Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA DECIMOCTAVO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Varón de dolores, y que sabe lo que es enfermedad; que fue herido por nuestras iniquidades, y destrozado por nuestros delitos (Isa. 53, v. 3 y 5).
II. ¿A quién viene? A tu alma, delicada con demasía, enemiga de la cruz de Cristo, que deseas coronarte de rosas sin reflexionar que vives bajo de una cabeza coronada de espinas (Philip. 3, 18).
III. ¿A qué viene? A que esté muy apartado de ti quererte gloriar en otra cosa que no sea su cruz; por cuyo amor el mundo esté crucificado para ti, y tú para el mundo, llevando también sus llagas en tu cuerpo (Gal. 6, v. 14 y 17).
Aspiración: Hasta que expire el día y caigan las sombras acudiré al monte de la mirra y al collado del incienso (Cant. 4, 6). En aquel risco del Calvario fijaré los ojos de mi alma para copiar en ella las penas de mi Jesús. Al pie de vuestra cruz estaré con María vuestra Madre, y allí me mostrareis cuanto es conveniente padezca yo por vuestro santo Nombre (Act. 9, 16). Yo erré, Padre mío, como oveja descarriada; yo soy la ingrata que decliné por los torcidos caminos de mis desenfrenadas pasiones; y el Padre para ostensión de su justicia (Rom. 3, 25), puso en Vos las maldades de todos nosotros (Isa. 53, 6). Pagasteis, siendo inocente, las penas que debían los culpados. Pequé, Salvador mío, impíamente obré, inicuamente me porté (Baruc 2, v. 12 y 13); mas apártese de mí tu ira; inclina hacia mí el sagrado cielo de ese tu alto Sacramento en que Te ocultas, y ven a mi alma, que siendo éste un memorial de tu sagrada Pasión, yo procuraré estamparla en mi alma y en mi cuerpo, para que interior y exteriormente muestre estar cercado de la mortificación de mi Jesús, y su vida se manifieste en mi cuerpo (2. Cor. 4, 10). Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla con viva fe, alma mía, en medio de tu corazón a Cristo, como Esposo de sangre; y a ti como a su ingrata esposa, que aunque todos los días anuncies la muerte del Señor en el Sacrificio de la Misa, con todo, aun no has aprendido a morir al mundo (Éxod. 4, 25 - 1. Cor. 11, 26).
II. Ámalo con amor fuerte, como lo amaron los Santos Mártires; tanto, que puedas decir con valentía: ¿quién nos apartará de la caridad de Cristo? ¿Por ventura la tribulación?, ¿la angustia?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la persecución?, ¿o la muerte misma (Rom. 8, 35)?
III. Pide te conceda un saludable llanto, para que abundando las pasiones de Cristo en ti, abunden en ti por Cristo sus consolaciones (2. Cor. 1, 5).
Aspiración: Haz de mirra es mi amado para mí; en mis pechos (es decir, en mi entendimiento y voluntad) morará (Cant. 1, 12); porque no es posible meditar en vuestra Pasión, Jesús mío, sin poner freno a la depravada voluntad, que desde luego sale inclinada al mal. ¿Quién, si contempla la corona de espinas que ciñe vuestra cabeza, adornará la suya con rosas? ¿Quién, al ver las lágrimas que derramasteis por lavar mis torpes inmundicias, divertirá sus ojos en las criaturas? ¿Quién, mirando vuestros labios entre amargas hieles, ocupará regalando los suyos en sucios placeres y deleites carnales? ¿Quién, finalmente contemplándoos despedazados con los azotes y clavos todos vuestros divinos miembros entre los pechos de vuestra Madre al pie de la Cruz como haz de mirra, lejos de hacer sus miembros servir al pecado, no los sujetará para servir a la virtud? Mi falta de consideración me despeñó para abrazar lo prohibido por vuestra santa Ley, y rehusar los trabajos por vuestro amor. Pero ya que la prueba única de vuestro amor se funda en guardar vuestros mandamientos (Joann. 14, 15), os doy palabra firme de observarlos, sacrificando enteramente mi voluntad a vuestro servicio. Y para mejor hacerlo, os recibiré á menudo, sin que ninguna cosa sea capaz de separarme un punto de vuestro afecto. Gracias infinitas os doy por tanto como disimulais mi ingratitud.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)