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sábado, 25 de noviembre de 2023

LOS MOTIVOS DE ADRIANO VI PARA COMBATIR LA HEREJÍA LUTERANA

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
    
   
El 25 de noviembre de 1522, el papa Adriano VI, neerlandés, dirigió a la Dieta de Núremberg el Breve “Póstquam ad Apostolátus offícium” que invitaba a los príncipes del Imperio a reprimir a Lutero y sus secuaces. Entre otras cosas, así escribió aquel Pontífice:
«No podemos pensar en lo increíble, que esto es que un monjezuelo, el cual apostató de la fe católica después de haberla predicado por años, una nación tan grande y tan piadosa se deje arrastrar lejos del camino, que el Salvador con sus apóstoles ha indicado, que tantos mártires han sellado con su sangre, tantos hombres sabios y piadosos, vuestros antepasados, han golpeado, como si el solo Lutero sea sabio y tenga el Espíritu Santo, como si la Iglesia, a la cual Cristo ha prometido su asistencia hasta la consumación de los siglos, hubiese procedido de entre las tinieblas de la estulticia y en el camino de la corrupción hasta que pudo iluminarla la nueva luz de Lutero».
El breve fue leído el 3 de enero de 1523, segundo aniversario de la excomunión de Lutero, por el nuncio Francesco Chieregati, obispo de Teramo. El intento represivo de la sedicente Reforma por parte del Papado estaba marcado por el papa Adriano en los siete puntos que entregó al nuncio y que nosotros presentamos al lector, tal y como los informa el padre René François Rohrbacher en su Historia universal de la Iglesia Católica (vol. VIII, trad. italiana de A. Franchi, Florencia, 1863, pág. 503).

El papa dio además al nuncio instrucciones cuyo resumen es este. Él debía exhortar a los príncipes a sofocar la herejía de Lutero por siete principales razones.
1.º Porque a ello están obligados por el servicio de Dios y del prójimo.
2.º Por el honor de su nación, hasta entonces considerada cristianísima y ahora infamada como herética.
3.º Por su propio honor, en tanto hijos de aquellos que quemaron en la hoguera a Juan Hus y otros herejes, y en cuanto obligaron a su palabra a ejecutar en Lutero el edicto del emperador.
4.º Por la injuria que Lutero hacía a sus antepasados publicando una creencia diversa a la suya de ellos, y en consecuencia los hacía creer como condenados.
5.º Por el fin al cual tienden los luteranos, a saber: que so color de libertad evangélica, sea abolida toda potestad superior puesto que, si bien al comienzo no atacan sino a la potestad de la Iglesia, la libertad que ellos predican está igual y aún más dirigida contra la potestad secular ya que según ellos, ella no podría obligar a ninguna ley so pena de pecado mortal.
6.º Los enormes escándalos, los ayes, las rapiñas, los homicidios, las reyertas y las disensiones que esta secta penitencial ha suscitado y suscita cada día en Alemania; además de las blasfemias, las maldiciones, las sátiras y las palabras groseras que tienen siempre en su boca. Si los príncipes no reprimen semejantes desórdenes, se debe temer no que la cólera de Dios y la desolación caigan sobre la Alemania dividida, sino sobre los mismos príncipes, los cuales habiendo recibido de Dios la potestad y la espada para castigar a los malvados, permiten a sus súbditos cometer cosas semejantes. «Maldito, grita el profeta, maldito el que hace con negligencia la obra del Señor, maldito el que veda a su espada el derramar sangre» (Jer 48).
7.º Lutero toma un camino semejante al que tomó el infame Mahoma, por mandar a la perdición a millares de almas, permitiendo a los hombres seguir sus inclinaciones carnales y eximiéndoles de todo lo más grave de nuestra ley; y la única diferencia presente es que Lutero, para mejor engañar, procede con mayor mesura: Mahoma permite tener muchas esposas, repudiarlas a placer y tomar otras nuevas; Lutero, para granjearse el favor de las religiosas y los sacerdotes libertinos, enseña que los votos de continencia perpetua, lejos de ser obligatorios, son ilícitos y que por la libertad evangélica les está permitido casarse, no recordando más lo que dice el Apóstol respecto a las jóvenes viudas: «Que devenidas insolentes contra Cristo, quieren casarse, y atraen condenación por haber faltado a su primera fe» (I Tim. V. 11, 12).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)