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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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martes, 17 de marzo de 2020

SOBRE MARÍA CORREDENTORA

   
1. LA CORREDENTORA: TESTIMONIOS PATRÍSTICOS Y LITÚRGICOS [Compilación hecha por Zef Helmíca (Albania) (Parte I - Parte II). Traducción propia].
No existe error o herejía, como lo pretenden erróneamente los protestantes, en la enseñanza de la Iglesia Católica Romana respecto al título Corredentora, atribuido a la Santísima Virgen MARÍA. Los protestantes, antes de formular cualquier juicio deberían primero presentar alguna referencia de la Escritura para defender su afirmación. Porque el término Corredentora no está mencionado literalmente en la Biblia, no significa eso que sea condenado por Dios o esté contra la Revelación. La doctrina de la Corredención es enseñada por la Tradición Apostólica, que es también parte de la Revelación; y Dios por su Santa Biblia nos obliga a observar también esta Tradición Apostólica, la cual es escrita y oral. Los protestantes y demás que rechacen la Tradición Apostólica rechazan la misma Palabra de Dios, que falsamente pretenden observar y honrar.
  • "Por tanto, hermanos, permaneced firmes, y mantened las tradiciones que habéis aprendido, sea de palabra, o por carta nuestra". (II Tesalonicenses 2, 14)
  • "Conserva las sólidas palabras, que has escuchado de mí en la fe, y en la caridad que es en Cristo Jesús. Conserva lo bueno (Tradición) que ha sido comisionado a tu confianza por el Espíritu Santo, que mora en nosotros" (II Tim. 1, 13-14)
  • "Oh Timoteo, conserva el depósito que se te ha confiado, evitando las profanas novedades de palabras, y las oposiciones de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, han errado en la fe. La gracia sea contigo. Amén" (I Tim. 6, 20-21)
  • "Ahora os alabo, hermanos, porque en todas las cosas os acordáis de mí: y guardáis mis ordenanzas ordinances (enseñanzas, tradiciones) como yo os las he transmitido" (I Cor. 11, 2).
Corredentora o Co-redentora significa “Cooperadora en la Redención”. De hecho, Nuestra Señora cooperó con la Redención de Nuestro Señor no sólo con sus sufrimientos al pie de la Cruz, sino desde el comienzo de su santa vida. Por supuesto, nuestro único Redentor es CRISTO Nuestro Señor, pero debemos también honrar grandemente la contribución y cooperación de Nuestra Señora en nuestra Redención, principalmente por sus sufrimientos.
  
Que Nuestra Señora sufrió mucho por nuestra causa, no hay duda: “Y una espada traspasará tu propia alma, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (San Lucas 2, 35)
“Aquí la verdadera interpretación de “espada” es con referencia a los sufrimientos infligidos sobre Cristo, o la contradicción dicha poco antes; porque la contradicción de la lengua es llamada en la Escritura como una espada, como en el Sal. LVII. 4: “Los hijos de los hombres, cuyos dientes son lanzas y flechas, y su lengua una espada afilada”; y en el Sal. LXIV, 3: “Que blanden sus lenguas como una espada”; y en el Sal. CV. 18: “La espada ha atravesado Su alma” (Vulgata).
  
Esta espada, entonces, es de dos filos: (1) La espada de la lengua. Porque la Santísima Virgen, oyendo los insultos. calumnias y blasfemias con las que Cristo fue asaltado por los judíos, incluso cuando fue crucificado y sufrió torturas intensas, justo como si una espada le hubiera atravesado su alma. (2) La espada de hierro de los clavos y otros tormentos que no solamente traspasaron el Cuerpo y el Alma de Cristo, sino que también traspasaron el alma de la Virgen. Así como cuando un hombre apuñala con una espada a dos personas que están cerca una a la otra como para matar al uno y traspasar y herir al otro. Tal es la interpretación de San Agustín (Ep. 59, a San Paulino de Nola), Sofronio (Hom. de Assumptióne), Francisco Lucas Brujense, Jansenio de Gante, Francisco de Toledo, Sebastián Barradas, y otros.
  
Cuán grande fue la tortura infligida por esta espada lo podemos encontrar, con Toledo, primero, del hecho de que era su Hijo quien sufrió, aquel que la Madre de Dios amaba más que a sí misma, tanto como si ella en cambio hubiese sufrido y sido crucificada: el amor es la medida del dolor. Segundo, de la severidad de los tormentos de Cristo y la vastedad de su extensión; porque Él sufrió la más horrible agonía en todos Sus sentidos y en todos Sus miembros, y todo esto la Santísima Virgen lo padeció por su simpatía con Él. Tercero, la dignidad de la Persona que sufría; porque la Santísima Virgen ponderaba profundamente el hecho de que este era el Dios Verdaero, el Mesías y Salvador del Mundo. Cuarto, la larga duración de Sus sufrimiento; porque Cristo sufrió a lo largo de toda Su vidas, hasta que exhaló Su Alma sobre la Cruz. Quinto, Su soledad; porque Él sufrió solo, desertado por Sus Apóstoles y todos Sus amigos, por los ángeles, y por Dios mismo, tanto que gritó en alta voz: “¡Dios mío!, ¿por qué Me has abandonado?”. Porque, aunque la Santísima Virgen se levantó por Él y sufrió con Él, incluso la angustia de la Madre sólo agregó una nueva punzada a los tormentos del Hijo, y su angustia nuevamente tenía su eco en el alma de la Madre.
  
Así lo resalta San Juan Damasceno (de Fide, lib. IV, cap. XV): “Los dolores a los que había escapado en el parto, los tuvo en el tiempo de Su Pasión, tanto que sintió que su seno se desgarró en razón de la profundidad de su maternal amor”. Es por esta razón que los doctores enseñan que la Santísima Virgen era una mártir, y más que una mártir. Como Cristo, en Su Pasión, fue atormentado más que todos los mártires, así también lo fue la Santísima Virgen por su simpatía con Él; y por este tormento ella habría sido superada y hubiera muerto si Dios no hubiera preservado su vida por Su especial apoyo. Como, por tanto, San Juan Evangelista, que fue puesto en el recipiente de aceite hirviendo, es un mártir, porque este sufrimiento podría, en el curso natural, haber resultado en su muerte, si Dios no hubiese preservado su vida por un milagro, así también la Santísima Virgen…
   
Toledo interpreta concisamente: La espada que traspasa tu alma, ¡oh Virgen!, será la ocasión de revelar los pensamientos de muchos corazones que antes estaban ocultos. Porque, mucho antes que Cristo fuera muerto, los líderes de los judíos tenían la intención de matarlo, pero no se atrevieron a atentar contra Él, por temor del pueblo. Pero entonces los judíos ya antes de la Pasión hicieron manifiestos sus pensamientos sobre Cristo, poniendo reparos en Sus palabras y obras, aunque ellos ocultaron su deseo de matarlo. La mayor y más obvia explicación es que lo que hace el “ése” expresivo tanto del propósito como de su consecución, y a ambos se refiere la espada y las palabras del verso precedente: “Este niño está para la caída”, etc. Es decir, que los escribas y los fariseos, quienes, cual los herejes de hoy, aparecen siendo los sostenedores de la justicia y la verdad, pueden mostrar cuán antagónicos son ante el verdadero Mesías y la justicia, y cuán malvados designios valoraban contra Él. Porque, antes del adviento de Cristo, estaban esperando que Él viniera con pompa y con riqueza, incluso como Salomón, para que pudieran ser levantados por Él en honor y riquezas; pero cuando Le vieron en Su humildad y pobreza, oponiéndose Él mismo a su ambición y avaricia, y reprochándoles públicamente por ello, ellos Le pusieron en nada y Le opusieron, planeando secretamente traer sobre Él la destrucción que en su magnitud acompasaron. Entonces fue revelado quién en Israel era justo, porque esta amaba a Cristo sinceramente y con constancia; y quién injusto, porque estos Le persiguieron y mataron. Así exponen San Agustín (Ep. 59), Beda, Jansenio, Juan de Maldonado, Francisco Lucas y otros” (THOMAS MOSSMAN –convertido del anglicanismo al catolicismo durante su última enfermedad–, “The Great Commentary of Cornelius a Lapide”/El Gran Comentario de Cornelio Alápide, 1892, vol. III, págs. 119-124)
     
Como mencionamos antes, Nuestra Señora cooperó en Nuestra Redención, mereciendo así ser llamada Corredentora, desde el comienzo de su santa vida en la tierra.
“Cuando volvemos al relato escritural de la Caída del hombre, debemos observar cuán íntimamente nuestra primera madre está atada con la operación narrativa inspirada. El pecado que clamó por el tremendo castigo fue el pecado de Adán. Con ese pecado, el pecado de Eva estaba íntimamente conectado. En esta forma, la Mujer cooperó con el pecado del Hombre: "La mujer que me diste me condujo al pecado". Tal fue la excusa de nuestro primer padre. Esta fue una defensa indigna, pero era verdadera. "Y Adán no fue engañado", escribe el Apóstol. Adán pecó con los ojos bien abiertos. "Pero la mujer, habiendo sido engañada, estaba en la transgresión. No obstante, se salvará por la crianza de los hijos" (I Tim. 2, 13-14), La primera Eva, oyendo al Ángel del Engaño, por la desobediencia, preparó el camino para la caída del hombre; era, por tanto, apropiado que la segunda Eva, dando atención a la operación del Ángel de la Verdad, debía, por obediencia, el camino para la Redención. "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" María por su Ave de sumisión revirtió la revuelta de su madre Eva. Como la Mujer estuvo "en la Transgresión", así estaba decretado que la Mujer debía estar en la Reparación. "Pondré enemistades entre ti y la Mujer" fue el divino decreto en el comienzo… La que es llamada la Corredentora es también la Primera de los redimidos…” (Rev. P. Oliver Rodie Vassall-Phillips, “The Mother of CHRIST: Or, the Blessed Virgin MARY in Catholic Tradition, Theology, and Devotion”/La Madre de CRISTO: O la Bienaventurada Virgen MARÍA en la Tradición, Teología y Devoción Católica, 1922, págs. 27 et seqq.)
   
San Justino Mártir (A.D. 120 - 169)
Reconocemos que JESUCRISTO, anterior a todas las criaturas (cf. Pr. 8, 22), procede del poder y la voluntad del Padre, y por medio de la Virgen se hizo Hombre, a fin de que por el mismo camino por el que la desobediencia causada por la serpiente halló su principio, por ése mismo camino ella fuera destruida. Porque Eva, cuando aún era virgen e incorrupta, habiendo concebido la palabra que le dijo la serpiente (cf. St 1,15), dio a luz la desobediencia y la muerte; pero en cambio la virgen María concibió fidelidad y gracia cuando el ángel Gabriel (cf. Lc 1,26) le dio la buena noticia de que el Espíritu del Señor vendría sobre ella y la fuerza del Altísimo la cubriría con su sombra, de modo que el ser santo que nacería de ella, sería Hijo de Dios (Lc 1,35); a lo que respondió ella: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). (Diálogo con Trifón, 100).

Tertuliano (A.D. 160-240)
Dios recuperó Su imagen y semejanza que el diablo había robado, por una operación rival. Porque en Eva, aunque virgen, había arrastrado al mundo al que fue artífice de la muertre. Igualmente en una Virgen estaba para ser presentado el Verbo de Dios, que era el constructor de la vida; ésa, que por su ese género había ido a la perdición, por el mismo género pudo ser regresada a la salvación. Eva había creído a la serpiente; María creyó a Gabriel, la falta que la primera cometió creyendo, la otra creyendo la borró". (De Carne Christi, 17)

San Ireneo (siglo II A.D.)
“En correspondencia encontramos también obediente a María la Virgen, cuando dice: "He aquí tu sierva, Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38); a Eva en cambio indócil, pues desobedeció siendo aún virgen (287). Porque como aquélla, tuvo un marido, Adán, pero aún era virgen, habiendo desobedecido, se hizo causa de muerte para sí y para toda la humanidad; así también María, teniendo a un varón como marido pero siendo virgen como aquélla, habiendo obedecido se hizo causa de salvación para sí misma y para toda la humanidad (Hebreos 5, 9). (Advérsus hæréses, III, 22,4)

"Así como Eva fue seducida por un ángel, tanto como para huir de Dios, transgrediendo Su palabra, así también María recibió la buena inspiración por medio del discurso del Ángel, como para llevar a Dios consigo, siendo obediente Su palabra" (John Henry Newmann, Carta al Rev. Edward Bouverie Pusey D. D., con ocasión a su Eirenikón, vol. II, pág. 35)

"Ahora, esta opinión de deshacer la desobediencia y obra de Eva por la obediencia y obra de María —la una teniendo su parte en la Reparación, como la otra en la Caída de la humanidad— no pudo haber venido independientemente a Justino en Asia, a Tertuliano en África y a Ireneo en Europa. Su enseñanza confiada —ellos la tomaron por cierta como generalmente conocida entre los Cristianos— debe haber tenido una fuente común. Podemos inferir, entonces, sin duda que esta fuente puede solamente haber sido una Tradición heredada de los Apóstoles. Esto difícilmente puede ser cuestionado con respecto a Justino y Tertuliano cuando recordamos quiénes fueron sus instructores en la Fe; en el caso de Ireneo no hay absolutamente lugar para cualquier duda. Sabemos que Ireneo fue instruido en su juventud en Esmirna por Policarpo, que había sido instruido por San Juan Evangelista; sabemos también que, más tarde, Ireneo había estudiado en Roma, donde él mismo nos dice que San Clemente, Obispo de Roma en ese entonces, 'vio a los beatos Apóstoles y con ellos confirió, y tuvo ante los ojos la predicación y Tradición de los Apóstoles que todavía resonaba; y no él solo, porque aún vivían entonces muchos que de los Apóstoles habían recibido la doctrina' (Ibid. libro III, cap. 1.3.3). San Ireneo, entonces, nos da no sólo la Asiática, sino también la Tradición Romana, no sólo la Tradición del santo Apóstol Juan, sino también la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Fue de esta fuente —la enseñanza de Pedro, Pablo y Juan— que Ireneo aprendió lo que él, a su vez, enseñó a los Fieles en su 'Contra las Herejías'. ¿Pero de dónde Pedro, Pablo y Juan derivaron su enseñanza, sino del Depósito de la Fe, de la cual San Pablo había tomado la doctrina del Segundo Adán —de la Divina Revelación 'hecha en el comienzo a los Santos'?". (Rev. P. Oliver Rodie Vassall-Phillips, “The Mother of CHRIST: Or, the Blessed Virgin MARY in Catholic Tradition, Theology, and Devotion”, 1922, p. 36)

Orígenes (216 A.D.) escribió esto sobre la cooperación de Nuestra Señora a nuestra salvación:
"Isabel profetiza antes que Juan, María profetiza antes del Nacimiento del Salvador. Y como el pecado comenzó por una mujer y entonces vino al hombre, así también, el comienzo de la salvación tiene su origen de una mujer" ("In Luc. Hom." VII. ; ibid.)
Y en otra parte:
"Debía yo ir a ti, porque tú eres bendita sobre todas las mujeres; tú eres la Madre de mi Señor: tú eres, mi Señora, quien traes al que deshace la maldición" (Origen, "Fragm. in Luc.; ibid.)
San Teodoto de Ancira (303 A.D.), escribió que Dios, quien formó a la primera virgen sin reproche, Él mismo hizo a la segunda Virgen también sin falta o culpa (Hom. IV. in S. Deip. et Simeon.)

