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viernes, 21 de noviembre de 2025

POR COOPERAR A LA REDENCIÓN, LA SANTÍSIMA VIRGEN ES Y DEBE SER CORREDENTORA


Observo que la Redención del género humano pertenece principalmente a Cristo y debe ser atribuida solamente a Él como Redentor principal; y esto es también una verdad cierta de fe, pues está dicho expresamente: «Pisé solo el lagar, y ninguno de entre las naciones conmigo estuvo» (Isa. 63, 3); y «Él es el Mediador del Nuevo Testamento» (Hebr. 9, 15), lo que no se afirma de ningún otro. Por tanto, Cristo Señor es indudablemente el Mediador y Redentor principal. Y por este motivo, los títulos de la Bienaventurada Virgen como Corredentora y Coadjutora de Cristo en la reparación del género humano son, por algunos, abolidos y rechazados como inconvenientes.
   
Pregúntase, pues, si de facto la Bienaventurada Virgen cooperó en la Redención humana y si, por esto, merece el título de Corredentora, especialmente en la Pasión del Señor. A este respecto, afirmo que la Bienaventurada Virgen cooperó verdaderamente en la Redención humana, de modo a merecer, con pleno derecho, el título de Cooperadora de la Redención humana. Esta afirmación parece estar conforme al sentir común de los Padres y Doctores, pues, en primer lugar, Dios quiso que la obra de la Redención dependiese del consentimiento de la Virgen, no queriendo que la Encarnación se realizase sino precedida por el consentimiento de la Bienaventurada Virgen.

Así, Ella no concibió a Su Hijo simplemente como las otras madres conciben los hijos —las cuales deberían decir con la madre de los Macabeos: «No sé como aparecisteis en mi seno» (2.º Mac. 7, 22)—, sino que lo generó después de haber recibido el pedido por medio del Ángel y dado el previo consentimiento a la obra de la Redención. Y así Lo concibió como Redentor, pues fue dicho: «Y le pondrás por nombre Jesús» (Luc. 1, 31), que significa lo mismo que Salvador.
  
Por esto, San Bernardo se dirige a la Santísima Virgen en estos términos (Homilía 4.ª sobre Missus est): «El Ángel espera la respuesta; esperemos también nosotros, ¡oh Señora!, la palabra de misericordia, nosotros que miserablemente estamos oprimidos por la sentencia de condenación. He aquí que te es ofrecido el precio de la salvación: seremos inmediatamente libertos si consintieres». Si, pues, de la anuencia de la Bienaventurada Virgen dependía la obra de la Redención, Ella realmente cooperó con esta por su consentimiento, por la donación de su sangre, por el parto y por sus oficios maternos en la Redención humana.

Canónigo JEAN-JACQUES BOURASSÉ. Summa áurea de láudibus Beatíssimæ Vírginis Maríæ, tomo VII. París, 1862, col. 1275. Tradución propia.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)