Artículo del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, publicado en “Catolicismo”, Nº 121, Enero de 1961. Tomado de PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA.
Como en sucesivas oportunidades hemos expuesto en “Catolicismo”, la
explosión protestante del siglo XVI, la Revolución Francesa, la
Revolución Comunista constituyen algo como tres fases de un movimiento
inmenso, uno por el espíritu, por los objetivos y hasta por los métodos.
En la fisonomía de tres de sus líderes, la sección “Ambientes,
Costumbres, Civilizaciones” trata de hacer ver hoy algunos de los trazos
de alma de este movimiento, es decir, algo del espíritu de la
Revolución.
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En la foto de Lutero muerto (cuadro de Lucas Furtenagel, Biblioteca de
la Universidad de Leipzig) un análisis detallado revela, en la grosería
de los rasgos, la nota característica del demagogo lleno de sí mismo;
del alborotador cuya predica tantos errores y tanta rebelión difundió, y
tanta sangre hizo derramar. Pero la primera impresión que sobresale
inmediatamente, y se convierte en definitiva en el espíritu del
observador, es la sensualidad, el amor excesivo de los regalos de todo
tipo, que produce a primera vista una sensación dolorosa.
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En Robespierre, cuya máscara mortuoria se conserva en el Museo Tussaud
reproducida aquí, lo que se expresa es principalmente el odio. Un odio
tan profundo, tan avasallador, que, sin haber abolido la sensualidad, es
la nota dominante de su fisonomía. Esos labios cerrados para siempre
parecen sin embargo destilar algo de la predicación de la violencia y
muerte de la era del Terror. Esos ojos que ya no ven parecen conservar
una expresión de odio viperino. La frente abovedada da la sensación que
todavía está rumiando piezas oratorias incendiarias y planes de
subversión. Todo él no es sino odio igualitario, tanto en el plan
especulativo como en el militante: un deseo inmenso de destruir todo lo
que, por cualquier razón, sea superior a él.
* * *
La tercera fotografía presenta a Ernesto “Che” Guevara, el argentino
trasplantado a Cuba, que expresa tan auténticamente el cuño marxista de
la revolución cubana.
Los cabellos, que parecen no haber sido cortados ni lavados desde hace
mucho tiempo; un bigote ralo y deshilachado, cuyos extremos acaban
uniéndose con una barba de contornos inciertos, formando un sólo marco
de desaliño y desorden, que producen una repulsión instintiva, pero que
buscan despertar una impresión de naturalidad y de falta de pretensión
extremadas.
Por su parte, la mirada, de un brillo inusual, y la sonrisa buscan dar
una cierta idea de cordialidad y amabilidad un tanto mística.
Este hombre de apariencia dulce es uno de los soportes del régimen del
“paredón”, donde tantas víctimas han sido cruelmente inmoladas; del
régimen que mueve contra la Iglesia una persecución enteramente del
estilo de Robespierre o de Lenin.
* * *
Si la fisonomía de Lutero expresa sobre todo la avidez de los placeres
del cuerpo, y la de Robespierre sobre todo el odio igualitario, la del
“Che” Guevara representa una de las máscaras más recientes de la
revolución, es decir, la bondad falsa ocultando la peor de las
violencias.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)