Ejecución de Luis XVI el 21 de Enero de 1793 en la Plaza de la Revolución –antigua Plaza Luis XV, hoy Plaza de la Concordia– de París (grabado de época).
En medio de la celebración de la Prise de la Bastille (que mediante la Ley Raspail del 6 de Julio de 1880 rebautizaron con el nombre de “Fiesta Nacional” fusionándola con la Fête de la Fédération, menos sangrienta para el gusto republicano) presidida en la Plaza de la Concordia por el presidente francés Emmanuel Macron en una Francia diezmada por el coronavirus wuhanense, conviene recordar con el gran educador de la juventud católica San Juan Bosco quiénes fueron los determinadores y cuáles los progresos de la Revolución cuyas nefastas consecuencias sufrimos aun en nuestros días (traducción del artículo publicado en RADIO SPADA):
«Debéis recordar también, mis queridos, cómo en el espacio de casi cincuenta años hubo una paz completa en Italia y casi en todo el resto de Europa; la cual dio campo a muchos valientes ingenios para enriquecer las ciencias y las artes con muchos conocimientos útiles, pero también dejó espacio a las sociedades secretas para ejecutar sus proyectos. Estas sociedades secretas son generalmente conocidas bajo el nombre de Carbonarios, Libres Muradores (Francs-maçons), de Jacobinos e Iluminnati, y tomaron estas varias denominaciones en los distintos tiempos, pero todas concuerdan en el fin. Miran estas a arruinar la sociedad presente, de la cual son malcontentos, porque no encuentran un puesto conveniente a su ambición, ni la libertad para secundar las pasiones. Para arruinar la sociedad, ellos trabajan para eliminar la religión y toda idea moral del corazón de los hombres y abatir toda autoridad religiosa y civil, esto es, el Pontificado Romano y los tronos. Este fin último es un secreto reservado a los solos jefes, los otros son distintos en diversos grados y no conocen de la inicua trama sino aquel poco que les es revelado; pero todos se obligan con juramento a seguir ciegamente cuanto les es ordenado por los jefes, así sea dar una puñalada al amigo; todos por igual se obligan con su dinero a aumentar el erario de la sociedad. Las reuniones son varias, según los distintos grados, a fin que no sea igualmente conocido para todos el misterio de iniquidad.
Muchos se dejan conducir fácilmente a dar su nombre a dichas sociedades, porque en los primeros grados no es revelada la maldad del fin y se habla sólo de fraternidad, de filantropía y similares. Los efectos de estas sociedades aparecieron primeramente en Francia. En aquel reino Luis XIV era sucedido por un sobrino suyo, que tomó el nombre de Luis XV (año 1715). Este rey había dado buenas esperanzas de sí, mas rodeado de malos cortesanos, engolfóse prestamente en los placeres, olvidando los asuntos del Estado y no poniendo en consideración las miserias del pueblo. A él, después de un reinado tan largo, sucedió un sobrino suyo, que fue llamado Luis XVI (año 1774). Cuando subió al trono este rey, los empleos y bienes del Estado estaban mal repartidos, pesaban graves impuestos sobre el pueblo, en algunos lugares la justicia era mal administrada, y a todo esto se agregó la carestía. Luis XVI intentó poner remedio a los males de la Francia, pero por obra de las supradichas sociedades secretas sus esfuerzos fueron vanos. Estos iban exagerando los males, especialmente por medio de los papeles públicos, excitaban los pueblos a la revuelta e hicieron tanto que llegaron a hacer explotar en 1789 una de las más terribles revoluciones.
Cometiéronse entonces barbaries inauditas. Se comenzó por perseguir la religión en sus sacerdotes, hasta hacer una masacre de 200 a la vez a cañonazos; la nobleza fue derribada y obligada a a renunciar a sus fueros y sus títulos; el rey fue depuesto del trono y condenado a dejar la cabeza sobre el patíbulo, al cual poco después fue conducida la reina. La clase media, o sea la burguesía, fue la que comenzó la revolución sirviéndose de la plebe, y la plebe a su vez la quizo proseguir y devenir soberana, como de hecho sucedió, y entonces llevaron al patíbulo a cientos de aquellos mismos burgueses que habían condenado a muerte a los sacerdotes y los nobles. Por aquesta revolución lo que estaba sobre la sociedad fue puesto abajo, y lo que estaba abajo llegó arriba, y así reinó la anarquía de la canalla».
SAN JUAN BOSCO. Storia d’Italia raccontata alla gioventù, dai suoi primi abitatori sino ai nostri giorni (Historia de Italia contada a la juventud, desde sus primeros habitantes hasta nuestros días), Turín, tipografía Paravia y Cía., 1855, con licencia eclesiástica. Época cuarta (Historia Moderna), cap. XXV “La Italia invadida por los franceses”, págs. 455-457.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)