HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
II Enero
He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres... Contempladlo,
hijos míos, saciado de oprobios, en esta Hostia en que Él palpita, entre
incendios de caridad, por vosotros... ¡sólo por vosotros! Y no pudiendo
soportar por más tiempo los ardores que lo consumen, ha querido
entregarlo al mismo mundo que lo tiene atravesado con el dardo de la
ingratitud del dolor... Éste es el supremo y último recurso de mi
redención...
Aquí tenéis mi Corazón: os lo doy, os lo entrego sin reservas, en cambio
del vuestro pecador e ingrato... ¡Oh, tengo sed, inmensa sed de ser
amado, en este Sacramento del Altar... En él he sido hasta ahora el Rey
del silencio, el Monarca del olvido... Pero ha llegado la hora de mis
triunfos... Vengo a reconquistar la tierra... Sí, he de subyugarla, mal
que pese al infierno, y la salvaré por la omnipotencia de mi Corazón.
Aceptádmelo, os lo ruego... tendedme las manos y el alma para recibir
este supremo don de mi misericordia redentora... Fuego vengo a traer a
la tierra, fuego de vida, de amor sin límites, fuego de santidad, fuego
de sacrificio, y ¿qué he de querer sino que arda?...
Poned los ojos en mi pecho herido... ahí tenéis el Corazón que os ha
amado hasta los abatimientos de Belén... y más; hasta las humillaciones y
oscuridades de Nazaret... mucho más aún; hasta las agonías afrentosas
del Calvario... Es éste el mismo Corazón que dejó de latir en el
Gólgota, sí, el mismo, que sigue amando en la hoguera inextinguible del
altar... de la santa Eucaristía.
¡Y vosotros no me amáis! Por esto estoy triste hasta la muerte...
Por esto, me apena hasta la agonía que la viña de mis amores haya
producido las espinas que circundan mi divino Corazón... Arrancádmelas
en esta Hora Santa y amorosa, en esta hora feliz para vosotros, y
también para este Dios-Cautivo, que brinda amor, que espera amor, que
pide amor en el Sagrario. Desfallezco de caridad... acercaos y
sostenedme en esta agonía sacramental de veinte siglos... ¡Sed mis
ángeles consoladores!...
¡Os amo tanto, tanto..., y no me amáis bastante vosotros mis amigos,
vosotros mis favorecidos!... ¡Ay! Y el mundo desconoce todas mis
finezas... rechaza mis ternuras... malgasta y profana mis
misericordias...
¡Estoy triste hasta la muerte..., venid, éste es el Corazón que jamás
dejó de amaros... venid, aceptadlo en prenda de resurrección! Hijos
míos, venid y dadme en cambio del mío vuestros corazones, vuestras
almas, vuestras vidas, vuestras penas y alegrías... ¡Oh, sed todo
míos!... ¡Y todos!... Os perdono... ¡pero amadme!... ¡Decídmelo de una
vez... decidme que soy vuestro Rey y que aceptáis reconocidos el don
incomparable de mi Sagrado Corazón!...
(Pausa)
(Somos indignos de ese don; humillémonos, y puesto que tan grande es su
misericordia, reclamémosle el obsequio celestial que nos ofrece para
santificarnos y darle gloria).
LAS ALMAS: Señor Jesús, no
aguardes que, cediendo a tu reclamo, te ofrezcamos nuestros corazones
pobrecitos... no. Tómalos, pues, que son tuyos; ¡ah, pero en cambio,
danos para siempre tu Divino Corazón!
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a la Virgen María, dánoslo, Jesús, en las horas de fervor,
cuando sintamos los deseos vehementes de amar y de sufrir como los
santos.
