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sábado, 10 de julio de 2010

RAZONES POR LAS QUE KARL MARX REPUDIÓ A SIMÓN BOLÍVAR

Recordaréis que hace mucho tiempo, he transcrito el ensayo que Karl Marx escibió sobre Simón Bolívar. Ahora, os presento las razones por las que Marx criticó al mencionado buscapleitos (Bolívar). El artículo fue redactado por Wilson García Mérida y Carlos Ayala Corao y publicado en La Onda Digital; el cual publico (aclarando que hay ciertos puntos en los que discrepo, como llamar a Bolívar como “Libertador”), pero que resulta interesante como respuesta a los chavistas, castristas y demás progres de mierda que hay en América y España propagando la bolivarianolatría.

¿Por qué Bolívar fue cuestionado por C. Marx?
por Wilson García Mérida, Ayala Corao

(I) ¿Por qué Marx repudió a Bolívar?
p
or Wilson García Mérida*

Charles Daña, director del “New York Daily Tribune”, le reclamaba a Carlos Marx por el “tono prejuicioso” con que el padre del materialismo histórico había escrito un ensayo biográfico sobre Simón Bolívar que, a pedido de Daña, fue redactado para el tomo III del “New American Cyclopædia”, el cual circuló en enero de 1858, casi tres décadas después de la muerte del Libertador 

Para Karl Marx, Bolívar era “el canalla más cobarde, brutal y miserable”, hasta el punto de equipararlo con Faustino Soulouqe

En una carta fechada en Londres el 14 de febrero de 1858, Marx le escribió a Federico Engels comentando los reclamos de Daña y decía: 
“En lo que toca al estilo prejuiciado, ciertamente me he salido algo del tono enciclopédico. Pero hubiera sido pasarse de la raya querer presentar como Napoleón I al canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque”.

La sola comparación con el emperador negro Soululouque, el dictador de Haití que surgió de entre los esclavos para cometer fechorías contra su propia gente, pone a Bolívar, desde la mira de Marx, en la posición de un dictadorzuelo oportunista y demagogo que había aprendido con ventajas las mañas de la “viveza criolla” americana. 

Faustino I Soluouque, emperador de Haití

Aunque omite el hecho de que Bolívar colaboró con Petion para la liberación de los esclavos de Haití a cambio de armamento británico, Marx logra demostrar —para profundo pesar de los adoradores del Libertador— que las campañas castrenses emprendidas por Bolívar durante la Guerra de la Independencia fueron nada más un alarde de mediocridad estratégica financiada por capitalistas ingleses y por la propia corona británica en pos de dominar el vasto mercado americano que se dislocaba del decadente dominio español.
 
¿Un “español americano”?
Marx desmitifica con ruda acuciosidad el aura de genio militar que rodea a Bolívar y lo expone como un general calculador y cobarde al punto de calificarlo como “el Napoleón de las Retiradas” en alusión a recurrentes episodios donde Bolívar huye en plena batalla abandonando a sus soldados, como sucedió en agosto de 1814 durante un combate contra las tropas del realista Boves. Y por si fuera poco, Marx le endilga a Bolívar el título de traidor, acusándole de haber participado en la entrega del independentista Francisco Miranda al tirano español Monteverde. 

Francisco Miranda fue traicionado por Bolívar

De hecho, el caraqueño había iniciado su carrera militar —como buen hijo de colonos españoles de alta alcurnia— en las filas del ejército realista. A sus 16 años fue nombrado por el rey de España subteniente de la Sexta Compañía del Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua; es decir comenzó su carrera hacia el poder sirviendo a la Corona, como una mayoría de aristócratas y criollos que luego encabezaron el proceso independentista apoyados por los propios europeos enemigos del corrupto monarca español Fernando VII.

Durante la ruptura con España, atenido al omnímodo poder que le habían conferido las sofisticadas armas inglesas, el dinero de la corona británica y los caudales aportados por las élites de “españoles americanos” que se enfrentaban a los “españoles europeos” (términos usados por el propio Bolívar en varios de sus escritos), el aristócrata Libertador erigió su soberbia y casi divina figura sobre los despojos de los genuinos luchadores populares por la Independencia, indígenas y negros, llegando a incomodarse sin disimulo ante la emergencia de líderes plebeyos como el dirigente mulato Manuel Carlos Piar, prócer de la liberación venezolana, a quien Bolívar mandó fusilar, según Marx,
“bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos, atentando contra la vida de Bolívar y aspirando al poder supremo”.