San Epifanio (403 A.D.), hablando para Palestina, Egipto y Chipre: "Eva se convirtió en la causa de la muerte para el Hombre, María la causa de la vida". (Hær., LXXVIII, 18.)

San Jerónimo (309 A.D.) escribió: "La muerte por Eva, la vida por María". (Ep., XXII. 21.)
    
San Efrén de Siria (373 A.D.), Doctor de la Iglesia, escribiendo en persona de la Iglesia en Edesa:
  • "Verdaderamente Tú y Tu Madre son los únicos en ser ambos en todo aspecto hermosos. Porque en Ti, oh Señor, no hay mancha, ni tampoco hay mancha alguna en Tu Madre". (S. Eph. Syri Carmina, Lipsiæ, 1866.)
  • "Estas dos inocentes, estas dos sencillas, María y Evan, han sido casi iguales la una a la otra: pero, después de todo, una se convirtió en la causa de nuestra muerte, y la otra de nuestra vida". (Op. Syr., Tom. II., p. 327a.)
Los devotos Himnos de San Efrén (373 A.D.) están llenos de la doctrina de la Corredención, esto es, de la cooperación de Nuestra Señora en la Redención de Nuestro Señor. He aquí algunos versos de su Himno XVIII:
«El Adán de arriba apareció con todas las cosas que fueron del antiguo Adán y siguió sus pasos, excepto el pecado. Y por esta razón fue llamado Adán por su heraldo Pablo…
  
María es el jardín sobre el cual descendió desde el Padre la lluvia de bendiciones. Desde esa lluvia ella misma asperjó el rostro de Adán. Donde fue retornado a la vida y se levantó del sepulcro — el que había sido enterrado por sus enemigos en el infierno…

Sublime es el Misterio de la Virgen purísima, demasiado grande para narrarlo todas las lenguas.
   
Eva en el Edén se hizo culpable. Grande fue el manuscrito de la deuda, donde su posteridad fue condenada a muerte. La Serpiente, ese perverso Escriba, la escribió, firmó y le dio fuerza con el sello de su fraude…
   
Eva era la que fue hallada culpable de pecado. Pero la deuda estaba reservada para María, para que así la hija pueda pagar las deudas de su madre y borrar el manuscrito que ha transmitido groans a todas las generaciones.
   
Puesto que María era la Virgen Inviolada, preparada por Eden's blest region antes de que sus tierras fueran rodeadas por furrows, allí brotó de su Seno el Árbol de la Vida que por su gusto, esto es, por su Misericordia, da vida a las almas".
 En otro himno de San Efrén:
«En lugar de la serpiente se levantó Gabriel, y en lugar de Eva, la Virgen María…
  
Eva se convirtión en deudora a Dios; ella fue quien dio oído al consejo de la Serpiente. Una hija de un día, ella despreció el mandamiento, y luego, por una joven Doncella, la salvación fue enviada al mundo.
Gabriel por sus palabras deshizo lo que el execrable vagabundo había hecho con la virgen Eva. Eva había escrito la deuda en su manuscrito, y la Virgen pagó la deuda…
La hija llena de gracia se levantó en batalla por su madre. Eva había caído, María la levantó, y a los exiliados les fue dada esperanza de su reconciliación y retorno al Edén" ("Sobre la Anunciación de la Madre de Dios", Himno II, versos 9-14.)

La cooperación de Nuestra Señora comenzó no sólo desde el comienzo de su santa vida, sino desde el comienzo de la creación, en los planes de la Divina Providencia:
«Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya: ella quebrantará tu cabeza, y andarás acechando a su calcañar" (Vulgata, Génesis III, 15)
Según la corrupta biblia protestante, de acuerdo a la corrupta versión masorética (siglo X), tenemos:
«Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Versión del Rey Jacobo, Gen. 3, 15)
Pero la versión Septuaginta de la Biblia declara:
«καὶ ἔχθραν θήσω ἀνὰ μέσον σοῦ καὶ ἀνὰ μέσον τῆς γυναικὸς καὶ ἀνὰ μέσον τοῦ σπέρματός σου καὶ ἀνὰ μέσον τοῦ σπέρματος αὐτῆς· αὐτός σου τηρήσει κεφαλήν, καὶ σὺ τηρήσεις αὐτοῦ πτέρναν». [Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente, él velará contra tu cabeza, y tú velarás contra su talón]. (Septuag. Gen. III, 15)
Un lexicón de la Septuaginta sugiere un error de pronunciación en los LXX, puesto que las palabras suenan similar y el escriba usó la pronunciación de la palabra más común:
- Gn 3,15 “τηρήσει”, él yacerá en espera, él vigilará ¿corrección? “τειρήσει”, él herirá, él romperá para ◊ (raíz) “שׁוף” él herirá en el Texto Masorético. [LUST, JOHAN, EYNIKEL, ERIK, & HAUSPIE, KATRIN. (2003). "A Greek-English Lexicon of the Septuagint: Revised Edition/Un Lexicón Griego-Inglés de la Septuaginta: Edición Revisada. Deutsche Bibelgesellschaft: Stuttgart. ("Biblical Hermeneutics")].
«La versión hebrea es como sigue:
Genesis 3:15 (Códice Westmisnter Leningrado): וְאֵיבָ֣ה ׀ אָשִׁ֗ית בֵּֽינְךָ֙ וּבֵ֣ין הָֽאִשָּׁ֔ה וּבֵ֥ין זַרְעֲךָ֖ וּבֵ֣ין זַרְעָ֑הּ ה֚וּא יְשׁוּפְךָ֣ רֹ֔אשׁ וְאַתָּ֖ה תְּשׁוּפֶ֥נּוּ עָקֵֽב׃.
La siguiente es mi traducción (discutible):
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya: la misma atacará tu cabeza; y tú atacarás el talón.
Un par de cosas:
  1. “Simiente” (זֶרַע zar‘aa) en hebreo se refiere a la posteridad, ni singular o plural (no obstante el argumento particular de Pablo, y no es afectada por este hecho)
  2. El pronombre הוא (hu), dependiendo de las vocales ligadas, puede significar en su uso en la Torá, “él” o “ella”. Puesto que está marcada con las vocales para el pronombre masculino “él” (הוּא), y puesto que el verbo es masculino (ישופך—Él te herirá), sabemos que todo se refiere a la “simiente” (זרע—que es una palabra masculina), pero no si es a una persona singular o no —o su género.
De hecho, San Pablo parece interpretar, al menos si no exclusivamente, entonces como uno de los usos válidos del pasaje, esta simiente se refiere a los cristianos:
Romanos 16:20 (Biblia Douay-Rheims): Y el Dios de la paz aplastará a satanás bajo vuestros pies prontamente. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros» ("Biblical Hermeneutics")
La versión adecuada es la Vulgáta de San Jerónimo (siglo IV), que no tradujo de la Septuaginta, excepto para el Salterio, sino directamente de la versión auténtica hebrea de la Biblia, que pudo consultar personalmente en su tiempo, obra ejecutada con la aprobación y bendición de la Iglesia.

Comentario Bíblico de Haydock:
«III. 15. “Ella aplastará”. “Ipsa”, la Mujer: así los distintos Padres leían este lugar, cómodamente del latín: otros leían “ipsum”, esto es, la estirpe. El sentido es el mismo, porque es por su estirpe, JESUCRISTO, que la Mujer aplasta la cabeza de la serpiente.  Mons. Richard Challoner— El texto hebreo, como observa Belarmino, es ambiguo: Él menciona una copia que tenía “ipsa” en vez de “ipsum”; y así es incluso impresa en la edición interlinear hebrea de 1572 por Cristóbal Plantino, bajo la inspección de Guido Boderiano. O las ediciones judías debían tener más peso que las cristianas, o todos los demás manuscritos conspiran contra esta lectura, que otros investiguen. Los Padres que han citado la antigua versión Itálica, tomada de la Septuaginta, coinciden con la Vulgáta, que es seguida por casi todos los latinos; y por tanto podemos argumentar con probabilidad, que la Septuaginta y la hebrea anteriormente reconocían a “ipsa”, que ahora mueve tanto la indignación de los protestantes, como si intentáramos darle algún honor divino a la Santísima Virgen. Sin embargo, creemos con San Epifanio que “no es menos criminal envilecer a la Santísima Virgen, que glorificarla desmedidamente”. Sabemos que todo el poder de la Madre de Dios está derivado de los méritos de su Hijo. De ningún otro modo nos preocupamos sobre la retención de “ipsa”, ella, en este lugar, que en tanto como no tenemos todavía ninguna razón cierta para sospechar que sea genuina. Como algunas palabras han sido corregidas en la Vulgáta desde el Concilio de Trento por Sixto VI y otros, por Clemente VIII tanto, si, en una búsqueda estricta, se encuentra que “este”, y no “ella”, es la verdadera lectura, no dudaríamos en admitir la corrección: pero debemos esperan entre tanto respetuosamente, hasta que nuestros superiores determinen. Padre George Leo Haydock— Martín Kemnitcio ciertamente dio un paso demasiado adelante, cuando dijo que todos los padres antiguos leían “ipsum”. Victorino Petavio, Avito de Vienne, San Agustín, San Gregorio y otros mencionados en la Biblia Douay [primera traducción católica de la Biblia al inglés, hecha por el Colegio Inglés, N. del T.], lo condenarán de falsedad. CRISTO aplastó la cabeza de la serpiente por su muerte, sufriendo él mismo que fuera herido en el talón. Su santísima Madre lo aplastará también, por su cooperación en el misterio de la Encarnación; y rechazando, con horror, las primerísimas sugestiones del enemigo para cometer incluso el mínimo pecado (San Bernardo, sermón 2, sobre Missus est). Dice San Gregorio (siglo IV) en Morália I, 38: “Aplastaremos la cabeza de la serpiente, cuando extirpemos de nuestro corazón los comienzos de la tentación, y entonces él pondrá acechanzas a nuestro talón, porque se opone al fin de una buena acción con mayor astucia y poder”.  La serpiente puede sisear y amenazar; no puede lastimar, si le resistimos».
  
«Esa Mujer de la Victoria y de la Profecía es Nuestra Señora. No podemos dudarlo cuando leemos que las enemistades serían no solo entre ella y satanás, sino también entre su Descendencia y la de él. Su descendencia es el Redentor, el Hijo de María (Gálatas III, 16). Así encontramos, desde el comienzo de nuestros Libros Sagrados, a Jesús y María, al Hijo y a Su Madre, participando juntos en nuestra Reparación, como nuestros primeros padres estuvieron juntos en nuestra Caída...». (Rev. P. Oliver Rodie Vassall-Phillips, “The Mother of CHRIST: Or, the Blessed Virgin MARY in Catholic Tradition, Theology, and Devotion”, 1922, pág. 42)

A fin de cumplir esta perfecta y santa obra de Reparación, es impensable que Nuestro Señor y Nuestra Señora pudiesen haber estado, si quiera por un instante, bajo la maldición del pecado; es por eso que en el pasaje bíblico citado arriba ni la Mujer ni su Estirpe son tocadas por la serpiente maldita (según la tradición islámica, además de sus muchos errores contenidos en ellos, Nuestro Señor y Nuestra Señora son los únicos que no son tocados por satanás, habiendo interpuesto Dios un velo entre Ellos y la serpiente).
  • «Exceptuando, pues, a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno); exceptuando, digo, a esta Virgen, si pudiésemos reunir a todos aquellos santos y santas cuando vivían sobre la tierra y preguntarles si estaban exentos de todo pecado, ¿cómo pensamos que habían de responder? ¿Lo que dice Pelagio o lo que enseña San Juan […]: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad está ausente de nosotros?». (San Agustín, "De Natúra et Grátia contra Pelágium", XLII.; ibid.)
  • «Pero ahora nos unimos para alabarte, oh pura e Inmaculada, Virgen Bienaventurada e impecable Madre de tu gran Hijo y Dios de todo. Oh perfectamente inmaculada y santa, tú eres la esperanza de los pecadores desesperados. Te bendecimos como plena de gracia, que diste a luz a Cristo, Dios y hombre. Nos postramos ante ti. Te invocamos e imploramos tu auxilio. Líbranos, oh Virgen santa e inmaculada, de toda presión y de todas las tentaciones del Maligno Sé tu nuestra pacificadora en la hora de la muerte y el juicio, Luego Guárdanos del futuro fuego insacible y de las tinieblas exteriores. Haznos dingnos de la gloria de tu Hijo, oh Virgen y Madre dulcísima y clementísima». (San Efrén, "Threni Beátæ Maríæ Vírginis. En Operis Gr. et Lat., tomo III, pág. 574.; ibid.)
Finalmente, veamos algunos pocos ejemplos de cómo la Iglesia Católica de JESUCRISTO, por medio de sus antiguas liturgias, los Padres, Doctores y Santos, honra a la Santísima Corredentora y siempre Virgen MARÍA, Madre de Dios.

