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viernes, 12 de septiembre de 2025

FLORILEGIO DEL DULCÍSIMO NOMBRE DE MARÍA

El dulcísimo Nombre de María (Cristóbal de Villalpando, óleo sobre lienzo, c. 1690-1700. Ciudad de Méjico, Museo de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe).

Citas tomadas de Las glorias de María, de San Alfonso María de Ligorio, 1.ª parte, cap. X.
  • San Ambrosio: «Vuestro dulcísimo nombre, ¡oh María!, es un ungüento odorífico, que exhala el perfume de la divina gracia. Derramad en lo interior de nuestras almas este ungüento de salud» (De institutióne vírginum, cap. XIII).
  • San Bernardo: «¡Oh grande, oh pía, oh digna de toda alabanza santísima Vírgen María! Vuestro nombre es tan dulce y amable, que no puede pronunciarse sin que el que lo profiere quede inflamado de amor hacia Vos y hacia Dios, de modo que basta que se ofrezca al pensamiento de vuestros amantes, para acrecentar mucho mas en ellos su amor hacia Vos y consolarles» (En San Buenaventura, Spéculum Beátæ Maríæ Vírginis, cap. VIII).
  • San Antonio de Padua: «Dulce nombre que consuela al pecador y trae bendita esperanza. Señora, vuestro nombre está en el anhelo del alma. “Y el nombre”, dice, “de la Virgen es María”. Vuestro nombre es aceite derramado. El nombre de María es júbilo en el corazón, miel en la boca, melodía en el oído» (Sermón 2.º del Domingo III de Cuaresma).
  • San Buenaventura: «Vuestro nombre, ¡oh Madre de Dios!, está lleno de gracias y de bendiciones divinas, como dice San Metodio; de tal manera que no puede ser pronunciado sin que atraiga alguna gracia sobre el que devotamente le profiere» (Spéculum Beátæ Maríæ Vírginis, cap. VIII).
  • Ricardo de San Lorenzo: «Del tesoro de la Divinidad salió, ¡oh María!, vuestro excelso y admirable nombre, pues toda la santísima Trinidad os dio un nombre tan grande, que es superior a todo otro después del de vuestro Hijo, y le enriqueció de tanta majestad y poder, que al proferirle quiere que postrados le veneren el cielo, la tierra y el infierno» (De ládibus beátæ Maríæ Vírginis libri XII, lib. 1, cap. II, pág. 14).
  • Alano de Lila, abad del Císter: «La gloria de su nombre se compara al aceite derramado. Así como el aceite sana á los enfermos, difunde el olor y enciende la llama, así el nombre de María sana á los pecadores, recrea los corazones y los inflama en el divino amor» (Comentario sobre Cánticos II).
  • Raimundo Jordano “El Idiota”, abad de Selles: «Por más empedernido y desconfiado que sea un corazón, si este os invocare, ¡oh benignísima Virgen!, es tal la virtud de vuestro nombre que él ablandará admirablemente su dureza, porque Vos sois la que alentais a los pecadores a esperar el perdón y la gracia» (Contemplatióne de Virgo María, cap. V, 4).
  • Tomás de Kempis: «Si deseais, pues, ¡oh hermanos!, hallar consuelo en todos los trabajos, acudid a María, invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Con María regocijaos, con María llorad, con María rogad, con María caminad, con María buscad a Jesús. Con Jesús y María, en fin, desead vivir y morir. Haciéndolo así, dice, siempre iréis adelantando en el camino del Señor, pues María rogará gustosa por vosotros, y el Hijo ciertamente oirá a la Madre» (Sermones a los Novicios, 4).
  • Ludolfo de Sajonia O. Cart.: «El acordarse de vuestro nombre, ¡oh María!, consuela a los afligidos, vuelve al camino de la salud a los que se apartaron de él, y conforta a los pecadores, para que no se abandonen a la desesperación» (Vita Christi, 2.ª parte, cap. XXXVI).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)