Durante los últimos años, en España se han visto esperpentos como las “cabalgatas de Reyes” en la Madrid de Manuela Carmena Castrillo o las “Magues de Gener” en Valencia desde 2016 bajo el alcalde Joan Ribó i Canut. Nada nuevo bajo el sol. En la España roja de la guerra, hubo un desfile que se hizo en honor de Francisco Largo Caballero y de José Stalin. Para esto, os presentamos el siguiente artículo tomado de ABC.
En enero de 1937, la cabalgata fue sustituida en Valencia por una suerte de loa a la Unión Soviética y al Gobierno.
Manuel Pérez Villatoro - Actualizado: 05/01/2022, 08:25h.
Un millar de años no bastaron a la Segunda República para respetar la tradición de los Reyes Magos en enero de 1937. En plena Guerra Civil, y al calor de una cúpula política que se había visto obligada a trasladarse a Valencia para huir de los tentáculos del franquismo, Sus Majestades de Oriente fueron sustituidas en la ciudad por carrozas repletas de milicianos, loas infantiles al Gobierno y hasta dos grandes bustos de Francisco Largo Caballero y Iósif Stalin.
El ABC editado en Madrid dejó constancia de ello en su edición del día 11: «Esta mañana recorrió las principales calles una cabalgata como acto final de la “Semana Infantil” organizada por el ministro de Instrucción pública».
Aunque el paso del tiempo nos confirma que esta “cabalgata roja” solo se celebró en una ocasión, son muchos los expertos que sostienen que formaba parte de un proyecto mayor (la “Semana Infantil” o “Semana del Niño”) que, entre otras cosas, buscaba relegar a una de las fiestas más antiguas de España.
Así lo atestigua, por ejemplo, el Catedrático de Teoría e Historia Juan Manuel Fernández Soria en su ensayo “Cultura y libertad. La educación en las Juventudes Libertarias (1936-1939)”: «La “Semana Infantil” tenía lugar en los primeros días del año en substitución de la festividad de los “Reyes Magos”, propia de la tradición cristiana». El doctor Sergio Valero Gómez lo corrobora también en “Desde la capital de la República”.
Otros Reyes Magos
La “Semana del Niño” fue alumbrada en 1936 por el Ministerio de Instrucción Pública, recogido en las fuentes como MIP. Su objetivo, al menos a nivel oficial, era hacer olvidar a los más pequeños las penurias de la Guerra Civil; mitigar el traumatismo que provocaba el constante caer de las bombas, como explica la hispanista Karine Lapeyre en “Los niños de la guerra. La vida en la zona republicana (1936-1939)” o el mismo Fernández Soria. Este último recuerda que «el MIP la instauró con fines de solidaridad con la infancia» y que en ella se recogían libros, cuentos, dulces y ropa para entregarlos a los más pobres. Ambos se basan en los artículos registrados en el Boletín de Información Cultural del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad de la época.
En “Educar en tiempos de guerra”, Jordi Feu Gelis recuerda que la organización “de facto” recayó sobre la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo. Ambos sindicatos debían llevar a cabo la recogida de fondos, juguetes y demás presentes y, a su vez, coordinar la ayuda que llegaba a nivel internacional. Y es que, como bien recogió el diario ABC a principios de enero de 1937, era habitual que algunos países enviaran dinero para los más pequeños:
«La Federación de Sociedades de Amigos de la Escuela ha recibido del Socorro a los niños de París un telegrama en el que anuncia el envío de 20.000 francos, vestidos, víveres y medicamentos con destino a los niños madrileños. El donativo se pondrá a disposición de la Comisión organizadora de la Semana del Niño».
Sobre el papel la idea podía parecer afortunada. Sin embargo, los medios de comunicación republicanos desvelaron su “otra” finalidad. El periódico juvenil “Ruta”, por ejemplo, afirmó que esta nueva festividad venía «a borrar aquella leyenda en la que no era ya posible que ni un solo niño creyese»: la «leyenda mítico-grotesca de los Reyes Magos». El artículo no se quedó en ese punto, sino que confirmó que la “Semana del Niño” serviría para depurar «rancias costumbres y viejos obscurantismos», además de acabar de una vez con una farsa de siglos y desterrar «la fiesta absurda y pagana de la Navidad». En este sentido, Lapeyre sostiene que fue alumbrada con la idea de «sustituir las fiestas religiosas».
Cabalgata roja
Con todo, el mayor exponente de la “Semana del Niño” no llegó hasta bien avanzado el conflicto, allá por 1937. La importancia de Valencia se había alzado por entonces sobre la del resto de regiones. Y con razón, pues el Gobierno había decidido trasladarse hasta la ciudad en noviembre de 1936 y convertirla en capital ante el temor de que Madrid cayera en manos sublevadas. Fue precisamente en esta urbe, clave a todos los niveles, donde se organizó una cabalgata que sustituyó a la de los Reyes Magos; un evento ya tradicional que se había repetido año tras año en todas las regiones de España incluso después de la llegada de la República.