LITURGIAS ANTIGUAS
Liturgia de San Pedro
Dignáre étiam Dómine, memínisse, sanctæ et præcláræ semper Vírginis Beátæ Maríæ. et cum ea, Prophetárum et Apostolórum, Mártyrum, Confessórum, Piórum, Sacerdótum et Justórum, qui in fide vera perfécti extitérunt, et Beátum Joánnis præcursóris et Baptístæ, et Sancti præcláril Stepháni primi Diaconórum, et protomártyris, atque ómnium sanctórum. Deprecatiónem tibi offérimus, o princeps Deus, ut illis qui in angústia constituísti éxitum non habent, latitúdinem præstes: et illis qui absque rectóre sunt, gubernatiónis tuæ benefícium conféras. Fac nos dignos parte eórum qui tibi in veritáte serviérunt, placuéruntque tibi, et quórum memória in ætérnum subsístet, ut cum eis digni efficiámur referéndi glóriam et laudem sine fine, tibi et unigénito Fílio tuo. [Dígnate también, Señor, recordar a la santa e ilustre siempre Virgen Santa María, y con ella, de todos los Profetas y Apóstoles, Mártires, Confesores, Piadosos, Sacerdotes y Justos, que han hallado perfección en la Fe verdadera, y el bienaventurado San Juan Precursor y Bautista; y el ilustre San Esteban Protodiácono y Protomártir, y todos los Santos. Te ofrecemos sus oraciones, oh Dios nuestro rey, a fin de que puedas dar libertad a todas las almas en cadenas, y que Tú mismo puedas gobernar a aquellos que no tienen gobernante. Haznos dignos de la parte de los que te sirvieron en la verdad, y de los que han sido agradables a ti, y cuya memoria subsiste eternamente, para que con ellos seamos dignos de tributarte sin fin gloria y alabanza, a ti y tu Hijo]. Amen. (Liturgia Sancti Petri Principis Apostolorum. En Eusèbe Renaudot, Liturgiarum Orientalum, tomo II, pág. 149.)

Liturgia Ambrosiana
  • Vere dignum et justum est, ǽquum et salutáre: Nos tibi, Dómine Deus omnípotens, grátias ágere, et cum tuæ invocatióne virtútis beátæ Maríæ Vírginis festa celebráre. De cujus ventre fructus efflóruit, qui panis angélici múnere nos replévit. Quod Eva vorávit in crímine, María restítuit in salúte. Distat opus serpéntis, et Vírginis. Inde fusa sunt venéna discríminis; hinc egréssa mystéria Salvatóris. Inde se præbuit tentántis iníquitas; hinc Redemptóris est opituláta majéstas. Inde partus occúbuit; hinc Cónditor resurréxit, a quo humána natura, non jam captíva, sed líbera restitúitur. Quod Adam perdídit in parénte, Christo recépit in auctóre. [Es digno y justo, equitativo y saludable darte gracias a ti, Señor Dios omnipotente, y celebrar con la invocación de tu virtud la fiesta de la Bienaventurada Virgen María, de cuyo seno emergió el fruto precioso que nos sació dándonos el pan de los Ángeles. Lo que Eva devoró en crimen, María lo restituyó en salvación. Distan la obra de la serpiente y la de la Virgen. Porque aquella difundió el veneno que nos separó de Dios, y esta inició el misterio del Salvador. Allá se mostró la iniquidad del tentador, y aquí nos socorre la majestad del Redentor. Allá pereció la prole, aquí resucitó el Creador, que restableció la naturaleza humana, no ya cautiva, sino libre. Lo que Adán perdió como progenitor, Cristo recibió como autor]. (VI Domingo de Adviento, Prefacio)
  • Gloriosíssima Dei Génitrix, intemeráta Virgo María, Stella corúsca et admirábilis, mundo effúlsit. Quæ nobis perénnis vitæ jánuam, quam Eva in Paradíso cláuserat, reserávit: nosque de tenébris ad lucis antíquæ gáudia revocávit. Virgo María, ora pro nobis [La gloriosa Madre de Dios, la incorrupta Virgen María, ha brillado sobre el mundo cual estrella brillante y admirable. Ella nos abrió perennemente las puertas de la vida, que Eva cerró en el Paraíso; y nos llamó de vuelta desde las tinieblas al gozo de la luz antigua. Virgen María, ruega por nosotros]" (Prefacio para la Natividad y la Presentación. En Leon Gautier, "Regína Sæculórum, or Mary venerated in all ages"/Regína Sæculórum, o María venerada por todas las edades. 1875, pág. 83 et seqq.)
Liturgia de San Sixto, Papa y Mártir (Martirizado hacia el año 120 A.D.)
Nos quóque, Dómine, infírmi et peccatóres servi tui, grátias ágimus tibi et laudámus te pro ómnibus, et propter ómnia. Præcípue vero et primário sanctam et benedíctam semper Vírginem Beátam Maríam Dei genitrícem commemorámus. Meménto illíus, Dómine Deus: et per oratiónes illíus puras et sanctas, parce nobis et miserére nobis. [Y nosotros, siervos tuyos débiles y pecadores, te damos gracias y te alabamos en todo y por todas las cosas. Sobre todo, y primeramente, conmemoramos a la santa y bendita Madre de Dios y siempre Virgen Santa María. Acuérdate de ella, Señor Dios, y por sus oraciones puras y santas, perdónanos y ten piedad de nosotros] (Liturgia Sancti Xysti, Papa Romani. En Eusèbe Renaudot, Liturgiarum Orientalum, tomo II, pág. 136).
Oraciones de las Liturgias Greco-Eslavas
  • "Oh Virgen Inmaculada, Dios se ha hecho carne por la unión hipostática con el cuerpo, que Él tomó de ti, y todavía permanece, como siempre, incorpóreo en Su Divina Escencia. (Theotokia de la Liturgia Greco-Eslava. Oficio de los Santos Pedro y Pablo).
  • "La voz de toda la creación te saluda, diciendo: Salve, Virgen Santísima, salve, tú que de la vid mística has brotado, salve, Puerta del cielo, salve, Alegría de todo, Encanto de los Apóstoles, salve, Socorro y Protectora de todo sobre la tierra, que te alaba. (Ibid. No. 4)
  • "Es equitativo y justo, oh Virgen Bendita, que te cantemos himnos de alabanza, pero en verdad no podemos exaltarte dignamente, y por eso te alabamos silenciosamente, honrandi sin palabras el inefable misterio que fue obrado en ti, oh Bienaventurada. (Ibid. No. 30)
  • "Oh Virgen Santa, ábrenos esos brazos inmortales que han cargado al Creador, que en Su misericordia se hizo Carne. Y ruégale que Él nos libre de todas las tentaciones, de las malas pasiones y de todo peligro. (Ibid. No. 24)
  • "Oh Virgen muy amada de Dios, extingue con el rocío de tu misericordia el fuego ardiente de nuestra malvada naturaleza, y enciende la luz extinguida de nuestros corazones con la llama de tu lámpara dorada y radiante, ¡oh Inmaculada! (Ibid. No. 43)
Oración a María Inmaculada para obtener el Retorno de la Iglesia Rusa a la Unidad Católica.
Oh María, Virgen Inmaculada, nosotros, tus siervos e hijos de la Santa Iglesia Católica Romana, llenos de confianza en tu poderosa protección, te suplicamos humildemente que quieras implorar del divino Espíritu, por el honor y gloria de su eterna procesión del Padre y del Hijo, la abundancia de sus dones en favor de nuestros hermanos separados los Griegos cismáticos, a fin de que iluminados por su gracia vivificante, regresen al seno de la Iglesia Católica bajo la conducción infalible de su primer Pastor y Doctor, el Soberano Pontífice Romano; y que así reunidos sinceramente a nosotros por los vínculos indisolubles de una misma fe y de una misma caridad, ellos glorifiquen con nosotros por la práctica de las buenas obras a la augustísima Trinidad, y te honren al mismo tiempo a ti, Oh Virgen Madre de Dios, llena de gracia, ahora y por todos los siglos de los siglos. Amén.

Oh María, Madre de todos los Cristianos, ruega por nosotros. (Oración compuesta por el padre Cesare Maria Tondini de' Quarenghi CRSPA en 1848. El Papa Pío IX, mediante Breve con fecha Septiembre de 1862, concedió 300 días de Indulgencia cada vez que se rece esta oración, y plenaria al mes, con las condiciones de rigor).

Llenos de confianza en ti, oh Madre de Dios y Siempre Virgen, junto con nuestros hermanos separados, honramos en tu concepción el fundamento de nuestra Redención, la fuente de la gracia y el fundamento de nuestra esperanza. Escucha favorablemente, oh María, la oración que te ofrecemos por estos nuestros hermanos que, con nosotros, se dirigen a ti como “Toda Santa, Dispensadora de los dones de Dios” y la Bienaventurada por la cual obtenemos todo bien”. Concédenos que, reconociendo finalmente la divina autoridad de San Pedro, al cual ellos mismos llaman el “Fundamento de la Iglesia y de los Apóstoles, Portador de las llaves del Reino de los Cielos, base indestructible de nuestra fe”, puedan prontamente ser restaurados a la obediencia del Romano Pontífice, que en la persona de San León Magno, ellos llaman su “Pastor, Heredero del Trono y Primado de San Pedro, y Cabeza de la Iglesia”. Amén. (Esta oración fue compuesta a partir de la Liturga Greco-Eslava por el padre Césare Tondini, Barnabita. El Soberano Pontífice ha concedido su Bendición especial a la Asociación de Oraciones que ha sido fundada por los Barnabitas de París (convento ubicado en el número 64 de la calle de Monceau) por la conversión de Rusia).
  
Liturgia Griega
  • Non est præter te ínnocens quísquam, immaculáta Dei génitrix: sola namque Deum verum, et ætérnum mortis impérium dissolvéntem in útero conceptísti. Vas illibátum, templum intemerátum, arcam sanctíssimam, virgíneum sanctitátis lóculu, te pulchritúdinem Jacob, Dóminus elégit. Virtus et laus mundi ex te natus, dómina, pereúntibus salus factus est, ex inférni portis líberans eos, qui te beátam celébrant. In terram transgréssi Dei mandátum, revérsi sumus: per te vero mortis excússa corruptióne, o Virgo, e terra in coelum subláti sumus [Nadie es inocente como lo eres tú, oh Inmaculada Madre de Dios, que sola fuiste quien concibió en su vientre al Dios verdadero, quien destruyó el imperio de la muerte eterna. Vaso sin mancha, templo no profanado, arca santísima, santuario virginal, tú eres la belleza de Jacob, la elegida del Señor. La virtud y alabanza del mundo han nacido de ti, oh Señora, para la salvación de todos cuanto perecen, y liberas de las puertas del infierno a los que te celebran como bienaventurada. Nuestra transgresión al mandato de Dios nos hizo regresar a la tierra. Por ti, oh Virgen, hay liberación de la corrupción de la muerte, y somos elevados de la tierra al cielo]. (Theotokia, Offícium Exsequiárum. Cf. Euchologion de Jacobo Goar OP, pág. 525 y ss.)
  • Judex ille vivórum et mortuórum est, quem carne supra natúram induísti, cunctum orbem ille dijúdicat, et quos vult a torméntis éripit: eósque præsértim qui te et ipsum afféctu venerantur, et laudant, per cuncta saecula. [El Juez de vivos y muertos, al cual vestiste sobrenaturalmente de carne, juzgará al mundo, y librará de tormentos a quien él quiere: principalmente a quien con afecto venera y alaba a ti y a Él por todos los siglos] (Theotokion, Offícium Funéreum in Sacerdótem vita functum.)
  • Cordis óculum, ad te matérnam authoritátem erga Fílium sortítam, dírigo: te namque cuncti celébrant, Puríssima, ánimæ vúlnera compóne, ad poeniténtiae crepúsculum excíta me, Virgo, et tuo lúmine illústra. [Hacia ti, que ejerciste tu autoridad materna sobre el Hijo de Dios, vuelvo los ojos de mi corazón. Sana, oh Purísima, a quien todos deben alabar, las heridas de mi alma; dirígeme, oh Virgen, por el amanecer de la penitencia, e ilústrame con tu luz] (Theotokion, Canon funéreus pro pueris vita functis)

Liturgia Armenia
Deus sancte, qui in sanctis quíetus es, et Triságica voce Séraphim láudant te, et Chérubim gloríficant, et omnes coeléstes Virtútes te adórant. Qui ex non esse, in esse duxísti omnes factúras. Qui fecísti hóminem secúndum imáginem tuam, et similitúdinem, et omni grátia tua eum ornásti, et docuísti quærére sapiéntiam, et vigilántiam, et non despexísti peccántem, sed posuísti supra eum poenitentiam redemptiónis. Qui dignos fecísti nos infirmátos, et indígnos servos tuos, in hac hora stare ante glóriam sanctitátis mensæ tuæ, et legítimam adoratiónem, et glorificatiónem offérre tibi. Tu Dómine, súscipe ab ore nostro, qui sumus peccatóres Triságica hanc benedictiónem, et serva nos per tuam grátiam, dimítte nobis ómnia delícta nostra voluntária, et involuntária. Sanctífica ánimas, mentes et córpora nostra, et concéde in sanctitáte cólere te per omnes dies vitæ nostræ. Per intercessiónem Sanctæ Dei Genítricis, et ómnium Sanctórum tuórum, qui a sǽculis tibi beneplacúerunt. Quia Sanctus es Dómine Deus noster, et te decet glória, potéstas et honor, nunc, et semper, et in sǽcula sæculórum. Amen. [Dios santo, que estás en la quietud de tus Santos, a quien los Serafines alaban con triságica voz, y los Querubines glorifica, y adoran todas las Virtudes celestiales. Que de la nada condujiste al ser a todas las cosas, e hiciste al hombre según tu imagen y semejanza, y lo adornaste con toda tu gracia, y le enseñaste a buscar la sabiduría y vigilancia, y que no desesperase en en el pecado, sino que pusiste sobre el la penitencia de la redención. Que a nosotros, miserables e indignos siervos tuyos, nos hiciste dignos en esta hora de estar ante la gloria de la santidad de tu mesa, y ofrecerte la adoración y alabanza legítima. Recibe tú, oh Señor, de nuestros labios,que somos pecadores, esta bendición triságica, y guárdanos por tu gracia, y perdona todos nuestros delitos, voluntarios e involuntarios, Santifica nuestras almas, nuestras mentes y nuestros cuerpos, y concédenos, por la intercesión de la Santa Madre de Dios y de todos tus Santos, que desde el comienzo del mundo has amado, que te sirvamos en santidad todos los días de nuestra vida. Porque eres santo, Señor, Dios nuestro, y a ti sea dada la gloria, el poder y la honra, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén].
  
