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sábado, 4 de noviembre de 2023

BERGOGLIO ORDENA UNA “NUEVA TEOLOGÍA”


El 1 de Noviembre de 2023, Francisco Bergoglio puso su firma en la renuncia formal a la Iglesia Católica, y ordenó a su Iglesia Conciliar abrazar la religión secularista con el Motu Próprio “Ad theologíam promovéndam”, con el que actualizó los estatutos de la irrelevante Pontificia Academia de Teología. El motu, publicado en su original italiano, es presentado en una traducción no oficial al español:
CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO “Ad theologíam promovéndam”, CON LA CUAL SE APRUEBAN LOS NUEVOS ESTATUTOS DE LA PONTIFICIA ACADEMIA DE TEOLOGÍA
    
1. Para promover la teología en el futuro no puede limitarse a volver a proponer abstractamente fórmulas y esquemas del pasado. Llamada a interpretar proféticamente el presente y a discernir nuevos caminos para el futuro, a la luz de la Revelación, la teología deberá compararse con las profundas transformaciones culturales, consciente que: «lo que vivimos no es una simple época de cambios sino un cambio de época» (Discurso a la Curia Romana del 21 de Diciembre de 2013).
   
2. La Pontificia Academia de Teología, surgida a comienzos del siglo XVIII bajo los auspicios de Clemente XI, mi Predecesor, e instituida canónicamente por él con el breve “Inscrutábili” el 23 de Abril de 1718, en el curso de su centenaria existencia constantemente ha encarnado la exigencia de poner la teología al servicio de la Iglesia y del mundo, modificando cuando ha sido necesario su propia estructura y ampliando sus propias finalidades: del inicial lugar de formación teológica de los eclesiásticos en un contexto en el cual otras instituciones resultaban carentes e inadecuadas para tal fin, a grupo de estudiosos llamados a indagar y profundizar los temas teológicos de particular relevancia. La actualización de los Estatutos, querida por mis Predecesores, ha señalado y promovido tal proceso: piénsese en los Estatutos aprobados por Gregorio XVI el 26 de Agosto de 1838 y los aprobados por San Juan Pablo II con la Carta Apostólica “Inter múnera Academiárum” el 28 de Enero de 1999.
    
3. Después de casi cinco lustros ha llegado el momento de revisar estas normas para adaptarlas a la misión que nuestro tiempo impone a la teología. A una iglesia sinodal, misionera y “en salida” no puede sino corresponder una teología “en salida”. Como escribí en la Carta al Canciller de la Universidad Católica de Argentina, dirigiéndome a los profesores y estudiantes de teología: «No se contenten con una teología de escritorio. Que las periferias sean su lugar de reflexión. […] También los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflexión, vierten aceite y vino sobre las heridas de los hombres». La apertura al mundo y al hombre en la concreción de su situación existencial, con sus problemáticas, sus heridas, sus derrotas y sus potencialidades, no pueden sin embargo reducirse a conductas “tácticas”, adaptando extrínsecamente contenidos ahora cristalizados a nuevas situaciones, sino que debe solicitar la teología a un repensamiento epistemológico y metodológico, como se indica en el proemio de la Constitución apostólica “Veritátis gáudium”.
    
4. La reflexión teológica es por esto llamada a una transformación, a un cambio de paradigma, a una «valerosa revolución cultural» (Carta Encíclica “Laudato si’”, 114) que la comprometa en primer lugar, a ser una teología fundamentalmente contextual, capaz de leer e interpretar el Evangelio en las condiciones en las que los hombres y mujeres viven cotidianamente en diversos contextos geográficos, sociales y culturales y teniendo como arquetipo la Encarnación del Logos eterno, su entrada en la cultura, en la visión del mundo y en la tradición religiosa de un pueblo. A partir de aquí, la teología no puede sino desarrollarse en una cultura del diálogo y del encuentro entre diferentes tradiciones y distintos saberes, entre distintas confesiones cristianas y diferentes religiones, confrontándose abiertamente con todos, creyentes y no creyentes. La exigencia de diálogo es de hecho intrínseca al ser humano y a toda la creación, y es deber peculiar de la teología descubrir «la huella trinitaria en la creación, pues hace que el cosmos en el que vivimos sea “una trama de relaciones”, y en el que “es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa”» (Constitución Apostólica “Veritátis gáudium”, Proemio, 4a).
   