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a San Juan, dánoslo, Jesús, en las horas tan contadas de paz, y
cuando disfrutemos de la dulce tranquilidad de una conciencia pura... o
perdonada...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a tus tres amigos de Betania, dánoslo, Jesús, en las horas del
pesar y la tristeza, cuando caigan sobre nuestras almas las tormentas
del dolor...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a los Apóstoles predestinados del Tabor y de Getsemaní,
dánoslo, Jesús, en las horas de la exaltación o de la prueba...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a la arrepentida Magdalena y a las hijas compasivas de
Jerusalén, dánoslo, Jesús, en las horas de flaqueza humana o cuando nos
solicita la gracia del remordimiento...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a la obra de tu Iglesia, dánoslo, Jesús, en las horas del
combate, cuando ella nos reclame el tributo de nuestro celo y también de
nuestro sacrificio...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a los santos Bernardo, Agustín y Francisco de Sales, Matilde y
Gertrudis, precursores felices de esta admirable devoción, dánoslo,
Jesús, en las horas de las resoluciones, cuando Tú te acercas en demanda
de mayor fervor...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
Por amor a tu Esposa y primera apóstol, Margarita María, dánoslo, Jesús,
en todos los momentos de la vida, y sobre todo en el trance final de
nuestra muerte...
(Todos en voz alta) Danos para siempre tu Divino Corazón.
¡Oh, sí!, entréganos tu Corazón como una vida, como un oasis, como un
cielo... Y, aunque no lo merezcamos, confíanos, Jesús, con él todos sus
tesoros de luz, de paz, de fortaleza, pues en este santuario divino
queremos aprender a amarte... y a darte gloria... ¡Jesús, nos diste ya
tu Cruz..., nos diste tu Madre... nos diste tu Sangre... danos ahora
para siempre, Señor, danos, desde el destierro, el paraíso de tu
Corazón! Con él, no ambicionamos ya nada más en el cielo ni en la
tierra...
(Pausa)
(Pedidle gracia de fidelidad y gracia de generosidad para pagar al Señor
el don incomparable de su Corazón... Rogadle que esta Hora Santa os
traiga una nueva luz, una gran luz, para apreciar la amabilidad y
largueza infinitas de un Dios, que os ofrece la fuente de su propia
vida; para daros nueva vida... Humillémonos, confundámonos... y sobre
todo, amemos a Aquel que nos ha amado tanto... Oigamos su voz...)
JESÚS: Me llamáis Señor y
Maestro, y decís, verdad, porque efectivamente lo soy... ¡Pero aquí, en
el Sagrario..., me siento feliz, hecho esclavo del hombre por amor del
hombre ingrato!... Y al darme a vosotros, al llamaros ante mi altar...
al solicitar vuestro cariño... al obsequiaros mi Sagrado Corazón... ¡ah!
Yo que soy Señor del cielo y Maestro de la tierra, busco mi
satisfacción y mi consuelo entre vosotros, flores del campo... arenas
del desierto... Yo os amo... pero tanto... ¡tanto!... que me he creado
una necesidad divina de vosotros... Sin vosotros, que me habéis
ofendido... sin vosotros que me habéis olvidado... sin vosotros, que me
habéis pospuesto a las vulgaridades de la tierra... sin vosotros, hijos
pródigos de mi hogar, ¡Yo, Jesús, no podría vivir!... Mi cielo, sin
vosotros, los redimidos de sangre, mi cielo... sería el destierro del
Hijo del Hombre, si yo no tuviera por diadema de amor a esos mismos
hombres. ¡Me costasteis tanto!
Reconocedlo así vosotros, los mejores del rebaño, confesádmelo en esta
Hora Santa, porque el mundo no quiere persuadirse que lo amo en tanto
grado... Decidme que aceptáis el tesoro de mi Corazón Divino, en
obsequio mío, por mi triunfo, por mi gloria, porque Yo, Jesús, el Dios
de los Tabernáculos, he creado el corazón humano para descansar en él,
para convertirlo en el edén de todas mis delicias... Soy el Dios de la
eternidad... y mi Corazón os necesita aquí en el tiempo... ¡Necesito
convivir con vosotros mis hermanos!
