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lunes, 3 de noviembre de 2025

PRÉVOST, COMO BERGOGLIO: «¿MARÍA CORREDENTORA?, ¡NO!»

Fuentes cercanas a Messa in Latino obtuvieron el texto (obviamente en italiano, el idioma de la Curia vaticana moderna) de “Mater Pópuli Fidélis: Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la participación de María en la obra de la salvación”, redactada por el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández Martinelli y que se presentará mañana martes 4.
  
Como se había anticipado, el documento le cerró la puerta a reconocerle el título de Corredentora a la Santísima Virgen María. Si no, mirar los párrafos 17 a 22 (traducción no oficial):
Corredentora
17. El título de Corredentora aparece en el siglo XV como una corrección de la invocación de Redentora (abreviatura de Madre del Redentor) que María venía recibiendo desde el siglo X. San Bernardo le asigna a María un papel al pie de la Cruz, lo que da origen al título de Corredentora, título que encontramos por primera vez en un himno anónimo del siglo XV en Salzburgo [30]. Si bien el título de Redentora se conservó durante los siglos XVI y XVII, desapareció por completo en el siglo XVIII, siendo reemplazado por el de Corredentora. La investigación teológica sobre la cooperación de María en la Redención, durante la primera mitad del siglo XX, condujo a una comprensión más profunda del título de Corredentora [31].

18. Algunos pontífices han utilizado este título sin detenerse a explicarlo [32]. Generalmente, lo han presentado de dos maneras distintas: en relación con la maternidad divina, puesto que María, como madre, hizo posible la Redención realizada por Cristo [33]; y en referencia a su unión con Cristo junto a la Cruz redentora [34]. El Concilio Vaticano II evitó el uso del título Corredentora por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas. San Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, vinculándolo sobre todo al valor salvífico de nuestro sufrimiento ofrecido junto con el de Cristo, a quien María se une especialmente bajo la Cruz [35].

19. En la Feria IV del 21 de febrero de 1996, el Prefecto de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, al ser preguntado sobre si era aceptable la petición del movimiento Vox Pópuli Maríæ Mediatríci de una definición del dogma de María como Corredentora o Mediadora de todas las gracias, respondió en su voto particular lo siguiente: «Negativo. El significado preciso de los títulos no está claro y la doctrina contenida en ellos no está madura. Una doctrina definida de fide divína pertenece al depósitum fídei, es decir, a la revelación divina transmitida en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica. Aún no está claro cómo se presenta la doctrina expresada en los títulos en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica» [36]. Posteriormente, en 2002, expresó públicamente su opinión en contra del uso de este título: «La fórmula “Corredentora” se aleja demasiado del lenguaje de la Sagrada Escritura y la patrística, y por lo tanto causa malentendidos… Todo proviene de Él, como afirman sobre todo las Cartas a los Efesios y a los Colosenses. María es lo que es gracias a Él. El término “Corredentora” oscurecería su origen». El cardenal Ratzinger no negó que hubiera buenas intenciones y aspectos valiosos en la propuesta de usar este título, pero sostuvo que se trataba de una «terminología incorrecta» [37].

20. El entonces Cardenal mencionó las Cartas a los Efesios y a los Colosenses, donde el vocabulario empleado y el dinamismo teológico de los himnos presentan la singular centralidad redentora y la fuente del Hijo encarnado de tal manera que excluyen la posibilidad de añadir otras mediaciones, puesto que «toda bendición espiritual» se nos da «en Cristo» (Ef. 1, 3), porque en Él somos hijos adoptivos (cf. Ef. 1, 5) y en Él hemos sido agraciados (cf. Ef. 1, 6), «por su sangre tenemos redención» (Ef. 1, 7) y Él «ha derramado sobre nosotros» (Ef. 1, 8) su gracia. En Él «hemos sido hechos herederos» (Ef. 1, 11) y hemos sido predestinados. Dios también quiso que en Él «habitara toda la plenitud» (Col. 1, q9) y que «por medio de Él y para Él todas las cosas fueran reconciliadas» (Col. 1, 20). Esta alabanza del lugar único de Cristo invita tanto a considerar a toda criatura como receptiva, como a una cautela religiosa y prudente al contemplar cualquier forma de posible cooperación en la Redención.

21. El Papa Francisco ha expresado, al menos en tres ocasiones, su clara oposición al uso del título de Corredentora, afirmando que María «nunca quiso tomar nada de su Hijo para sí misma. Nunca se presentó como corredentora. No, discípula» [38]. La obra de la Redención fue perfecta y no requiere adición alguna. Por lo tanto, «Nuestra Señora no quiso tomar ningún título de Jesús […]. No pidió ser cuasi-redentora ni corredentora: no. Solo hay un Redentor y este título no puede duplicarse» [39]. Cristo «es el único Redentor: no hay corredentores con Cristo» [40]. Porque «el sacrificio de la Cruz, ofrecido con un espíritu amoroso y obediente, presenta una satisfacción superabundante e infinita» [41]. Aunque podemos prolongar sus efectos en el mundo (cf. Col. 1, 24), ni la Iglesia ni María pueden reemplazar ni perfeccionar la obra redentora del Hijo de Dios encarnado, que fue perfecta y no necesita añadidos.

