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lunes, 6 de agosto de 2018

EL SITIO DE BELGRADO, LA VICTORIA QUE ESTABLECIÓ LA SOLEMNIDAD DE LA TRANSFIGURACIÓN

Batalla de Belgrado (artista desconocido, siglo XIX)
 
La razón por la que la Transfiguración del Señor se celebra hoy 6 de Agosto, es en acción de gracias por la victoria del conde Juan Húnyadi y sus aliados sobre el sultán otomano Mehmet II en el Sitio de Belgrado (4 de Julio a 6 de Agosto de 1456), batalla que como dijera el Papa Calixto III, «decidió el destino de la Cristiandad». Esta es la historia:
 
Belgrado (“La Ciudad Blanca” -Београд en serbio, Nándorfehérvár en antiguo húngaro) era la capital del Despotado de Serbia, un principado heredero del Imperio Serbio y de la Serbia Morava, que sucumbieron tras la derrota en la batalla de Kosovo (15 de Junio de 1389), infligida por el sultán Murad I que, por ironías del destino, no vio el resultado de la batalla, pues murió apuñalado por el caballero serbio Miloš Obilić, considerado héroe nacional de Serbia. Belgrado era tenida como “la llave de Hungría”, y un objetivo militar estratégico, ya que significaba la entrada a Hungría, el reino cristiano más fuerte de Europa centro-oriental, luego de la caída de Constantinopla el 29 de Mayo de 1453 a manos de Mehmet II Fatih (الفاتح, “El Conquistador” en turco otomano).
 
Entrada de Mehmet II a Constantinopla (Fausto Zonaro, Museo del palacio Dolmabahçe, Estambul). Tras esta victoria, los turcos querían conquistar más territorios de Europa, e incluso Mehmet decía «Dentro de dos meses estaré comiendo tranquilamente en Buda».
 
Las tropas de Mehmed II eran numerosas (de treinta mil a cien mil soldados, dependiendo de los cronistas), por lo que el déspota (título bizantino y serbio equivalente a príncipe) Đurađ Branković, hijo de Vuk Branković (tenido en la tradición popular como traidor y culpable de la derrota de Kosovo), quien disponía de unos cinco mil soldados, pidió ayuda al rey Ladislao V “El póstumo” Jallegón (que huyó a Viena a causa de la impopularidad que tenía entre su pueblo), quien envió al voivoda (duque) de Transilvania Juan Húnyadi, el anterior regente de Hungría. Él logró reunir bajo su mando y a su costa (la nobleza húngara no gustaba de él) una tropa de quince mil hombres, a los que se sumaron alrededor de treinta y cinco mil campesinos y artesanos, mal armados, pero firmemente convencidos de la causa por la que luchaban. Estos campesinos fueron comandados por San Juan de Capistrano -patrono católico de Belgrado y de los capellanes castrenses-, quien por orden del legado pontificio Juan de Carvajal, predicó la Cruzada contra los turcos.
  
Juan Húnyadi
   
San Juan de Capistrano
   
Así, los cristianos podían oponer unos cincuenta mil hombres al ejército turco, cuyos jenízaros (soldados de élite al servicio personal del sultán) y unos 300 cañones les daban un aire de superioridad. Aparte, la salida de la ciudad a través de los ríos Sava y Danubio estaba cortada gracias a una flota de 200 barcos otomanos. Pero, para sorpresa de Mehmet, la flota turca fue destruida el 14 de Julio, y los muros resistieron los embates de artillería y los defensores abrían fuego y lanzaban flechas contra los turcos, impidiéndole acercarse a la plaza. El sultán, agotada ya su paciencia, ordenó un asalto definitivo el día 21, logrando entrar en la ciudad y se lanzaron sobre la fortaleza edificada en 1404 por Esteban Lazarević, donde los esperaba el conde Húnyadi. Bajo sus órdenes, los soldados defensores arrojaron madera embadurnada de alquitrán y posteriormente le prendieron fuego, quemando vivos a los asaltantes jenízaros. En otro sector de la ciudad, las tropas del conde Miguel Szilágyi, cuñado de Húnyadi, vencieron a otro contingente de la armada turca.
  
Ese mismo día, un soldado turco intentó izar la bandera de la media luna en una torreta, cuando el soldado Tito Dugović (se debate si era serbio o croata) arremetió contra él y lo precipitó consigo al suelo desde lo alto del muro, cayendo muertos los dos. En honor a este soldado, se dio su nombre a varias calles de Hungría y se le propuso como modelo de patriotismo y valor.
  
