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miércoles, 14 de octubre de 2009

LAS DOS COLUMNAS: VISIÓN DE SAN JUAN BOSCO

Como es bien sabido de todos, en este baluarte de la Catolicidad tradicional tenemos una pintura muy hermosa que nos da la bienvenida, la cual podéis apreciar a continuación.

  
Esta imagen está basada en una visión de San Juan Bosco, cuya historia transcribo a continuación:
 
Dice don Bosco a veintidós sacerdotes salesianos recién ordenados el 22 de mayo de 1862:
«La Iglesia deberá pasar tiempos criticos y sufrir grandes daños, pero al final el Cielo mismo intervendrá para salvarla. Después vendrá la paz y habrá en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento.
  
Figuraos encontraros conmigo sobre un escollo emergente sobre el mar, y ver sobe la vasta superficie marina, una innumerable flota de naves ordenadas a batalla y con las proas terminando en rostro de hierro. Imaginad estas naves, munidas de cañones y provistas de material incendiario, avanzarse contra una nave mucho más grande y alta, para intentar atacarla por el frente y después incendiarla.
  
Aquella majestuosa nave, tan bien armada, es escoltada por muchas otras navecillas, que se regulaban según las órdenes del almirante y ejecutaban maniobras para defenderse de la flota adversaria. El viento contrario y el mar agitado parecían favorecer a los enemigos. Pero por la extensión marina se erigieron dos altísimas columnas graníticas y poco distantes una de la otra. Sobre una de ellas, domina una bella estatua de la Inmaculada, a cuyos pies pende la escritura latina: “Auxiliadora de los Cristianos” (Auxílium Christianórum), mientras sobre la otra columna, mucho más alta y gruesa, resplandece una Hostia, bajo la cual se leen las palabras latinas: “Salvación de los creyentes” (Salus Credéntium).
  
El comandante supremo, que vigila sobre la gran nave, es el romano Pontífice. Al notar el furor de los enemigos y el peligro al cual estaban expuestos sus fieles, él piensa convocar junto a sí los pilotos de las naves secundarias para tener consejo y decidir sobre lo que hay que hacer. Por eso todos los pilotos llegan a la nave insignia para reunirse en torno al Papa. Mientras se tiene consenso, el viento enfurece siempre más gagliardo y la tempestad ruge talmente, que los pilotos deben regresar cuanto antes para gobernar sus navicelas. Pero hecha después bonanza, el Pontífice los reúne nuevamente, mientras la nave insignia sigue su propia ruta. Cuando la borrasca imperversa mayormente, el Papa se pone al timón para guiar su nave hacia las dos columnas, de cuya base penden áncoras y gruesos ganchos fijados a cadenas.
  
Entre tanto las naves adversarias se mueven para asaltarla, ponerle freno y después hacerla sumergir, pero los pilotos de algunas naves enemigas repletas de libros y de materiales inflamables, buscan arrojar tales combustibles a bordo de las adversarias, mientras que los de las otras accionan los cañones, los fusiles y los rostros, de modo que el combate sea siempre más feroz. Las proas enemigas la atacan violentamente, pero su esfuerzo e ímpetu resultan vanos. En vano se reintentan las pruebas con notable desperdicio de municiones: la nave insignia continúa segura y franca su propia ruta. A veces, sin embargo, golpeada de formidables golpes, ella presenta en la carena largas y profundas fallas, pero estas se cierran al soplo del mistral, que expira por las dos columnas. Entre tanto truenan los cañones de los asaltantes; se despedazan los fusiles, se separan los rostros y muchas naves adversarias se hunden en el mar.
  
Entonces los enemigos ya furibundos, combaten con armas cortas profiriendo blasfemias y maldiciones. De repente el Pontífice es herido gravemente y cae con honor. Solícitamente socorrido, es golpeado por segunda vez, cae nuevamente y muere, Un grito de victoria irrumpe entonces del pecho de los adversarios, pero mientra sus naves se regocijan, aparece otro Pontífice, que sustituiye al caído en el gobierno de la nave insignia. Los pilotos, reunidos en consejo, lo han elegido tan solícitamente, que la noticia de la muerte del Papa caído llega con la de la elección de su nuevo sucesor. Por eso los adversarios se desaniman.
  
El nuevo Pontífice supera cada obstáculo y guía la nave hasta las dos columnas; justo entre ellas, la ata con la proa a un áncora pendiente de la columna de la Inmaculada. Entonces sucede un grave cambio. Todas las naves, sobre las cuales habían combatido contra la del Pontífice, se dan a la fuga, se dispersan, se atacan y se destruyen en cambio. Algunas navecillas, sobre las que valerosamente combatían con el Papa, se dirigen hacia las columnas para vincularse a ellas. Los pilotos de muchas otras navicelas permanecen prudentemente a distancia para evitar su propio hundimiento, apeenas ven entre los remolinos del mar los restos de todas las naves adversarias, guiando sus propios navíos hacia las dos columnas para anclarse junto a la nave insignia. Entre tanto sobre el mar reina una grande calma».

En este punto, don Bosco preguntó a don Miguel Rúa (1837-1910), el primer sucesor del fundador de los Salesianos: «¿Qué piensas de este sueño?». «Me parece que la nave del Papa sea la Iglesia, las naves los hombres, y el mar el mundo. Aquellos que defienden la grande nave son los buenos y afectos a la Iglesia; los otros, sus enemigos que la combaten con toda suerte de armas. Las dos columnas de salvación me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía», respondió don Rúa. «Has dicho bien, comenta don Bosco, pero necesitas solamente corregir una expresión. Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan gravísimos trabajos para la Iglesia Aquello que hasta ahora fue, es casi nada respecto a lo que debe acaecer. Quedan dos solos medios para salvarse entre tanto estrago: la devoción a María Santísima, y la Comunión frecuente».
  
Fuentes: EUGENIO PILLA (ed.), I sogni di Don Bosco. Ed. Cantagalli, Siena 2004, págs. 193-196. PIETRO ZERBINO (ed.), I sogni di Don Bosco (2ª reimpresión). Libreria della Dottrina Cristiana, Leumann-Turín 1995, págs. 53-55.

1 comentario:

  1. I sogni di don Bosco sono la smentita palese delle teorie freudiane: peccato che Freud nella sua teoria sull’interpretazione dei sogni non si sia occupato dei sogni di don Giovanni Bosco anche se la ragione è fin troppo evidente di Francesco Lamendola:

    http://www.accademianuovaitalia.it/index.php/esoterismo-e-focus/mistero-e-trascendenza/4148-freud-e-i-sogni-di-don-bosco

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)