Estoy fatigado... estoy herido y triste, no demoréis, venid con gran
amor y brindadme, con fe viva, un hospedaje de ternura, de ardorosa fe,
de caridad consoladora en vuestras almas... ¡Soy Jesús... tengo hambre
de vosotros... habladme... abridme... amadme!... ¡oh! ¡Amadme sin
medida!
(A esto cabalmente hemos venido; a hablarle, a abrirle el alma, o
dársela encendida en gran amor... ¡Qué confesión la de Jesús;
necesitarnos y... constituirse en mendigo de una caridad que le debemos
en conciencia!... Respondámosle con una protesta de amor ardiente,
apasionado... porque es más bien nuestro corazón quien lo necesita a
Él).
LAS ALMAS: Al verte tan de
cerca y tan benigno, lejos de exclamar como tu apóstol: “Apártate,
Señor, aléjate, porque somos miserables pecadores...”, queremos, por el
contrario, abalanzarnos a tu encuentro, acortar las distancias y
estrechar la dichosa intimidad entre tu Corazón y los nuestros...
(Lento y cortado)
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando los soberbios
gobernantes de la tierra maldigan de tu ley y de tu nombre... acuérdate
que somos tuyos... que estamos consagrados a la gloria de tu Divino
Corazón!...
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando las muchedumbres
agrupadas por Luzbel y lo sectarios, sus secuaces, asalten tu santuario y
reclamen tu sangre... acuérdate que somos tuyos... que estamos
consagrados a la gloria de tu Divino Corazón!...
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando gimas por los
vituperios y por las cadenas con que ultrajan a tu Iglesia santa los
poderosos y aquellos mentidos sabios cuyo orgullo condenaste con
dulcísima firmeza... acuérdate que somos tuyos... que estamos
consagrados a la gloria de tu Divino Corazón!...
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando millares de
cristianos hagan caso omiso de tu persona adorable... y te lastimen
cruelmente con una tranquila prescindencia, que es un puñal de hielo,
clavado en tu pecho sacrosanto... acuérdate que somos tuyos... que
estamos consagrados a la gloria de tu Divino Corazón!...
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando tantos buenos y
virtuosos te midan con avaricia su cariño, te den con mezquindad
aborrecible su confianza... y te nieguen consuelo en sacrificio y
santidad... acuérdate que somos tuyos... que estamos consagrados a la
gloria de tu Divino Corazón!...
¡Ven, Jesús... ven a descansar en nuestro amor, cuando te oprima la
deslealtad, cuando te amargue la tibieza de las almas predestinadas,
que, por vocación, debieran ser enteramente tuyas siendo santas...;
entonces, como nunca, en esa hora de sin par desolación, acuérdate que
somos tuyos... torna aquí los ojos atristados, suplicantes... no olvides
que estos hijos estamos consagrados para siempre a la gloria de tu
Divino Corazón!...
Sobre el altar de nuestro sacrificio, por tu gloria, queremos que se cante esta palabra: ¡VIVA TU SAGRADO CORAZÓN... VENGA A NOS TU REINO!
(Si sentís remordimiento de alguna falta íntima... de alguna recaída en
una culpa, en una falta de generosidad que sabéis le hiere mucho,
aprovechad y pedid al Señor Jesús un perdón generoso... Él lo sabe
todo... pero quiere nuestra protesta de amor y de arrepentimiento... –Pausa–. No os canséis, volved a oír la voz del dulcísimo Maestro):
JESÚS: Todo mi afán, hijitos
míos, es veros saborear mi vida... Os la di con mi sangre..., y quiero
que la viváis... Os la doy con mi Corazón... que él sea vuestra nueva
vida... Lo quiero porque me necesitáis en vuestras debilidades de
conciencia... en la flaqueza de vuestros propósitos... en la
inconstancia de vuestra caridad... Venid vosotros, los predestinados de
mi Eucaristía... ¡Yo soy la Fortaleza!
