéis de ser prudentes como serpientes, y sencillos como palomas). San Mateo X, 16.
 
PUNTO PRIMERO
Son la prudencia y la sencillez dos virtudes tanto más preciosas, cuanto que es muy difícil encontrarlas reunidas, pues a primera vista parecen opuestas la una a la otra, y se diría que una no puede elevarse más que sobre las ruinas de la otra.

Es la prudencia circunspecta, reservada y cuidadosa de ocultar sus proyectos; la sencillez es sincera, ingenua y siempre tiene el corazón en los labios.

Supo Vicente reunir tan bien estas dos virtudes, que la sencillez nada perdió de su sinceridad, ni la prudencia de su discreción, porque dimanaban las dos de una fuente pura, esto es, de la intención de buscar el reino de Dios y su justicia (San Mateo VI, 33), y establecerlas en todos los corazones. Esta era la única ambición de Vicente, el móvil y el objeto de todas sus acciones, sin perderlo de vista jamás: y para lograr sus miras, siempre seguía el camino más derecho y más traqueado, alejándose de esas veredas tortuosas, desconocidas de nuestros padres, y que miraba siempre con horror; por lo que nada pudo obligarlo a ocultar sus pasos, a disfrazar sus sentimientos, a emplear el disimulo. En la dirección de sus religiosos, en el gobierno de las parroquias, en las asambleas de las damas de la Caridad, en el régimen interior de las dos comunidades que fundó, en medio de los pobres y en los palacios, conservó siempre los mismos principios, las mismas máximas, el mismo modo de pensar y de obrar, es decir, que siempre fue sencillo como la paloma y prudente como la serpiente.
    
PUNTO SEGUNDO
Difícil es determinar cuál de estas dos virtudes fue la que más contribuyó al buen éxito de las empresas de Vicente. Las buenas obras en que se ocupó exigían muchas veces que reuniese para su cooperación un gran número de personas de carácter, condición e intereses enteramente distintos; y sin embargo, era preciso que contribuyesen todas al mismo fin, y Vicente sabía hacerse el centro de todas las acciones. Solo con que él emprendiese alguna buena obra, o la propusiese, al punto se sentían todos inclinados, por un secreto placer, a cooperar a ella, desaparecían los obstáculos más grandes, y se verificaba el bien.

Por su sencillez todo lo que proponía lo presentaba bajo su verdadero punto de vista, como una obra verdaderamente de Dios: por su prudencia, sabía elegir los medios, vencer las dificultades, disipar el temor, conciliarse todos los corazones, y tan suaves luces infundía en los espíritus, que nadie sabía cómo se habían disipado sus tinieblas; todos entraban en acción, contribuían a la buena obra, o por lo menos elogiaban la prudente sencillez de Vicente.

Este es el inocente artificio que empleó Vicente para proyectar, comenzar y consumar con buen logro los más grandes establecimientos y para darles fundamentos inmortales.
    
PUNTO TERCERO
Estuvieron a prueba y se ejercitaron la prudencia y sencillez de Vicente, en los días tempestuosos para la Iglesia y el Estado en que vivió.

Siendo miembro del consejo de la regencia y jefe de la congregación que fundó, no pudo disfrutar la tranquilidad de una vida retirada, y en medio del bullicio sufría amenazas, desprecios y calumnias. Unas veces lo llenaban de elogios, y otras de injurias.

Algunos espíritus astutos trataron de sorprenderlo, creyendo que sería fácil cosa al ver su sencillez; pero en el momento preciso se manifestaba su prudencia. Tuvo necesidad de tratar con multitud de personas de caracteres diferentes, dirigió negocios muy delicados y espinosos, y jamás se le notó agitación ni trastorno alguno. Con su sencillez confundía al más astuto, y con su prudencia moderaba al más exaltado: los esfuerzos de los mismos que se oponían a sus empresas los dirigía de tal manera que le servían para sus fines, y convertía en medios de llegar a ellos los obstáculos que se le presentaban. Con esas dos virtudes permanecía Vicente firme en los pasos más difíciles, y siempre salía de ellos con el mérito y la reputación de santo.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Para ser verdaderamente sencillo, es necesario no llevar otro fin más que el de agradar a Dios, a quien el doblez no le agrada en manera alguna.
  2. La santa prudencia que nos recomienda Jesucristo en el Evangelio, es aquella que se propone siempre un fin divino, y que adopta todos los medios adecuados a este fin. Dos maneras hay de hacer una buena elección de estos medios: la primera es consultar la razón, aunque sea siempre débil; la segunda es consultar la fe y las infalibles máximas que Jesucristo nos ha enseñado.
  3. El mejor medio de convertir a Dios las personas acostumbradas a la astucia y sofisma, es el tratar con ellas con la mayor sencillez que sea posible.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
El Hijo de Dios reunió en el Evangelio la prudencia y la sencillez, porque una sin otra sería un gran defecto, mientras que reunidas las dos son verdaderas y sólidas virtudes. La prudencia cristiana se dirige continuamente al fin que se propone, que siempre es Dios: elige los medios, dirige las palabras y las obras, todo lo hace con reflexión y, como dice la Sabiduría, con número, peso y medida (Sabiduría IX, 31).