Incorruptíbilem Vírginem Maríam, Dei Genitrícem confitétur sancta Ecclésia, unde datus est nobis Panis ille immortalitátis, et Calix nos lætíficans, date benedictiónen ei, per spirituálem cantum. O María, ora pro nobis. [La Santa Iglesia confiesa la incorruptibilidad de la Virgen María, Madre de Dios, por quien nos es dado el Pan de la inmortalidad y el Cáliz que nos alegra. Dadle bendición con cantos espirituales. Oh María, ruega por nosotros] (Codex mystérii Missæ Armenórum, sive litúrgia Armŕna, publicado en Roma por la Congregación de Propaganda Fide en 1677).
Liturgia Mozárabe
Ætérne Deus summe, acclínes cleméntiam exorámus divinitátis tuæ, ut qui hódie inter Angelórum florentíssimas legiónes, Prophetárum fulgentíssimos fasces, inter Apostolórum títulos latióres, Mártyrum atque Vírginum catérvas dicátas, gloriósam Vírginem assumpsísti Maríam, per unigénitum tuum Filiúmque suum Dóminum nostrum ad súperam et inenarrábilem cæli sedem; quo nemo hóminum créditur assúmptus, nullúsque præter illam attólli nóscitur sexus, dum non sola mérito ibídem perveníre pótuit nisi quod sola virgo post parturitónem mansit soláque cæli ac terræ Dóminum divínitus párturit et Deum, caro factum, ineffabíliter útero vehit. Te quǽsumus, te rogámus, ut sicut illam tanti incircunscrípti múneris fecísti dóminam, ita fácias Ecclésiam tuam per univérsum orbem diffúsam, te Deo præsúle, ómnium contra eam veniéntium respuére pravitátem, nésciens in religióne casum, ábdicans in conversatióne delíquium. Sit, quǽsumus, Dómine, in régibus gloriósa, in cléricis dedicáta, in minístris sancta, in martýribus prompta, in virgínibus illibáta, in continéntibus fœcunda, in paupéribus áffluens, in pupíllis exúberans, in captívis et vinctis clemens, in víduis cóntinens, in oppréssis rélevans, disperátis solámen impértiens, in lascívis refrǽnans, in luxuriósis evácuans, in obstinátis hébetans, in disperátis pia, in vivéntibus magístra, in fidélibus defúnctis réquies exoptáta. [Dios único y eterno, nos acogemos humildemente a tu clemencia divina, recordando que has asunto a la gloriosa virgen María, por nuestro Señor Jesucristo, Hijo unigénito tuyo y de ella, al supremo e inefable trono del Cielo entre las florentísimas legiones de los Ángeles, entre los escuadrones fulgentísimos de los Profetas, entre la más acrisolada nobleza de los Apóstoles, entre la sagrada muchedumbre de los Mártires y de las Vírgenes, donde ningún hombre ha sido elevado, donde ninguna categoría humana, fuera de ella, ha sido ensalzada. Ella sola pudo llegar a tal altura porque ella sola permaneció virgen después del parto, ella sola alumbró divinamente al Señor del cielo y de la tierra y llevó en su seno al Dios humanado. Te suplicamos, te rogamos que así como a ella la hiciste poseedora de dones infinitos, hagas que tu Iglesia, difundida por todo el universo, bajo la protección divina pueda vencer la pravidad de cuantos la combaten, manteniendo el sentido religioso frente al sentir mundano. Te rogamos, Señor, que tu Iglesia sea gloriosa en sus reyes, sagrada en sus clérigos, santa en sus ministros, denodada en sus mártires, íntegra en sus vírgenes, fecunda en los casados, rica con los pobres, exuberante en los niños, clemente con los cautivos y prisioneros, continente en las viudas, liberadora de los oprimidos, consuelo para los desesperados, freno para los lujuriosos, llamada al orden para los lascivos, moderación para los obstinados, maestra para los vivos y el deseado descanso para los fieles difuntos]. Amen, amen. (Missale Mixtum. In Festo Assump. Sanctæ Maríæ Vírginis, Oratio post-nomina).
   
Virgo Dei génetrix María, cujus hódie veram Assumptiónem celebrámus in sede supérna, quǽsumus indígni et peccatóres, ubi assúmpta est novi miráculi glória, beatióres quandóque mereámur attólli prece hac tua dicáta. Roget, quæsumus, ibídem pro nobis dígnitas tui pudóris, quæ te de terris ineffabíliter sumpsit in cælis post somnum quiétis et cursum consummátum vitæ temporális. Adsit, rogámus, ibídem pro nobis indígnis plebs tua semper suffragátrix; quátenus hic per eam ablúti ab ómnibus facinórum contágiis, mereámur Angelórum compótes esse in cæléstibus regnis. [Oh Virgen María, Madre de Dios, cuya asunción gloriosa al Cielo celebramos hoy, te rogamos, que lleguemos un día nosotros, indignos pecadores, a donde has subido gloriosa y milagrosamente, para ser bienaventurados por estas preces que te dedicamos. Te rogamos interceda allí por nosotros el mérito de tu virginidad, que desde la tierra fue inefablemente llevada al cielo tras el sueño de tu tránsito, cumplido el curso de tu vida temporal. Que abogue allí por nosotros, indignos, tu plegaria que siempre nos ayuda; y así, libres aquí de todo contagio de iniquidad, merezcamos ser compañeros de los Ángeles en el reino celestial]. Amen.(Oratio post-Pridie)

Las Liturgias orientales
Jerusalén
Íterum atque íterum commemorámus vere beátam, laudátamque ab ómnibus generatiónibus terræ sanctam, benedíctam semper Vírginem genitrícem Dei Maríam ["Una y otra vez conmemoramos a la verdaderamente bienaventurada y alabada como santa por todas las generaciones de la tierra, la bendita siempre Virgen y Madre de Dios María]" ("Liturgia Sancti Jacobi Apostoli", según el uso de los Jacobitas de Siria. Hemos dividido las Liturgias Orientales en tantos grupos como sus centros principales).

Liturgia de San Santiago el Menor
Prop[ítius esto], Deus […], per oratiónes et intercessiónem matris amíctæ justítia, cœli secúndi, Vírginis immaculátæ, sanctæ genitrícis Dei Maríæ. [Que Dios nos sea propicio, por las oraciones e intercesión de la madre vestida de justicia y segundo cielo, la Virgen Inmaculada y Santa Madre de Dios María]. ("Ordo generalis liturgia secundum ritum Syrorum Jacobitarum." Cf. Renaudot, tomo II, pág. 25.)

Alejandría
Étiam memínisse dignáre, Dómine, eórum qui a sǽculo tibi placuérunt: Sanctórum Patrum, Patriarchárum, Prophetárum, Apostolórum, Prædicatórum, Evangelistárum, Mártyrum, Confessórum, et omnis spíritus Justi in fide CHRISTI consummátum est. Præcípue vero Sanctíssimæ, gloriosíssimæ, immaculátæ, benedictiónibus cumulátæ, Dóminæ nostræ, Deíparæ, et semper vírginis, Maríæ [Dígnate también recordar, Señor, a aquellos que te fueron agradables en el mundo: los Santos Padres, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Predicadores, Evangelistas, Mártires, Confesores y todos los espíritus de los justos que se gastaron en la fe de CRISTO. Principalmente a la Santísima. Gloriosísima, Inmaculada, llena de bendiciones, Nuestra Señora, la Madre de Dios y Siempre virgen María]. Amen. ("Liturgia Sancti Basilii Alexandrinæ": Renaudot, tomo I, pág. 71-72. Cf. "Liturgia Sancti Gregorii Alexandrinæ", y especialmente la "Liturgia Sancti Marci", y "Liturgia Sancti Jacobi Apostoli.")

La Liturgia de Antioquía
Commemorántes, memóriam ágimus coram te, Dómine, et ad obsecrándum te addúcimus, primum quidem sanctam genitrícem Dei Maríam, et præcursórem Joánnem Baptístiam, Stephánum primum Diaconórum, et proto-mártyrem, agménque sanctórum, Prophetárum, Apostolórum, Mártyrum, Confessórum et reliquórum, quórum nómina scripta sunt in libro vitæ. Ut deprecatiónes illórum tuórum, plácide suscípiens, oratiónes eórum gratas pietáti tuæ accéptes. Nos quóque conjúnctim obsecratiónem imperféctam nostram, coram te simul effúndimus, rogámusque et deprecámur, ut non avértas fáciem tuam a nobis, neque in ira elongéris a nobis: non in furóre tuo dispérdas nos, verum secúndum benevoléntiam tuam pósside nos, et per abundántiam bonitátis tuæ, parce nobis. Illúmina vultum tuum super nos, et super omnem plebem hæreditátis tuæ, quia tibi placet salútem præstáre, et tua est pax et salus: tíbique glóriam, et gratiárum actiónem offérimus, et unigénito Fílio tuo [Conmemorantes, traemos a memoria ante Ti, Señor, y para asegurar su intercesión te presentamos primero a Santa María, Madre de Dios; y al precursor San Juan Bautista, a San Esteban, primer Diácono y Protomártir, y al ejército de los Santos, Profetas, Apóstoles, Mártires, Confesores y los demás, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida. Recibe plácido las deprecaciones de los tuyos, y acepta como gratas a tu piedad sus oraciones. He aquí, junto a ellos te ofrecemos nuestras imperfectas oraciones, y te rogamos y suplicamos que no apartes de nosotros tu rostro, ni en tu ira te alejes de nosotros ni nos disperses en tu furor, sino que en nos poseas según tu benevolencia, y nos perdones por la abundancia de tu bondad. Ilumina tu rostro sobre nosotros, sobre todo el pueblo de tu heredad, porque te agrada el conceder la salvación, y tuya es la paz y la salvación: A Ti te ofrecemos la gloria y la acción de gracias, y a tu Hijo Unigénito]. Amen. ("Liturgii Sancti Ignatii." Renaudot, tomo II, pág. 220).

La Liturgia de Constantinopla
"Oh Virgen, en el mismo momento cuando Gabriel pronunció las palabras Ave María, grátia plena, el Dios de toda la creación se encarnó dentro de ti, como en un Santuario. Los cielos son grandes, pero tú fuiste más grande, tú que has llevado al Creador. Gloria a Él, que hizo Su morada en tu seno; gloria a Él, que nació de ti; gloria a Él, quien por este bienaventurada gestación ha librado al mundo. Y tú, que has concebido a Dios, ruégale que salve las almas de todos. Amén" (Liturgia de San Juan Crisóstomo).

La Liturgia de Etiopía
Servi tui qui minístrant hódie, Sacérdos, Diáconus, Clerus et pópulus, et ego pauper servus tuus, peccátor et néquam, sint absolúti per os Trinitátis sanctæ, Patris, Fílii et Spíritus Sancti; et per nomen Maríæ, cœli secúndi et textrínæ venerándæ… Salve Virgo María mater Dei: tu es thuríbulum áureum quæ carbónem ignítum portásti. Benedíctus qui eum accípit e sanctuário, eum qui dimíttit peccáta et delet crímina, qui est Dóminus Deus, Verbum ex te incarnátum, qui se óbtulit Patri suo in incénsum præcípuum, sacrifíciumque pretiósum. [Sean absueltos tus siervos que ministran hoy: Sacerdote, Diácono, Clero y pueblo, y yo, pobre pecador e indigno siervo tuyo, por la boca de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; y por el nombre de María, que es el segundo cielo y la venrable tejedora… Dios te salve, Virgen María, Madre de Dios: tú eres el incensario de oro que llevaste el carbón encendido. Bendito quien fue tomado del santuario, que perdona los pecados y elimina los crímenes, que es el Señor Dios, Verbo encarnado en ti, quien se ofreció al Padre en incienso principal y sacrificio precioso]. (Litúrgia commúnis, sive Canon universális Æthiópicum, traducida por el archimandrita Tesfa Sion -Pedro Etíope- en 1699, en Renaudot, tomo I págs. 506-507)

La Liturgia Copta
Spíritus Paráclitus in Jordánis áquis, instar Nöéticæ colúmbæ, descéndit super Fílium tuum (María). Tu enim (Colúmba) nobis Dei pacem, quæ homínibus exhibíta est, annuntiavísti; tu quóque, spes nostra, rationábilis colúmba, nobis misericórdiam attulísti, quam in útero gestásti. Jesus scílicet, natus Patris, ex te génitus, nostrum liberávit genus [Oh María, el Espíritu Paráclito descendió sobre tu Hijo en las aguas del Jordán como la paloma de Noé. Tú también, oh paloma, nos anunciaste la paz de Dios, que fue mostrada a los hombres; tú eres nuestra esperanza, la paloma espiritual que nos has traído la misericordia, al que llevaste en tu seno, Jesús, Hijo del Padre, que nació de ti, liberó nuestra raza]. Amen. (Liturgia Copta: "Ordo ad faciendum catechumenum et Christianum" Coptice editus, Assemani, Codex liturgicis, libro II, pág. 155. El cardenal Jean-Baptiste Pitra, quien publicó este texto en el primer volumen de su "Jus Ecclesiasticum Græcorum", pág. 644, agrega que esta oración "Athanasiana odore vetustatis respersa" (destila el olor de la antigüedad atanasiana).