(Lento y cortado)
Saboread mi vida; os la doy en mi Corazón, para cuando sintáis el embate
de las tentaciones... No desmayéis, no cedáis a las insinuaciones del
enemigo de vuestro cielo... sed fuertes, sosteneos en mi gracia, no me
abandonéis, para no quedar solos en la lucha por la paz...Venid vosotros
los predestinados de mi Eucaristía... Yo soy la recompensa, sólo Yo soy
la Victoria. Saboread mi vida: os la doy en mi Corazón, para cuando
sintáis el asalto de las creaturas que me disputan vuestro corazón, que
quieren apegaros a la tierra, que ambicionan distraeros del pensamiento y
del amor de vuestro Dios... Desengañáos, no prestéis oído a este mundo
seductor y mentiroso... Resistid con valentía y venid vosotros los
predestinados de mi Eucaristía... Yo soy vuestro solo confidente,
vuestro Amigo fidelísimo....
Saboread mi vida... os la doy en mi Corazón para cuando sintáis el
aguijón del remordimiento, cuando os rindáis al peso de vuestros
pecados, cuando vuestra gran miseria os acuse y os abrume con pesadumbre
de montaña justiciera... Levantaos de esa postración, no lloréis sin
esperanza en las caídas de la culpa... pobrecitos, enfermos,
pecadores... Venid, sois siempre míos por mi gran misericordia... Venid,
sois los predestinados de mi Eucaristía... Yo soy el Perdón de Dios...
¡soy el amor!
Saboread mi vida: os la doy en mi Corazón, para que cuando sintáis el
nublado espeso de la tristeza y el torcedor de la amargura... ¡Qué
triste! ¡Oh, qué sombría e incierta es la vida...! No la maldigáis ni
perdáis el tesoro de vuestras lágrimas preciosas... No os acongojéis en
demasía, ni gimáis en desamparo y solos... Venid... ¡Oh, venid..., sois
los predestinados de mi Eucaristía... no tardéis... Yo soy néctar y
bálsamo... Yo soy el Consuelo... me llamo Jesús!
(Pausa)
(Nos da su Corazón, no sólo para buscarse un consuelo... nos lo da para
brindarnos Fortaleza, nueva vida y gran misericordia; nos lo da para
nosotros, en beneficio nuestro... Agradeced ese don, reclamadle con
fervor para vosotros... conjuradle que os lo guarde en prenda de amor en
el tiempo, en la muerte... y en la eternidad).
(Pausa)
LAS ALMAS: Gracias, Señor
Jesús, por la misericordiosa ternura con que, previniendo nuestros
males, nos ofreces el remedio prodigioso de tu Corazón... Gracias por la
preocupación incomprensible de nuestros intereses que debieras olvidar,
en castigo de nuestros propios olvidos y de tantas ofensas... Gracias,
Jesús benigno y manso del Sagrario... Mira, en retorno del más íntimo
reconocimiento, en desagravio de las ingratitudes ajenas y propias,
queremos en esta Hora Santa, nosotros los preferidos de tu grey
pequeñita, pensar con ansias de amor en tus sacrosantos intereses... Son
tantos los conjurados que traman el complot deicida de la blasfemia, de
la negación pública y social de tu realeza... Son tantos los culpables
comprometidos, Jesús, en guardar un silencio que te condena con la
hipocresía de quien no se digna siquiera nombrarte, o, lo que es más
hiriente, de quien aparenta ni siquiera conocerte... Y te azotan... y te
despojan... y te escupen... y por razones que llaman de justicia y de
paz social, ¡piden tu destierro y decretan tu muerte! ¡No, Soberano del
Amor, mil veces no! Aquí congregados como en un cenáculo, vivificados
por el fuego del Pentecostés de tu Divina Eucaristía, protestamos de ese
deicidio legal de nuestra época; e inflamados por el celo de la gloria
de tu causa, te aclamamos Vencedor y Rey, te exigimos el triunfo de tu
caridad, prometido a las huestes que combaten al grito de “VIVA EL
SAGRADO CORAZÓN”... ¡No queremos que otro reine, sino sólo Tú!...