22. Dada la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, resulta siempre inapropiado utilizar el título de Corredentora para definir su cooperación. Este título corre el riesgo de oscurecer la singular mediación salvífica de Cristo y, por lo tanto, puede generar confusión y desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana, porque «en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4, 12). Cuando una expresión requiere numerosas y continuas explicaciones para evitar que se desvíe de su verdadero significado, no sirve a la fe del Pueblo de Dios y se torna inapropiada. En este caso, no conviene exaltar a María como la primera y más grande colaboradora en la obra de la Redención y la gracia, porque el peligro de oscurecer el papel exclusivo de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, el único capaz de ofrecer al Padre un sacrificio de valor infinito, no constituiría un verdadero honor para la Madre. En efecto, como «sierva del Señor» (Luc. 1, 38), ella nos señala a Cristo y nos pide que hagamos «todo lo que él nos diga» (Jn. 2, 5).

NOTAS
[30] Orat. Ms S. Petri Salisburgensis (s. XV); Codex Petrinus, a, III, 20; Orat. Ms S. Petri. XIV, XV; Codex Petrinus, 1, 20, en Guido M. Dreves, Analécta Hýmnica Médii Ævi, Leipzig, Reisland, tomo 46, 1905, 177, n. 29. 
[31] Los teólogos entienden el título de corredentora de diferentes maneras: a) Cooperación inmediata, cristotípica o maximalista, que sitúa la cooperación de María como próxima, directa e inmediata a la Redención misma (Redención objetiva). En este sentido, los méritos de María, si se subordinan adecuadamente a los de Cristo, tendrían un valor redentor para la salvación; b) Cooperación mediada o minimalista, limitada al «sí» de la Anunciación. Esta sería una cooperación mediada que posibilita la Encarnación como paso previo a la Redención; c) Cooperación inmediata, receptiva o eclesiotípica, que coopera en la Redención objetiva en el sentido de que aceptó los frutos del sacrificio redentor del Salvador, representando a la Iglesia. En esta cooperación inmediata y receptiva, María simplemente aceptó la Redención de Cristo, convirtiéndose en la «primera Iglesia».
[32] Durante el pontificado de San Pío X, el título de Corredentora se encuentra en un documento de la Sagrada Congregación de Ritos y del Santo Oficio. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Dolóres Vírginis Deíparæ (13 de mayo de 1908): Acta Sanctæ Sedis 41 (1908), 409; Sagrada Congregación del Santo Oficio, Decreto Sunt Quos Amor (26 de junio de 1913): Acta Apostólicæ Sedis 5 (1913), 364, que alaba la costumbre de añadir al nombre de Jesús el nombre «de su madre, nuestra corredentora, la bienaventurada María»; Ibíd., Oración de Reparación a la Bienaventurada Virgen María (22 de enero de 1914): Acta Apostólicæ Sedis 6 (1914), 108, en la que María es llamada «corredentora del género humano». El primer Papa en utilizar el término Corredentora fue Pío XI, en el Breve del 20 de julio de 1925, dirigiéndose a la Reina del Rosario de Pompeya: «Pero recuerda también que en el Calvario te convertiste en Corredentora, cooperando mediante la crucifixión de tu corazón por la salvación del mundo, junto con tu Hijo crucificado»: Pío XI, Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Imprenta Políglota Vaticana, Roma 19522, n. 628; cf. Id., Discurso “He aquí otra vez” a un grupo de peregrinos de Vicenza (30 de noviembre de 1933): L’Osservatore Romano, 1 de diciembre de 1933, 1.
[33] Cf. Ibíd., Mensaje radiofónico de clausura del Año Santo de la Redención en Lourdes (28 de abril de 1935): L’Osservatore Romano, 20-30 de abril de 1935, 1.
[34] Cfr. Id., Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Roma 1952, n. 628.
[35] Cfr. San Juan Pablo II, Audiencia general (10 de diciembre de 1980): Insegnamenti III/2 (1980), 1646; Id., Audiencia General (8 de septiembre de 1982): Insegnamenti V/3 (1982), 404; Id., Angelus (4 de noviembre de 1984): Insegnamenti VII/2 (1984), 1151; Id., Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Alborada en Guayaquil (Ecuador) (31 de enero de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 319; Id., Ángelus del Domingo de Ramos (31 de marzo de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 890; Ibíd., Discurso a los peregrinos de la Obra Federal de Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTEL) (24 de marzo de 1990): Insegnamenti XIII/1 (1990), 743; Ibíd., Ángelus (6 de octubre de 1991): Insegnamenti XIV/2 (1991), 756. Tras la Feria IV de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1996, San Juan Pablo II dejó de usar el título de Corredentora. Cabe destacar, sin embargo, que este título no aparece en la Carta Encíclica Redemptóris Mater del 25 de marzo de 1987, documento por excelencia en el que San Juan Pablo II explica el papel de María en la obra de la Redención.
[36] J. Ratzinger, Actas de la Feria IV del 21 de febrero de 1996, en los Archivos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
[37] J. Ratzinger ‒ P. Seewald, Dios y el mundo. Ser cristianos en el nuevo milenio. Una conversación con Peter Seewald, Milán 2001, 278.
[38] Francisco, Homilía en la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre de 2019): Acta Apostólicæ Sedis 112 (2020), 9.
[39] Ibíd., Meditaciones diarias: Nuestra Señora de los Dolores, discípula y madre (3 de abril de 2020): L’Osservatore Romano, 4 de abril de 2020, 8.
[40] Ídem, Audiencia general (24 de marzo de 2021): L’Osservatore Romano, 24 de marzo de 2021, 8.
[41] Pío XII, Carta encíclica Hauriétis Aquas (15 de mayo de 1956) n. 10: Acta Apostólicæ Sedis 48 (1956), 321. 
Así, se culminó el rechazo que desde el Vaticano II, e incluso antes, se ha tenido hacia la Santísima Virgen solamente para complacer a los herejes protestantes.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)