Ayer sábado 17 de Mayo, León XIV Riggitano-Prévost recibió a la Fundación “Centésimus Annus – Pro Pontífice” (fundada el 13 de Julio de 1993 por el cardenal curial venezolano Rosalio José Castillo Lara SDB –el que encargó la construcción de la masónica capilla del Espíritu Santo en la Casa Santa Marta donde habitara después Francisco Bergoglio– y el arzobispón –luego cardenal– Giovanni Lajolo Tobia –mencionado en la Lista Pecorelli de prelados masones bajo el nombre clave “LAGI”, fecha de iniciación 27 de Julio de 1970 y código # 21-1397–), que se reunió en Roma para su Asamblea General, que tuvo como tema “Superar las polarizaciones y reconstruir la gobernanza global: los fundamentos éticos”.
En su discurso, usó las mismas palabras de moda que han contribuido a arruinar la autoridad de Francisco Bergoglio:
- «En un contexto de fuertes polarizaciones, en el que hay poco diálogo a nuestro alrededor y prevalecen las palabras gritadas, a menudo las fake news y las tesis irracionales de algunos matones, es fundamental el papel de la Doctrina Social de la Iglesia [como] instrumento de paz y de diálogo para construir puentes de fraternidad universal».
- «Ayudémonos unos a otros, como exhorté la noche de mi elección, para construir puentes, con el diálogo, con los encuentros, uniéndonos a todos para ser un solo pueblo siempre en paz».
- «El
PapaFrancisco habló de una “policrisis” al describir la naturaleza dramática de nuestro propio tiempo, en el que confluyen guerras, cambios climáticos, crecientes desigualdades, migraciones forzadas y contrapuestas, pobreza estigmatizada, innovaciones tecnológicas disruptivas, precariedad del trabajo y de los derechos». - «En cuestiones tan importantes, la Doctrina Social de la Iglesia está a aportar claves interpretativas que pongan en diálogo ciencia y conciencia, dando así una contribución fundamental al conocimiento, a la esperanza y a la paz».
- «Tenéis la oportunidad de mostrar que la Doctrina Social de la Iglesia, con su propia mirada antropológica, pretende promover un verdadero acceso a las cuestiones sociales: no quiere levantar la bandera de la posesión de la verdad, ni en relación al análisis de los problemas, ni en su resolución. En estos asuntos es más importante saber cómo abordarlos que dar una respuesta apresurada sobre por qué ocurrió algo o cómo superarlo. El objetivo es aprender a afrontar los problemas, que siempre son diferentes, porque cada generación es nueva, con nuevos retos, nuevos sueños, nuevos interrogantes».
- «Para la sensibilidad de muchos de nuestros contemporáneos, la palabra “diálogo” y la palabra “doctrina” suenan opuestas e incompatibles. Quizás cuando escuchamos la palabra “doctrina” nos viene a la mente la definición clásica: un conjunto de ideas propias de una religión. Y con esta definición nos sentimos menos libres para reflexionar, para cuestionar o para buscar nuevas alternativas cuando escuchamos la palabra “doctrina”, tendemos a pensar en un conjunto de ideas religiosas. Por eso, es urgente demostrar a través de la Doctrina Social de la Iglesia que hay otro significado, prometedor, de la expresión “doctrina”, sin el que incluso el diálogo resulta vacío. Sus sinónimos pueden ser ‘“ciencia”, ‘disciplina’ o “conocimiento”. Así entendida, toda doctrina se reconoce como fruto de investigaciones y por tanto de hipótesis, de rumores, de avances y de fracasos, a través de los cuales se busca transmitir un conocimiento fiable, ordenado y sistemático sobre una cuestión específica. De este modo, una doctrina no equivale a una opinión, sino a un camino común, coral e incluso multidisciplinar hacia la verdad».
- «El adoctrinamiento es inmoral. Sofoca el juicio crítico y socava la sagrada libertad de respetar la conciencia, aunque sea errónea. Se resiste a las nuevas nociones y rechaza el movimiento, el cambio o la evolución de las ideas frente a nuevos problemas. Al contrario, la doctrina, como reflexión seria, serena y rigurosa, pretende enseñarnos, ante todo, a saber acercarnos a las situaciones y, antes aún, a las personas. Además, nos ayuda a formular un juicio prudencial. Seriedad, rigor y serenidad es lo que debemos aprender de toda doctrina, incluida la Doctrina Social de la Iglesia».
- «En este tiempo de revolución digital, es necesario redescubrir, explicitar y cultivar el mandato de educar en el sentido crítico, contrarrestando las tentaciones opuestas, que pueden atravesar también el cuerpo eclesial. De ahí que la profundización y el estudio son fundamentales, como lo son el encuentro y la escucha de los pobres, tesoro de la Iglesia y de la humanidad, portadores de puntos de vista descartados, pero indispensables para ver el mundo con los ojos de Dios».
