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viernes, 30 de julio de 2021

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 30)

Recopilado por el P. Dr. Vicente Alberto Rigoni, Cura Párroco de Santa Ana en Villa del Parque (Buenos Aires), el 12 de Mayo de 1944. Tomado de RADIO CRISTIANDAD.
    
DÍA TRIGÉSIMO
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.
     
MEDITACIÓN: Santa Ana en el Limbo.
Santa Ana acogida con alegría y bendiciones por los Patriarcas y Profetas, se encontró en el Lim-bo esperando con Ellos la venida del común Libertador.
  
Y, mientras aquella multitud gozaba de su presencia con inefable alegría, con armonía angelical, con júbilo de amor, con himnos de gozo por haber dado al mundo la divina Depositaria de los celestes arcanos, Ella daba gracias al Señor porque la liberación no podía tardar.
  
Los sentimientos de nuestra gran Santa en el Limbo fueron una constante y fervorosa súplica, a fin de que pronto apareciera en aquel lugar la esperada y eterna Luz, Luz que debía llenar de gloria a todos los elegidos.
  
Consideremos la dignidad sublime a que nuestra cariñosa Santa fue elevada en el cielo. Ella superó en méritos no sólo a todos los Santos, sino también a los mismos Serafines, obtuvo como Madre de María una gloria y un honor especial. Por esto los Santos no cesarán nunca de tributarle homenajes, alabanzas y bendiciones por la misión cumplida de Madre de la Madre de Dios; y Jesús la llenará con mayor profusión de aquella luz que, emanando de El forma la felicidad del cielo. La belleza, la grandeza, el esplendor de María se refleja también en Ella, su ternísima Madre y con Ella contribuirá a formar la alegría de los bienaventurados. A gozo tan singular ha sido levantada nuestra Madre Santa Ana y de este mismo gozo podrán participar todos y cada uno de sus devotos.
  
Quien sepa imitar la santidad y el amor a Dios de nuestra Santa, será indudablemente asistido y guiado por Ella al cielo y allí gozarla eternamente.
  
Esta consideración nos servirá como ejemplo para afirmar nuestras convicciones, fortificar nues-tra fe, sin espantarnos de los peligros y adversidades y para aprender a trabajar, como leales y esforzados atletas, en propagar el amor de Dios, la caridad para con el prójimo, la práctica de la virtud, el valor para defender la Santa Iglesia. Así mereceremos las bendiciones de Dios en el tiempo y en la eternidad.
     
EJEMPLO:
Un joven, algunos años ha, alejado de la Iglesia, llevaba una vida disoluta, empero conservaba un especial cariño a Santa Ana.
  
Una tarde, después de una jornada pasada en sus habituales desarreglos, sin pensarlo siquiera, su corazón se llenó de remordimientos a causa de sus pecados y, mientras su pensamiento volaba hacia Santa Ana, a quien había invocado siempre en sus mejores años, deicidó mudar de vida. Se dirigió sin tardanza a una Iglesia cercana, pero apenas entró el mismo lo contó a un sacerdote, le asaltó una fuerte tentación de salir de allí y continuar la vida libre que hasta entonces había llevado. Mas sin saber cómo, se encontró delante del altar de Santa Ana; miró la sagrada imagen, repitió la acostumbrada oración; se sintió compungido y empujado sin poder resistir a los pies de un padre confesor, el cual le devolvió con la gracia del Señor, aquella tranquilidad y aquella paz que el mundo no le supo dar y que tanto tiempo no había gustado.
  
Se lee que un maestro de obras que dirigía la construcción de la iglesia dedicada a Santa Ana en Trapani, se enfermó gravemente y fue desahuciado por los médicos. Recibidos los últimos Sacramentos, ya en agonía aquí unos padres franciscanos pensaron en recomendarlo a la poderosa Santa Ana, siendo preciosa la existencia de aquel para terminar las obras empezadas y por la generosidad de prestar sus trabajos sin estipendio alguno. Mientras con toda confianza pedían a la Santa esta gracia, el moribundo exclamado: “estoy curado”, quiso levantarse del lecho y al siguiente día con maravilla de cuantos le conocían, emprendió de nuevos sus trabajos, profundamente agradecido a Santa Ana, de la cual había recibido tan señalado favor.
   
OBSEQUIO: Prometamos a Santa Ana difundir en su honor la devoción del mes de Julio.
   
JACULATORIA: Ejemplarísima Santa Ana, aumentad en nosotros vuestro amor.
   
ORACIÓN
¡Oh excelsa Santa Ana! Sea bendita la diestra del Omnipotente, que obró en Vos tantos prodigios, para haceros digna madre de la Madre de Dios. Dios os otorgó gracias exquisitas y dones especiales, para que precedieras la Mística Aurora y entraseis en estrecha relación de parentesco con el Verbo humanado. Alabanzas constantes sean dadas a Aquel que desde la eternidad os escogió y destinó para una dignidad tan sublime. ¡Ah gloriosa Ana!, como el Señor fue tan generoso como Vos, sedlo vos con vuestro siervo, indigno hijo de vuestra Hija. Haced que viva con gran limpieza de corazón y que marche entre las vicisitudes del mundo, de tal modo, que jamás me olvide de mi eterna salvación. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
    
℣. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
        
ORACIÓN
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)