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LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER

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NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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martes, 9 de septiembre de 2025

PRÉVOST: «LAS DIFERENCIAS DE CREDO NO DIVIDEN» 


Hoy 9 de Septiembre, León XIV Riggitano-Prévost envió un mensaje a la Conferencia sobre el Diálogo y la Armonía Interreligiosa organizada por la Nunciatura Apostólica y la Conferencia Episcopal de Bangladés en la Institución Agrícola de Bangladés en la ciudad capital Daca, mensaje leído por su prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso el cardenal siromalabar Mar George Koovakad:
Me complace enviar un saludo de amistad a los participantes en el encuentro interreligioso en Bangladés. Sobre todo, les deseo la paz que solo puede venir de Dios: una paz que es «desarmada y desarmante, humilde y perseverante», y que «siempre busca la caridad, que siempre busca estar cerca, sobre todo, de los que sufren» (Primera bendición “Urbi et Orbi”, 8 de mayo de 2025).
   
Felicito a los organizadores de este encuentro por elegir el tema “Promover una cultura de armonía entre hermanos y hermanas”. De hecho, este tema refleja el espíritu de apertura fraternal que las personas de buena voluntad buscan fomentar con miembros de otras tradiciones religiosas. Surge, además, de la convicción de que nuestra comunidad humana es verdaderamente una, en origen y en destino bajo Dios (cf. Concilio Vaticano II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, Nostra Ætáte, 28 de octubre de 1965, 1). Todos somos sus hijos y, por lo tanto, hermanos y hermanas. Como una sola familia, compartimos la oportunidad y la responsabilidad de seguir cultivando una cultura de armonía y paz.

En este sentido, podemos hablar con acierto de la «cultura» en dos sentidos. La cultura puede significar el rico patrimonio de artes, ideas e instituciones sociales que caracterizan a cada pueblo. Al mismo tiempo, la cultura puede entenderse como un entorno propicio que sustenta el crecimiento. Así como un ecosistema sano permite que diversas plantas prosperen juntas, una cultura social sana permite que diversas comunidades prosperen en armonía. Esta cultura debe cultivarse con esmero. Requiere la luz del sol de la verdad, el agua de la caridad y el suelo de la libertad y la justicia. Sabemos, por momentos dolorosos de la historia, que cuando se descuida la cultura de la armonía, la maleza puede sofocar la paz. Las sospechas se arraigan; los estereotipos se consolidan; los extremistas explotan los miedos para sembrar la división. Juntos, como compañeros en el diálogo interreligioso, somos como jardineros que cuidan este campo de la fraternidad, ayudando a mantener fértil el diálogo y a eliminar las malas hierbas del prejuicio.

De hecho, esta misma ocasión que comparten hoy es un hermoso testimonio. Afirma que las diferencias de credo o de origen no tienen por qué dividirnos. Al contrario, al encontrarnos en la amistad y el diálogo, nos mantenemos unidos contra las fuerzas de división, odio y violencia que con demasiada frecuencia han asolado a la humanidad. Donde otros han sembrado la desconfianza, nosotros elegimos la confianza», aseguró el Papa. «Donde otros podrían fomentar el miedo, nosotros nos esforzamos por comprender; donde otros ven las diferencias como barreras, nosotros las reconocemos como vías de enriquecimiento mutuo (cf. Francisco, Encuentro Ecuménico e Interreligioso por la Paz, 1 de diciembre de 2017).

En verdad, construir una cultura de armonía significa compartir no solo ideas, sino también experiencias concretas. Como nos recuerda Santiago, «la religión pura y sin mácula ante Dios… es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones» (Stgo. 1, 27). Desde esta perspectiva, podemos decir que una auténtica muestra de amistad interreligiosa es nuestra disposición a permanecer unidos al servicio de los más vulnerables de la sociedad. Bangladesh ya ha presenciado ejemplos inspiradores de esta unidad en los últimos años, cuando personas de diferentes credos se unieron en solidaridad y oración en tiempos de desastres naturales o tragedias. Tales gestos tienden puentes —entre credos, entre la teoría y la práctica, entre comunidades— para que todos los bangladesíes, y de hecho toda la humanidad, puedan pasar de la sospecha a la confianza, del aislamiento a la colaboración. También fortalecen la resiliencia de las comunidades frente a las voces que dividen. Cooperar en toda buena obra es un antídoto sumamente eficaz contra las fuerzas que nos arrastran a la hostilidad y la agresión. Cuando nuestro diálogo se vive en acciones, resuena un mensaje poderoso: que la paz, no el conflicto, es nuestro sueño más preciado, y que construir esta paz es una tarea que emprendemos juntos.

Con estos sentimientos, deseo reafirmar el compromiso de la Iglesia Católica de recorrer este camino junto a ustedes. A veces, los malentendidos o las heridas del pasado pueden frenar nuestros pasos. Sin embargo, animémonos mutuamente a perseverar. Cada conversación en grupo, cada proyecto de servicio conjunto o comida compartida, cada cortesía mostrada a un vecino de otra religión: son los pilares de lo que San Juan Pablo II llamó «una civilización del amor» (Mensaje para la Celebración de la XXXIV Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2001).

Les aseguro mi amor fraternal y mis oraciones. Que el Altísimo bendiga a cada uno de ustedes, a sus familias y comunidades. Que bendiga a su país con una armonía y una paz cada vez más profundas. Y que bendiga a nuestro mundo, que necesita con tanta urgencia la luz de la fraternidad.