- «Aquellos que nacen y crecen lejos de los centros de poder no deben ser simplemente instruidos en la Doctrina Social de la Iglesia, sino reconocidos como sus continuadores y actualizadores: los testigos del compromiso social, los movimientos populares y las diversas organizaciones obreras católicas son expresión de las periferias existenciales en las que la esperanza resiste y siempre brota».
- «Os invito a participar activa y creativamente en este ejercicio de discernimiento, contribuyendo a elaborar la Doctrina Social de la Iglesia junto al Pueblo de Dios, en este período histórico de grandes convulsiones sociales, escuchando y dialogando con todos, porque existe una demanda creciente de la Doctrina Social de la Iglesia a la que debemos responder».
El discurso, que es claro ejemplo del modernismo condenado por San Pío X, guarda sintonía con el mensaje de Bergoglio a la Pontificia Academia para la Vida el pasado 3 de Marzo (aunque con fecha retroactiva –como solía hacerlo– a 26 de Febrero) donde dijo lo siguiente:
«En la Asamblea General de este año ustedes se propusieron abordar la cuestión que hoy se llama “policrisis”. Se trata de algunos aspectos fundamentales de su actividad investigadora en el ámbito de la vida, la salud y el cuidado. El término “policrisis” evoca el dramatismo de la situación histórica que vivimos, en la que confluyen guerras, cambios climáticos, problemas energéticos, epidemias, fenómenos migratorios e innovación tecnológica. El entrelazamiento de estas cuestiones críticas, que afectan simultáneamente diferentes dimensiones de la vida, nos lleva a cuestionar el destino del mundo y nuestra comprensión del mismo.Un primer paso que debemos dar es examinar más cuidadosamente cuál es nuestra representación del mundo y del cosmos. Si no hacemos esto, y si no analizamos seriamente nuestra profunda resistencia al cambio, tanto como individuos como sociedad, seguiremos haciendo lo que hemos hecho con otras crisis, incluso las muy recientes. Pensemos en la pandemia de covid: la hemos, por así decirlo, “desperdiciado”: Podríamos haber trabajado más profundamente en la transformación de las conciencias y de las prácticas sociales (cf. Exhortación apostólica Laudate Deum, 36).Y otro paso importante para no quedarnos inmóviles, anclados en nuestras certezas, nuestros hábitos y nuestros miedos, es escuchar atentamente el aporte del conocimiento científico. El tema de la escucha es crucial. Es una de las palabras clave de todo el proceso sinodal que hemos iniciado y que ahora está en su fase de implementación. Por eso valoro que su manera de proceder refleje este estilo. Veo en ello el intento de practicar en vuestro contexto específico aquella “profecía social” a la que también se dedicó el Sínodo (Documento final, 47). Al conocer a las personas y sus historias y escuchar el conocimiento científico, nos damos cuenta de hasta qué punto nuestros parámetros respecto a la antropología y las culturas requieren una revisión profunda. De aquí nació también la intuición de los grupos de estudio sobre algunos temas que surgieron durante el proceso sinodal. Sé que algunos de ustedes son parte de ello, valorando también el trabajo realizado por la Academia para la Vida en los últimos años, trabajo por el cual estoy muy agradecido.Escuchar la ciencia nos ofrece continuamente nuevos conocimientos. Si consideramos lo que nos dicen sobre la estructura de la materia y la evolución de los seres vivos, surge una visión de la naturaleza mucho más dinámica de lo que se pensaba en la época de Newton. Es necesario reelaborar nuestra manera de entender la “creación continua”, sabiendo que la tecnocracia no nos salvará (cf. Carta Encíclica Laudato si’, 101): sostener una desregulación planetaria utilitarista y neoliberal significa imponer la ley del más fuerte como única regla; y es una ley que deshumaniza.Podemos citar como ejemplo de este tipo de investigación el p. Teilhard de Chardin y su intento –ciertamente parcial e incompleto, pero audaz e inspirador– de entrar seriamente en diálogo con las ciencias, practicando un ejercicio de transdisciplinariedad. Un camino arriesgado, que le llevó a preguntarse: “Me pregunto si no es necesario que alguien tire una piedra al estanque –e incluso acabe ‘muerto’– para abrir el camino” (Cf. BEATRIZ DE SOLANGES, Teilhard de Chardin. Témoignage et étude sur le développement de sa pensée, Tolosa 1967, pág. 54). Así lanzó sus intuiciones que situaban en el centro la categoría de relación y de interdependencia entre todas las cosas, colocando al homo sapiens en estrecha conexión con todo el sistema de seres vivos».
Otro ejemplo más de la continuidad ideológica entre Bergoglio y Riggitano-Prévost, a quien conoció en Buenos Aires en 2004.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)