Un prelado italiano ha confirmado una vez más que es difícil superar la irreverencia y la inmadurez intelectual de un obispón novusordita.
Andrea Turazzi, obispón emérito de San Marino-Montefeltro y hermano del fallecido sacerdote-presbítero javeriano Roberto Silvio Turazzi († 2022; ordenado sacerdote el 30 de Mayo de 1964 con el Rito Romano tradicional a diferencia de su hermano –“instalado” presbítero el 27 de Mayo de 1972 con el rito montini-bugniniano–) proporcionó más pruebas.
Invitado por el párroco de el párroco de San Apolinar Obispo y Mártir de Tresigallo, el “monseñor” Luca Piccoli, Turazzi celebró una conferencia en la iglesia del pueblo que se publicó en Internet.
A la hora y 10 minutos de la conferencia, Turazzi aseguró que
«Dios ama a todos sus hijos. Entonces ¿cuál es el criterio que da el Señor? No son nuestros criterios. Incluso en nuestras familias tenemos algún hijo o nieto que se ha separado o en la parroquia he tenido varios niños y niñas homosexuales. Y son amados por Dios. Pero ¿sabéis que San Luis Gonzaga, dicen los estudiosos, era homosexual? ¡Y él era el santo de la pureza! Por eso ante Dios no hay nadie que no sea amado con ternura y cada uno tiene su propio camino».
En declaraciones a La Nuova Bussola Quotidiana ayer 5 de Noviembre, el príncipe Mauricio Gonzaga, descendiente de la familia de San Luis Gonzaga, calificó la afirmación de Turazzi como una “inferencia”:
«Ya escuché este rumor en el pasado, pero no hay pruebas ni de documentos ni de cartas. Pero no se desprende nada de esto, sabemos que siendo niño hizo una promesa de castidad a la Virgen de la Anunciación en Florencia. Una promesa que reiteró en forma de voto de castidad cuando era adolescente y que mantuvo durante toda su vida. A pesar de su carácter bastante ardiente, típico de todos los Gonzaga».
La Nuova Bussola Quotidiana se puso en contacto con Turazzi, quien con renuencia les dijo que «me lo mencionó un padre jesuita, que es grafólogo. Según él era homosexual, pero obviamente no practicaba». Gracias a Dios.
Y cuestionado sobre si ese jesuita grafólogo había escrito alguna publicación sobre esa supuesta, Turazzi respondió (con una cuña de sátira contra los periodistas):
«No, no, es sólo su opinión, pero no quiero que nadie tenga un can-can sobre esto, vosotros los periodistas sois muy hábiles para crear casos sobre cosas que se dicen al paso y que no se pueden demostrar científicamente. Yo estaba en esa iglesia y estábamos entre ‘cuatro amigos’».
No, Turazzi, los que salieron con «cosas que se dicen al paso y que no se pueden demostrar científicamente» fueron esos ‘cuatro amigos’, entre esos el jesuita y tú, que propalaste esa “inferencia” en la iglesia de Tresigallo. Y Don Piccolo también, que no manifestó rechazo alguno a tus palabras. ¿Y no quieres «que nadie tenga un can-can sobre esto»? Al menos sé varón y aguanta presión.
Al final, Turazzi, viéndose sin opciones, intentó una suerte de amende honorable:
«Si me dices que los descendientes lo niegan, pues bueno… lo rectificaré todo».
San Luis Gonzaga fue tan preclaro en la caridad y la castidad que la Rota Romana declaró para su canonización en 1617 (30 años después de su muerte) que «nunca tuvo estímulo alguno a la carne ni pensamiento lascivo. Se puede decir de Luis, que tuvo una pureza angelical, que tuvo mérito angélico» («Númquam stímulum carnis in córpore passus est, nec cogitatiónem ullam in mente impúram hábuit. Mérito ígitur Alóysim Angélicus dici potest, qui angélicam puritátem hábuit»), y la Liturgia lo testifica también, tanto en la Misa Latina Tradicional:
«Cœléstium donórum distribútor, Deus, qui in angélico júvene Aloísio miram vitæ innocéntiam pari cum pœniténtia sociásti: ejus méritis et précibus concéde; ut, innocéntem non secúti, pœniténtem imitémur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum [Oh Dios, dispensador de los dones celestiales, que habéis unido en el angélico Luis, una admirable inocencia de vida con un gran espíritu de mortificación, haced, por sus méritos y oraciones, que, si no hemos imitado su pureza, por lo menos imitemos su penitencia. Por Jesucristo Nuestro Señor]». Amén.
Y hasta el mismo Novus Ordo que simula Turazzi:
«Deus, cæléstium auctor donórum, qui in beáto Aloísio miram vitæ innocéntiam cum pæniténtia sociásti, ejus méritis et intercessióne concéde, ut, innocéntem non secúti, pæniténtem imitémur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum [Dios, autor de los dones del cielo, que en San Luis Gonzaga has unido penitencia con admirable pureza de vida, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, si no le hemos seguido en la castidad, lo imitemos como penitente. Por nuestro Señor Jesucristo]». Amén.
En cuanto al conflicto de San Luis Gonzaga con su padre Ferrante, marqués de Castellón, he aquí cómo lo explican los historiadores:
«El padre no quería que la casa cayera en manos de su hermano [Rodolfo], porque respetaba a Luis, que demostró grandes dotes diplomáticas y políticas y que se dedicó durante más de diez meses, incluso después de su intención de dejarlo todo, al negocio de su padre».
Y si quería Turazzi (que salió con un tibio y pro forma «Sea cual sea el resultado, nos comprometeremos con coherencia a ser testigos del Evangelio de la vida por una cultura y una política favorable a la familia» después del referendo que legalizó el aborto en San Marino). proponer un “santo homosexual”, el ejemplo lo tenía más cerca a su tiempo: Pablo VI Montini. Y no es una “inferencia”, sino un hecho sabido tanto en Milán (donde fue detenido una noche vestido de seglar y frecuentando un establecimiento de acompañantes masculinos) como en Roma (el presidente Giuseppe Saragat tenía informes del Servicio Secreto italiano sobre la homosexualidad de Montini, información presente en los papeles póstumos del antiguo general de carabineros Giorgio Manes), y el mismo Vaticano (el ex Guardia Noble Franco Bellegrandi relata que en muchas ocasiones los favoritos de Montini –a quienes nombró en disrintos puestos en el Vaticano– protagonizaban incidentes en el Palacio, y que este era amante del actor Paolo Carlini; y según contara el padre Luigi Villa, el mismo prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Pietro Palazzini Conti, se lo hizo saber al postulador de la causa), y hasta por los servicios de inteligencia estadounidense, británico y soviético (que lo usaron para obligarlo a ser espía de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial –y en el caso del Departamento Central de Inteligencia soviético, para revelar, por medio de su secretario jesuita Alighiero Tondi, los nombres de los sacerdotes y obispos clandestinos–), y la masonería (que le arrancó su primer decreto pontificio –casualmente el de la cremación– a cambio de no revelar sus reuniones secretas con Carlini en un hotel de Suiza).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)