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viernes, 23 de septiembre de 2016

EN VENEZUELA, COMO NO HAY MEDICINAS, RECURREN A LA MAGIA NEGRA PARA CURAR A LOS ENFERMOS

ADVERTENCIA
Precisamos que la Santa Escritura CONDENA tajantemente el espiritismo y la hechicería, pero publicamos esta noticia del DAILY MAIL para denunciar que estas prácticas son la causa y la consecuencia de la tiranía que se vive en Venezuela (y Cuba). CONTENIDO DEMASIADO GRÁFICO
  
Antes de leer el siguiente artículo, aconsejamos rezar la oración a San Miguel Arcángel y tres Padrenuestros, con su Ave María y Gloria.
 
¿No hay drogas? Intentemos la MAGIA NEGRA: Venezolanos desesperados se vuelven a las carnicerías rituales para salvar a sus parientes enfermos mientras la colapsante economía deja a los hospitales con anaqueles vacíos y sin medicinas
  
Por Jake Wallis Simons -Editor global asociado en Caracas para DAILY MAIL ONLINE
  
Jaime Otrupo cantó una oración solemne, y entonces arrancó la cabeza de un pollo de su cuerpo, dejando que la sangre cayese a una olla de terracota ceremonial como una ofrenda a los dioses.
 
A sus pies estaban los cuerpos sacrificados de una paloma y un pollo, ambos decapitados con un cuchillo de cocina mientras su esposa y su joven hija lo observaban.

    
Este ritual perturbador, que fue filmado por MailOnline en la sala de estar del señor Otrupo en Caracas, Venezuela, puede parecer cruel a los ojos occidentales. Pero para este padre de cinco hijos, la ceremonia tradicional de sanación fue un acto de desperación.
 
La hija del señor Otrupo, Yansaire, de siete años de edad, estaba sufriendo de leucemia y los hospitales de la ciudad no tienen medicamentos contra el cáncer. El repartidor estaba esperanzado en que los dioses pudieran triunfar en donde el Estado socialista había fracasado.
 
Este hombre de 43 años es uno de miles de venezolanos que se vuelven a la magia negra en un frantic intento de curar a sus seres queridos enfermos entre la creciente carestía en el colapsado país izquierdista.
 
Filas para alimentos, hiperinflación y crimen han sido parte de la vida diaria desde la caída en los precios mundiales del petróleo, que ha dejado postrada a la economía local.
 
Los estantes de los hospitales están vacíos, dejando a venezolanos desesperados a pedirle a amigos y parientes fuera del país por medicinas. Algunos incluso permutan medicinas por internet.
 
Cuando MailOnline visitó el hospital de El Algodonal, uno de los más grandes en Caracas, no había agua corriente ni papel sanitario, ni mucho menos medicamentos.
 
Una bebé de cinco meses yace respirando con dificultad en una camilla sucia pues no hay drogas para su asma agudo. Su madre, también, estaba considerando aplacar a los dioses.

  
En los últimos años, la Santería –un sistema de creencias caribeño que combina elementos del catolicismo, chamanismo indígena americano y tradiciones de los esclavizados traídos de África– ha estado creciendo vertiginosamente en Venezuela.
 
Yansaire, que ha tenido cáncer desde los cuatro años, ha estado dentro y fuera de los hospitales desde que puede recordar. Su padre ha sacrificado animales por su salud en varias ocasiones.
 
‘Le pedimos a la diosa Oshún que acepte las vidas de las aves y salve a nuestra hija’, dice el señor Otrupo, sosteniendo a la niña en sus brazos.
 
‘Mañana ella necesita otra sesión de quimioterapia. Buscamos la medicina para eso, pero esa es nuestra última dosis. Solo los dioses pueden ayudarla’.
 
Las aves muertas en la ceremonia de sanación costaron $6, más de un tercio del salario mensual del señor Otrupo. La carne de ellos no se comerá, pues se piensa que han absorbido la negatividad de la enfermedad de la pequeña.
  
‘Valdrá la pena el dinero gastado si Yansaire puede ser curada’, dijo su esposa, Gracie Silva, de 38 años. ‘Es mucho más barato que las drogas’.
 
Mientras los tiempos se hacen más duros en Venezuela, la venta de objetos rituales, hierbas y pociones parecen estar en auge, con brujas y santeros reportando más demanda que nunca por sus servicios.
 
