Etimológicamente, la voz rosario significa «corona de rosas». Es una combinación de oraciones vocales y mentales; la parte externa, o vocal, consiste principalmente en la recitación del Credo de los apóstoles, el padrenuestro, el avemaría y el gloria. Dos de estas famosas oraciones —el padrenuestro y el avemaría— componen la mayor parte del rezo del rosario. Como bien saben, ambas oraciones vienen de la Biblia.
Algunos acatólicos se oponen a las oraciones repetitivas del rosario y citan a san Mateo 6:7 para reforzar su opinión: «Y cuando oréis, no digáis palabras inútiles...». Sin embargo, una lectura del Evangelio de san Mateo revela que el padrenuestro ocurre solo unas cuántas líneas después de este texto. Difícilmente puede suponerse que Cristo deseaba que rezáramos el padrenuestro una sola vez, o que la racionáramos a una vez al día. Más bien, ¿no parece lógico que aun cuando deseaba que rezáramos esta oración reverentemente, también quería que la rezáramos frecuentemente?
Al advertirnos contra la vana multiplicación de palabras, Cristo seguramente se refería al parloteo mecánico e inconsciente de fórmulas que los paganos realizaban ante sus falsos dioses. También debió haber reprendido con ello a los que oran sin atención y sin devoción. No obstante, cuando la gente ora con reverencia y atención razonable, y hasta repite algunas de sus oraciones, Dios confiere sus bendiciones precisamente a causa de esta devota repetición. La mujer cananea en el Evangelio le pidió varias veces a Cristo que curara a su hija, quien estaba gravemente aquejada por el diablo. Nuestro Señor alabó su persistente oración y declaró: «"Mujer, grande es tu fe: que te suceda como deseas". Y en aquel mismo instante fue curada su hija» (Mt. 15:28).
¿Cuán persistenemente y de todo corazón debemos orar? Nuestro Señor nos da la respuesta en esta enternecedora parábola:
«Si uno de vosotros tiene un amigo y acude a él a media noche y le dice: Amigo préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo nada que ofrecerle; y él le responde desde dentro: No me molestes, ya está cerrada la puerta, y mis hijos están conmigo en la cama; no puedo levantarme a dártelo. Os aseguro que, si no se levanta a dárselo por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará a darle cuanto necesite. Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá» (Lc. 11:5-9).
La meditación es el corazón y alma del rosario. No se asusten por la palabra meditación. Lo que significa es básicamente esto: mientras rezamos los avemarías, pensamos acerca de los acontecimientos principales en las vidas de Jesús y María. Así como las cuentas del rosario están unidas por una cadena, de la misma manera deberíamos formar una cadena de pensamientos devotos, es decir, deberíamos meditar. Mientras decimos un avemaría y tocamos una cuenta, meditamos sobre las alegrías, las penas y las glorias de Jesús y María.
No se preocupen por meditar sobre las palabras del avemaría en sí. Rezar el rosario meditando sobre sus misterios puede compararse a un músico talentoso que canta al tocar piano. Sus manos están sobre las teclas; su voz, sobre las notas, mas su mente está sobre el espíritu de la pieza. Así también, tengan su mente sobre el espíritu de cada misterio al mismo tiempo que lo rezan.
Aprendemos y entendemos los misterios principales de la fe por medio del rosario. Fortalece nuestra alma, confirma nuestra fe y nos protege del error. Por el rosario, los pecadores son perdonados; los pobres encuentran ayuda; los que lloran hallan consuelo; los que son tentados encuentran paz, y a los que están esclavizados al pecado se les rompen sus cadenas. El rosario es un medio excelente para crecer en la virtud y para conquistar el pecado. Es remedio para el mal y fuente de muchas bendiciones.
El rosario ofrece un camino fácil para inculcar las principales doctrinas del cristianismo en la mente. Las muchas actividades de la vida nos mantienen ocupados y fácilmente deambulamos hacia cosas de poca importancia. Con la frecuente meditación de las verdades celestiales, las doctrinas de la fe permanecerán frescas y vívidas. Nuestra fe no se debilitará ni morirá. El rosario tiene una eficacia especial para ayudarnos a vivir la vida cristiana y nos proporciona un remedio contra la corrupción del mundo.
