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martes, 14 de noviembre de 2023

LA CONVERSIÓN DEL MAYOR PERSEGUIDOR DE SAN JOSAFAT


Del fuerte Sansón fue escrito que con su muerte mató muchos más filisteos que cuantos había matado en vida (Jueces XVI, 30): tal siendo el sistema ordinario de la Providencia, que para confundir los vanos y soberbios designios de los hijos de los hombres, vuelve frecuentemente en confusión y ruina de sus enemigos aquellos mismos medios que estos quieren emplear para su propia exaltación; y luego hace derivar gloria y triunfo para su Iglesia y para los buenos donde los tristes se argumentaban obtener la destrucción. Tanto sucede en la muerte de Josafat, muerte con tanta persistencia buscada y procurada por los enemigos de la Iglesia, con la esperanza de poder en tal manera, quitado aquel campeón del Catolicismo, incluso borrarlo para siempre de aquellas regiones; y con todo aquella muerte sirvió admirablemente para extender y reafirmar la santa Unión, y para llamar al seno de la Iglesia a muchísimos extraviados. Sin embargo, este nuevo Jeremías, verdadero amante de los hermanos y del pueblo, también después de la muerte, como el antiguo Profeta, oraba mucho por su pueblo (2 Macabeos XV, 14) que lo había matado, y por la santa Ciudad; y desde el cielo continuaba su obra piadosa de reconciliación y de paz…
   
Pero la Divina piedad concedió un triunfo más glorioso todavía al Santo Mártir: triunfo, que dando paz al menos por algún tiempo a la desolada Iglesia de Polotsk, pudo en gran parte aliviar el dolor por la muerte de su Pastor. Esta fue la conversión del mismo Melecio Smotritski, el más valido y grande campeón del Cisma en aquellos tiempos, el adversario personal de Josafat, aquel que había levantado las últimas tempestades y las fieras persecuciones que terminaron con el asesinato del santo arzobispo. Pero precisamente Smotitski porque Josafat oraba mayormente por él, y ofreciéndose al Señor en sacrificio por su pueblo, por sus hijos y por la salvación de sus enemigos, él no podía olvidar a aquel que, más que todos lo vejaba y le proporcionaba angustias y dolores. Y Dios piadoso aceptó el sacrificio y escuchó las oraciones de su Siervo; y sin embargo mientras según el humano pensar la muerte de Josafat debía acrecentar la audacia del injusto competidor, fortificándolo en sus inicuas pretensiones, aquella muerte fue en cambio el principio del arrepentimiento de aquel desdichado.
   
Sin embargo, como el falso pastor tuvo noticia del delito cometido, y del severo decreto del Rey Segismundo III contra los asesinos, llegó a gran temor por sí. No tanto porque hubiese tenido una parte inmediata y directa en aquella iniquidad; aunque de esto no se halló nunca ninguna prueba. Pero él sin duda incitaba a sus satélites a fomentar y a encender las pasiones del pueblo contra el Santo Arzobispo, y si no el grito de muerte, sí el de la rebelión partió de él. Temiendo pues también él caer en las manos de la justicia como muchos otros de sus cómplices, huyó del reino; y fuese curiosidad o devoción, quiso visitar las Sedes Patriarcales del Oriente. Fue a Constantinopla, a Jerusalén y a otros lugares celebérrimos en las historias eclesiásticas, mas la vista de aquellos santuarios escuálidos y además caídos en manos de los musulmanes; la condición de aquellas iglesias otrora tan floridas, y entonces tan desoladas; de aquellos soberbios Patriarcas que pretendían oponerse al Vicario de Jesucristo mientras como esclavos de los infieles apenas podían en las inmensas extensiones de su jurisdicción reunir tantos seguidores y súbditos cuantos suele tener un mediocre párroco en Europa; después la incertidumbre de la doctrina y la variedad de las enseñanzas: todo humillaba grandemente el espíritu de Smotritski. Él conoció y vio con sus propios ojos a qué deplorable estado conducía la desunión y el Cisma; y vio que verdaderamente no tiene a Dios como Padre a quien no reconoce como madre la Iglesia, y que la Iglesia no está donde no está Pedro.
     
Después de algún tiempo, calmados ya los ánimos y depuesto el temor, Melecio regresó a su Lituania, pero muy diferente y diverso de aquel que había partido: qué caída la venda de los ojos, él no miraba más las cosas en la hosca luz de las pasiones y de los prejuicios; y el sucesor de Josafat (Antonio Anastasio Sielava) no tuvo que soportar ninguna molestia por este pretendiente Arzobispo de Polotsk. En cambio, este se retiró a una abadía suya, entregándose en la soledad a pensar y proveer por su salvación, confortado también por el metropólita José Velamín Rutski y por otros amigos sinceros suyos, el día 23 de Febrero de 1627, abjuró del cisma y se sometió al Romano Pontífice, al cual escribió conmovedorísimas, implorando perdón y paz. Urbano VIII acogió con benignidad este acto de sumisión, absolvió a Smotritski, y quiso que él conservase la dignidad arzobispal, asignándole la Sede in pártibus de Hierápolis.
   
Después de esto Melecio no vio más que por su alma y por Dios; y más que nunca se abandonó a su espíritu de austeridad y de rigor, devino objeto de edificante admiración para todos. Llegando a morir en el 1633, rogó a sus cofrades que para su consolación le diesen a tener en la mano como prenda de salvación y arra del perdón divino, el Breve con el que el Sumo Pontífice lo había reconciliado con la Santa Iglesia. Pero aquellos religiosos no se lo pusieron sino cinco horas después de su muerte; y aun así el cadáver tomó el Breve, y se lo estrechó, que nadie logró después quitárselo. Cuando sin embargo, aquel precioso documento le fue requerido por obediencia por el metropólita José Velamín-Rutski, el cadáver súbitamente lo cedió, y recibídolo de las manos del mismo metropólita, lo retomó y lo retuvo, y nunca más fue quitado por nadie [1]. Así quiso el Señor mostrar cuán fuertemente adherido a la Santa Unión estuvo aquel que tanto la había perseguido; y cuán perfecto fue el arrepentimiento que el Santo Mártir le impetró a este su fierísimo enemigo, que tantos trabajos y tantas penas le había ocasionado.
      
NICOLA CONTERI OSBMVida de San Josafat, arzobispo y mártir ruteno de la Orden de San Basilio Magno. Roma, Imprenta de la Propaganda Fide, 1867, págs. 360; 370-372. Traducción propia.

NOTA (en el original)
[1] El ilustre obispo de Chełm Santiago Juan Susza OSBM, antiguo autor de la vida de nuestro Santo Arzobispo, escribió también la de Smotritski con el título Sáulus et Páulus Ruthénæ uniónis, sánguine B. Jósaphat transformátus, sive Melétius Smotríscius Archiepíscopus Hierapolitánus (Saulo transformado en Pablo de la Unión rutena por la sangre del beato Josafat, o Melecio Smotritski, arzobispo de Hierápolis). 

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