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viernes, 7 de mayo de 2021

EL CASO DE LA “LOGIA HUNGRÍA” QUE INVOLUCRA A LOS MAGISTRADOS ITALIANOS

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA. Imagen tomada de internet.
   
Mientras toda Italia –gobierno y oposiciones, “main stream” y alternativos– continúan hablando siempre y solo de Covid (sic), con alguna breve mención “extra” sobre la tarima del 1 de mayo, emerge una hipótesis (ahora, más que una hipótesis) inquietante: es el caso de la “Logia Hungría”, que le hace la segunda al reciente escándalo de Magistradópolis [asimilable a la expresión “Cartel de la Toga”, N. del T.]. El tema es fundamental: ¿quién dirige los verdaderos poderes en nuestro país? ¿Desde cuándo? ¿Con qué métodos? Hay quien entre los comentadores, no deja de hacer notar cómo la P2 fuese poca cosa ante esto. Pero la noticia encuentra espacios menores. Informamos a continuación desde Il Riformista del 1 de mayo en el argumento de Piero Sansonetti, ciertamente no acusable de simpatías reaccionarias.
   
Por Piero Sansonetti
   
   
Pensaba que llovería. En cambio llovizna. Desde hacía un un año y medio, esto es desde cuando volvió a los quioscos, habla todos los días de la degradación que está arrasando al vértice de la magistratura italiana. Y de la servilidad del periodismo judicial en las Procuradurías [Ministerio Público, fiscalía o ente acusador, N. del T.]. Hemos pillado también un saco de querellas, y de polémicas, por nuestra denuncia cotidiana. Pero ni siquiera nosotros podíamos imaginar que se llegase a este punto.
   
Lo que está emergiendo a propósito de la Logia Hungría que había sustituido al Consejo Superior de la Magistratura (con conocimiento de una parte del CSM), a propósito de las conversaciones secretas que habían emergido en distintas maneras, y de los ocultamientos, y del silencio de los diarios, y de la participación de Piercamillo Davigo, y de la denuncia de Nino Di Matteo, y de las tentativas de hollar también al presidente de la República, y de los ayes de Giuseppe Conte, y de las reuniones encapuchadas… bah, todo esto nos dice que, en el fondo, también nosotros estamos dentro de aquel “pensamiento único” que no llega a acercarse a la realidad y queda siempre profundo, confiándose a una modesta imaginación. Habíamos, sí, acercado la cúpula de la magistratura (como era definida  por diferentes magistrados también bastante moderados) al recuerdo de la P2. Pero éramos muy optimistas.
   
La P2 –como han recordado recientemente en nuestras páginas Paolo Guzzanti David Romoli– era una asociación secreta con poder modesto, que no cometió grandes crímenes y que al final llegó solo a apropiarse del control del Corriere della Sera. Aquí hablamos en cambio de una organización mucho más potente. Mortal. Que sustituye las instituciones y no controla simplemente un diario sino toda la máquina de la justicia. Y que orienta la justicia, decide los nombramientos, los poderes y sobre todo las investigaciones y las sentencias. Abatiéndose como una atroz dictadura sobre la política, que la conoce y está aterrorizada, y sobre la vida personal de cientos de miles de ciudadanos que acaban en el triturador, imaginan hallarse frente a una máquina imparcial y con alto contenido moral, y en cambio se encuentran frente a una pandilla que no se ocupa mínimamente del derecho sino solo del poder. Y es capaz de espantosas vejaciones. Procesos infinitos, cárcel, picota, condenas.
   
¿Has entendido? Intento recapitular la historia en modo ultra-sintético. Pues, un fiscal milanés de gran prestigio (dicen, el heredero de Ilda Boccassini) interroga al abogado Pietro Amara, que también es el testigo clave sobre el cual se construyó el proceso a Luca Palamara. Imagino pues que sea un testigo considerado de fiar. Este testigo dice una cantidad enorme de cosas que arrojan una sombra oscura sobre muchos magistrados, enreda también al ex primer ministro Conte, y –parece– denuncia la existencia de esta Logia Hungría, que probablemente toma el nombre de la plaza Hungría en Roma. Por alguna razón que no conocemos, y que no es aclarada, el fiscal (que se llama Paolo Storari) encuentra obstáculos en sus indagaciones, y luego toma el expediente con todas las declaraciones del abogado Amara –que evidentemente no considera un mentiroso, de otro modo habría debido investigarlo por calumnia– va a Roma y lo entrega a un monstruo sagrado de la magistratura (y del partido de los fiscales) como Piercamillo Davigo, que en aquel momento es consejero del CSM y de cuya corriente hace parte de la mayoría rojo-marrón (extrema derecha más extrema izquierda) que en la época gobierna el Consejo Superior. Davigo, recibido el documento, ¿qué hace? Él ha declarado: “advierto a quien corresponda”.
   