Marcos Roitman Rosenmann y Sara Martínez Cuadrado, en el epílogo de la última edición española (Sequitur, Madrid, 2001) del ensayo que Aníbal Ponce tradujo en 1936 para su revista “Dialéctica”, aseguran que
“No hay uno sólo de los hechos que Marx relata que no hayan sido admitidos por los propios historiadores amigos de Bolívar”.
 
Pueblos sin historia
Las devastadoras opiniones con que Marx estigmatiza las pulsiones autoritarias de Bolívar constituyen hoy un colosal problema teórico y político para el movimiento marxista internacional que, paradójicamente, en Latinoamérica tiende a expresarse bajo la forma de un movimiento anti-imperialista “bolivariano”.

Marx odiaba a Bolívar sin tapujos. Lo odiaba por su origen de clase, por su condición de aristócrata, más que criollo, codicioso de la fama y el poder. Un “pequeño burgués” disoluto y procaz que “tras dejar en funciones al congreso granadino y al general Santander como comandante en jefe… marchó hacia Pamplona, donde pasó más de dos meses en festejos y saraos (...), con un tesoro de unos 2’000.000 de dólares, obtenidos de los habitantes de Nueva Granada mediante contribuciones forzosas, y disponiendo de una fuerza de aproximadamente 9.000 hombres, un tercio de los cuales eran ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros bien disciplinados”, escribió Marx.
  
José Aricó ha escrito un esclarecedor estudio sobre el mencionado texto explicando que 
“Fue una evaluación política la que indujo a Marx a interpretar a Bolívar como autoritario y bonapartista y proyectar, como solía hacerlo, su hostilidad política al conjunto de las actividades y hasta a la propia personalidad del libertador, del que se burla encarnizadamente a lo largo de su extenso ensayo”.
 
Según Aricó, la solidez de la desoladora visión marxista del mito bolivariano se sustenta en uno de los conceptos teóricos fundamentales del socialismo científico para entender los problemas anticoloniales del tercer mundo: se trata del concepto de matriz hegeliana sobre los “pueblos sin historia”, según el cual los procesos revolucionarios librados al azar de un mero imperativo positivista, sin la conciencia de una clase hegemónica capaz de imponer su propia racionalidad en el marco de la lucha de clases, devienen en procesos caóticos e irracionales “que permitieron a un personaje mediocre y grotesco representar el papel de héroe”. Marx describe entonces los sucesos históricos protagonizados por Bolívar como una suma de casualidades y de hechos gratuitos o “positivos”, es decir contingentes, por ejemplo, cuando Marx anota que como consecuencia de las sucesivas derrotas derivadas de la manifiesta incapacidad militar de Bolívar, “a una defección seguía la otra, y todo parecía encaminarse a un descalabro total.
 
En ese momento extremadamente crítico, una conjunción de sucesos afortunados modificó nuevamente el curso de las cosas”. Entre tales hechos fortuitos, fueron los de mayor peso aquellos que se relacionaban con la descomposición irreversible del régimen monárquico y colonial, pero sobre todo aquellos que tienen que ver con la capacidad política y militar que desarrollan especialmente los movimientos indígenas autónomos de los Andes —quechuas y aymaras— en la lucha por su propia emancipación, que señoritos como Bolívar capitalizarán en su beneficio particular aprovechando el sofisticado aparataje logístico y financiero que le brindan sus aliados británicos.

El Código Boliviano
Para sorpresa nuestra, resulta que una de las críticas más duras de Marx contra Bolívar se relaciona con la naciente república de Bolivia y la forma odiosamente bonapartista (en términos marxistas) con que el Libertador diseñaba la estructura del naciente Estado boliviano. Como es sabido, Bolívar se desplazó a los Andes peruanos tras una exitosa campaña en Ecuador, dejando atrás antiguas rivalidades y animadversiones que sostenía con sus propios correligionarios venezolanos y colombianos. Al fundarse Bolivia, el Libertador redactó su famosa Constitución Vitalicia, conocida por Marx como el “Código Boliviano”.

En este fragmento medular encontramos acaso las únicas referencias sobre Bolivia en la vasta obra de Marx:
“Durante las campañas contra los españoles en el Bajo y el Alto Perú (1823-1824) Bolívar ya no consideró necesario representar el papel de comandante en jefe, sino que delegó en el general Sucre la conducción de la cosa militar y restringió sus actividades a las entradas triunfales, los manifiestos y la proclamación de constituciones.
 