Algunos dicen: «Yo no rezo el rosario porque no obtengo nada bueno de él». ¿Por qué será? Porque no le ponen nada de esfuerzo. En algunos casos tienen un escaso entendimiento del rosario. Por ejemplo, no se puede disfrutar el futbol si no se conoce el juego. De la misma manera, si se tiene un entendimiento pobre del rosario, se volverá tedioso. El rosario será tanto más atractivo cuanto más se ahonde en su conocimiento espiritual, y esto se logra leyendo buenos libros espirituales y estudiando el Nuevo Testamento. Algunas veces la gente no saca nada del rosario por que no lo rezan correctamente. Es patético ver cuán asombrosamente rápido lo rezan algunos: tan pronto como sea posible para «quitárselo de encima».
Durante la oración nos podemos distraer fácilmente. La siguiente historia ilustra este hecho. Un día san Bernardo hizo un trato con un campesino. Le dijo al hombre: «Si eres capaz de rezar el padrenuestro sin distraerte, te daré el caballo que monto». El campesino estuvo de acuerdo, confiado de que ganaría el caballo. Tras rezar la primera mitad de la oración, preguntó: «Padre, ¿me da también la brida?». —«Ni esta ni la otra cosa querido amigo -contestó san Bernardo riéndose-; ya vez, estás distraído».
Y tú, ¿cuánto te concentras en tus oraciones? Un esfuerzo honesto de rezar tus oraciones concienzudamente es todo lo que Dios quiere. Para la mayoría de tus actividades cotidianas, como manejar, comprar, escribir en tu computadora y hablar con tus amigos se requiere algo de atención. La oración también requiere de atención razonable; sabes lo que haces y tienes intención de decir lo que dices a Dios.
El diablo trata de hacernos sentir aburridos, cansados o distraídos cuando rezamos el rosario. Después puede que susurre: «Lo que acabas de decir no vale nada. Es solo un desperdicio de tiempo orar sin poner atención a lo que dices. Es inútil que reces el rosario». Con trucos de este tipo, el diablo logra que mucha gente deje el rosario por completo o, si no, poquísimas veces lo reza. No se engañen. Aun si su imaginación los molesta durante todo el rosario con pensamientos distrayentes, siempre y cuando se esfuerzen por disiparlos en cuanto lleguen, tu rosario es meritorio.
Después de terminar el rosario, una carmelita devota se encontraba trastornada porque había tenido muchas distracciones. Nuestra Santa Madre se le apareció y le aseguró que las distracciones involuntarias ocurridas durante el rosario no dificultan el merecimiento de nuestra alabanza de la misma manera que los insectos que zumban a nuestro alrededor no nos dificultan el que alcancemos nuestro destino cuando caminamos. Si las distracciones los irritan durante el rosario, saquen ánimo de las palabras de san Francisco de Sales. Él dijo: «Si estás ocupado durante toda la meditación luchando con las distracciones y tentaciones, habrás hecho una buena meditación. El Señor conoce la buena intención que tenemos y el esfuerzo que hacemos, y esto lo recompensa (san Alfonso de Ligorio, La escuela de la perfección cristiana, p. 227). Nuestra persistencia en el rezo del rosario será bendecido porque «nadie que persevera en el rezo del rosario será condenado, pues a sus sirvientes Nuestra Señora les consigue la gracia de la verdadera contrición por sus pecados y por esto alcanzan el perdón y la misericordia de Dios» (san Luis de Montfort, El secreto del rosario, p. 79).
Es bueno rezar el rosario en comunión con otros. Normalmente, nuestras mentes están más alertas durante la oración en común que cuando oramos solos. El que reza su rosario solo se gana el mérito de un solo rosario; el que lo reza junto con veinte personas, gana el mérito de veinte rosarios.
Las discordias familiares, incluyendo los problemas con niños y los maritales, a menudo suceden debido a la falta de oración familiar. La pérdida de la fe por ignorancia o error no ha de temerse en los hogares en que se reza el rosario. El rosario mantuvo vivo el catolicismo en Irlanda durante aquellos largos siglos de los Tiempos penales, cuando la mayoría de los fieles no podían asistir al santo sacrificio de la misa. En un campo de concentración alemán, una mujer católica pegó pedacitos de pan alrededor de un hilo. Este rosario fue su fuente de esperanza y consolación. Los católicos en Japón no tenían sacerdotes ni misas ni sacramenos (salvo el bautismo y el matrimonio) por trecientos años. Cuando los sacerdotes misioneros regresaron después de este periodo de persecución, los católicos japoneses les hicieron dos preguntas para determinar si habían traído consigo la verdadera fe. La primer pregunta fue: «¿Dónde están sus esposas?». La respuesta se esperaba: «No tenemos esposas». Sus antepasados les habían enseñado que los sacerdotes no se casan. La segunda pregunta fue: «¿Dónde están sus rosarios?». Cuando los visitantes mostraron sus cuentas, las puertas se les abrieron y escucharon maravillosas historias de la preservación de la fe.