El autosacrificio de Tito Dugović (Alejandro von Wagner, Galería Nacional de Hungría)
  
Al día siguiente, fue la batalla definitiva. No se sabe bien qué ocurrió, pero, al parecer, los cruzados campesinos lanzaron un ataque audaz -casi suicida- contra las líneas otomanas que habían hostigado la noche anterior. Los acontecimientos de desbordaron en saqueos al campamento turco. San Juan de Capistrano, al principio llamó al orden, pero luego al grito de «¡El Dios que lo comenzó se encargará de terminarlo!» e invocando el nombre de Jesús, dirigió con 2.000 soldados una acometida contra los otomanos por la retaguardia a través del río Sava, siendo reforzado por las tropas que Húnyadi envió desde la fortaleza. Los defensores de la ciudad salieron al ataque, sembrando el pánico entre los soldados de la Sublime Puerta. Los 5.000 miembros de la guardia jenízara del sultán no pudieron hacer absolutamente nada para revertir la situación, y Mehmet, aunque logró dar muerte a un caballero en combate singular, cayó inconsciente víctima de un flechazo que le dieron en un costado. Cuando cayó la noche, los invasores se retiraron en silencio, llevando a los heridos en 140 carros. Habían sufrido una derrota humillante: perdieron 300 cañones, 100 naves de guerra y casi 50.000 soldados -entre muertos, heridos y prisioneros-. El sultán mismo, que sobrevivió a la flecha, intentó envenenarse en la ciudad de Sarona al enterarse de la derrota, lo que fue impedido a duras penas por sus cortesanos.
  
Durante el asedio, el Papa Calixto III ordenó que las campanas de las iglesias de toda Europa tocaran al medio día para invitar a los fieles a orar por la milicia cristiana, que se materializó el 6 de Agosto, cuando se tuvo por terminado el mismo. Pero en muchos lugares (Inglaterra, España y Portugal por ejemplo), la orden llegó después de conocerse la victoria, por lo que las campanas sonaron en celebración de tan inesperada victoria, permaneciendo la costumbre hasta el presente. Al año siguiente, el Papa decretó que en ese día se celebraría la Transfiguración del Señor por toda la Iglesia, dedicándose en honor a este misterio -y de la advocación de Jesús, Divino Salvador del Mundo- muchas iglesias (como dato curioso, la isla bahameña de Guanahani, donde Cristóbal Colón llegó en la madrugada del 12 de Octubre de 1492, fue llamada San Salvador).
 
Sin embargo, la otra cara de la victoria fue que, a causa de la cantidad de muertos, la plaga se desató en torno a la ciudad y la fortaleza de Belgrado. Juan Húnyadi moriría a causa de ella el 11 de Agosto, suceso que conmovió al mismo Mehmet; San Juan de Capistrano, de quien decían que tenía más autoridad sobre los soldados que el propio rey, resistió hasta el 23 de Octubre, cuando murió. Y, el 29 de Agosto de 1521, bajo Solimán I “El Magnífico” (o como le conocen en Turquía, Kanunî/قانونى  “El Legislador”), el imperio otomano tomó Belgrado tras 34 días de sitio y, el 29 de Agosto de 1526, el reino de Hungría fue destruido en la batalla de Mohács, y Solimán recuperó los cañones perdidos en la anterior batalla por su abuelo.
  
Hoy, a más de 460 años de tan gloriosa jornada, el panorama es el mismo y diferente a la vez. El mismo, porque el islam está invadiendo tierras de Europa por medio de los “inmigrantes” y “refugiados”, e imponiendo su ley sharia en donde llegan, invitados por la izquierda globalista seglar (Pedro Sánchez Pérez-Castejón) y eclesiástica (Jorge Mario Bergoglio) a órdenes del judío György Schwartz Szűcs/George Soros. Diferente, porque en muchos países el esfuerzo cristiano está disminuído y dividido. A esto, se refería Juan Húnyadi cuando dijo en su lecho de muerte a sus soldados:
«Defended, mis amigos, la cristiandad y Hungría de los enemigos... No os peleéis entre vosotros... Si perdéis vuestras energías en altercados, sellaréis vuestro propio destino, así como cavaréis la tumba de vuestro país».

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)