Acércate, dulcísimo Maestro y aquí, en medio de los tuyos, estrechándote
tus hijos, recibe de su mano la diadema, que quisieran arrebatarte los
que, siendo polvo de la tierra, se llaman poderosos, porque, en los
abatimientos de tu humildad, se imaginan injuriarte de más alto...
Adelántate triunfante en esta ferviente congregación de hermanos... no
borres las heridas de los pies ni de tus manos... no abrillantes, no
hermosees, deja ensangrentada tu cabeza... ¡Ah!, y no cierres, sobre
todo, deja abierta la profunda y celestial herida de tu pecho... sí, Rey
de sangre, así, cubierto con esa púrpura de amor y con la túnica de
todos los oprobios... sin transfigurarte..., Jesús, tal como eres, el
mismo Jesús de la noche espantosa del Jueves Santo, preséntate,
desciende y recoge el hosanna de esta guardia de honor, que vela por la
gloria del Corazón de Jesús, Su Rey.
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los reyes y gobernantes podrán conculcar las tablas de tu ley, pero, al
caer del sitial de mando, en la tumba del olvido, tus súbditos
seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los legisladores dirán que tu Evangelio es una ruina, y que es deber
eliminarlo en beneficio del progreso..., pero, al caer despeñados en la
tumba del olvido, tus adoradores seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los malos ricos, los altivos, los mundanos, hallarán que tu moral es de
otro tiempo, que tus intransigencias matan la libertad de la
conciencia... pero, al confundirse con las sombras de la tumba y del
olvido, tus hijos seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los interesados en ganar alturas y dinero vendiendo falsa libertad y
grandeza a las naciones... chocarán con la piedra del Calvario y de tu
Iglesia... y al bajar aniquilados a la tumba del olvido, tus apóstoles
seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los heraldos de una civilización materialista, lejos de Dios y en
oposición al Evangelio... morirán un día envenenados por sus maléficas
doctrinas, y al caer a la tumba del olvido, maldecidos por sus propios
hijos, tus consoladores seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los fariseos, los soberbios y los impuros habrán envejecido estudiando
la ruina, mil veces decretada, de tu Iglesia... y al perderse derrotados
en la tumba de un eterno olvido... tus redimidos seguiremos exclamando:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
¡Oh, sí!, que viva y, al huir de los hogares, de las escuelas, de los
pueblos Luzbel, el ángel de tinieblas, al hundirse eternamente
encadenado a los abismos, tus amigos seguiremos exclamando por los
siglos de los siglos:
(Todos en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
¡VIVA EN EL TRIUNFO DE TU EUCARISTÍA Y DE TU IGLESIA!... ¡VIVA PARA SIEMPRE TU SAGRADO CORAZÓN!
Señor, tenemos que despedirnos dejándote confiado, en ese altar, a la
adoración de tus ángeles y a las alabanzas de la Virgen Madre... Nos
vamos, Jesús, de tu lado, mas dejando nuestros corazones en la llaga
sangrienta y celestial del tuyo... ¡Ah!, y al despedirnos en esta tarde,
“más hermosa que alborada”, consiente, Salvador y Hermano, Señor y
Amigo, consiente, ¡oh Dios aniquilado!, que te recordemos a muchos
desgraciados que no están aquí, a tus plantas, ¡ay!, que te han dejado
culpablemente...
(Lento y cortado)
Eres tan dulce, Jesús-Eucaristía, da una victoriosa luz a tantos ciegos
que no quieren ver tus maravillas... ni reconocerte a ti como el
Camino... hazlo por tu Madre y por tu Corazón...