El atleta que descuida su entrenamiento pronto pierde su ventaja. El músico que no practica frecuentemente nunca alcanzará la fama. De igual manera, la fe y la virtud se debilitarán en la persona que descuida el rosario.
Si el rosario es tan poderoso, ¿por qué es que algunas veces nuestras oraciones no son contestadas? Bueno, debemos recordar que cuando oramos por algo, tarde o temprano Dios siempre da lo que pedimos, o quizá algo mejor. Por ejemplo, muchos de los peregrinos de Lourdes son curados, otros no. Cientos de exvotos (muletas, frenos, lentes, etc.) cubren las paredes de la gruta de Nuestra Señora. No obstante, no todos los miembros torcidos son curados; no todos los ojos ciegos son abiertos. El verdadero secreto de Lourdes es que cualquiera que vaya devotamente recibe un milagro aún mayor: se abre el corazón para aceptar la voluntad de Dios. Este es un hecho que ha impresionado tremendamente a los que visitan Lourdes. La cura de un miembro enfermo es una cosa, pero la gracia para aceptarlo por toda la vida sin murmurar contra Dios es mayor. Demasiada gente, demasiados de nosotros también, piensan que todas las oraciones deberían concentrarse en la eliminación de las penas de la vida, en lugar de concentrarlas a la voluntad divina y dejar que Dios nos las quite o deje, según vea.
En ocasiones es difícil aceptar la enfermedad. Pensamos que podemos hacer más por Dios si tuviéramos todas nuestras fuerzas y salud. Muchas personas, sin embargo, que iban a toda velocidad a perder su alma inmortal han sido convertidas mediante una mala salud. También, en otras ocasiones una persona con mala salud ha tomado su enfermedad como un reto y ha dejado su huella en este mundo.
El gran poder del rosario no se debe a la estructura de las oraciones solas. Se debe a la poderosa intercesión de la Sma. Virgen María, a quien es dirigida. Como Cristo nunca le falla a su Madre, así ella nunca nos fallará. Recen todos los rosarios que puedan, ya que Nuestra Señora prometió que a través del rosario obtendremos todo lo que le pidamos.
Todos los días se nos exige mucho de nuestras energías y de nuestro tiempo, y parece que no hay lugar para otras cosas. Los niños tienen la rutina de la escuela; nosotros tenemos trabajo, reuniones, acontecimientos deportivos y muchas demandas sociales y de negocio. Nos hallamos ante el reto de mantener la vida de oración al mismo tiempo que vivimos en una cultura secular. El diablo nunca cesa de tentarnos para olvidar o acortar nuestras oraciones. Cuanto más frecuentemente cedamos a sus tentanciones, tanto más tenderemos a ser demasiado indulgentes con nosotros mismos, y más flojos. La infidelidad regular en nuestra vida de oración lleva al entorpecimiento de nuestros sentidos espirituales.
La siguiente historia, escrita recientemente por una madre católica, nos enseña una lección importante:
«A la larga, nada le importa más a mi esposo y a mí que ver nuestros hijos en el cielo. Sin duda que no es fácil, ya que nada en nuestra sociedad tiende a llevarlos por ese camino, de manera que es algo difícil hacerles entender lo verdaderamente valioso y significativo en esta vida: lo único que te acerca más a Dios. Una noche mi hijo se rebelaba de verdad en contra de rezar el rosario. No me enojé con él, pero cuando fui a darle el beso de la noche, le dije que el diablo no quiere que oremos porque con la oración uno se hace digno de la gracia, y la vida divina es algo que el diablo no quiere ver en nosotros. Le dije que si deseamos pasar la eternidad con Dios, debemos orar mientras estamos en la tierra. La oración es una conversación con Dios, y si no le hablamos ahora, cuando muramos nos dirá que ni siquiera nos conoce. Mi hijo lloró. Aún tengo que recordárselo en ocasiones. Pero también tengo que recordármelo a mí misma».
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)