5. Esta dimensión relacional connota y define, desde el punto de vista epistémico, el estatuto de la teología, que es impulsada a no cerrarse en la autorreferencialidad, que conduce al aislamiento y a la insignificancia, sino a pensarse como inserta en una trama de relaciones, ante todo con las otras disciplinas y los demás saberes. Es el enfoque de la transdisciplinariedad, esto es, una interdisciplinariedad en u sentido fuerte, distinta de la multidisciplinariedad, entendida como interdisciplinariedad en sentido débil. Esta última favorece seguramente una mejor comprensión del objeto de estudio considerándolo desde más puntos de vista, que sin embargo permanecen complementarios y separados. La transdisciplinaria en cambio es pensada «como ubicación y maduración de todo el saber en el espacio de Luz y de Vida ofrecido por la Sabiduría que brota de la Revelación de Dios» (Constitución Apostólica “Veritátis gáudium”, Proemio, 4c). Se deriva la ardua tarea para la teología de estar en capacidad de valerse de categorías nuevas elaboradas por otros saberes, para penetrar y comunicar las verdades de la fe y transmitir las enseñanzas de Jesús con lenguajes nuevos, originalidad y conciencia crítica.
   
6. El diálogo con los otros saberes presupone evidentemente el diálogo en el interior de la comunidad eclesial y la consciencia de la esencial dimensión sinodal y comunional de hacer teología: el teólogo no puede sino vivir en primera persona la fraternidad y la comunión, al servicio de la evangelización y para llegar al corazón de todos. Como lo dije a los teólogos en el Discurso a los Miembros de la Comisión Teológica Internacional el 24 de Noviembre de 2022: «La sinodalidad eclesial compromete, pues, a los teólogos a hacer teología de forma sinodal, promoviendo entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de instancias y aportaciones». Es por esto importante que existan lugares, también institucionales, en los cuales vivir y hacer experiencia de colegialidad y fraternidad teológica.
   
7. Finalmente, la necesaria atención al estatuto científico de la teología no debe eclipsar su dimensión sapiencial, como fuera afirmado claramente por Santo Tomás de Aquino (cfr. Suma teológica I, cuestión 1, art. 6). Por eso el Beato Antonio Rosmini consideraba a la teología una expresión sublime de “caridad intelectual”, mientras pedía que la razón crítica de todos los saberes se orientase a la Idea de la Sabiduría. Ahora, la Idea de Sabiduría mantiene interiormente unidas en un “círculo sólido” la Verdad y la Caridad, ya que es imposible conocer la verdad sin practicar la caridad: «porque una está en la otra y ninguna de las dos existe fuera de la otra se encuentra. Por tanto, quien tiene esta Verdad tiene consigo la Caridad que la cumple, y quien tiene esta Caridad tiene la Verdad cumplida» (cfr. De los estudios del Autor, nn. 100-111). La razón científica debe extender sus confines en la dirección de la sabiduría, para no deshumanizarse y empobrecerse. Por esta vía, la teología puede contribuir al actual debate de “repensar el pensamiento”, mostrando ser un verdadero saber crítico como saber sapiencial, no abstracto e ideológico, sino espiritual, elaborado de rodillas, preñado de adoración y de oración; un saber trascendente y, al mismo tiempo, atento a las voces de los pueblos, por ende una teología “popular”, vuelta misericordiosamente a las llagas abiertas de la humanidad y de lo creado, y dentro de las llagas de la historia humana, a la cual profetiza la esperanza de un cumplimiento último.
   