Eres tan tierno, Jesús-Eucaristía, da paz a tantos que la buscan
extraviados en la orgía seductora de un mundo que, cantando, vende
lágrimas y muerte... Sé Tú su esperanza... hazlo por tu Madre y por tu
Corazón...
Eres tan compasivo, Jesús-Eucaristía, sacia el hambre de amor, de amor
inmenso que ha desviado a tantos pródigos... Son infelices y ¡cómo no
serlo... lejos del manantial de tus altares!... Vuélvelos a tu
Costado... que reconozcan que Tú, que sólo Tú eres la vida y el amor...
Hazlo por tu Madre y por tu Corazón.
Eres tan amoroso, Jesús-Eucaristía, endulza los llantos desesperados de
aquéllos que por sufrir las horribles decepciones de la vida, sin el
apoyo de tu gracia se han envenenado con sus lágrimas... y se encuentran
¡infelices! en un abismo muy distante de los goces de la tierra, y más
distantes aún de las delicias de un eterno paraíso... Baja hasta esos
desgraciados... búscalos, sal a su encuentro con aquellas palabras que
hacen estallar torrentes, mares, cielos, de júbilo indecible, en las
regiones de la eternidad... hazlo, Jesús, por tu Madre, hazlo por tu
Corazón...
(Pausa)
¿Qué tengo yo, ¡oh Divino prisionero!, que Tú no me hayas dado?
¿Qué sé yo que Tú no me hayas enseñado?
¿Qué valgo yo, si no estoy a tu lado?
¿Qué merezco yo, si a ti no estoy unido?
¡Perdóname los yerros que contra ti he cometido!
Pues me creaste sin que lo mereciera.
Y me redimiste sin que te lo pidiera.
Mucho hiciste en crearme,
Mucho en redimirme,
Y no serás menos poderoso en perdonarme...
Pues la mucha sangre que derramaste,
Y la acerba muerte que padeciste.
No fue por los ángeles que te alaban,
Sino por mí y demás pecadores que te ofenden...
Si te he negado, déjame reconocerte;
Si te he injuriado, déjame alabarte;
Si te he ofendido, déjame servirte;
Porque es más muerte que vida,
La que no está empleada en tu santo servicio...
(Nombradle aquí alguien cuya conversión os interese grandemente).
Y ahora, ocúltanos en él como una lágrima querida de tu Madre... No
consientas que por nuestra flaqueza, te nos roben, de ese edén, las
creaturas... Llámanos, mándanos venir a ti... y puesto que hemos
conocido las bellezas del Corazón del Hermano, del Amigo, del Rey, de
nuestro Dios, del benignísimo Jesús... queremos quedarnos ahí para
siempre, pero, después que escribas en él nuestros nombres, ahora mismo,
mientras te adoramos aquí en tu amado tabernáculo...
Señor, haz a tus hijos dulcísima violencia... esclavízanos en la prisión
de caridad de tu Costado..., donde te adoremos y te amemos... donde
vivamos de tu vida... donde te cantemos, Jesús, por los siglos de los
siglos, glorificándote en las misericordias inefables de tu Sagrado
Corazón: ¡VENGA A NOS TU REINO!...
(Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes. Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores. Padrenuestro y Avemaría
pidiendo el reinado del Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y
diaria, la Hora Santa y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino
en hogares, sociedades y naciones).
(Cinco veces) ¡CORAZÓN DIVINO DE JESÚS, VENGA A NOS TU REINO!
(Lento y cortado)
Señor Jesús, hemos podido velar una hora contigo en Getsemaní y gustosos
quedaríamos encadenados al Sagrario para siempre, si tu amor lo
consintiera... Nos vamos llevando paz, mucha paz, consuelos divinos y
nueva vida... ¡Ah!, pero, sobre todo, nos despedimos con la satisfacción
de haberte dado a ti, amadísimo Maestro, alivio de caridad, desagravio
de fe y reparación de amor que reclamaste, entre sollozos, a tu
confidente Margarita María... Atiende, pues, los niños que comulgan...
