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martes, 1 de agosto de 2017

SALOMÓN: AFECTOS DESORDENADOS, IDOLATRÍA

Tomado de ADELANTE LA FE (Imágenes tomadas de la internet)
   
El Padre Tomás Herrera Seco de la Arquidiócesis de Hermosillo, afirmó recientemente: «Yo siempre llevo mi condón preparado por si viene al caso y porque una canita al aire a nadie le viene mal si te da estabilidad emocional», en una entrevista este jueves durante el programa radial mexicano «Proyecto Puente», causando escándalo entre los usuarios que escucharon sus declaraciones, la arquidiócesis donde se encuentra incardinado ha iniciado una «investigación» [ACTUALIZACIÓN: El presbítero español fue amonestado y su nombramiento como párroco de San Pedro Apóstol en San Pedro el Saucito -Hermosillo, México- fue suspendido]
  
El sucesor del gran San Ignacio de Loyola, Padre Arturo Sosa, Prepósito General de la Compañía de Jesús, en su visita a Camboya recientemente ha orado con monjes budistas, guardando celosamente los gestos budistas, incluso en las celebraciones eucarísticas.[1]
 
1. Salomón pervertido por sus mujeres
Salomón figura en la Biblia como hombre de Dios, sabio, cumplidor de las promesas hechas a Dios, fervoroso servidor de Yahvé, humilde en su oración en la que no pide riquezas ni honores, y que paga al Señor sus mercedes edificando en su honor el Templo más fabuloso que han conocido los siglos.
  
Así fue hasta su ancianidad, mereciendo los plácemes y favores de Yahvé, que se complacía en él. Pero, en su vejez, entró en su alma, en su palacio y en su cuerpo toda una turba de mujeres que le cambiaron el seso.[2]
  
El rey Salomón en su vejez arrastrado por sus esposas a la idolatría (Giovanni Venanzi di Pesaro)
 
La narración bíblica parece una novela de fantasía, ya que Salomón se había distinguido por su veneración a Yahvé, por su devoción hacia el Dios que lo encumbró al reino, por su generosidad con el templo, por sus sacrificios fabulosos, por sus delicadezas para el culto del Verdadero Dios. Pero ¿qué hizo cambiar tan radicalmente a Salomón? ¡Las mujeres!
 
Quería complacerlas, anhelaba cumplir sus caprichos. Paulatinamente fue perdiendo el respeto a Yahvé, despreciando sus preceptos, olvidando sus promesas. Y de fervoroso israelita se convirtió en un idólatra adorador de dioses extraños, a los que edificaba templos con gran magnificencia. La debilidad mental del rey sabio era tal vez consecuencia de su vejez y de la consunción de sus fuerzas por el excesivo trato con las mil mujeres que tenía. Por eso el Eclesiástico dice que perdió el dominio sobre su cuerpo.[3] San Gregorio explica su desastrosa caída por la falta de la vara de la tribulación.
  
Yahvé le condena que olvidara a su Dios y admitiera a otros ídolos como dioses. Le había avisado de la gravedad del pecado, pero Salomón no era el varón de antes sino una veleta al viento de sus esposas y concubinas, por lo que no tenía energía para impedir el grave pecado de idolatría.
 
Cuando Yahvé le manifiesta el castigo que ha de recibir, pone en primer término la causa de este castigo. Se irritó Yahvé contra Salomón, puesto que había apartado su corazón de Yahvé, el Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado particularmente que no se fuese tras otros dioses; mas él no guardó lo que Yahvé le había ordenado.[4]
 
El autor sagrado censura a Salomón por tomar mujeres paganas que lo indujeron a la idolatría. «No hemos de creer que llegó a perder tan completamente el sentido, que se persuadiese que había alguna divinidad en los ídolos; pero sí que, no queriendo disgustar a sus mujeres, les daba juntamente con ellas un culto exterior de adoración, al modo que Adán condescendió con Eva por no causarle pesar» (San Agustín).
  
Salomón, por quien se manifestó la misma Sabiduría, se apartó de ella por amor carnal. ¡Qué suerte más trágica! Poseer gran número de mujeres equivalía a gran poder. El pecado de Salomón atrajo la ruina a su casa, pues excitó los celos de aquel Dios tan generoso con él, y que le habría perdonado de haberse arrepentido como lo hizo su padre al rey David.[5]
 
2. El pecado impuro enceguece el espíritu
Todo pecado es impuro porque aparta de Dios. Pero el Señor revela en la Escritura que más que todos, el pecado de lujuria, especialmente el adulterio, apartan al hombre de Él y lo hacen impuro a sus ojos de Padre.
 
