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martes, 5 de agosto de 2025

EL ICONO DE SANTA MARÍA LA MAYOR: LA “Salus Populi Romani”


Cada centímetro de la Roma cristiana es un monumento, y cada uno de esos monumentos es estudiado por eruditos en ciencias teológicas, arqueológicas y litúrgicas, quienes extraen de ellos argumentos vitales para el estudio y la defensa de la santa religión católica, que allí tiene su centro. Pero la piedad y la devoción también encuentran abundante alimento en esos recuerdos, y los visitantes piadosos jamás se apartarían de esos lugares benditos, esas imágenes, esas reliquias preciosas e instructivas.

El peregrino mariano que anhela visitar los santuarios de su querida Madre y Reina encuentra uno en cada iglesia, en cada oratorio, en cada rincón de la Ciudad Eterna. Baste decir que, una vez introducida en Roma la piadosa costumbre de exhibir diariamente una de las imágenes más veneradas de María e invitar a los fieles a reunirse en torno a ella para invocar su patrocinio, se encontraron fácilmente 365 o más, sin necesidad de repetir la visita. Más de 100 de estas imágenes han tenido el honor de ser coronadas por el Sumo Pontífice, un honor que el Capítulo Vaticano, responsable de conferirlo, solo concede tras una seria consideración de la excepcional excelencia de la propia imagen.

Limitándonos a una sola de las muchas imágenes, elegimos la venerada en la Basílica de Santa María la Mayor, conocida como la Virgen de San Lucas, un ilustre monumento a la antigua veneración que Roma tributaba a la Santísima Virgen. La Basílica, como es sabido, fue fundada en la segunda mitad del siglo IV.

La preciosa imagen representa a María, llena de majestad y gracia, sosteniendo a su Divino Hijo sentado en su brazo izquierdo. El propio Papa Liberio la colocó allí en su primera dedicación. La capilla donde se exhibe para la veneración de los fieles es rica en mármol y ornamentación artística. Los romanos rezan a la Santísima Virgen, venerada en esta imagen, por la liberación de enfermedades graves, especialmente de la peste.

Numerosas son las maravillas y gracias maravillosas que la Santísima Virgen ha derramado en todos los tiempos sobre todos aquellos que le rendían homenaje y la invocaban en su imagen venerada en la Basílica de Santa María la Mayor.

En tiempos de San Gregorio Magno, cuando la peste asolaba Roma, se instituyó una solemne invocación. El pueblo se reunió allí en siete procesiones diferentes para implorar la ayuda de María, y María se conmovió con esas fervientes y humildes oraciones. Las oraciones de la multitud reunida con Gregorio en la Basílica Liberiana y el grito de «Kýrie eléison», repetido incesantemente por miles de voces, fueron presentados por ella ante el trono de Dios y apaciguaron su justicia. A partir de entonces, la peste comenzó a cesar gradualmente, y el Ángel del Señor procedió a envainar la espada de la ira de Dios, como la había llamado el Pontífice.

A mediados del siglo VII, el emperador Constante había enviado a un asesino para matar al Papa San Martín, que había condenado a los herejes monotelitas, y el crimen sacrílego debía cometerse en el templo de Santa María la Mayor mientras el Sumo Pontífice celebraba los servicios divinos, pero el asesino quedó ciego instantáneamente tan pronto como cruzó el umbral.

El Santo Emperador Enrique II disfrutaba pasando allí largas horas en oración, día y noche, durante su estancia en la ciudad santa.

San Cayetano de Thiene rezó la Nochebuena ante los preciosos restos del pesebre y se deleitó imaginando que la Santísima Virgen María le ofrecía a su Niño recién nacido para que lo besara. Y he aquí que, por intercesión de San Jerónimo, se le concedió su deseo: el Niño descendió a sus brazos y se dejó acariciar largamente por su devoto siervo. ¿Quién puede explicar la dulzura que anhelaba con todas sus fuerzas y cómo casi se desvaneció en el amor de ese abrazo?

San Estanislao Kostka ofrecía cada día su primer pensamiento a María dirigiéndose hacia Santa María la Mayor, costumbre que aún mantienen los hijos de San Ignacio que viven en Roma.

Los Sumos Pontífices la proclamaron Salus pópuli románi. En 1837, cuando el contagio azotaba Roma, por orden del papa Gregorio XVI, la imagen se exhibió durante veintidós días en diversas iglesias de la ciudad, y se le atribuyó el cese del terrible azote. La última vez que la santa efigie fue transportada solemnemente fue en 1860, cuando Pío IX, ante la inminente revolución, recurrió a María e invocó su poderoso patrocinio.

Pío XII la hizo trasladar al Vaticano con ocasión de la proclamación dogmática de la Asunción en 1950, y nuevamente en 1954 para coronarla con ocasión del Año Mariano.

ORACIÓN GRABADA DETRÁS DE LA PLACA DE COBRE SOBRE LA QUE ESTÁ PINTADA LA SACROSANTANTA IMAGEN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN Salus pópuli Románi, VENERADA DESDE HACE SIGLOS EN LA CAPILLA BORGHESIANA DE SANTA MARÍA LA MAYOR
  
Ave augustíssima Regína pacis, Sanctíssima Mater Dei, per sacratíssimum Cor Jesu Fílii Tui Príncipis pacis quiéscat ira Ipsíus et regnet super nos in pace. Memoráre, O piíssima Virgo María, non esse audítum a sǽculo, quémquam ad tua curréntem præsídia, tua implorántem auxília, aut tua peténtem suffrágia, esse derelíctum. Ego tali animátus confidéntia, ad te, Virgo Vírginum, Mater, curro, ad te vénio, coram te gemens peccátor adsísto. Noli, Mater Verbi, verba mea despícere; sed áudi propítia et exáudi. O clemens, o pia, o dulcis Virgo María (Dios te salve, augustísima reina de la Paz, Santísima Madre de Dios, rogámoste por el sacratísimo Corazon de tu Hijo Jesus, Príncipe de la Paz, que se aplaque su ira, y reine pacíficamente sobre nosotros. Acordaos, oh piadosísima Vírgen María, que jamas se ha oído, desde que el mundo es mundo, que cualquiera que acude a Ti a tu protección, implorar tus favores o pedir tu intercesión, haya sido rechazado y abandonado. Animado, pues, de esta confianza me presento a ti, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No quieras, ¡Oh Madre de la palabra eterna!, despreciar mis humildes peticiones, sino óyelas y escúchalas favorablemente, oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María). Amén.
  
Tres Avemarías con la advocación Salus Pópuli Románi, miserére nobis, ora pro nobis, intercéde pro nobis (Salvación del Pueblo romano, ten piedad de nosotros, ruega por nosotros, intercede por nosotros).

Fuentes: Il pellegrino ai santuarii di Maria santissima, 1892. Semanario romano Il divino Salvatore, 1872

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)