La sencillez se encamina directamente a Dios y a la verdad, sin astucias, sin respetos humanos y sin mira de propio interés.

Consultemos siempre las máximas que Jesucristo nos ha enseñado; preguntémonos a nosotros mismos: ¿Qué ha hecho el Hijo de Dios, qué ha creído conveniente hacer en circunstancias semejantes a esta en que me hallo?

Esta regla seguía San Vicente, y nunca se separó de ella.

Seamos sencillos de corazón, de espíritu y de intención; seámoslo en palabras y en obras.

Seamos discretos, pero evitando en nuestros discursos todo lo que pueda hacer creer al prójimo que muestras miras son diversas de las que manifestamos y en realidad tenemos. Imitemos a San Vicente, y roguémosle que nos haga dignos de alcanzar estas dos virtudes.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA NOVENO – 18 DE JULIO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
PERFECCIÓN DE SAN VICENTE: «Perféctus sunt homo Dei ad omne opus bonum instrúctus» (Sea perfecto el hombre de Dios, y esté apercibido para toda obra buena). II Epístola a Timoteo III, 27.
 
PUNTO PRIMERO
Vicente fue perfecto hombre de Dios y siempre dispuesto para toda buena obra: este es el compendio de su elogio. Fue lo primero, porque ni su nacimiento, ni sus bienes ni las dignidades contribuyeron a su elevación y gloria; fue la obra de Dios solo quien lo distinguió en medio de una familia oscura, lo condujo por las vías ordinarias de la humillación, lo tuvo mucho tiempo en la dependencia de otros, lo sujetó a una dura esclavitud, y al fin lo obligó a mandar.

Púsolo primero la Providencia en un curato, y poco después lo quitó de allí, como si lo hubiera considerado indigno de desempeñar las funciones de pastor: en esto obedeció ciegamente Vicente, y gustoso volvió al estado que por obediencia había dejado. Estando plenamente sujeto a los designios de Dios respecto de él, nunca se ocupó en proyectos sobre su establecimiento personal ni buscó apoyo en el poder humano; antes bien, despreciaba las ocasiones que se le presentaban para darse a conocer: aguardaba en silencio el cumplimiento de la voluntad de Dios, y estaba en manos de este Maestro soberano como el barro en las del alfarero, dispuesto a tomar la forma que Dios quisiera darle.
    
PUNTO SEGUNDO
Habiéndose hecho de este modo el hombre de Dios, Vicente jamás veía más que a Dios en la persona de aquellos bajo cuyo dominio lo había puesto la Providencia; y con esta disposición no solo eran más puras sus intenciones, sino también más respetuosa y pronta su obediencia. Sus deseos tendían únicamente A los intereses de su divino Maestro, los miraba con el mayor cuidado, los defendía con vigor y los solicitaba con fervor constante. Le causaba tanto dolor lo que ofendía al Señor, cuanto gusto todo lo que contribuía a su gloria; y por eso los ultrajes que Dios recibía de los pecadores herían tan profundamente su corazón, que le arrancaban las lágrimas y los gemidos. Procuraba aplacar la cólera divina haciendo él mismo obras de la más austera penitencia, a la vez que trabajaba en convertir a Dios los pecadores que le ofendían, mediante consejos caritativos; procurando de este modo más gloria a Dios que la que le quitaban los cristianos prevaricadores con sus desórdenes y vicios. Para esto nada economizaba, ni bienes, ni reposo ni salud, y aun hubiera sacrificado con gusto su vida; por lo cual fue Vicente verdaderamente el hombre de Dios.
  
PUNTO TERCERO
Este celo por la gloria de Dios tenía a Vicente dispuesto a toda hora a ejecutar con prontitud cualquiera obra buena; disposición y prontitud que muy rara vez se encuentran reunidas. Unos son a propósito y capaces para formar santas empresas, pero son lentos para ejecutar: otros ponen prontamente manos a la obra, pero no maduran bien sus proyectos, ni examinan si es proporcionada a sus talentos y fuerzas la obra que emprenden.