LOS PADRES DE LA IGLESIA PRIMITIVA Y MEDIEVAL
Siglo II
San Dionisio de Alejandría: En una carta escrita por este Santo al heresiarca Pablo de Samósata, él habla de Nuestra Señora como “Tabernáculo de Cristo no hecho con manos”; y dice que «Cristo fue concebido en el vientre de la Bienaventurada Virgen María, descendiendo el Espíritu Santo sobre ella, y también Él solo sabía el orden de Su concepción y nacimiento, preservando incorruptible a la Madre y bendita de la cabeza al pie; un Paraíso Virginal".

San Hipólito, Obispo de Porto (Pupilo de Clemente de Alejandría y coetáneo de Orígenes):
«Y el Arca de madera incorruptible era el Salvador… Pero el Señor estaba sin pecado, hecho en lo concerniente a su naturaleza humana de madera incorruptible, esto es, de la Virgen y el Espíritu Santo, cubierta por dentro y por fuera, como si lo fuera, con el oro purísimo del Verbo de Dios».

San Gregorio Taumaturgo (Presente en el I Concilio de Antioquía, año 264 AD):
«'¡Dios  te salve, llena de Gracia!' no podrá más el diablo ser contra ti; porque donde el enemigo en tiempos pasados infligió una herida, allí primero hace el Médico aplicar el remedio de salvación. De donde procedió la muerte, la vida encontró la entrada. Por una mujer descendieron los lamentos; y por una mujer las bendiciones son regadas. ¡Dios te salve, llena de Gracia! Blush not que una mujer ha sido la causa de la condenación; porque tú eres la Madre del Juez y el Redentor. ¡Dios te salve, Inmaculada Esposa y Madre de un mundo enviudado! Dios te salve, tú que has drown en tu vientre la muerte de la madre Eva.

Todas las Potestades celestiales te saludan por mi boca, oh Santísima Virgen.Y lo que es más, El que es Señor de todo te ha elegido, santa y esclarecida, de entre todas las criaturas; y por tu vientre santo y casto, puro e inmaculado, la perla preciosa viene para la salvación del mundo entero, puesto que has sido hecha santa, y más gloriosa, más pura y más santamente que todo el resto del género humano, teniendo una mente más blanca que la nieve, y tu alma más purificada que el oro finísimo». (Esta homilía ha sido distintamente adscrita, ora a San Gregorio Taumaturgo, ora a San Juan Crisóstomo, ora a Macario de Filadelfia. Todos parecen coincidir en que es un documento erudito de estos primeros tiempos de la Iglesia. P. Harper, "Peace through the Truth”; pág. 346, y pág. 402. Hom. 2a in Annunc.)
  
Siglo IV
San Efrén de Siria (Murió en el 379 AD. Fue ordenado sacerdote por San Basilio el Grande, uno de los cuatro doctores de la Iglesia Griega. Sus alabanzas son celebradas por San Gregorio de Nisa, San Juan Crisóstomo, San Basilio, Teodoreto, San Jerónimo y otros, que lo llamaron “el maestro del mundo…; y el “Éufrates de la Iglesia”; y quienes nos dicen que sus escritos fueron públicamente leídos en muchas iglesias después de las divinas Escrituras. Benedicto XV, en 1920, lo proclamó Doctor de la Iglesia):
«Señora mía, santísima Madre de Dios, llena de gracia, bienaventurada Madre de Dios, muy agradable a Dios, Receptáculo de la Divinidad de tu único Hijo, Trono ardiente mucho más glorioso que el tetramorfo (de Ezequiel) del Padre Inmortal e Invisible; toda Pura, toda inmaculada, enteramente sin mancha, toda Impoluta, toda sin culpa, toda digna de alabanza, toda incorrupta, enteramente bienaventurada, toda inviolada, toda Venerable, toda honorable, enteramente para ser bendecida y alabada y honrada y deseada, Virgen en alma y cuerpo y mente, Trono del Rey que se sienta sobre los Querubines, Puerta celestial que nos conduce de la tierra al Cielo, Novia de Dios por la cual somos reconciliados, Milagro inesperado, Maravilla inexplicable, Manifestación del misterio oculto de Dios, Defensa invencible, Auxilio poderoso, Fuente viva, Océano inagotable de gracias y dones divinos e incomparables, Altura más sublime que la de las Potestades celestiales, Abismo insondable de consejos ocultos, Gloria común de la naturaleza, Exuberancia de todas las cosas nobles, Reina de todo después de la Trinidad, Paráclita después del Paráclito; y, después del Mediador, Medianera del mundo entero. Carruaje del Sol intelectual, cuya verdadera luz ilumina a cada hombre que viene al mundo, que portaste al que trajo todas las cosas por el Verbo; Inmaculada Vestidura de Aquel que se viste de luz cual ropaje; Puente del mundo entero que nos conduce al altísimo cielo, más alta y más gloriosa sobre toda comparación que los Querubines y Serafines; Brillo de los Ángeles, Seguridad de los hombres, Llave que abre para nosotros el cielo, Madre y Nodriza de aquella Estrella que no conoce el ocaso, Resplandor del verdadero y místico Día, Abismo de las ininvestigables riquezas de Dios, carruaje divino y famoso; Libro escrito por la mano de Dios, por el cual el manuscrito de Adán ha sido destruido; Montaña de Dios, santa Montaña en la cual plugo a Dios morar; Raíz de Jesé, Ciudad de Dios, de la cual, dice David, gloriosas cosas se han dicho; Alivio del dolor, Libertad de la cautividad, Deificación de los mortales, Naturaleza Bella y removida de toda posibilidad de culpa, de la cual brota el franquincienso de la virginidad y llena al mundo con su perfume. Puerta de Ezequiel que mira hacia el Este, Obra maestra de la tremenda economía de la gracia, Amable morada del Abajamiento divino, Reconciliación del mundo, nuestra Propiciación y Refugio. El más deseable de todos los dones gloriosos, empuñadura de la espada flamígera que anticipó Isaías. Montaña sombreada con virtudes prevista por Habacuc, Montaña de Daniel de la cual fue cortada sin mano de hombre la piedra, Libro sellado que nadie puede leer, Confianza invisible de los conquistadores, Firmeza de los Reyes, Gloria de los Sacerdotes, Remisión de las ofensas, Apaciguadora del Justo Juez. […] Delectación de mi alma después de Dios, Lluvia caída del cielo a mi corazón agostado. […] Señora mía, Gozo mío, Esplendor mío, mi Abogada incansable con Dios, y puesto que eres la Madre de Aquel que solo es bueno y misericordioso, recibe mi miserable alma y dígnate ponerla por mi mediación y defensa a la diestra de tu único Hijo, y en el descanso de Su Elegido y de Sus Santos… Donde también considerando como Su propia gloria ceder a tus intercesiones, Él cumple tus peticiones como pensando fueran una obligación. Madre de mi Dios, sobre toda medida el más profundo de los nombres… Yo confío en ti, que verdaderamente trajiste, según la carne, al Dios verdadero; A quien es debida toda gloria, honor y adoración, con el Padre increado y Su Espíritu Santísimo y vivificante, ahora y siempre por todos los siglos. Amén». (S. Ephrem Syrus, "Precátio ad Deíparam." Es mucho más largo en el original, que es un himno, como si lo fuera, en alabanza de María. Sermo de sanctíssimæ Dei genitrícis Maríæ láudibus, tomo II de la edición de Vossius, Amberes, 1619, pág. 541.) 

Siglo IV
San Basilio de Seleucia (Uno de los Padres presentes en el Concilio de Calcedonia):
«Oh sagrado vientre que recibiste a Dios, en el cual el manuscrito del pecado fue hecho pedazos. Qué dones suficientemente dignos de ella podemos ofrecer; de la cual todas las cosas terrenas son indignas. Amarantino Paraíso de castidad, Medianera entre Dios y el hombre, Templo verdaderamente digno de Dios; ¡oh Virgen toda santa, de la cual él que dice todo lo que es venerable y glorioso no yerra de la verdad, pero falla en exaltar debidamente tu mérito." (Gautier, "Regina Sæculorum or Mary venerated in all ages", 1875, p. 111 et seqq.)

San Epifanio (A.D. 310):
«Oh Virgen, sagrado Tesoro de la Iglesia, Virgen a la cual podemos llamar Sacerdotisa y Altar, porque tú has preparado para nosotros la mesa, y nos has dado el Pan de Vida, el mismo Cristo, para la remisión del pecado. ¿Qué más puedo decir Urgido por el deseo de alabarte, ¡oh Madre de Dios!, y vacilante por mi insuficiencia, nuevamente diré que tú eres el Cielo y el Trono, y al mismo tiempo la Cruz, cuyos sagrados brazos han sostenido al Salvador. Los ángeles acusaron a Eva; a ti, oh María, que has levantado a Eva caída y has elevado al cielo a Adán expulsado del Paraíso. Por tim de hecho, ¡oh Virgen Santísima!, ha sido derribado el muro de separación, la paz del cielo ha sido derramada sobre el mundo, los hombres se han convertido en ángeles, la Cruz ha brillado sobre toda la tierra, la muerte es conquistada y el inierno despojado. Por ti han sido los ídolos derribados y propagada la Divina Doctrina; y, finalmente, por ti hemos conocido al Hijo único de Dios, el cual tú, ¡oh Virgen!, has dado a luz, JESUCRISTO nuestro Salvador, al que hombres y ángeles adoran. Creemos en el Padre Eterno, el Hijo Eterno, y el Espíritu Santo Eterno; y glorificamos a la indivisible y consustancial Trinidad, por siempre y para siempre». (San Epifanio, Obispo de Salamina en Chipre, 310-403. "Adversus hæreses", lib. iii., v. ii., p. 18. Traducido por Augusto Nicolás; en " La Vierge Marie vivant dans l'Eglise ", ii. 160, 161.)
Siglo V
San Cirilo, Patriarca de Alejandría
«Dios te salve, María, Madre de Dios, tesoro veneradísimo de todo el mundo, antorcha inextinguible, corona de virginidad, cetro de recta doctrina, templo indestructible, habitación de Aquél que es inabarcable, Virgen y Madre, por quien nos ha sido dado Aquél que es llamado bendito por excelencia, y que ha venido en nombre del Padre. Salve a ti, que en tu santo y virginal seno has encerrado al Inmenso e Incomprehensible. Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada, y la preciosa Cruz se venera y festeja en toda la tierra. Por quien exulta el Cielo, se alegran los ángeles y arcángeles, huyen los demonios. Por quien el tentador fue arrojado del Cielo y la criatura caída es llevada al Paraíso. Por quien todos los hombres, aprisionados por el engaño de los ídolos, llegan al conocimiento de la verdad. Por quien el santo Bautismo es regalado a los creyentes, se obtiene el óleo de la alegría, es fundada la Iglesia en todo el mundo, y las gentes son movidas a penitencia. ¿Y qué más puedo decir? Por quien el Unigénito Hijo de Dios brilló como Luz sobre los que yacían en las tinieblas y sombras de la muerte. Por quien los Profetas preanunciaron las cosas futuras. Por quien los Apóstoles predicaron la salvación a los gentiles. Por quien los muertos resucitan y los reyes reinan, por la Santísima Trinidad. ¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como se merece a María, que es digna de toda alabanza? Es Virgen Madre, ¡oh cosa maravillosa! Este milagro me llena de estupor». (Discurso de San Cirilo de Alejandría en la I Sesión del Concilio de Éfeso, año 431 AD. Ver Labbe, tomo II. 583-586.)
San Ambrosio († 397 A.D.)
«Oh María, mantendremos nuestros ojos prontamente fijos sobre tu vida, para que allí podremos contemplar el verdadero retrato de la virginidad, y mirar, brillando como en un espejo, los rayos de la pureza, y la belleza de la virtud. En este modelo están impresas las características de la más elevada perfección; según este patrón las vírgenes deben formar su vida, y aprender de allí lo que tienen que corregir en su conversación e imitar en su vida. Tú, oh María, fuiste siempre virgen, no sólo de cuerpo, sino también de espíritu. Tu pureza te hizo incapaz del menor engaño o de la más leve culpa. Tú fuiste humilde de corazón, grave en tus palabras, reflexiva en tus resoluciones, no dada a mucho hablar, sino diligente en tu estudio de los libros sagrados. Nunca pusiste tu confianza en las inciertas riquezas, sino en la oración de los pobres. Siempre fuiste aplicada al trabajo y discreta en tu discurso, no permitiendo otro testigo de tu corazón sino a Dios solo.

Lejos de causar dolor, fue tu placer hacer el bien a todos; rindiendo a tus 'superiores' todo honor, nunca siendo envidiosa de tus 'iguales'; huyendo de la vanagloria, actuando en todas las cosas conforme a la razón, y deleitándote fervorosa en la virtud.
 
Tu mirada estaba llena de ternura; tus palabras de humildad; y tus acciones de modestia: todo tu exterior estaba tan ordenado que tu rostro reflejaba la imagen de tu alma, y tu invariable comportamiento fue un ejemplo completo de cada virtud.
   
Tan amplio fue el alcance de tu caridad, que nunca supiste dónde poner su límite. Si pudiésemos hablar de la levedad de tu sustento, tú te negaste las cosas más necesarias, prolongando tus ayunos por varios días. Tu sueño no fue más que el demandado por la necesidad absoluta, y mientras tu cuerpo descansaba, tu alma estaba vigilante; sí, incluso los momentos de tu reposo fueron para ti un tiempo de religión y de piedad. 
     
Nunca fuiste menos sensible a la soledad que cuando estabas sola; y ¿cómo precisamente podías estar solitaria, teniendo a tu lado los Libros santos, los Árcángeles y los Profetas?
   