En el centro de Caracas, muchas tiendas tienen anaqueles vacíos y pocos clientes. Pero en la tienda Mundo Esotérico –que vende ollas de cerámica, ídolos y géneros requeridos para los rituales de santería– una fila de clientes aguarda en la puerta.
 
 
Cinco miembros de la nómina atienden el local, y fajos apretados de la devaluada moneda cambian de manos. Las velas son particularmente populares; un nuevo envío ha llegado al lugar y los precios aumentan diariamente mientras el dinero comienza a menguar.
 
‘La economía está mal pero el negocio está bien, aunque el gobierno solamente permite quedarnos con el 30 por 100 de las ganancias’, dijo a MailOnline José Tabares, de 45 años, propietario del local.
 
‘Nuestros productos están más costosos cada semana, pero aún la gente está comprando. Puesto que la economía empeora, ha habido una demanda masiva. La santería es una religión costosa, pero la gente busca una forma de sobrevivir’.
 
La tienda también tuvo una gran sección de apotecarios, donde pociones para riqueza, amor o buena suerte eran mezcladas por encargo. Estas pócimas, compuestas de vainilla, almizcle, mandarina y hojuelas de oro y plata, tenían que ser bendecidas por los curanderos antes de ser efectivas –a un coste mayor-.
 
Calle abajo, una tienda herbalista llamada Botánica El Inle de Ozaín, que ha estado en el negocio por 35 años, estuvo ejerciendo un negocio rentable.
 
Manojos de hojas y plantas, guardadas en una fila de refrigeradores a lo largo de la pared, fueron prescritas para una gran variedad de enfermedades, desde la diabetes y el Zika hasta el dengue y el cáncer.
 
Un curso de tratamiento podía costar hasta US$2 la semana –una suma astronómica en un país donde el salario promedio es de US$14 mensuales–.
  
  
‘A veces las hierbas funcionan, a veces no’, admitió Roselyn López, de 17 años, cuyo abuelo fundó el local.
 
‘En el hospital, la gente está muriendo porque allí no hay medicinas. Ellos harán lo que sea para encontrar la salud’.
 
Supérfluo es decirlo, pero los chamanes de las barriadas están en alta demanda. En un sótano mal ventilado, en el barrio bajo Antímano al oeste de Caracas, una chamán en sus setentas llamada Isabel y su asistente, Tibisay, de 52, vendía bendiciones, vaticinios e invocaciones a la comunidad local.

 
Su especialidad es adorar a dioses gángster (‘Corte malandra’), una práctica que es común en Venezuela. Sobre un altar improvisado habían ídolos que representaban criminales muertos, a los cuales ellas invocaban para protección espiritual.
 
Ismaelito González, un malandro asesinado en los años sesenta, es representado vistiendo una gorra roja de béisbol y gafas de sol, a menudo sobre una motocicleta. Después de su muerte, le dijeron que se había arrepentido de su modo de vida y juró que enmendaría ayudando a los vivos.
 
Otras deidades malandras –Luisito, Pincho, Rafaelito– tienen historias similares. Sus devotos los propician repetidamente cada día chasqueando sus dedos tres o cuatro veces y signándose ellos mismos. Y ellos frecuentemente gastan dinero en chamanes.
 
‘Los espíritus tienen el poder de sanar a las personas en el plano físico, espiritual y astral, pero los hospitales sólo pueden sanar tu cuerpo físico’, dijo Isabel después de realizar una invocación. ‘Los espíritus pueden protegerte, también’.
 
Ella entonces describió cómo recientemente un niño fue disparado 10 veces fuera de su casa, pero todas las balas fallaron, porque ella estaba adorando una deidad llamada Franciscito en ese momento.
 
‘En Venezuela, todo está embrujado’, dijo. ‘Cuando la gente está muriendo de hambre, ellos vuelven a los espíritus’. Y por una cuota, ella oficia como médium.
 
De vuelta a la casa del señor Otrupo, el ritual de sanación concluyó. Él y su esposa aún abrazan a su sufriente hija, cuyo rostro fue cubierto con una mascarilla médica.
 
‘Dos años atrás, ella tuvo aire atrapado en su corazón y estuvo en cuidados intensivos. Hicimos la misma ceremonia y ella se mejoró’, dijo el señor Otrupo. ‘Necesitamos que Oshún nos ayude de nuevo. No nos queda nada sino la fe’.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)