Mediante su guardia de corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero de 1823 le encomendó la dictadura; gracias a un nuevo simulacro de renuncia, Bolívar se aseguró la reelección como presidente de Colombia. Mientras tanto su posición se había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo Estado por Inglaterra, en parte por la conquista de las provincias altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido a las bayonetas de Sucre, Bolívar dio curso libre a sus tendencias al despotismo y proclamó el Código Boliviano, remedo del Code Napoleón. Proyectaba trasplantar ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados por medio de tropas colombianas, y al último mediante la legión extranjera y soldados peruanos. Valiéndose de la violencia, pero también de la intriga, de hecho logró imponer, aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia, protector y dictador del Perú y padrino de Bolivia, había alcanzado la cúspide de su gloria.…”.
 
Sin embargo, se debe reconocer que la idea de una Presidencia Vitalicia para regir los destinos de la Confederación Sudamericana, que Bolívar intentaba construir a partir de la Constitución boliviana tan deplorada por Marx, no era tan mala idea. En el Discurso del Libertador al Congreso Constituyente de Bolivia, redactado en Lima el 25 de mayo de 1825, Simón Bolívar afirma que la figura de un Presidente Vitalicio —a quien define “como el Sol que, firme en su centro, da vida al Universo”— sería sometido a “los límites constitucionales más estrechos que se conocen” y estaría privado de “todas las influencias” delegando competencias a otras instancias del Estado, siendo el Vicepresidente principal ejecutivo y sucesor vitalicio. “Por esta providencia se evitan las elecciones —decía Bolívar— que producen el grande azote de las repúblicas, la anarquía, que es el lujo de la tiranía y el peligro más inmediato y más terrible de los gobiernos populares”. No dejaba de haber una gran dosis de racionalidad en esas ideas de Bolívar, o al menos una intuición visionaria sobre un devenir latinoamericano, especialmente boliviano, donde la democracia representativa, partidocrática y “huayra-leva” [clasista] forma parte de una cultura de corrupción que ni Marx fue capaz de sospechar hace 147 años. (bolpress)

*Periodista boliviano, editor de El Heraldo

(II) Marx y Bolívar
por Carlos M. Ayala Corao 


Karl Marx se refirió a Simón Bolívar como el “canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque”, (carta de Marx a Engels de fecha 14-2-1858). En esa misma oportunidad, afirmó que Bolívar era un mito de la fantasía popular:
“La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”.
  
En días pasados, por mera casualidad nos topamos con un pequeño opúsculo titulado Simón Bolívar, cuyo autor es Karl Marx, publicado por Ediciones Sequitur, Madrid, 2001. Confieso la impresión que nos llevamos al constatar la existencia de esta obra la cual ignoraba, como creo que es el caso de muchos venezolanos.

La verdad es que con sus distancias geográficas y su diferencia de edades (Bolívar nacido en Caracas en 1783 y Marx en Tréveris en 1818), nada nos podía hacer suponer que alguno de ellos sería objeto de atención por el otro. Pero la coincidencia ocurrió cuando en 1857, Charles Daña, director del New York Daily Tribune, solicitó a Marx y a Engels un grupo de biografías para incorporarlo en la New American Cyclopædia.
 
Es el propio Marx quien en la referida carta a Engels, nos dio noticias de los reparos de Daña contra su artículo sobre Bolívar, porque estaba escrito en un tono prejuiciado y, además, le había exigido más fuentes. A Daña, no le faltó razón para rechazar el artículo de Marx, pues como incluso lo reconoció este último, ciertamente se salía del tono enciclopédico.

Marx comienza su artículo refiriéndose a Bolívar como un descendiente de familias mantuanas, que en la época de la dominación española constituían la nobleza criolla en Venezuela. Luego, Marx continúa su relato emitiendo una serie de afirmaciones y conceptos ciertamente prejuiciados, inexactos o deformados sobre la vida del Libertador. En este sentido afirma que el Libertador rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810, a pesar de las instancias de su primo José Félix Ribas. En cuanto a la misión de Bolívar a Londres en 1811 (junto con Bello y López Méndez), Marx afirma que ésta se redujo a la autorización para exportar armas, teniendo que abonarlas de contado y pagar fuertes derechos.

La pérdida de la plaza de Puerto Cabello en la Primera República, Marx la describe como una huida cobarde y a escondidas de Bolívar para ocultarse en San Mateo y con posterioridad participar, personalmente, en el asalto y detención de Miranda en La Guaira, traicionándolo de esta forma al entregarlo engrillado al general español Monteverde -quien lo envió a Cádiz donde luego moriría-. Esta traición la reseña Marx como debidamente recompensada con la expedición del pasaporte español a Bolívar, en reconocimiento por su “servicio prestado al Rey de España con la entrega de Miranda”.
 