¡sé su Amigo!... Señor Jesús, acoge manso y bueno, nuestra última
oración:
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé la perseverancia de fe y de inocencia de los niños que comulgan... sé su Amigo!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé el consuelo de los padres del hogar cristiano... sé su Vida!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé el amor de la multitud que sufre, y de los pobres que trabajan... sé su Rey!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé la dulcedumbre de los afligidos, de los tristes... sé su Hermano!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé la fortaleza de los tentados, de los débiles... sé su Victoria!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé el fervor y la constancia de los tibios... sé su Amor!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé el centro de la vida militante de la Iglesia... sé su Lázaro triunfante!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé el celo ardiente y victorioso de tus apóstoles... sé su Maestro!
¡Corazón Agonizante de Jesús, triunfa... y sé en la Eucaristía la
santidad y el cielo de las almas... sé su paraíso de amor... sé su Todo!
Y mientras llega el día eterno y venturoso de cantar tus glorias,
déjanos, dulcísimo Maestro, sufrir, amar y morir sobre la celestial
herida del Costado, murmurando ahí, en la llaga de tu amante Corazón
esta palabra triunfadora: “¡VENGA A NOS TU REINO!”.
(Cinco veces en honor de las cinco llagas) ¡Corazón Divino de Jesús!
(Todos) ¡Venga a nos tu reino!
Acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Purísimo Corazón de María
Doy y consagro al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo mi cuerpo,
mi alma, mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, a fin de que todo
cuanto hay en mí sólo se emplee en honrarle, amarle y glorificarle.
Tengo la firme resolución de entregarme a Él sin reserva y de
emprenderlo todo por su amor, renunciando gustoso, a todo aquello que
pueda desagradarle. De hoy en adelante seréis Vos, oh Corazón adorable,
el objeto único de mi amor, el protector de mi vida, la esperanza de mi
salvación, el remedio de mi flaqueza y de mi inconstancia, el reparador
de todas mis faltas, y mi más seguro asilo en la hora de mi muerte.
Reconciliadme, pues, oh, Corazón bondadoso, con Dios vuestro Padre, y
apartad de mí los dardos de su cólera. Oh, Corazón amantísimo, en Vos
pongo toda mi confianza, porque, si mi malicia y mi debilidad son para
mí un justo motivo de temor, vuestra bondad me hace esperarlo todo de
Vos. Que vuestro sagrado fuego consuma en mí todo lo que pueda
desagradaros y estorbar la libre acción de vuestra gracia. Que vuestro
purísimo amor abrase de tal modo mi corazón, que no pueda jamás
olvidaros ni separarme de Vos. Dignaos grabar en Vos mi nombre, porque
mi más ardiente anhelo es que toda mi felicidad y mi gloria consistan en
vivir y morir como esclavo vuestro.
Y Vos, oh Corazón de María, estrecha e inseparablemente unido con el
Corazón de Jesús, mi deseo es que, después de vuestro Hijo, ocupéis el
primer lugar en mi corazón, que desde ahora os ofrezco y os consagro.
Vos seréis siempre el objeto de mi veneración, de mi amor y de mi
confianza. Procuraré conformar mis sentimientos y afectos con los
vuestros, y el estudio continuo de mi vida será imitar vuestras
virtudes. ¡Oh Madre bendita! dignaos abrirme vuestro Corazón y recibirme
en él junto con vuestros verdaderos hijos y vuestros fieles siervos.
Alcanzadme la gracia que necesito para imitar vuestro admirable Corazón,
así como Él ha imitado el de Jesús; amparadme en los peligros,
consoladme en las aflicciones; enseñadme a sacar el provecho debido de
los bienes y de los males de esta vida; protegedme siempre y sobre todo
en la hora de mi muerte.
¡Oh, divinos Corazones de Jesús y de María! a cuyo servicio me consagro,
haced que ahora y siempre sea vuestro verdadero hijo. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)