¿Y quién sería? ¿E qué quiere decir “advierto”? Bueno. El diario del cual es editorialista y consejero número uno del director, esto es Il Fatto Quotidiano (al cual los escándalos agradan muchísimo, pero no todos, este por ejemplo le gusta muy poco…) busca defenderlo llamando en causa a Sergio Mattarella. Dice: Piercamillo le ha dicho a Mattarella, le ha dicho a Mattarella… ¿Será verdad? Esperemos que no. De otro modo el escándalo superaría en gravedad a todos los escándalos precedentes, desde la Banca Romana de hace 130 años en adelante. También, aparentemente, Davigo (que habría recibido estos documentos perturbadores hace un año), no entrega el documento al CSM. Calla. En aquellos días él está combatiendo su batalla personal (ayudado también por la política y por algunos grupos parlamentarios) para quedarse en el CSM, ilegítimamente, después de pensionarse. Mas esta batalla la pierde. En octubre debe retirarse. ¿Y qué sucede en octubre? Al parecer su secretaria entrega el documento primero a la Repubblica y después al Fatto Quotidiano. Es un delito. Los dos diarios, que siempre han publicado vagonadas de interceptaciones secretas sosteniendo la tesis de que el derecho de crónica es derecho de crónica, esta vez devienen serios. Dicen: no, no podemos publicarlo porque hay secreto. Y así la cosa queda encubierta.
   
Pero al final, dice la historia, siempre hay el riesgo que salga alguno que se acuerde que el rey está desnudo e, ingenuamente, lo hace notar. ¿Quién es? Es Nino Di Matteo. También él, recientemente, ha recibido el expediente. Dice no saber de quién. Que fue un envío anónimo. Tratemos de adivinar: o del sustituto milanés o de Davigo, o de su ambiente, a ojo. Como fuere, Di Matteo piensa un día y después denuncia. Como es su deber. “Tengo un papel. Está lleno de calumnias”. Ya, pero ¿quién le ha dicho que son calumnias? Quizá, ni Di Matteo se la cree mucho. Es solo que debe mantener aquel mínimo de diplomacia. En este punto el descrédito es general. La Repubblica se mueve denunciando todo al grito: con un título de apertura en primera plana. Justo. ¿Un poco tarde? Bueno, sí, un poco tarde. El Fatto en cambio esconde la noticia en la página 6. El pobre Antonio Massari es dejado solo para firmar todos los pedazos. Le dicen: apáñatelas tú, no nos tires al medio. ¿Al menos un editorialito de Marco Travaglio? Implora Massari. Deja estar, Travaglio está con Giorgio Pietrostefani [activista izquierdista italiano y escritor, condenado a 22 años de prisión como determinador del asesinato del policía Luigi Calabresi, N. del T., capturado el 28 de Abril en Francia, N. del T.], no tiene tiempo…  Y en primera página el Fatto continúa lanzándose contra Matteo Renzi que ha escrito un artículo filo-árabe y a denunciar el fracaso de la campaña de vacunación precisamente en el día en que se llegan a las 500 mil vacunas. Están desafortunados. Sucede.
  
¿Y ahora? Bueno, a nosotros nunca nos ha gustado el exceso de investigaciones de la magistratura. Pero aquí es imposible fingir no ver los delitos. Queremos saber primeramente quién está en esta Logia, y después entender en qué modo se procederá, desde el punto de vista judicial, ante los magistrados involucrados. Sobre todo el fiscal milanés Storari (que ha dado los documentos a Davigo) y Davigo que no los entregó al CSM. Aquí quisiéramos un fiscal para entender cuáles pueden ser los delitos que deberán afrontar. Lo hago yo, a ojo: revelación de secreto de oficio (artículo 326 del código penal, pena máxima 3 años), omisión de denuncia (art. 361, pena máxima 1 año), abuso de oficio (art. 323, pena máxima 4 años), favorecimiento (art. 378, pena máxima 4 años)…
    
Tranquilos, estoy bromeando: yo espero que ninguno indague a Davigo ni a ningún juez amigo suyo. Cierto, si las partes fuesen invertidas, y si fuésemos nosotros los del Riformista los sospechosos y Davigo el inquisidor, las cosas serían serias: probablemente nos endosarían además las acusaciones de receptación (art. 648, pena hasta de 8 años) y peculado (art. 314, pena hasta de 10 años) y en aquel punto, vista la alta probabilidad de inquinamento de las pruebas, ¡sería también el arresto! Por suerte que las partes no se han invertido…
    
P.S. Cero miedo. Sobre todo este caso indagará la Procuraduría de Roma. El procurador fue nombrado con la contribución decisiva de Davigo.
    
*En un artículo de hoy firmado por Antonio Lamorte –siempre en el Riformista– se agrega: “Los documentos que se hicieron circular, sin embargo, estaban sin firma ni sello, motivo por el cual la Repubblica y el Fatto Quotidiano habrían decidido no publicar dichos textos”.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)