Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA VIGESIMOCTAVO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Redentor, que nos redimió de nuestra vana conversación, no con el oro o con la plata, corruptibles, sino con su preciosa Sangre, que es del Cordero inmaculado y sin mancilla (1. Petr. 1, v. 18 y 19).
II. ¿A quién viene? A la hija de Sion cautiva, que está sentada y llorando sobre los ríos de Babilonia; que si fue vendida de balde, es sin plata rescatada (Ps. 136, 1 - Isa. 52, 3).
III. ¿A qué viene? A perdonarla todas sus maldades, y curar todas sus dolencias; redimir su vida de la muerte, y coronarla en misericordias y en piedades (Ps. 102, v. 3 y 4).
Aspiración: Por Sion no callaré, y por Jerusalén no descansaré, hasta que salga como luz su Justo, y su Salvador como lámpara encendida (Isa. 62, 1). Así amasteis, ¡oh Padre Eterno!, al mundo, que le disteis a vuestro Hijo, para que todo aquel que en Él creyere no perezca, sino que logre vida eterna (Joann. 3, 16). Como impaciente estuvisteis mientras que no nos lo dabais; porque aquella caridad perpetua con que ab ætérno nos teníais (Jer. 31, 3) destinados para hijos adoptivos vuestros traía como desasosegado vuestro amoroso Corazón. Mas luego que vino la plenitud del tiempo, no permitiste se dilatara más nuestro llanto sobre los ríos de esta Babilonia de la culpa, sino que compasivo nos enviasteis a vuestro Hijo, hecho de mujer y sujeto a la ley, para redimir a los que estábamos bajo de la ley, y pudiéramos de este modo recibir la adopción de hijos (Gál. 4, v. 4 y 5). Desde este instante tan suspirado de los siglos, Tú, ¡oh Cristo muy amado!, ya te hiciste hermano nuestro, nuestra propiciación y Redención. Creemos que Tú eres el Verbo del Padre, consustancial al Padre; que el Padre está en Ti, y Tú en Él; que lo que pidiéremos al Padre en tu Nombre, esto harás, para que el Padre sea glorificado en Ti, su Hijo (Joann. 14, v. 11 y 13). Asegurado, y firmísimamente radicado mi espíritu en esta fe, que solo Tú me pudiste dar, paso muy confiado (no obstante el conocimiento de mi indignidad) a pedir en su Nombre venga a mí por medio de ese Sacramento vuestro propio dilecto Hijo; y a Vos, ¡oh Verbo lleno de gracia y verdad! (Joann. 1, 14), igualmente os pido lo hagáis así; y quitéis con vuestro poder de antemano cuantos embarazos halléis en mi corazón, para recibiros con la pureza que es digna de Vos. Vuestra misericordia, Padre mío, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Considera, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón, que con el resguardo de su cruz superó y quitó, cual verdadero Redentor, el yugo de tu carga, la vara de tu hombro, y el cetro del que te exigía tributo; y a ti como a cautivo, sacado por su gracia a la libertad de los hijos de Dios (Isa. 9, 8 - Rom. 8, 31).
II. Desea por causa del grande amor que te abrasa obrar con fervor y fortaleza; de manera que por los encendidos movimientos y vehementes impulsos, que alcances de aquel Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, te atrevas a pedir cosas grandes, y emprender por su amor las más arduas y difíciles (Rom. 8, 32).
ΙΙΙ. Pide al Señor la virtud de la Caridad fraternal, para que así como Él perdió su vida por ti, tú la pierdas también, si fuere necesario, por salvar a tus hermanos, que son todos tus prójimos (1. Joann. 3, 16).
Aspiración: He aquí al Dios Salvador mío, confiadamente obraré con Él, y nada temeré; porque es mi fortaleza, mi alabanza, y el Señor se ha hecho mi salud (Isa. 12, 2). No permitáis, eterno Bien mío, que vuelva a enfermar por la culpa, puesto que alcancé tu salud por la gracia. En mí estáis, ¡oh fortaleza de cielos y de tierra!, ayudadme para que no muera eternamente, viviendo según la carne, sino que viva para siempre mortificando mis pasiones con el cuchillo del espíritu (Rom. 8, 13). Mis ojos no admitirán descanso, ni sus párpados reposo, hasta descubrir en mi corazón digno tabernáculo para Vos (Ps. 131, v. 4 y 5). Pelearé contra los vicios, y contra las concupiscencias que militan en mis miembros: perseguiré a los enemigos tuyos y de mi alma, los destruiré, y no desistiré hasta verlos postrados a mis pies (Ps. 17, 38). Para conseguir esta perfecta victoria, bien conozco, Salvador mío, la suma necesidad de renunciar cuanto hay en mí, y entregarme enteramente a Vos. Así lo quiero hacer. Te sacrifico toda mi voluntad; absolutamente me resigno en la vuestra. ¡Ojalá, separada mi alma de todos los cuidados y deseos del siglo, olvidados los engaños, simulaciones, envidias y detracciones, que militan contra la paz de mi alma, viva solo para Ti, a Ti solo sirva, en Ti solo descanse: y por Ti solo crezca la salud de mi alma (1. Petr. 2, 2). Pero todo lo puedo en aquel que me conforta. Gracias os doy por este espíritu que me comunicáis de serviros con fervor, desconfiando de mí y confiando en solo Vos.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)