¿Necesitaría maravillarme que el Evangelista San Juan deba revelarnos los más elevados y sublimes de la religión, habiendo morado con aquella que fue su canal y su santuario? Ave María». (De Virginibus, lib. II, cap. II. Ver también la traducción francesa del Rev. padre Joseph Duranti de Bonrecueil; Paris, 1729. El último párrafo es tomado de "De Institutione Virginis", cap. V, § 35. En el último libro, San Ambrosio refuta tajantemente a los que atacan la virginidad perpetua de María).
  
San Agustín (A.D. 430) 
«Tú, oh María, has cumplido perfectamente la Voluntad del Padre Celestial; tu mayor honor y bienaventuranza no es haber sido la Madre, sino la Discípula de CRISTO. Bendita seas por haber escuchado la Palabra de Dios, y haberla guardado en tu corazón. Tú has recibido la Verdad de Cristo en tu entendimiento, incluso más que Su humanidad en tu seno. Mujer incomparable, tú eres Virgen y Madre tanto corporal como espiritualmente. Madre de nuestra Cabeza, que es el Salvador, también eres verdaderamente la Madre de todos los miembros de CRISTO, incluso de nosotros mismos, pues por tu caridad has cooperado en el nacimiento de los fieles en la Iglesia… Es por ti, ¡oh Madre del Señor!, que la dignidad de la virginidad fue establecida sobre la tierra, por ti, ¡oh María!, que fuiste merecedora de tener un Hijo, sin dejar de ser Virgen. Por el honor del Salvador JESÚS, no sufriré oírte mencionada, oh Santa María, en conexión con el pecado. Tú eres, ¡oh Virgen!, la Belleza y la Dignidad de la tierra, y siempre has sido el tipo de la Santa Iglesia. Por una mujer vino la muerte, y la vida por otra. Esta última eres tú, ¡oh Madre de Dios! Ave María». (Gautier, "Regina Sæculorum...", p. 118)

SIGLO VI
San Anastasio el Sinaíta
«¿Y quién, decidme, os suplico, o de los hombres o de los demonios, se atreverá a decir que ella, que es de la misma esencia con Dios en relación a la carne, no es de la imagen y semejanza de Aquel que nació de ella? Porque ¿cómo es la Madre de tal Hijo, si ella no lleva entera e intacta en sí misma la imagen de su Retoño?». (Ibid.)

SIGLO VII
De las letanías de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo
«Oh Luz de las naciones, Campo donde, a la luz del sol, brota la Flor Eterna. Oliva hermosa y cargada de fruto; Campo Virginal, Posesión de Dios; verdadera Evangelista, Sacrificio viviente, bright Pledge of our immortality; causa de las riquezas de la Encarnación; Restauradora de la vida universal, y Salvación del universo». (Ibid., p. 119)

SIGLOS VII Y VIII
San Andrés de Creta (para la Fiesta de la Asunción):
«Levántate: Elévate hacia la paz del Cielo, oh Virgen, y aplaca al Creador en favor de Su creación. Mientras estabas aquí abajo, solo una pequeña porción de nuestra tierra tuvo el honor de poseerte, pero ahora que has nacido de la tierra al Cielo, el Universo entero te aclama como la Propiciadora universal, ¡oh tú, que ehas dado la vida, y que, aún más, por tu Hijo, eres la vida de todos los vivientes, y mucho más todavía, la causa de la vida». (Ibid.)

SIGLO XI
San Pedro Damián
«Es nuestro gozo pensar en ti, ¡oh María!, Palacio del Rey Eterno, y Ciudad de Dios. Tú eres el Alba Amanecer de la Luz. Tú eres el Mirto y la Rosa entre las flores del Paraíso, tú eres el Decoro del cielo, la Liberadora de los cautivos, y el Terror de los demonios. Tú eres el Áncora que has puesto a salvo a nuestra pobre barca, el Tesoro que ha procurado nuestro rescate, la Sal de nuestra tierra, y el Final de nuestra noche; Tú eres el Domingo de nuestros corazones, y la piedra Imán al que nuestras almas son atraídas; conduce nuestras almas al Descanso del Cielo». (Ibid., p. 121)

SIGLO XII
San Anselmo de Aosta OSB, Arzobispo de Canterbury:
«Templo de Gracia, Habitación de la gloria y la sabiduría divina, ¡Oh tú, en quien el Señor Dios plugo confiar todos los secretos del plan eterno!, tú que santificaste al mundo al cual trajiste bendición; tú eres la Reina de la vida y el camino de la gran Reconciliación.
Salve a ti, que has vencido, dominado y absorbido todas las inteligencias; Salve a ti, que eres el Aleluya y el cántico celestial de todos los labios cristianos.
  
Tú eres el desmayo de los espíritus de la oscuridad sobre los cuales has triunfado victoriosamente; Gloria eterna de los Ánglees y de los hombres; Morada del Cielo.
  
Salve, Brazo siempre estrechado sobre nosotros para nuestra defensa; Patrona y Protección viviente de los pecadores, Piloto de la humanidad, Voz dulce, reclamando y alentando a aquellos que están tentados a desesperar; Auxilio de las vírgenes, Madre de los huérfanos, Alegría de todos los que sufren.
  
Salve a ti, Altura a la cual el pensamiento no puede alcanzar; Estrella hermosa que iluminas toda oscuridad; Sol de radiante esplendor, pacífica soledad; Flor Eterna del jardín celestial; Perla de los cielos, Muro de defensa, siempre brindándonos una sombra refrescante; Fuente Inagotable; Fuente de gracia y de misericordia.
  
Tú eres la mente y el alma de todos los Cristianos, tú eres el modelo de la Divina Gracia; el comienzo de la verdadera vida, y la Madre de nuestra Esperanza.
  
Tú eres the contriver de Misericordia, el Camino del alma al Paraíso; la Puerta del Cielo. Santa María, ruega por nosotros». (San Anselmo: Cf. la Oración del mismo Santo, que comienza: "María, tu illa Maria, tu illa máxima beatárum Mariárum"; Bibl. Maz. 814. Bibl. Nat. 1196 (de los manuscritos en ambas bibliotecas). 
San Bernardo
«Tú, ¡oh Virgen Bendita!, eres el campo de nuestra esperanza, y la representante del tiempo de misericordia. Tú has sido, ¡O Invéntrix Grátiæ! (inventora de la Gracia), el comienzo de todo bien, y el origen de toda consolación. Tú eres el Camino Real de nuestra salvación; el Señor Dios era, como lo fue, un pobre viajero errante sobre la tierra, y tú eres la Casa en donde Él encontró una bienvenida. Tú eres la Corte, tú el Castillo, tú el Santuario del Gran Dios; tú eres Su Cetro, Su Diadema y Su Trono. Tú eres el antitipo de las mujeres valientes y el Repositorio de los secretos de la Divinidad.
   
Ninguna palabra es tan dulce de pronunciar como tu nombre. Tú eres la candidísima Nieve, más blanca que todas las demás nieves. Tú eres el Jardín florido de Dios, la Urna de oro, la Planta celestial, la Violeta de la humildad; la Perla invaluable, el munificente Presente de Dios al hombre. Tú eres ese Firmamente en el cual Dios puso el Sol, tú eres la Imagen y Reflejo de este Sol divino. Tú eres el Río abundante de Bondad, que refresca y purifica la tierra. Tú eres la Ciencia de todas las ciencias, tu es negótium sæculórum (tú eres el negocio de los siglos); Oh María, que has reparado el pasado y preparado el futuro de la humanidad, Ora pro nobis!». (El anterior estracto de las oraciones de San Bernardo está tomado del Index Mariánus de la Patrología de Migne. Entre los otros Santos y Doctores de este siglo, cuyas oraciones e himnos a María Inmaculada han llegado hasta nosotros, tenemos solamente espacio para mencionar a Ricardo de San Víctor, San Hugo, San Amadeo de Lausana, el Venerable Ruperto, Honorio de Autun, Felipe de Harveng y Pedro de Celles. En este siglo también tuvo Adán de San Víctor, quien escribió, entre muchos otros himnos y poemas, el "Ante Thorum Virginálem". Ver el Manuscrito 677, de la Biblioteca Nacional de París).

SIGLO XIII
Oración de San Buenaventura (A.D. 1274)
«Oh mi dulcísima Abogada, Virgen Madre del amado Esposo de mi alma, ¿dónde estabas cuando por mi amor JESÚS sufrió tan amarga Pasión? ¿No estabas al pie de la Cruz? Sí, verdaderamente tú estabas allí, y todavía mucho más, porque fuiste crucificada en espíritu en esa Cruz con tu Hijo. Ni había diferencia alguna en estas dos crucifixiones, salvo que Él estaba crucificado en Su Cuerpo, y tú en tu alma. Y aunque las Llagas de Su Cuerpo estaban separadas, estaban en tu Corazón, ese Corazón tan lleno de dolor y amor, reunidas en cierta forma. Ese Corazón, ¡oh mi dulcísima Señora!, fue verdaderamente coronado de espinas, transfijado con tres clavos desafilados, dado a beber hiel y vinagre, cubierto con sangre, insultado, lacerado y traspasado. El Santo Evangelio hace uso de esta última palabra cuando habla de la espada de dolor que traspasaría tu alma por tu Hijo amado. Oh mi dulce Señora, ¿por qué habrías muerto, y muerto por mí? ¿No fue suficiente la muerte del Hijo, sino que la Madre también debía ser crucificada? ¿O fue, Prudentísima Señora, que no permaneciste sola en tu propia recámara? ¿Por dónde llegaste a la colina del Calvario? ¿Fue según tu costumbre, o adecuado para ti, aparecer en un lugar de tan grande tumulto y de tanta vergüenza? ¿Nada podía detenerte, ni tu modestia virginal, ni el miedo natural de la mujer, ni el horror de tan terrible crimen, ni la confusión de ver a tu Hijo en la Cruz, ni el pensamiento de tu reputación, ni el miedo de ser llamada la Madre de un criminal ajusticiado, ni el carácter infame del lugar, ni el agotarmiento de llorar tan amargamente en público, ni la multitud de tus enemigos, ni la malicia de los judíos que podían crucificarte junto a tu Hijo? ¡Ay! Mi dulcísima Madre, ¿no querrías volver prontamente a tu casa, dejando con tu Hijo que pueda también perderte? Ah, ¿quién podría consolarme por la muerte de JESÚS? No dejes a mi alma toda solitaria y angustiada; no me dejes morir así. Pero oh, Madre dolorosísima, veré claramente que tú no me abandonarás, ni dejarás lugar a mis entretenimientos, estando tan postrado con lamento que todo tu Corazón y entendimiento están grandemente absorbidos en la Pasión de tu Hijo.

Pero humildemente te imploro, ¡oh mi Abogada dulcísima!, unas y fijes en efecto mis afectos a las preciosas Llagas de JESÚS mi Señor, en las cuales deseo permanecer; y tú al menos tendrás la consolación de no estar más sola en tu amor.

No te pido ni oro, ni plata, ni placeres mundanos, ni honores ni riquezas; llagas y dolores solo te pido; ¡no los rechaces, mi Madre, y ruega por mí!». ("L'Esquillon d'amour divine, lequel fist Bonne aventure" / La flecha del amor divino, escrita por San Buenaventura. Biblioteca Nacional Francesa, 927, Siglo XV. Es una traducción del Stímulus Amóris.)

***
2. LA CORREDENCIÓN DE MARÍA ES UNA DOCTRINA CATÓLICA TRADICIONAL [Apartes del artículo: “Francisco niega la corredención”, publicado en NOVUS ORDO WATCH. Adaptación y traducción propias].
¿Qué es la Co-Redención?
Muchos probablemente nunca han oído de ella. ¿Es realmente una doctrina Católica tradicional o es una exageración impermisible del rol de la Madre Dolorosa? ¿El título “Corredentora” cruza la línea a la cuasi-idolatría, haciendo a María Santísima ser igual a Jesucristo? ¿No sería esta doctrina una negación implícita del Concilio de Trento, que habla de “Jesucristo nuestro Señor, quien solo es nuestro Redentor y Salvador” (Sesión 25; Denz. 984)?
  
Las almas preocupadas pueden respirar aliviadas: la noción de la Corredención de María no significa que la Madre de Cristo es igual a Dios, que ella es divina, que Cristo no es nuestro único Redentor, o que a Su Redención le faltaba algo que una mera criatura tenía que suplir.
  
Parece haber mucha confusión sobre el concepto por el prefijo “co-”. Debemos entender que esta palabra no significa igual. Siendo derivada de la palabra latina cum, simplemente significa con (ver Leo F. Stelten, Dictionary of Ecclesiastical Latin [Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1995], voz “cum”). Cuando decimos que la Santísima Madre es la Corredentora, significa que está asociada unida con la Redención de Cristo por participar en ella en una forma única pero claramente subordinada. Precisamente en esa forma, ese es el contenido de la doctrina de la Corredención.

¿Es razonable la Corredención?
No es extraño a Dios el permitir a Sus criaturas compartir tanto en Su trabajo natural y sobrenatural. Por ejemplo, aunque Dios es el único Creador, sin embargo, le permitió a los padres ser cooperadores con Él en la obra de la creación, y esto es llamado apropiadamente pro-creación. Todo sacerdote es un alter Christus (“otro Cristo”), porque ofrece la Santa Misa, perdona los pecados, bautiza, etc., in persóna Christi (cf. 2 Cor. 2:10). La administración del Sacramento es un claro ejemplo de cómo Dios permite a los seres humanos compartir en Su obra de salvar almas, pero esta no es la única, porque, como dice San Pablo, en un cierto sentido, todos los Católicos “son cooperadores de Dios” (1 Cor 3:9), esto es, Sus asistentes.
     
