Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
La Patriarcal Basílica Liberiana de Santa María la Mayor es el máximo templo mariano de la Cristiandad. Fundada en los tiempos del santo pontífice Liberio (352-366) y con mayor pompa ampliada en los tiempos del igualmente santo Sixto III (432-440), ella custodia, entre otros tesoros, las reliquias de la Cuna del Señor y el icono de la Virgen Salus Pópuli Románi y los restos mortales de San Jerónimo. En su interior, muchos Papas esperan la resurrección de los muertos, siendo el primero en santidad el quinto de los Píos.
Los huesos del gran flagelo de los herejes e infieles reposan allí desde 1588 por disposición de Sixto V. El enérgico Pontífice, quien de Pío V recibiera mitra y púrpura, quiso ante todo erigir al benefactor un soberbio monumento fúnebre en la Capilla Sixtina o del Presebre, hecha fabricar por él en la dicha Basílica, que recordase los triunfos sobre turcos y hugonotes, y en el mismo lugar dispuso que fuesen sepultados sus restos mortales.
A tal fin el viernes 8 de Enero de 1588, al canto del oficio de difuntos en presencia de importantes miembros del Sacro Collegio (entre ellos el cardenal Alejandrino, sobrino del difunto pontífice) y de la familia pontificia, el cuerpo de San Pío V fue extraido de la humilde sepultura en que yacía al pie del altar de San Andrés en la Patriarcal Basílica Vaticana. El cadáver fue recompuesto y encerrado en tres ataúdes, luego, fue solemnemente trasladado por los canónigos vaticanos con capa de armiño fue solemnemente transportado en medio de la Basílica y puesto en un catafalco, alrededor del cual ardían los cirios y rezaban los dominicos.
Al día siguiente se procedió a la solemne traslación. Maffei en su Vida de San Pío V Sumo Pontífice (1712) nota che fue una «solemne función, la cual Roma no ha visto la más pomposa y magnífica, la más divota y la más frecuentada».
Abría la procesión la cruz de Santa María la Mayor. Seguíanla los Huérfanos, las Confraternidades, las Órdenes Religiosas, los Párrocos de la Urbe y los Canónigos de las Basílicas y Colegiatas. Desde San Pedro a Santa Cecilia Trastiberina el féretro fue llevado a hombros por los Canónigos Vaticanos en capa y roquete; de ahí a San Marcelo por los Canónigos Lateranenses; y de San Marcelo a Santa María la Mayor por los Canónigos de esta. Cerraban el sacro cortejo, revestidos todos de solemnes capas y sus vestidos propios, los miembros de la Familia y Corte Pontificia y muchos Obispos y Prelados residentes en la Urbe.
La multitud de pueblo que tomó parte en la traslación fue talmente tanta que, señala el citado Maffei, «habría que creer que no solamente quedaron despobladas las casas de la Ciudad (de Roma), sino los lugares vecinos».
Una vez llegados a la Basílica Liberiana, sobre los restos del papa Pío V, colocados en un catafalco, se hicieron, por parte de un canónigo revestido de capa pluvial negra, las consuetas absoluciones y demás ceremonias prescritas. Luego fue sepultado en la capilla bajo el monumento que ya se dijo.
El lunes siguiente, 11 de Enero, el mismo Sixto V, acompañado por 44 Cardinales y de toda la Capilla, se dirigió a Santa María la Mayor para celebrar las exequias de su Predecesor. Cantó la misa de Réquiem el Cardenal Antonio Carafa, en razón del hecho que fue promovido a la púrpura por Pío V en 1568.
Luego de la beatificación de Pío V, decretada por Clemente X el 1 de Mayo de 1672, se pensó transferir las reliquias del Beato de la capilla subterránea que se dijo a la Capilla Sixtina, bajo su estatua, para que pudiese estar a la vista de los fieles.
También el 11 de Septiembre de 1697 se hizo el reconocimiento canónico del cuerpo (o mejor, de los huesos) que, el 16 de Septiembre de 1698, fue puesto luego en una preciosa urna y es toda visible. Para honrar debidamente a su beato Predecesor, el 28 de Septiembre posterior, Inocencio XII se dirigió a su tumba y tuvo solemne capilla papal.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)