MEDITACIONES PARA LA CUARESMA
Tomado de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero
y de los fieles", P. André Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las
vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo:
desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de
Pascua. Segunda Edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires,
1962.
SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Meditaremos mañana: 1° En la santidad del tiempo de Cuaresma; 2° En los medios de santificar este tiempo.
—Tomaremos en seguida la resolución: 1º De guardar mejor nuestro corazón
y nuestros sentidos contra el pecado y la disipación; 2° De dedicarnos
en este tiempo a la reforma del defecto que sea más importante corregir
en nosotros. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras de San
Pablo: "Llegado es el tiempo favorable, llegado es el día de la
salvación".
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Transportémonos en espíritu al desierto, donde Jesús pasa cuarenta días y
cuarenta noches. Contemplémosle abismado delante de la majestad de
Dios, su Padre, postrado de rodillas, a menudo con su rostro en tierra,
derramando su alma, ya en adoraciones, homenajes y acciones de gracias,
ya en súplicas, para obtener de su Padre misericordia en favor de los
pobres pecadores y agregando a sus súplicas, hechas con lágrimas en los
ojos, una mortificación incomparable, pues en estos cuarenta días no
bebe ni come, no tiene otra cama que las rocas y la tierra desnuda, ni
otro abrigo que la bóveda celeste. Rindámosle en este estado nuestros
homenajes de adoración, de admiración, de reconocimiento y de amor.
PUNTO PRIMERO - SANTIFICACIÓN DEL TIEMPO DE CUARESMA
Desde luego, Nuestro Señor nos lo enseña con su ejemplo. Aunque su vida
fue siempre eminentemente santa, le da durante estos cuarenta días un
carácter exterior de santidad completamente especial. Pasa sus días en
retiro; en lo cual quiere decirnos que pasemos nosotros un santo
recogimiento, condición necesaria para oír a Dios en el fondo del
corazón, estudiarle y conocerle, amarle y gozarle; y al mismo tiempo,
con un espíritu de reflexión, condición no menos necesaria para
conocernos a nosotros mismos y reformarnos; 2º Pasa este tiempo en
oración, para decirnos que debemos ser más fieles en nuestros ejercicios
de piedad y orar más y con más fervor; 3° Se somete en este tiempo a la
mortificación más rigurosa, para hacernos comprender que es necesario,
durante la Cuaresma, morir a la sensualidad y a los goces y placeres,
aceptar las privaciones impuestas por la Iglesia y hacer verdadera
penitencia. De esta suerte Nuestro Señor con su ejemplo nos enseña la
santidad del tiempo de Cuaresma; y esta enseñanza del Salvador está
confirmada con la de la Iglesia. Pues ¿por qué esas predicaciones más
frecuentes, esos ejercicios religiosos más numerosos? ¿Por qué esas
privaciones obligatorias, sino para decirnos que es necesario santificar
esos días por la penitencia? ¡Oh! ¡Bendita sea la Iglesia por esta
enseñanza! En el transcurso de la vida olvidamos tan fácilmente la
penitencia, que tenemos gran necesidad de que cada año se nos hable de
ella, porque nos es indispensable, sea para expiar nuestros pecados, sea
para evitar las recaídas, a las cuales nuestra debilidad nos lleva
infaliblemente. A estas enseñanzas sobre la obligación de pasar
santamente la santa Cuaresma, añádese una razón poderosa, sacada de los
grandes misterios de la pasión y resurrección del Salvador, para los
cuales la Cuaresma sirve de preparación, pues el fruto de estos
misterios debe ser la muerte a nosotros mismos y una vida nueva toda en
Dios y por Dios; estos misterios sólo producirán estos frutos en
nosotros, si la Cuaresma es verdaderamente santa. Recibiremos la
abundancia de gracias agregadas a su celebración, si llegamos bien
dispuestos al fin de la santa Cuaresma; pero, por el contrario, no
tendrá esto lugar, si tenemos la desgracia de pasar días tan santos en
la disipación y la irreflexión, en la cobardía y la tibieza.
Comprendamos bien la santidad de este tiempo y la necesidad de pasarlo
mejor, si cabe, que los tiempos ordinarios del año.
PUNTO SEGUNDO - MEDIOS DE SANTIFICAR LA CUARESMA
1° Es necesario dedicarnos más a la perfección de nuestras acciones
ordinarias durante estos santos días, hacer mejor nuestra oración y
demás ejercicios espirituales, emplear mejor nuestro tiempo y vigilar
más nuestras palabras; dar a cada una de nuestras acciones una
perfección mayor y ofrecérselas a Dios en unión de la penitencia de
Jesús en el desierto, en expiación de nuestros pecados y de los pecados
de todo el mundo; 2º Es necesario ser puntual en el ayuno y abstinencia
que prescribe la Iglesia, o si no se puede o se ha obtenido dispensa, es
necesario suplirlos por la mortificación interior, haciendo ayunar la
voluntad por el espíritu de abstinencia y de privación; el carácter, por
una suavidad siempre igual; el paladar, por la privación de ciertas
sensualidades de ninguna manera necesarias; los ojos, por la modestia de
las miradas; todo el cuerpo, por la modestia de la postura y del andar;
del interior, en fin, por la supresión de pensamientos inútiles,
imaginaciones vanas, deseos desordenados por los cuales el corazón se
deja llevar, si no se le sujeta, Estas mortificaciones no hacen mal ni a
la cabeza ni al pecho, y hacen gran bien al alma; 3° Es necesario
sobrellevar de buena gana las cruces que Dios nos envía, como las
enfermedades, el soportar los caracteres, defectos y voluntades
contrarias; 4° En fin, nos es necesario determinar un defecto especial
que trataremos de reformar durante la Cuaresma. Este es, dice San
Crisóstomo, el mejor de todos los ayunos, porque sus frutos son
durables, no solamente por todo el año, sino hasta la eternidad.
¿Estamos bien resueltos a abrazar estos diversos géneros de
mortificación? Tengamos valor para decidirnos.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)