El pecado de lujuria se llama impuro con especial propiedad porque:
a) Aparta el corazón del hombre del amor a Dios, como una especie de idolatría.
b) Porque atenta contra el cuerpo haciendo de él y de la pasión, un ídolo.
Santo Tomás de Aquino dice: de la lujuria proviene la ceguedad de la mente, la cual excluye casi totalmente el conocimiento de los bienes espirituales. Y en otro lugar, tratando de «Las hijas de la lujuria» enumera los efectos siguientes: la ceguedad de la mente, la inconsideración, la precipitación, la inconstancia, el amor propio, el odio a Dios, el afecto al mundo presente y el horror al mundo futuro. De la lujuria proviene, en efecto, la ceguedad de la mente, la cual excluye casi totalmente el conocimiento de los bienes espirituales. Esto se debe, explica Santo Tomás, a que, a causa de la vehemencia de la pasión y de la delectación, la lujuria, por aplicar al hombre vehementemente al deleite carnal, desordena sobre todo las potencias superiores, que son la razón y la voluntad.[6]
 
“Cuantas veces desea el hombre alguna cosa desordenadamente, pierde la tranquilidad”.[7]
 
El que es esclavo de apegos o afectos desordenados -dice el P. Ignacio Bojorge, S.J.-:
«no siente lo que debe sentir, no piensa lo que debería ni cómo debería pensar, no juzga rectamente, no hace lo que debe hacer, no va a donde debe ir ni está donde debe estar. Es evidente que en esta situación no puede ni debe tomar decisiones ni entrar en elecciones, porque en ese ofuscamiento del juicio y la razón proliferan incontroladamente los actos injustos».
 
3. El que se aparta de Dios se aparta de la fuente de la vida
La Sagrada Escritura señala dos formas de idolatría; la de la perversión y la de la sustitución. La primera tiene lugar cuando el nombre mismo o la imagen del Señor son manipulados o pervertidos: la segunda, cuando el Señor mismo es reemplazado por otros dioses, o falsos dioses. De ahí que desembarazarse de toda idolatría, liberar al hombre de ese círculo diabólico es la liberación más importante para abrirlo a la adoración a Dios.
  
El politeísmo ha sido costumbre en alguna época del pueblo de Israel, sobre todo por la influencia de las naciones vecinas, paganas y amantes de diferentes dioses simultáneamente.
  
El rey Josías hizo pacto especial con Yahvé de seguirle fielmente en todos los caminos. Observó que en el Templo había dioses, varios altares a ellos consagrados, y ritos dedicados a esta profusión de dioses. Ordenó al sumo sacerdote Elquías, así como a los sacerdotes de menor grado y a todos los porteros del Templo que sacaran todos los objetos que se habían hecho para Baal, para Asera y para todos los astros del cielo, los hizo quemar fuera de Jerusalén en las tierras baldías del Cedrón.
  
Los reyes de Judá habían establecido sacerdotes paganos que ofrecían sacrificios en los santuarios de las lomas, en varias ciudades de Judea, Josías los suprimió así como a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a los astros, y a todo el ejército del cielo, y destruyó todos los templos que hacía el Pueblo de Dios, dedicado a estos dioses.
  
Yahvé exigía un culto único, por ser el verdadero Dios y aborrecía toda idolatría, por lo que por medio de sus profetas, condenó la actitud de su pueblo tan aficionado a los ídolos. Lo consideraba como el mayor pecado desde el momento que suponía elevar un trono de gloria, a personajes míticos o a elementos de la naturaleza.
 
Por influencia de esos dioses, hasta en las paredes del Templo de Jerusalén, se habían pintado imágenes de reptiles y de animales repugnantes, por testimonio de Oseas el profeta, sabemos que se les ofrecían sacrificios y libaciones, se amasaban tortas en representación de la diosa Istar.
 
A estos ídolos se les besaba, se les acariciaba, se les adoraba de rodillas, era una situación desgraciada para el pueblo elegido, ya que atropellaban el primero y el más importante de los Mandamientos que reza así: No tendrás otros dioses delante de Mí.[8]
 
En nombre de Dios, los profetas señalan que la alianza con Dios es como la unión conyugal, que exige fidelidad absoluta, de modo que al admitir otros dioses se comete un adulterio y hasta una prostitución. Por eso los profetas fustigan la prostitución como una idolatría y la idolatría como una prostitución. Esto se explica históricamente porque la idolatría y la fornicación ritual iban juntas en los ritos de la fecundidad de los dioses cananeos. Los israelitas se apartaban del Señor yéndose tras esos cultos sensuales.
 