El ABC republicano recogió la salida de esta curiosa comitiva en la sección dedicada a las provincias del periódico del 11 de enero de 1937: «Esta mañana recorrió las principales calles una cabalgata, como acto final de la Semana Infantil organizada por el Ministerio de Instrucción Pública, con la cooperación de partidos políticos y organizaciones sindicales». El diario dejó claro que «el paso fue presenciado por enorme público» y que los protagonistas eran los infantes. En este sentido, el periodista insistió en que «algunos de los niños obsequiados estos días iban en la cabalgata llevando banderas y carteles con inscripciones de gratitud al pueblo y al Gobierno».
ABC describió a la perfección el paso de la comitiva: «Abría la marcha una sección de Guardia municipal montada y en traje de gala. A continuación, un gran busto de Largo Caballero, con un saludo del pueblo al jefe del Gobierno». A su retaguardia, una vez más, los pretendidos protagonistas del evento: un grupo de niños que portaban ramos de flores. Y, como no, los miembros del recién formado Ejército Popular. «Después, la Bandera Nacional, escoltada por 70 milicianos, y dos labriegos portadores de ramos de naranjas y limones; 40 huértanos, a caballo, en representación del pueblo de la región valenciana, llevando a la grupa mujeres con sus trajes regionales».
Entre las muchas carrozas que desfilaron por Valencia aquel día, ABC hizo hincapié en una que se burlaba del futuro dictador español: «Se destaca una que era una caja de la que, mediante un resorte, salía una cabeza de Franco». Aunque no faltaron otras que homenajeaban al trabajo y, como no podía ser de otra forma, también a la Unión Soviética. «Esta era un gigantesco soldado y un grupo de niños que simbolizaban la gratitud de éstos hacia el pueblo ruso», incidía el redactor. Por último, el redactor recalcaba la presencia de «una alegoría de la República y niños que entonaban diversos cánticos».
Las imágenes publicadas en este periódico mostraban, además, grandes cartelones en los que se instaba a los antifascistas a entregar regalos a los niños pobres.
Lo que no explicó ABC fue que, además de esta ingente cantidad de carrozas, hubo una en la que lucía un gigantesco busto de Iósif Stalin. La escultura fue realizada por Ricardo Boix Oviedo, a quien Juan Ángel Blasco Carrascosa define en un artículo para la Real Academia de la Historia como un escultor comprometido con los valores de la Segunda República. «Miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, fue invitado por Renau (entonces director general de Bellas Artes) para realizar un relieve en piedra de grandes dimensiones —Songez à la douleur d’Espagne— para el Pabellón de la República española de la Exposición Internacional de París (1937)», explica el experto.
El origen de los Reyes Magos
La tradición de los Reyes Magos cuenta con siglos de antigüedad. El primer testimonio de su leyenda hay que buscarlo en Mateo. El Apóstol fue el único de todos sus compañeros que desveló en el libro sagrado la existencia de estos personajes. Aunque no dejó escrito en las crónicas que fueran tres. Por el contrario, se limitaba a señalar que, tras el nacimiento de Jesucristo, llegaron de «Oriente a Jerusalén unos magos». A continuación, explicaba que habían preguntado por el niño Jesús. «¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?».Mateo también incidía en que los Reyes Magos afirmaron que habían visto «su estrella» en «el Oriente» y que habían acudido a adorarle. Esta inesperada visita no tardó en ser conocida por Herodes, rey del país. Según el Apóstol, tras enterarse de que unos magos habían arribado a sus dominios, «el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él». El monarca, sin dudarlo, convocó a los principales sacerdotes y a los escribas y «les preguntó dónde había de nacer el Cristo». La respuesta de todos estos sabios fue unánime: en Belén. ¿La razón? Que así lo decía la profecía.Herodes se reunió con los recién llegados y les tendió una trampa: les envió a la ciudad y les pidió que averiguasen todo lo que pudiesen acerca del niño, pues él quería adorarle también. «Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño». El evangelista continúa afirmando que, después de llegar a la casa en la que había nacido Jesús, se postraron y le adoraron como a un rey.El texto también habla, por primera vez, de los regalos que llevaron a Jesús. «Le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra». Posteriormente se marcharon, pero no cumplieron su promesa de avisar al rey tras ser advertidos en sueños (por un poder superior) de lo que este pretendía. «Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino», completa Mateo. Esta es la información que daría lugar a la llegada de Sus Majestades a todas nuestras casas en la noche del 5 de enero. Una tradición que ha ido evolucionando con el paso de los siglos debido, entre otras cosas, a las múltiples versiones existentes.
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