Marx describe la victoria en la toma de Santa Marta en 1814 como una hazaña en la cual, a pesar de que la ciudad ya había capitulado, Bolívar le permitió a sus soldados que la saquearan durante cuarenta y ocho horas. La retirada a Jamaica en 1815 es descrita como una huida de Bolívar durante ocho largos meses, mientras los generales patriotas ofrecían su tenaz resistencia en Venezuela; y la Carta de Jamaica es una defensa de Bolívar ante su fuga de los españoles, en la cual pretendió presentar su renuncia al mando supuestamente en aras de la paz pública. Marx describe otra huida cobarde de Bolívar en 1816 frente a una diminuta fuerza del general Morales en Valencia, que lo llevó a retroceder a rienda suelta hasta Ocumare (de la Costa) para saltar y embarcarse a bordo del Diana rumbo a Bonaire, “dejando a todos sus compañeros privados del menor auxilio”. De allí -relata el autor- que Piar haya amenazado a Bolívar con someterlo a un consejo de guerra por deserción y cobardía. Piar es para Marx el héroe singular de la conquista de Guayana que le da un vuelco favorable a la guerra de Independencia. Bolívar es el dictador traidor y cobarde que (de nuevo) abandona a Arismendi en 1817 en Margarita en manos de los españoles, y luego a Freites en la Casa de la Misericordia en Barcelona, donde éste muere en batalla. Frente a ello, Piar no escatimaba sarcasmos contra Bolívar como el “Napoleón de las Retiradas”. Pero bajo “falsas imputaciones” de haber conspirado contra los blancos, atentado contra la vida de Bolívar y aspirado al poder supremo, es que Piar es fusilado en Angostura.

La conquista de Nueva Granada no se le debe a Bolívar y a las tropas patriotas, sino a “las tropas extranjeras, compuestas fundamentalmente por ingleses”. Por ello -anota Marx- tras dejar en funciones al Congreso granadino y al general Santander como comandante, Bolívar marchó a Pamplona, “donde pasó más de dos meses en festejos y saraos”.

A la cobardía de Bolívar en Calabozo en 1819, al no haber decidido avanzar sobre las tropas inferiores en número de Morillo, se debe la prolongación de la guerra por cinco años más; y la tregua del Convenio de Trujillo en 1820 con Morillo fue hecha
“a espaldas del Congreso de Colombia”.

En cuanto a la Batalla de Carabobo (1821), Marx relata que a Bolívar le pareció tan imponente la posición del enemigo, “que propuso a su consejo de guerra la concertación de una nueva tregua, idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos”. Los éxitos de la campaña de Quito (1822) se debieron a los oficiales británicos”. Y en Bolivia, 'sometida a las bayonetas de Sucre”, Bolívar “dio curso libre a sus tendencias de despotismo”.

El Congreso de Panamá (1826) fue convocado por Bolívar con la intención real de unificar América del Sur en una república federal, cuyo dictador quería ser él mismo. Los diversos mandatos de Bolívar al frente de la Gran Colombia fueron planeados por él para satisfacer sus apetencias de poderes dictatoriales.

Finalmente en 1830 Bolívar pretendía invadir a Venezuela desde Colombia para someterla, pero se asustó frente al ejército de Páez, y se vio entonces obligado a presentar su dimisión, a condición de que se retirara al extranjero favorecido con una pensión anual.

En la descripción personal de Bolívar que Marx cita de Docoudary-Holstein, se lee entre otras perlas lo siguiente:
“Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios y maldiciones contra cuantos lo rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano... Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita”.

Este texto de Marx, suerte de “leyenda negra” de nuestro Libertador Simón Bolívar, fue descubierto en 1935 por Aníbal Ponce en los archivos del Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, y tras ser traducido, fue publicado por primera vez en castellano en la revista Dialéctica de Buenos Aires en 1936.

No podemos menos que expresar que resulta insólito un texto histórico tan prejuiciado como el escrito por Marx sobre Bolívar. Posiblemente en ello influyó sobre Marx la noción hegeliana de los “pueblos sin historia”. Pero aun así, ello pone de relieve los errores de mezclar la ideología con la historia.

Lo curioso es que esta visión del proceso revolucionario de la independencia latinoamericana haya sido compartida por marxistas acríticos de tendencia historiográfica soviética, prácticamente hasta 1959, cuando en la segunda edición en ruso de las obras de Marx y Engels se incluyó por primera vez una severa crítica de las posiciones sostenidas en el artículo de Marx sobre Bolívar.

Entonces, que aprendamos la historia de los historiadores y viceversa, para no cometer sus propios errores.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)