Desde el Vaticano, 28 de agosto de 2025

León PP. XIV
De cinco citas en total, solo hubo una de la Sagrada Escritura, y esta mutilada: Santiago I, 27, cuyo texto completo dice: «La religión pura y sin mácula delante de Dios Padre es ésta: Visitar, o socorrer, a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y preservarse de la corrupción de este siglo» (Versión de Mons. Félix Torres Amat).

Para «preservarse de la corrupción de este siglo», es necesario profesar la Fe Católica y adherir a sus principios y reglas, so pena de que las buenas obras, como «visitar a los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones», no tengan mérito sobrenatural (como la fe sin obras es muerta, las obras sin fe no justifican). Lo contrario es indiferentismo, como señalara el Papa León XII Della Gegna:
«Existe una secta, que ciertamente no os es desconocida, la cual mal disfrazada bajo el título de filosofía ha resucitado de sus cenizas las dispersas falanges de casi todos los errores. Esta secta adornada en su exterior con las engañosas apariencias de piedad y liberalidad, hace profesión del tolerantismo (que así lo llaman), o sea el indiferentismo y extendiendo este sistema no solo a los negocios civiles, que no son de nuestro intento, sino aun a los de la religión, enseñan que Dios ha concedido a todo hombre una entera libertad, de modo que puede cada uno sin perjuicio de su salvación abrazar la secta o dictamen que más halaga a sus privadas opiniones. Contra la impiedad de estos ilusos he aquí como nos amonesta el apóstol San Pablo: “Pero os encargo, hermanos míos, que no perdáis de vista y evitéis con cuidado a los que excitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido: pues esta especie de hombres no sirven a Jesucristo nuestro Señor, sino que son esclavos de sus apetitos, y seducen las almas con sencillas blandas y halagüeñas palabras” (Epístola a los Romanos, cap. XVI).
   
No es nuevo por cierto semejante error; pero nuevamente se ha desencadenado con más audacia que nunca contra la estabilidad y pureza de la Fe Católica. Ya nos indica Eusebio con referencia a Rodón (Historia Eclesiástica, libro V), que esta loca idea se había propagado en su tiempo por un cierto Apeles hereje del segundo siglo, quien sostenía no ser preciso profundizar enteramente la fe; sino que cada uno debía mantenerse firme en las opiniones que una vez hubiese adoptado. Afirmaba igualmente que se salvarían los que hubiesen puesto su confianza en Jesucristo siempre que la muerte les sorprendiese en el ejercicio de las buenas obras. También Retorio, según San Agustín, pretendía inconsideradamente que todos los herejes caminaban por buena senda y defendían verdades: “Aserción tan absurda (añade el Santo Padre), que me parece increíble” (De los herejes, n. 72). Y este sistema de indiferentismo ha tomado tanto cuerpo y se ha difundido en tal manera, que ya sostiene impudentemente que no solo caminan por la recta senda todas las sectas separadas de la Iglesia Católica, que únicamente de boca, por base y fundamento admiten la Revelación; sino aun todas las sociedades que desechando la Revelación divina profesan el puro deísmo, cuando no el puro naturalismo. No hay cosa más absurda en verdad; y con razón juzgó San Agustín que el sistema de Retorio era el del indiferentismo. Aquel heresiarca se contenía sin embargo dentro de ciertos límites. Mas una tolerancia que se extiende hasta el deísmo y el naturalismo, y que hasta por herejes antiguos fue desechada; ¿podría jamás ser admitida por un hombre razonable? Con todo (¡oh tiempos!, ¡oh falaz filosofía!), nuestros pretendidos filósofos la aprueban, la defienden, la vociferan» (Encíclica “Ubi Primum”, 3 de Mayo de 1824).

Riggitano-Prévost silenció ante su auditorio inmediato, mayormente musulmán (si bien la 15.ª Enmienda constitucional de 2011 removió la «Confianza y fe absoluta en el Todopoderoso Alá» como principio fundamental de la política estatal en el artículo 8 de la Constitución del 16 de Septiembre de 1972, el preámbulo de la misma comienza con el íncipit de la sura 1 del Corán: «En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso», y el artículo 2A ídem establece al islam como la religión oficial del Estado, la cual según los resultados preliminares del Censo de Población y Vivienda de 2022, es profesada por el 91,04% de la población) la paternidad de Dios (aun cuando está escrito que de Él desciende toda paternidad en el Cielo y en la tierra, y en esta última edad del mundo se manifestó por medio de su Hijo, Jesucristo el Señor), y ante su auditorio remoto (el resto del mundo) el deber de preservarse de la corrupción del mundo, tanto de la inmoralidad como de la apostasía. Y no podía hacerlo de otra manera, vista la conducta que él mismo encarna como séptimo líder de la Apóstata Secta Sinodal deuterovaticana de la Nueva Era: promoviendo el secularismo, el ecologismo y el indiferentismo religioso, amén de designar personas inmorales en distintos cargos (el más reciente, la “curadora artística” pornófila Cristiana Perrella –cercana al cardenal pro-homosexual José Tolentino Calaça de Mendonça– como presidenta de la Pontificia Academia de Bellas Artes).

Para acabar, un poema:
«No divide la diferencia de credo»,
Si la Verdad es puesta a un lado.
Pero mientras, tal mentira sabemos
Que propaga inadvertidamente el caos.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)