Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA VIGESIMOCUARTO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Leño de la vida, que trae doce frutos según los meses del año, y las hojas de este árbol son para salud de las gentes (Apoc. 22, 2).
II. ¿A quién viene? A la viña del hombre necio, llena de abrojos y cubierta de espinas de deleites terrenos, á la cual esperó hasta tanto que diese uvas, y como parra del campo no dio sino hojarascas (Prov. 24, 30 - Isa. 5, 2).
III. ¿A qué viene? A ingerirla en este leño de vida, para que dé los frutos del Espíritu Santo, que son: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia, Castidad.
Aspiración: Venga mi amado a su huerto, y coma el fruto de sus manzanas. Para Ti guarde yo, Amado mío, las manzanas nuevas y antiguas (Cant. 5, 1. 7, 13): porque Tú solo eres digno de comer los frutos de buenos deseos, que el Espíritu Santo depositó en mí, para que te amara de corazón. ¿Por qué no te amaré con todo él, siendo Tú su fin y centro? Te amaré pues, Dios mío, refugio mío y fortaleza mía, por tus grandes misericordias. Fiel sois en todas vuestras palabras (Ps. 144, 13), acordaos pues que dijisteis: todos me conocerán desde el menor hasta el mayor, porque perdonaré sus iniquidades, y olvidaré sus pecados (Hebr. 8, v. 11 y 22). Aquí pues tenéis, Señor, en quien emplear abundantemente los tesoros de vuestra piedad, porque son tantas mis culpas, que apenas habrá quien los necesite mas que yo. A Ti vengo, árbol de vida eterna, para que recibiéndote en este Sacramento, quede ingerido en Ti, y dé frutos de buenas obras. Recíbeme para honra y gloria de tu nombre, pues me aparejaste tu Cuerpo y Sangre en comida y bebida. Con este suave regadío seré no huerto de espinas sino de delicias, adonde baje mi dilecto, y recoja los lirios de las virtudes (Cant. 6, 1). Crecerán éstas a proporción de los dones que Tú mismo me darás, y que yo guardaré con el mayor cuidado y solicitud, porque el mundo no me los vuelva a robar. Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como a una vid muy hermosa y fecunda de frutos; y a ti como a sarmiento que chupas de ella el jugo de la gracia, para dar hojas de palabras santas, flores de buenos deseos, y frutos de obras piadosas (Joann. 15, 5).
II. Desea ardientemente obrar sin intermisión en prueba de tu mucho amor; de manera que no te se pase ocasión alguna de poder aprovechar; no suceda, que después de haberte aguardado el Señor en balde por todo un año entero a que des fruto, cansado de sufrirte, te mande finalmente cortar, y arrojar al fuego eterno (Luc. 13, 7).
III. Pide al Señor te conceda la virtud de una solicitud incansable, para que teniendo tu alma puesta siempre en tus manos (es decir, en perpetua adicción) no ceses un instante de purgarla bien de todos los vicios, y cultivarla de virtudes (Ps. 118, 116).
Aspiración: Debajo de la sombra del que deseaba me senté; y su fruto es dulce a mi paladar. (Cant. 2, 3) Ya te comí, Bien mío; y ahora que acabo de recibirte con la mejor disposición que he podido comprendo con cuanta verdad dijiste: Los que me comen tendrán más hambre, porque mi espíritu es más dulce que la miel (Eccli. 24, v, 27 y 29). Necesidad tienes, alma mía, de llegarte muchas veces a comer este panal de los Cielos, pues tantos desmayos padeces en el camino de la virtud. Pero advierte que si no lo comes bien, te sucederá mal. ¿Si acaso, Dios mío, por mi falta de preparación, no me habrá hecho provecho haber comido tantas veces vuestro manjar? Sin embargo, según mi parecer, no os he recibido en pecado mortal. Mas, ¡ay de mí!, que aunque esto sea verdad, lo es también, que no aprovecha la comida cuando no se rumia, y luego se digiere. Acaso en esto consistirá después de tantas comuniones hallarse tan flaco mi espíritu como al principio. Sí, Padre mío, tan mundano y vivo estoy en mis pasiones como antes; yo estoy lleno de movimientos impuros, nada recatado en los sentidos exteriores, envuelto en mil locas fantasías, fácil en la risa, y duro para arrepentirme y llorar; pronto para las flojedades y alivios de la carne, y tardo sobre perezoso para la penitencia y mortificaciones: ¿y de dónde tanto mal sino del olvido de Vos?, pues en el tiempo que estáis dispuesto para hacer gracias, entonces os abandono, por tornar a mis gustos. ¡Oh, cuánto dolor me causa el poco aprecio que de un bien tan grande he hecho! Pero sea mi alma entregada al olvido, si de Ti me olvidare (Ps. 136, 5). A tu sombra estaré regalándome muy de espacio con tu manjar; y cuando fuere necesario cumplir con mi obligación, Te llevaré muy presente en mi memoria, para que con el fuego de la meditación Te acabe de digerir. Por tu amor te pido me des virtud para obrar lo que sea mejor. Gracias infinitas por tanta paciencia como tenéis conmigo.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)