Sabemos por la Divina Revelación que Jesucristo es nuestro único y solo Mediador: “Porque hay un solo Dios, y un mediador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo” (1 Tim. 2:5). Con todo, encontramos que esta Mediación Única de Cristo no impide a otros medianores menores que están subordinados a, y enteramente dependientes del Divino Mediador. Entre ellos está, primero y principalmente, la Santísima Virgen, que es la Medianera de Todas las Gracias, y luego, todos los demás santos. Finalmente, incluso el último de nosotros que practica oración intercesoria comprarte en una forma muy subordinada en la Mediación Única de Cristo, simplemente porque es como Dios quiso que fuera asñi en la Comunión de los Santos. Es una verdad hermosa y consoladora, que no quita nada a la Mediación de Cristo, sino que demuestra su gran eficacia.
  
Ahora, si es evidente que Dios quiso permitir que la Santísima Virgen cooperase en la obra de la Encarnación (ver Luc. 1:26ss.); ¿por qué Él no le permitiría a ella, que “guardaba todas estas palabras, meditándolas en su corazón” (Luc. 2:19), para cooperar en la obra de la Redención, que es la razón por la que nuestro Santísimo Señor se encarnara en primer lugar?
  
La participación única de la Santísima Virgen María en la Redención de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es definitivamente enseñada en la Divina Revelación y por el magisterio de la Iglesia Católica, como lo demostrarán las siguientes citas.
  
La Doctrina de la Iglesia sobre la Co-Redención
La Corredención está anunciada en la misma primera profecía sobre el Redentor: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, y tu descendencia y la suya: ella aplastará tu cabeza, y tú acecharás su calcañar” (Gen 3:15). Es muy apropiado que a una mujer le sea permitido cooperar en la Redención de la humanidad, como quiera que fue por la cooperación de una mujer que el hombre cayó en el pecado original (ver Gén. 3:1-6). Así como Jesucristo es el Nuevo Adán (cf. 1 Cor. 15:22), así también María es la Nueva Eva (Eva → Ave).
  
En su carta a los colosenses, San Pablo Apóstol menciona que “Ahora [yo] me regocijo en mis sufrimientos por vosotros, y completar en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo, por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). Sobre este pasaje, señala el Comentario a las Escrituras del padre George Haydock:
La sabiduría, la voluntad, la justicia de Jesucristo, requería y ordenaba que su cuerpo y sus miembros deben ser compañeros en sus sufrimientos, como esperan ser compañeros de su gloria; que sufriendo así con él, y siguiendo su ejemplo, ellos pueden aplicar a sus deseos y a las necesidades de otros los méritos y la satisfacción de Jesucristo, cuya aplicación es lo que está queriendo, y lo que nos es permitido suplir por los sacramentos y el sacrificio de la nueva ley. (Haydock Commentary; cursivas agregadas)
Si esto es verdad para todos los miembros del Cuerpo de Cristo, para todos los Católicos, ¿por qué no aplica en la forma más ejemplar a la Santísima Virgen María, la única muembro de la Iglesia que nunca estuvo bajo el dominio de satanás o el pecado en ningún instante, y cuyo sufrimiento individual fe profetizado por San Simeón en la Sagrada Escritura con las palabras “tu propia alma será traspasada por una espada” (Luc. 2:35)?
  
El ministerio papal está lleno de hermosas referencias y alusiones a la participación única de la Santísima Virgen en la Redención de Cristo.
  
En una carta del 9 de Enero de 1801, el Papa Pío VII escribió al obispo de Cagliari que la Virgen Dolorosa “permaneció al pie de la Cruz y ofreció estos dolores al Padre Eterno por nuestra salvación” (Carta Apostólica Id Offícii Debent; en Monjes Benedictinos de Solesmes, eds., Papal Teachings: Our Lady [Boston, MA: Hijas de San Pablo, 1961], n. 12, pág. 41).
   
En su Constitución Apostólica que definía ex cáthedra el dogma de la Inmaculada Concepción, el Papa Pío IX enseñó:
Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y de la misma triunfando en toda la línea, trituró su cabeza con el pie inmaculado. (Papa Pío IX, Constitución Apostólica Ineffábilis Deus)
En una carta del 25 de Agosto de 1873, el mismo Papa Pío IX señaló que la Madre de Dios “estuvo tan íntimamente unida al sacrificio de su Divino Hijo, desde la concepción virginal de Jesucristo hasta Su dolorosa Pasión, que fue llamada por algunos Padres de la Iglesia como Virgen Sacerdote” (Carta Apostólica Cum Purgaturus; en Papal Teachings: Our Lady, n. 69, p. 85). Es importante entender que el tipo de sacerdocio referido aquí no es el sacerdocio ordenado o ministerial que la mayoría de las personas asumirán cuando escuchan la palabra “sacerdote”. Así, en orden a evitar la confusión entre los fieles, la Iglesia prohibió subsiguientemente una devoción a María como Virgen Sacerdote, y en un decreto del 8 de Abril de 1916, desaprobó las imágenes que describen a la Santísima Madre vistiendo ornamentos sacerdotales (ver Acta Apostolicæ Sedis VIII [1916], pág. 146).
   
El sucesor inmediato de Pío IX, el Papa León XIII, más que insinuó la Corredención de María Santísima en una de sus muchas encíclicas sobre el Santo Rosario cuando enseñó:
En el jardin de Getsemaní, donde Jesús es afligido y triste hasta la muerte, y en el Pretorio, donde es azotado, coronado de espinas, condenado a muerte, María sin duda está ausente; pero ha mucho tiempo que todo ello lo conoce y lo medita. Porque al ofrecerse a Dios como a su sierva por ser su Madre, y al consagrarse enteramente, a Él en el templo con su Hijo, en ambos actos se asoció a ese Hijo en laboriosa expiación por el género humano, y por esto no es dudoso que tomó en su alma gran parte en las amarguras, angustias y tormentos de su Hijo. En su presencia y a su vista debía consumarse el Divino Sacrificio, para el que generosamente alimentó la victima. Esto hay que notar en el último de esos Misterios, y que es lo más enternecedor: junto a la Cruz de Jesús, estaba en pie María, su Madre, que movida de inmensa caridad hacia nosotros, para recibirnos por hijos, ofreció voluntariamente el suyo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasado el pecho de una espada de dolor. (Papa León XIII, Encíclica Jucúnda Semper, n. 3)
En la misma encíclica, el Papa León incluyó esta hermosa oración a la Madre Dolorosa:
A vuestro amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no abandones a los desgraciados hijos de Eva. Os imploramos, mediadora de nuestra salvación, tan poderosa como clemente, por las alegrías venidas de vuestro Hijo Jesús, por vuestra comunión en sus inefables dolores, por el esplendor de su gloria, os suplicamos con todas nuestras fuerzas, ¡y a pesar de nuestra indignidad, oídnos con benevolencia y atendednos! (Jucúnda Semper, n. 8)
En una primera encíclica sobre el Rosario, el mismo Papa León había enseñado que “En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles” (Encíclica Suprémi Apostolátus, n. 2).
  
Todos los Papas subsiguientes enseñaron a la Iglesia Universal en la misma forma:
  • «Cuando llegó la última hora del Hijo, estaba en pie junto a la Cruz de Jesús, su Madre, no limitándose a contemplar el cruel espectáculo, sino gozándose de que su Unigénito se inmolara para la salvación del género humano, y tanto se compadeció que, si hubiera sido posible, ella misma habría soportado gustosísima todos los tormentos que padeció su Hijo (San Buenaventura, 1. Sent. d. 48, ad Litt. dub. 4). Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, ella mereció convertirse con toda dignidad en Reparadora del orbe perdido (Eadmerio. De Excellentia Virg. Maríæ, c. 9) , y por tanto en Dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con Su Muerte y con Su Sangre». (Papa San Pío X, Encíclica Ad Diem illum lætíssimum, sobre el 50º aniversario de la definición de la Inmaculada Concepción n. 12).
  • «De hecho, según la enseñanza común de los Doctores, fue designio de Dios que la Bienaventurada Virgen María, aparentemente ausente de la vida pública de Jesús, debía asistirle cuando Él estaba muriendo clavado a la Cruz. María sufrió y casi murió con su Hijo cuando sufría y moría; por la salvación del género humano ella renunció a su a sus derechos maternos y, como si dependiera de ella, ofrecía a su Hijo para aplacar la ira divina; así que también podemos decir que ella redimió con Cristo a la humanidad». (Papa Benedicto XV, Carta Apostólica Inter Sodalícia a la Congregación de Nuestra Señora de la Buena Muerte [22 de Mayo de 1918], en Acta Apostolicæ Sedis X [1918], p. 181; traducción española a partir de la traducción inglesa en Papal Teachings: Our Lady, n. 267, pág. 194.)
En su Carta Apostólica Exploráta Res del 2 de Febrero de 1923, el Papa Pío XI habló de “el hecho que la Virgen dolorosa tomó parte con Jesucristo en la obra de la Redención” (en Acta Apostolicæ Sedis XV [1923], p. 104; traducción de Papal Teachings: Our Lady, n. 282, pág. 205).
  
En 1928, Pío XI publicó una encíclica sobre la reparación al Sagrado Corazón de Jesús, en la cual explicó lo que puede ser considerado como la base para cualquiera de los actos de participación en la Redención por parte de los seres humanos:
«Con razón, pues, Jesucristo, que todavía en su Cuerpo místico padece, desea tenernos por socios en la expiación, y esto pide con El nuestra propia necesidad; porque siendo como somos “cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte miembro” (1 Corintios XIII, 27), necesario es que lo que padezca la cabeza lo padezcan con ella los miembros (Cf. 1 Corintios XII, 26)». (Papa Pío XI, Encíclica Miserentíssimus Redémptor, n. 14)
El mismo Romano Pontífice concluyó esta encíclica declarando que la Madre de Dios “al pie de la Cruz lo ofreció como hostia”, y así “por su unión misteriosa con Cristo y singular privilegio de su gracia fue, como se la llama piadosamente, reparadora” (n. 21).   
No sorprendentemente, el último Papa verdadero (conocido), Pío XII, también enseñó sobre la Corredención de la Santísima Virgen:
  • Realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado. (Papa Pío XII, Encíclica Mýstici Córporis Christi, n. 110)
  • Pero ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que, como fue preanunciado en el protoevangelio (Gn 3, 15), habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes
      
    De tal modo, la augusta Madre de Dios, arcanamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad «con un mismo decreto» (Actas de Pío IX, 1ª parte, pag. 599) de predestinación, inmaculada en su concepción, Virgen sin mancha en su divina maternidad, generosa Socia del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sobre sus consecuencias… (Papa Pío XII, Constitución Apostólica Munificentissimus Deus, nn. 39-40)
  • Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios tuvo en la obra de nuestra eterna salvación…
      
    Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo…
      
    Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán, principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se cumplió según una cierta “recapitulación” [San Ireneo, Advérsus hæréticos 4, 9, 1. Patrología Græca 7, 1175 B], por la que el género humano, sometido a la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si, además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de Cristo precisamente «para estar asociada a Él en la redención del género humano» [Pío XI, carta Auspicátus proféctoActa Apostólicæ Sedis 25 (1933), 80] «y si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado» [Pío XII, encíclica Mýstici Córporis ChristiActa Apostólicæ Sedis 35 (1943), 247]; se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor, así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán. (Papa Pío XII, Encíclica Ad Cœli Reginam, nn. 35-36,38)
El título específico de “Corredentora” para la Santísima Virgen fue explícitamente usado por algunos de los Papas, como Pío XI, quien durante un mensaje radial se dirigió a la Madre de Dios así: “Madre fidelísima y misericordiosísima, que como corredentora y particionera de los dolores de vuestro Hijo le asististeis mientras Él ofrecía el sacrificio de nuestra Redención en el altar de la Cruz…” (Mensaje radial a los peregrinos en Lourdes, 28 de Abril de 1935; citado en Papal Teachings: Our Lady, n. 334, p. 228).
   
El título “Corredentora” también aparece en documentos promulgados por el Santo Oficio, del cual el Papa es la cabeza. El Santo Oficio es el dicasterio vaticano encargado de reforzar la Ortodoxia a lo largo de la Iglesia Universal. En 1913, bajo el Papa San Pío X, se expidió el decreto referente a “el glorioso nombre de su Madre, nuestra corredentora, Santa María” (“glorióso… nómine Matris suæ, corredemptrícis nostræ, beátæ Maríæ”; en Acta Apostólicæ Sedis V [1913], pág. 364-365):
LATÍN
SUPRÉMA S. CONGREGÁTIO S. OFFÍCII
(SÉCTIO DE INDULGÉNTIIS).
   
DECRÉTUM INDULGÉNTIA JAM CONCÉSSA FIDÉLIBUS SE INVÍCEM SALUTÁNTIBUS PER INVOCATIÓNEM NÓMINIS JESU, ÉTIAM MARÍAE ADJÉCTO NÓMINE, MANET.
 
Sunt quos amor pius erga Beatíssimam inter vírgines sic deléctat, ut Jesum núnquam commemoráre quéant, nisi glórioso comitánte nómine Matris suæ, corredemptrícis nostræ, beátæ Maríæ. Laudábilis hæc consuetúdo ad illam exténditur invocatiónem, seu Christiánam salutatiónem, circa quam Decrétum suprémæ H. S. Congregationis, die 27 Mártii 1913, datum est. Équidem, plúribus in locis salutántur christícolæ his verbis: “Laudétur Jesus et María - Hódie et semper”. Ne péreant forte, quæ pro sola datæ sunt Jesu nóminis invocatióne Indulgéntiæ, istiúsmodi in adjúnctis, apud Sanctíssimum Dóminum Nostrum D. Pium divínæ providéntiæ Papæ X, die 26 mensis Júnii 1913, in audiéntia R. P. D. Adsessóri S. Offícii impertíta, supplicátum est, ut benígne concedére dignarétur, ínvicem salutántes sub invocatióne et láude ss. nóminum Jesu et Maríæ eásdem lucrifácere indulgéntias, quas ss. nomen Jesu tantum laudántes. Sánctitas vero sua, has preces perlibénter suscípiens, et grátiam extensiónis concéssit, et præsens Decrétum expedíri jussit.

Contráriis quibuscúmque non obstántibus.

MARIÁNUS Card. RAMPOLLA, Secretárius.

L. S. 

Doménicus Serafini, Archiepíscopus Seleuciénsis Piéria, Adsesóri Sancti Offícii.

