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domingo, 19 de noviembre de 2023

CUANDO RATZINGER (POR MEDIO DE FRINGS) ATACÓ A LA CURIA ROMANA

Traducción del artículo publicado en KATHOLISCH (Alemania). Comentario propio.

HACE SESENTA AÑOS, EL CARDENAL FRINGS ATACÓ AIRADAMENTE A LA CURIA ROMANA: «EL SANTO OFICIO HABÍA CAUSADO DAÑOS GRAVES A LA IGLESIA».
Hoy hace 60 años, el cardenal Frings de Colonia atacó frontalmente al Santo Oficio. Su director estaba prácticamente furioso: «Altíssime», en voz alta, tuvo que protestar contra los insultos a su autoridad. ¿Qué pasó en el aula del concilio?
   
El padre Joseph Alois Ratzinger Tauber/Peintner y el cardenal Josef Frings Seels
   
La cantidad de anécdotas del Concilio Vaticano II (1962-1965) es legión. Un incidente en particular ha quedado grabado en la memoria colectiva porque refleja como ningún otro la polaridad de la reunión eclesiástica más grande del siglo XX. El personaje principal fue un predecesor del cardenal de Colonia Rainer Maria Woelki: Josef Frings (1887-1978), que en realidad era conocido como un conservador popular.

El 8 de noviembre de 1963, hace 60 años, Frings atacó frontalmente y en un furioso discurso en latín al Santo Oficio, precursor de la autoridad religiosa vaticana. Su jefe, Alfredo Ottaviani (1890-1979), literalmente estaba furioso: «Altíssime», es decir, con la voz más alta, tuvo que protestar contra los insultos a su autoridad.

Posiblemente fue el momento decisivo del Concilio: el arzobispo de Colonia, de 76 años, casi ciego, subió al atril, sólo para violar masivamente una ley no escrita de siglos de antigüedad en medio de la Basílica de San Pedro: el Santo Oficio ¡No es para criticar!

Graves acusaciones contra el Santo Oficio
Y Frings se puso manos a la obra: la máxima autoridad vaticana, sucesora de la Inquisición medieval, había causado graves daños a la Iglesia y era una molestia para los no católicos. Los eruditos ortodoxos serían condenados sin ser escuchados; se prohibirían los libros de teología sin dar razones. Aplausos en la sala del concilio y el desairado jefe del gobierno, Ottaviani, visiblemente luchaba por mantener la compostura.

El ataque fue doble: también y sobre todo dirigido a la pretensión de Ottaviani de decidir con su comisión teológica sobre la legalidad e ilegitimidad de las decisiones del concilio, es decir, de colocar a la Curia por encima de la autoridad del concilio y de los obispos reunidos en la iglesia universal. Fue esta amenaza de incapacitación de los Padres conciliares lo que llevó a Frings –uno de los doce presidentes de la asamblea– a lanzar su ataque sin precedentes contra las prácticas tradicionales de vigilancia del Vaticano.

Irónicamente, el cardenal de Colonia debe su cambio teológico en gran parte a su joven consejero conciliar, que supo distinguirse como una de las puntas de lanza de los “progresistas” de la época: Joseph Ratzinger, el posterior Papa Benedicto XVI (2005-2013). Ratzinger había escrito el primer manifiesto progresista de Frings, una conferencia sobre “El Concilio y el pensamiento moderno”, con la que Frings brilló en Génova en 1961 y que también le granjeó la atención del Papa Juan XXIII (1958-1963) proporcionó una gran piedra angular.

El viento fresco bajo el Papa conciliar también creó un nuevo Frings. Y también sintió el apoyo de Pablo VI, Papa desde marzo de 1963: el día antes de la furiosa batalla de discursos, había asegurado en una audiencia a los obispos alemanes que consideraba indispensables las reformas en la Iglesia.
   
La escritora Luise Rinser (1911-2002) [la novia del padre Karl Rahner, N. del T.] explicó el cambio combativo de Frings con la pérdida de la vista. Eso le hace estar más alerta, también para «las llamadas de emergencia del momento». El propio cardenal dijo sobre su propia imagen que los obispos en el concilio no eran los que obedecían, sino legisladores junto con el propio Papa. No debería sorprender que «algunas personas que no permitieron que nadie los superara en su obediencia al Papa romano» ahora representen «puntos de vista progresistas y liberales» en esta situación.
    
El ataque del 8 de noviembre causó furor. Después de las deliberaciones, los padres conciliares se reunieron alrededor de los dos bares de las naves laterales de la basílica de San Pedro para analizar el incidente. El “Deutsche Tagespost” habló marcialmente de un «choque de titanes», y el periódico diocesano de Eßen “Ruhwort” comparó el duelo con la tradición bíblica «cuando Pablo se enfrentó a Pedro en Antioquía delante de todos». El propio Frings restó importancia al acontecimiento: Ottaviani, que tenía casi su misma edad, se le acercó más tarde en el bar y le dijo en francés: «Nous sommes fréres» (somos hermanos); después de todo, ambos básicamente querían lo mismo.
    
No deja de tener encanto histórico que 60 años después de que Frings y su asesor Ratzinger derribaran el muro de silencio sobre la Curia, el Papa Francisco esté haciendo ahora un nuevo intento de reforma con el Sínodo Mundial. Y una vez más, al menos de manera subliminal, se trata también de la pregunta: ¿Quién gobierna la Iglesia? ¿El Papa solo? ¿Papa y obispos en colegialidad –o en “sinodalidad”, como se dice hoy en día–? ¿O el aparato romano?
   
COMENTARIO: El cardenal Ottaviani siempre tuvo claro que lo que le preocupaba era la publicación, y dijo que no podía ver el interior de la cabeza de la gente (todo lo contrario a Francisco Bergoglio, que presupone el crimen de pensamiento en todos los que no están de acuerdo con él).

De otra parte, la ironía de la historia es que Ratzinger, ese mismo Ratzinger que en el Concilio se mostró ultraprogresista y desató el torbellino, acabó moderándose en 1968 para ascender en la Curia que él fustigó por medio de un Frings ciego no solo por la edad sino por la herejía, llegando a prefecto del Santo Oficio en 1981 y en 2005 a Papa; y luego las mismas fuerzas que él desató en el otoño de 1963 lo forzaron a la dimisión en Febrero de 2013. Como dicen los abuelos, «Dios no castiga ni con palo ni con rejo, sino con el mismo pellejo».

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)