La gravedad de este pecado de politeísmo y su consecuente idolatría, lo demostró el mismo Yahvé. La Sagrada Biblia denomina a los ídolos abominación.
  
Esta manera de ver las cosas no cambia en el Nuevo Testamento. Al contrario. Jesús, no sólo exige la pureza de vida exterior, sino la vigilancia sobre la pureza del corazón, del deseo y de las intenciones, donde mira y ve el Padre que ve en lo secreto.
  
Al miembro de la comunidad que muestra, con su vida, que la ofensa del Padre le resulta indiferente, no se lo puede seguir tratando como si no pasara nada. Porque si la comunidad actúa así, también ella se va haciendo indiferente a las ofensas al Padre y pierde su filialidad de corazón y de conciencia. Se instala así una perniciosa indulgencia con las ofensas al Padre, mientras que, por otra parte, no son capaces de perdonares nada entre ellos y acuden a los tribunales paganos a ventilar sus pleitos.[9]
 
La santa Iglesia universal enseña que no es posible adorar verdaderamente a Dios excepto en ella, y asevera que todos los que están fuera de ella no serán salvos.[10]
 
El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, bula Cantáte Dómino, 1441, ex cáthedra:
«[La Santa Iglesia Romana] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo los paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles (Mat. 25, 41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica».
 
La Iglesia Católica enseña como dogma que sólo hay una sola verdadera religión y un solo Dios verdadero. La Iglesia enseña que todas las religiones no católicas son falsas y son del diablo. Es un dogma de la fe católica que no hay salvación fuera de la Iglesia Católica (extra Ecclésiam nulla salus). Esto ha sido definido ex cathedra siete veces por los papas.
 
El término paganismo se refiere a las religiones falsas y politeístas, como el budismo, el hinduismo, etc. La Iglesia Católica enseña que los dioses adorados por los miembros de las religiones paganas, son demonios: «Todos los dioses de los gentiles son demonios»…[11]
 
«Antes bien, digo que lo que sacrifican los gentiles, a los demonios y no a Dios lo sacrifican. Y no quiero yo que vosotros tengáis parte con los demonios». [12]
 
… «toda compulsión y locura, todo ultraje y lujuria, son introducidos en la vida del hombre por los demonios a través de la adoración de dioses falsos».[13] / [14]
 
Un católico no puede participar consecuentemente en un culto no católico: «Bien claro se muestra, pues, Venerables Hermanos, por qué esta Sede Apostólica no ha permitido nunca a los suyos que asistan a los citados congresos de acatólicos [no católicos]…».[15]
 
La idolatría, el culto a los falsos dioses, así como las otras idolatrías que se llaman dinero, placer, mando, alcohol, droga y que hoy se multiplica, prepara los castigos de Dios.
 
San Jerónimo dijo: «Los malos sacerdotes son la causa de la perdición de los pueblos».
 
«El sacerdote tibio y relajado obra con descuido, flojedad, frialdad y disgusto todo lo que se refiere al servicio de Dios».[16]
 
Germán Mazuelo-Leytón
  
[2] Cf.: 1 REYES, 11, 1-10.
[3] ECLESIÁSTICO 47, 21.
[4] Cf.: 1 REYES, 11, 11-13.
[5] Cf: 2 REYES, 12.
[6] Cf: BOJORGE S.J., HORACIO, Las bienaventuranzas.
[7] KEMPIS, Imitación de Cristo, VI.
[8] EXODO 20, 3.
[9] Cf: BOJORGE S.J., HORACIO, Las bienaventuranzas.
[10] PAPA SAN GREGORIO MAGNO, citado en Summo júgiter stúdio, 590-604.
[11] Salmo 95, 5.
[12] 1 Corintios 10, 20.
[13] Papa PÍO XI, Ad salútem, nº 27, 20-04-1930.
[14] Cf: Hno. Miguel Dimond O.S.B & Hno. Pedro Dimond O.S.B., La verdad de lo que le ocurrió a la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II.
[15] Papa PÍO XI, Encíclica Mortálium ánimos, nº 10.
[16] H. DUBOIS, Abate, El Sacerdote santo.

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