TRADUCCIÓN
SUPREMA Y SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO
(SECCIÓN DE INDULGENCIAS)
   
DECRETO QUE MANTIENE LA INDULGENCIA YA CONCEDIDA A LOS FIELES QUE SALUDÁNDOSE MUTUAMENTE POR LA INVOCACIÓN DEL NOMBRE DE JESÚS, AGREGAN TAMBIÉN EL NOMBRE DE MARÍA.
 
Hay quienes tanto se delectan por el piadoso amor a la Santísima entre las vírgenes, que nunca pueden recordar a Jesús sin acompañarlo con el glorioso nombre de su Madre, nuestra corredentora, Santa María. Fue sobre la extensión de esta laudable costumbre de esta invocación, o salutación cristiana, de la cual trató el Decreto de esta Suprema y Sagrada Congregación, dado el 27 de Marzo de 1913. Igualmente, muchos en algunos lugares saludan a los cristianos con estas palabras: “Alabados sean Jesús y María - Ahora y siempre”. Para que no se pierda la Indulgencia que se da por la sola invocación del nombre de Jesús, por la adición en esta forma, que nuestro Santísimo Señor Pío, por la divina providencia Papa X, en audiencia concedida el día 26 de Junio de 1913 al Reverendo Padre Asesor del Santo Oficio, suplicádole que se dignara conceder benigno que cuantos se saludan mutuamente con la invocación y alabanza de los santísimos nombres de Jesús y María puedan ganar las mismas indulgencias que los que alaban el santísimo nombre de Jesús. Su Santidad, habiendo recibido benigno estas súplicas, concedió la extensión de la gracia, y ordenó expedir el presente Decreto.

No obstando nada en contrario.

MARIANO Card. RAMPOLLA, Secretario.

L. S.

Domingo Serafini, Arzobispo de Seleucia Pieria, Asesor del Santo Oficio.

Más todavía, el año siguiente, el mismo Romano Pontífice canonizado, Pío X, concedió una indulgencia de 100 días a una oración de reparación en la cual se dirigían a la Madre de Dios como “corredentora del género humano” (“corredentrice del genere umano”; en Acta Apostolicæ Sedis VI [1914], pág. 108):
SUPREMA Y SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO
(SECCIÓN DE INDULGENCIAS)
   
DECRETO QUE CONCEDE 100 DÍAS DE INDULGENCIA A QUIENES RECITEN, POR CAUSA DE REPARACIÓN, CIERTA ORACIÓN A SANTA MARÍA VIRGEN.
 
Virgen bendita, Madre de Dios, volved benigna la mirada desde el cielo, donde os sentáis como Reina, sobre este mísero pecador, vuestro siervo. Él, aunque consciente de su indignidad, en resarcimiento de las ofensas que a Vos se hacein por lenguas impías y blasfemas, desde lo íntimo de su corazón os bendice y exalta como la más pura, la más bella y la más santa de todas las criaturas. Bendice vuestro Santo Nombre, bendice vuestras sublimes prerrogativas de verdadera Madre de Dios, siempre Virgen, concebida sin mancha de pecado y corredentora del género humano. Bendice al eterno Padre, que os escogió en modo particular por Hija; bendice al Verbo encarnado, que vistiéndose de la humana naturaleza en vuestro purísimo seno os hizo su Madre; bendice al divino Espíritu, que os quiso su Esposa. Bendice, exalta y agradece a la Trinidad augusta, que os preescogió y privilegió tanto por elevaros sobre todas las criaturas a la más sublime altura. Oh Virgen santa y misericordiosa, impetrad el arrepentimiento a vuestros ofensores y aceptad este pequeño obsequio de vuestro siervo, obteniendo también para él, de vuestro divino Hijo, el perdón de sus propios pecados. Amén.

Nuestro Santísimo Señor Pío, por la divina providencia Papa X, en audiencia concedida al Reverendo Padre Asesor del Santo Oficio, se dignó conceder benigno a los fieles cristianos que, al menos devotamente y con el corazón contrito recitaren la oración arriba relacionada, poder lucrar cada vez que la hicieren cien días de Indulgencia, aplicable también a los difuntos. El presente vale perpetuamente, hasta la expedición de otro Breve.

No obstando nada en contrario.

DOMINGO Card. FERRATA, Secretario.

L. S.

Domingo Serafini, Arzobispo de Seleucia Pieria, Asesor del Santo Oficio.
   
El estatus teológico de la doctrina
Pueden multiplicarse mucho más las citas como las anteriores, pero basten éstas para establecer que es abrumadora la evidencia magisterial sobre la verdad de la Corredención de María; así que es claro que ningún Católicio puede cuestionarla sin pecar. Resta por determinar la nota teológica precisa de esta enseñanza. ¿Es dogma, por lo que su negación constituiría pecado de herejía? ¿O posee un estatus teológico menor?
  
El padre José de Aldama, S.J., en su tratado Sobre la Santísima Virgen María para el compendio dogmático Sacræ Theologíæ Summa, presenta algunas distinciones necesarias y afirma el estatus teológico de cada una individualmente considerada:
a) Que María cooperó en la obra de la redención, al menos mediatamente, es un asunto de fe (de fide).
b) Que ella también cooperó inmediatamente, es una doctrina más en conformidad con los textos citados de los Sumos Pontífices. Precisamente estos textos, tomados juntos como un todo, significan la enseñanza constante de los Romanos Pontífices por un siglo propuestas a toda la Iglesia más claramente con el paso del tiempo. Porque ellos no eran inconscientes de las disputas de los teólogos sobre esta materia.
c) Que el título de Corredentora es usado correctamente es cierto; y no es lícito dudar sobre su idoneidad. (Rev. José Antonio de Aldama y Pruaño SJ, Sacræ Theologíæ Summa IIIA: On the Blessed Virgin Mary, n. 158; cursivas agregadas)
Se pudiera escribir todo un libro sobre la asociación de la Santísima Virgen con Cristo en Su Obra de Redención. Las personas interesadas en leer más sobre este tema, pueden consultar la literatura adecuada aprobada eclesiásticamente antes del Vaticano II sobre la materia, como el  set de Mariología en tres volúmenes del padre Juniper Carol, recientemente reimpreso por Mediatrix Press.
   
Debemos recordar que la Corredención de la Santísima Virgen no desvía de la Obra Redentora de Cristo más de lo que honrarla como Madre de Dios aparta de Su Encarnación. ¡Todo lo contrario! Como Dios no se hizo hombre sin la cooperación de una mujer (cf. Lucas 1:38), así Él no escogió redimir al mundo sin la participación de Su Inmaculada Madre dolorosa y afligida. La fuente principal de la Corredención, recordémoslo siempre, es la inescrutableme Voluntad de Dios; simplemente fue Su “divina voluntad especial el admitir y asociarla con Cristo en la obra de la Redención” (de Aldama, On the Blessed Virgin Mary, n. 158).
   
Así, la Corredención de María es razonable, en conformidad con la Divina Revelación, y enteramente magisterial. Además, es increíblemente bello.
   
Todos los Católicos Deben Asentir a la Doctrina Papal
Trágicamente, hay incluso algunos que se denominan Católicos y sedevacantistas que niegan la participación de la Madre Santísima en la Redención; ellos optan en cambio en acatar su propia interpretación privada de la enseñanza de la Iglesia, como pensando que tienen el derecho de desviarse del magisterio papal bajo cualquier pretexto.
  
Pero la Iglesia es clara sobre la autoridad de la enseñanza papal, incluso cuando es ejercida en modo no infalible. San Roberto Belarmino, Doctor del Papado, indicó que “todos los Católicos coinciden” que “el Papa, por sí mismo o por un Concilio, mientras declare algo en una materia dudosa, pudiendo errar o no, debe ser escuchado obedientemente por todos los fieles” (De Romano Pontifice, Libro IV, cap. II; traducción inglesa de Ryan Grant SJ).
    
El Papa Pío IX exhortó a sus obispos a ser “vigilantes en obra y palabra, para que los fieles puedan crecer en el amor a esta Santa Sede, venerarla y aceptarla con completa obediencia; ejecutando todo lo que la misma Santa Sede enseña, establece y decreta” (Encíclica Inter Multíplices a los obispos de Francia, 21 de Marzo de 1853, n. 7).

No sorprendentemente, la misma fue también la enseñanza clara del Papa León XIII:
  • Si, pues, en estas difíciles circunstancias, los católicos escuchan, como es su obligación, estas nuestras enseñanzas, entenderán con facilidad cuáles son los deberes de cada uno, tanto en el orden teórico como en el orden práctico. En el orden de las ideas, es necesaria una firme adhesión a todas las enseñanzas presentes y futuras de los Romanos Pontífices y la profesión pública de estas enseñanzas cuantas veces lo exijan las circunstancias. (Papa León XIII, Encíclica Immortále Dei, 1 de Noviembre de 1885, n. 41; subrayas añadidas).
  • Muy al contrario los cristianos, los cuales saben qué han de creer por la Iglesia, con cuya autoridad y guía están ciertos que conseguirán la verdad. Por lo cual, como es una la Iglesia, porque uno es Cristo, así una es y debe ser la doctrina de todos los cristianos del mundo entero. “Uno el Señor, una la fe” (Efesios 4:5). “Pero teniendo todos un mismo espíritu de fe” (2 Corintios 4:13), alcanzan el principio saludable que les ha de salvar, del que naturalmente se engendra en todos la misma voluntad y el mismo modo de obrar…
      
    Tratándose de determinar los límites de la obediencia, nadie crea que se ha de obedecer a la autoridad de los Prelados y principalmente del Romano Pontífice, solamente en lo que toca a los dogmas, cuando no se pueden rechazar con pertinacia sin cometer crimen de herejía. Ni tampoco basta admitir con sincera firmeza las enseñanzas que la Iglesia, aunque no estén definidas con solemne declaración, propone con su ordinario y universal magisterio como reveladas por Dios, las cuales manda el Concilio Vaticano [I] que se crean “con la fe divina y Católica”, sino además uno de los deberes de los cristianos es dejarse regir y gobernar por la autoridad y dirección de los Obispos y, ante todo, por la Sede Apostólica.
         
    Muy fácil es, por lo tanto, el ver cuán conveniente sea esto. Porque lo que se contiene en la divina revelación, parte se refiere a Dios y parte al mismo hombre y a las cosas necesarias a la salvación del hombre. Ahora bien: acerca de ambas cosas, a saber, qué se debe creer y qué se ha de obrar, corno dijimos, prescribe la Iglesia por derecho divino, y, en la Iglesia, el Sumo Pontífice.
        
    Por lo cual el Pontífice, por virtud de su autoridad debe poder juzgar qué es lo que se contiene en las enseñanzas divinas, qué doctrina concuerda con ellas y cuál se aparta de ellas; y del mismo modo señalarnos las cosas buenas y las malas: qué es necesario hacer o evitar para conseguir la salvación; pues de otro modo no sería para los hombres intérprete fiel de las enseñanzas de Dios ni guía seguro en el camino de la vida. (Papa León XIII, Encíclica Sapientiæ Christianæ sobre los deberes de los Católicos como ciudadanos, 10 de Enero de 1890, nn. 21, 24; subrayado agregado).
Entonces, para un Católico, la materia es clara. Todo Católico debe prestar asentimiento a la Doctrina Católica, aun cuando esta no haya sido definida infaliblemente.
  
¿Quién es el Tonto ahora?
En su papel como el “Papa” Francisco I, Bergoglio calificó de “tontería” ver a la Santísima Virgen como Corredentora del género humano en su homilía del 12 de Diciembre de 2019. Con todo (y esto no sorprende), el tonto es Bergoglio. Dándoselas de sabio en su propia opinión, agregó otro pecado mortal a su casi interminable lista de ofensas contra Dios Todopoderoso, del que nadie se puede burlar (ver Gálatas 6:7):
“Porque está escrito: Destruiré la sabiduría del sabio, y rechazaré la prudencia del prudente. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este mundo? ¿No ha Dios hecho tonta la sabiduría de este mundo?” (1 Cor 1:19-20).
Claramente, la Corredención es una doctrina Católica tradicional. Una más que es negada por Bergoglio. Sin importar qué aspectos de la participación de la Madre de Dios en el Sacrificio Redentor de Cristo pretenda rechazar cuando lo llama “tontería” (y por ende, si incurre en herejía o no), se muestra así que su soberbio desprecio a la autoridad docente de la Santa Madre Iglesia y a la Virgen muy ciertamente ha llegado al Cielo.
  
***

Como se puede comprobar en las líneas anteriores, los Padres y Doctores de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, ellos sostenían pacíficamente amparados en la Tradición Apostólica que es justo reconocer a la Santísima Virgen María como Corredentora del Género Humano, en cuanto Ella, no sólo en la Crucifixión, sino también desde la Anunciación, participó de congruo en la obra redentora de su Hijo Jesucristo Nuestro Señor (aunque Él de suyo propio no necesitaba nada de nadie), y así lo ha expresado la Iglesia en sus distintas formas litúrgicas a lo largo de la Historia. Adicional a lo anterior, por más de cien años, los Papas han sostenido en diversos pronunciamientos esta doctrina, lo que le confiere el carácter de Cierta y razonable. Por tanto, pretender rechazar la Corredención acusándola de herética y contrapuesta a la Redención obrada por Jesucristo (como hacen los protestantes, modernistas y, horror horrórum, algunos sedevacantistas abusando del Magisterio) valiéndose de mil argucias, es un acto de temerariedad que socava el Cristianismo y pone en entredicho la Sucesión Apostólica. Peor aún, rechazar la Corredención es igualar a Bergoglio en su odio contra la Virgen y contra el Magisterio Eclesiástico.

JORGE RONDÓN SANTOS
17 de Marzo de 2020 (Año Santo Josefino)
Martes de la III Semana de Cuaresma. Fiesta de San Patricio, Obispo y Confesor, patrono de Irlanda. Aniversario de la aprobación por el Beato Urbano II del Oficio de Nuestra Señora.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)