El 29 de julio de 1860, Pío IX dirige a Su Beatitud Pablo Pedro Massaad (foto), Patriarca de Antioquía de los Maronitas, y a sus obispos sufragáneos la carta consolatoria “Ex vestris mœróre” con 40.000 liras adjuntas. La intervención pontificia siguió al arribo a Roma de las noticias relativas a la masacre de 10.000 maronitas por los drusos, apoyados por el Imperio Otomano e Inglaterra (que obtuvo para sus misioneros protestantes el acceso al Monte de Líbano y Siria):
A los Venerables Hermanos Pablo Pedro, Patriarca de Antioquía de los Maronitas, y a los otros siete Obispos del Patriarcado.Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.Por vuestra angustiada carta, que nos llegó el veintiséis del mes en curso, no sin profundo dolor y angustia para Nuestra alma, nos enteramos de las atroces masacres de fieles, cometidas en estas regiones por los más feroces enemigos del nombre cristiano, cuya trágica noticia ya ha aparecido en los periódicos en estos últimos días.De hecho, las otras amarguras que nos afligen se verían en cierto modo agravadas por la idea de los monasterios y templos destruidos por el fuego, de las aldeas enteras devastadas por la espada y la llama, de los objetos sagrados de todo tipo manipulados, y de las innumerables multitudes de toda edad, condición y sexo, algunas de las cuales han sido brutalmente masacradas y otras buscan escapar de la muerte inminente huyendo y escondiéndose; y el continuo peligro de muerte al que Vos y los demás prelados sagrados estáis expuestos, causado por el orgullo innato de estos infieles, que, especialmente en este momento, sin duda se ha visto exacerbado por la división del Imperio mahometano, tan a menudo proclamada en los periódicos, de la que ha estallado una furia tan repentina por la masacre del pueblo cristiano.Pero lo más lamentable y doloroso de todo es que en nuestra época se conceda más favor y ayuda incluso a los más turbulentos autores de sediciones, que a los pueblos cristianos que gimen bajo el yugo de los turcos y otros bárbaros, por quienes en épocas anteriores se emprendieron guerras gravísimas para liberar a Europa de la más dura servidumbre. Y así, en el parlamento público de cierta nación [Inglaterra], muchos han rendido homenaje y aplaudido a ese hombre que, en todas partes, contra toda ley y razón, aboga por la destrucción de las cosas públicas y sagradas.Es evidente que este camino perverso se utiliza cuando se rechaza y se reprueba la religión católica, la única que es líder y maestra de la verdad, y la única que puede sanar las heridas de una sociedad enferma, gobernarla y sostenerla, ya desmoronada y casi en ruinas. Es verdaderamente deseable que quienes se sienten afectados por esto comprendan finalmente que la Iglesia de Dios no trama ningún complot perjudicial contra la sociedad humana, sino que son los enemigos de la propia Iglesia quienes, si reciben ayuda del favor, la autoridad o la fuerza, suelen volver sus armas contra sus propios partidarios para anular por completo todo poder sagrado y civil.Sin embargo, con la ayuda de Dios, Venerables Hermanos, esperamos condiciones mucho mejores para los cristianos de esas regiones. Pues la generosa nación de Francia y su gobierno están preparando una flota muy poderosa para enviarla a esas costas, al igual que otras naciones han enviado barcos armados para proteger a sus ciudadanos y rescatarlos, por así decirlo, de las fauces de esas bestias. Nos, con la solicitud paternal que nos impulsa, nos hemos esforzado por avivar este noble ardor con exhortaciones; y no dudamos en absoluto de que se inflame por la defensa común y la seguridad de vuestra salud. Además, tened la seguridad de que compartimos vuestro dolor por las terribles circunstancias que os han acontecido recientemente, y que, para aliviaros de tantas desgracias, nos apresuramos a enviaros alguna suma de dinero, según lo permita la angustia en la que nos encontramos, rogamos e imploramos al Padre de las misericordias que desde el exaltado trono de su gloria mire a esta porción del rebaño del Señor, y que la restaure con bondad y propicio, afligida como está por tal calamidad.Que el Dios inmortal, en cuya mano están los corazones de los reyes, conceda que los más poderosos príncipes cristianos se movilicen para reprimir la audacia de los infieles, para que no sean desenfrenados e insolentes en la perdición y masacre del nombre cristiano. Que Dios conceda que estos mismos príncipes comprendan alguna vez cuán grave y casi extremo peligro se cierne sobre la sociedad universal a menos que unan sus fuerzas y esfuerzos para frenar la audacia de los canallas aquí y en Europa y para romper su ímpetu. Pues, inflamados por una nueva furia, conspiran y trabajan para extinguir en las almas todos los sentimientos religiosos, para derrocar todo derecho divino y humano, y, habiendo eliminado toda distinción entre justo e injusto, para convertir a la comunidad humana en una empalizada de bestias furiosas.Pero en esta gran conmoción de los asuntos civiles, en este gran temor a nuevos torbellinos, el pensamiento nos sostiene, que los fieles de todo el mundo eleven fervientes y constantes oraciones al Trono de la Gracia, mediante el cual el Dios misericordioso, cuando le plazca, restaurará la anhelada tranquilidad; para que podamos entonces regocijarnos en el auspicioso y feliz resultado de nuestros deseos comunes, y dar las debidas gracias al Supremo Gobernante de todas las cosas, el Salvador y Vengador de su Iglesia, por tal beneficio.Fortalecidos por esta esperanza, os impartimos la Bendición Apostólica a Vos y a vuestro rebaño, Venerables Hermanos, como prenda de mejor fortuna y de eterna bienaventuranza.Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 29 de julio del año 1860, XV. de Nuestro Pontificado. PAPA PÍO IX.
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