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sábado, 6 de junio de 2020

TRES PADRENUESTROS PARA LOS AGONIZANTES

La muerte del justo (Emiliano Villa)
 
El Devoto Dionisio Cartujano en su precioso libro de los Novísimos, hace memoria de esta gran devoción de las tres Oraciones, y dice que un Santo Pontifice le mandó a uno de los Capellanes de su mayor confianza que se las rezase cuando le viese en aquel grande trabajo de estar agonizando: que se las dijo, y le fueron de mucho consuelo y alivio.
  
Tambien hace memoria de esta misma devoción el Venerable Padre Juan Eusebio Nieremberg en su libro que intituló: Partida de la eternidad. El Cartujano pone solo tres veces el Padre nuestro; y Nieremberg dice se añade un Ave María a cada Padre nuestro. Pone las tres Oraciones en la forma siguiente:
  
PARA LA PRIMERA ORACIÓN:
Kýrie eléison. Christe eléison, Kýrie eléison.
  
Se dice Padre nuestro y Ave María.
  
Después dice: Salvador del Mundo, sálvame, que por tu Cruz Santisima y Sangre preciosa me redimiste. Ruégote, Señor, que me socorras y ayudes en esta hora.
  
ORACIÓN
Señor mio Jesucristo, por la mortal agonía que padeciste orando en el Huerto de Getsemaní, y por el sudor de Sangre tan abundante que allí derramaste que corría hasta la tierra: Te suplico, piadoso Señor, te dignes ofrecerla y presentarla a tu Eterno Padre, para que perdone los muchos pecados de este tu Siervo N. Libralo, Señor, en esta hora de todas las angustias, y penas, que por sus pecados ha merecido. Que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espirita Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
  
PARA LA SEGUNDA ORACIÓN:
Kýrie eléison. Christe eléison, Kýrie eléison.
  
Se dice Padre nuestro y Ave María.
  
Después dice:  Santifícame, Señor, con la señal de tu Santa Cruz, para que en mí quede la defensa poderosa contra los combates y tentaciones de todos mis enemigos infernales. Defiéndeme, Señor, por tu Santa Cruz, y con el valor de tu preciosa Sangre, con que me has redimido.
  
ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, que tuviste por bien el morir por nosotros en una Cruz: Yo te suplico, Señor, que por la amargura de todos tus trabajos y tormentos, que por nosotros miserables pecadores padeciste en la Cruz, principalmente cuando tu Alma Santísima se apartó de tu Sagrado Cuerpo, te dignes de ofrecerla y presentarla a tu Eterno Padre Omnipotente, por el Alma de este tu siervo N. Líbrala, Señor, en esta hora de su muerte de todas las penas y trabajos que tiene merecidos por sus pecados. Que vives y reinas por todos los siglos. Amén.
  
PARA LA TERCERA ORACIÓN:
Kýrie eléison. Christe eléison, Kýrie eléison.
  
Se dice Padre nuestro y Ave María.
  
Después dice: Ampara, salva, bendice y santifica, Señor, a este tu siervo N., y por la virtud de tu Santa Cruz alíviale de todas sus enfermedades de cuerpo y alma: y contra esta arma poderosa, ninguna virtud contraria prevalezca.
  
ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, que por boca de tu Santo Profeta dijiste: «En caridad perpetua te amé, y por eso te traje a mí, teniendo misericordia de ti». Yo te tuego, Señor, que por la misma caridad que te trajo del Cielo a la tierra, te dignes de presentar esta pobre alma a tu Eterno Padre, con todas las penas, trabajos y tormentos que por mi salvación eterna padeciste, en satisfaccion de los que ha merecido por sus pecados. Salva, Señor, su alma en esta hora de su muerte. Ábrele, Señor, la puerta de la vida eterna; y haz que te goce con todos tus Santos en la Gloria. Que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo. Amén.
  
CONCLUSIÓN DE ESTE SANTO EJERCICIO
Señor mío Jesucristo, pues con tu preciosa Sangre nos has redimido: Imprime en el alma de este tu Siervo N. tus preciosas Llagas con tu Sangre preciosa, para que aprenda a leer en ellas tu dolor contra todos sus dolores, que con sus pecados tiene merecidos. Imprime tambien en él tu Santísimo amor, para que se una contigo con un amor indisoluble, con el cual nunca se pueda apartar de ti, ni de todos tus Santos. Hazle, Señor, participante de tu Santísima Encarnación, de tu amarguísima Pasión, de tu gloriosa Resurrección y de tu admirable Ascensión. Hazle, Señor, participante de todas las Oraciones y Sacrificios que se hacen en tu Santa Iglesia. Y hazle participante de todas las bendiciones, gracias, méritos y gozos de todos tus Escogidos que te agradaron desde el principio del Mundo: y concédele que con todos ellos en tu presencia le goce eternamente. Que vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo. Amén.
  
La Piadosísima Señora y nuestra Madre nos ampare en aquella hora tremenda. Amén.
 
FRAY ANTONIO ARBIOL OFM. Visita de enfermos, y Ejercicio santo de ayudar a bien morir, con las instrucciones más importantes para tan sagrado Ministerio. Madrid, Imprenta y Librería de Blas Román, año 1786, págs. 224-227. Capítulo XLVIII: Tres devotísimas oraciones para decirse cuando el enfermo agoniza”.

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