En la persona de Vicente se hallaban reunidas estas dos cualidades, pues Dios lo había dispuesto como un instrumento para obrar cosas grandes. Vicente había dejado que Dios obrase en él, y se había abandonado a la voluntad divina lleno de confianza en ella. Creíase incapaz e indigno de hacer cosa buena, y para premiar su humildad, Dios lo hizo capaz de concebir y emprender grandes cosas, dándole un poder para llevarlas al cabo, tan grande, cuanto fue perfecto, el conocimiento que tenía el Santo de su incapacidad, de su miseria, y profundo el menosprecio de sí mismo. Y no se contentaba Vicente con la idea de las empresas y con poner todos los medios adecuados para llevarlas al cabo, sino que estaba pronto para ejecutar lo que le parecía que estaba conforme con la voluntad de Dios. Decía con el Apóstol San Pablo: «Señor, ¿qué quieres que haga?» (Actas IX, 6), o con nuestro Señor: «Heme aquí que vengo para cumplir, ¡oh Dios! tu voluntad» (Hebreos X, 7). Esta buena disposición de Vicente fue puesta en práctica en toda clase de obras buenas, y por eso admira tanto la variedad y multitud de las que emprendió y ejecutó, que puede uno exclamar: «¿Cómo es posible que un solo hombre haya podido haber obrado tantas cosas?». Y es porque plenamente convencido de que por sí solo nada podía hacer, estaba sin embargo pronto a emprender todo, confiado en que nada hay imposible cuando nos sostiene el brazo fuerte de Dios. Si somos incapaces de imitar en todo a San Vicente, hagamos cuanto nos sea posible con arreglo a nuestro estado y a la medida de gracia que Dios nos haya concedido.
 
MÁXIMAS DEL SANTO:
  1. Sometiéndose enteramente el hombre a la voluntad divina, vence las dificultades que encuentra en el servicio de Dios, y el Señor consumará los designios que tenga relativos a este hombre.
  2. Solo pueden ser a propósito para las obras de Dios, los que tienen una profunda humildad y un sincero menosprecio de sí mismos.
  3. El alma que siempre se dirige por el espíritu de Dios, se hace capaz de hacer cosas extraordinarias.
 
REFLEXIONES Y PRÁCTICA.
El hombre ha nacido para ocuparse sin descanso en cosas que tiendan al fin para que fue creado; debe pues encaminar todas sus acciones hacia este mismo fin, y obrar en todo conforme con el espíritu y la voluntad de su Creador, de su Señor y de su Maestro soberano, esto es, hacer todo según quiera Dios y en el tiempo que quiere que se haga, puesto que Dios debe ser el único objeto del corazón del hombre.

Por eso en la elección del estado de vida no ha de ser el mundo, ni la carne ni la sangre lo que nos dirija, sino únicamente la orden de la Providencia. Pidamos a Dios que nos alumbre para elegir el estado de vida que debemos abrazar: para alcanzar esta gracia, hagamos buenas obras, empleemos todo el tiempo necesario para reflexionar sobre tan importante elección, y consultemos personas instruidas en las vías del Señor.

Dediquémonos a desempeñar con perfección las funciones del estado en que Dios nos haya puesto, convencidos de que las miras del Señor son nuestra Santificación, ya sea que nos hallemos en el estado secular, en el eclesiástico o en el religioso. Por tanto, dice el Apóstol San Pedro, «hermanos míos, esforzaos más y más, y haced cuanto podáis para asegurar más o afirmar más vuestra vocación y elección por medio de las buenas obras; porque haciendo esto no pecaréis jamás. Pues de este modo se os abrirá de par en par la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (II Epístola I, 10).

Es gran falta dejar de practicar el bien; pero quien conoce el bien que debe hacer y no hace, por lo mismo peca (Santiago IV, 17).

Vivamos convencidos de que todo depende de la voluntad de Dios, y. que nada podemos hacer que no esté previsto y arreglado por la Providencia.

Pongamos toda nuestra confianza en Dios, siempre que emprendamos cualquiera obra según sus disposiciones; dóciles a todos los movimientos de su espíritu, el cual obrará en nosotros y con nosotros; no busquemos más apoyo que el suyo; no tengamos más mira que Él, en cuanto podamos hacer no busquemos más que su gloria, el provecho del prójimo y nuestra eterna salud.

Roguemos a Dios que nos conceda esta gracia por intercesión de San Vicente de Paúl, que fue con toda perfección hombre de Dios, aparejado y pronto para toda obra buena.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Gloria al Padre. La Letanía, la Oración y los Gozos se rezarán todos los días.