8. Se trata del “sello” pastoral que la teología debe asumir en su conjunto, y no solo en su ámbito peculiar: sin contraponer teoría y práctica, la reflexión teológica es solicitada a desarrollarse con un método inductivo, que parta de los diferentes contextos y situaciones concretas en las que las personas se insertan, dejándose seriamente interpelar por la realidad, convertirse en discernimiento de los “signos de los tiempos” en el anuncio del acontecimiento salvífico del Dios-ágape, comunicado en Jesucristo. Por eso es necesario que ante todo sea privilegiado el saber del sentido común de la gente que es de hecho lugar teológico en el cual habitan tantas imágenes de Dios, frecuentemente no correspondientes al rostro cristiano de Dios, solo y siempre amor. La teología se pone al servicio de la evangelización de la Iglesia y de la transmisión de la fe, para que la fe se convierta en cultura, es decir, en ethos sabio del pueblo de Dios, propuesta de belleza humana y humanizadora para todos.
   
9. Ante esta renovada misión de la teología, la Pontificia Academia está llamada a desarrollar, en la constante atención a la cientificidad de la reflexión teológica, el diálogo transdisciplinar con otros saberes científicos, filosóficos, humanistas y artísticos, con creyentes y no creyentes, como hombres y mujeres de diferentes confesiones cristianas y distintas religiones. Esto podrá suceder creando una comunidad académica de intercambio de fe y de estudio, que teja una red de relaciones con otras disciplinas formativas, educativas y culturales y que sepa penetrar, con originalidad y espíritu imaginativo, en los lugares existenciales de la elaboración del saber, de las profesiones y de las comunidades cristianas.
   
10. Gracias a los nuevos Estatutos, la Pontificia Academia de Teología podrá así perseguir más fácilmente los objetivos que el tiempo actual requiere. Acogiendo favorablemente los votos que me han sido dirigidos para aprobar estas nuevas normas, y apoyándolas, deseo que esta estimada sede de estudios crezca en calidad y por ello apruebo, en virtud de esta Carta apostólica, y a perpetuidad, los Estatutos de la Pontificia Academia de Teología, legítimamente elaborados y revisados ​​nuevamente y les doy la fuerza de la aprobación apostólica.
    
Todo lo que he decretado en esta Carta apostólica en forma de motu proprio, ordeno que tenga valor estable y duradero, no obstante cualquier disposición en contrario.
   
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 1 de Noviembre del año 2023, Solemnidad de Todos los Santos, undécimo de Pontificado. FRANCISCO.
En su nuevo Motu Proprio (que más parece escrito por el Tucho), redactado en italiano vulgar sin una versión oficial en latín, decretó un "cambio de paradigma" en la Iglesia Conciliar respecto de la teología católica, con "la ciencia secular, la cultura y la experiencia vivida por la gente" como base de la teología, en vez de los lugares teológicos postulados por Melchor Cano OP en su obra del mismo nombre:
  1. Sagrada Escritura,
  2. Tradición Apostólica,
  3. la Iglesia Católica,
  4. los Concilios generales,
  5. el magisterio papal,
  6. los Padres de la Iglesia,
  7. los teólogos y canonistas,
  8. la razón natural,
  9. los filósofos y juristas, y
  10. la historia y la tradición humana.
donde los siete primeros son propios de la teología, y los otros tres son auxiliares. En los lugares propiamente teológicos, la Escritura y la Tradición son los fundamentales por contener el depósito de la Revelación, y los otros son declarativos de la misma, bien por argumento eficaz al comprender el Magisterio eclesiástico (la Iglesia, los Concilios generales y el magisterio papal), o por el argumento probable que se convalida siempre que coincidan con el anterior (los Padres, y los teólogos y canonistas).
    
Ya ha fomentado la adoración de la diosa pagana desnuda de la fertilidad Pachamama en lugar de venerar a la Santísima Virgen María en Méjico y Brasil, la adoración del dios pagano del cielo Atacama en Perú y Tengri en Mongolia, y la sustitución de ritos paganos africanos en lugar incluso de una “Misa” del Novus Ordo en el Congo Belga.

El decreto de Bergoglio utiliza terminología marxista/comunista al pedir una “revolución cultural” en lugar del cristianismo para convertirse en una “teología fundamentalmente contextual”. Ya en su momento lo decía Kissel Ysidor Mordechai Levi Pressburg (Karl Heinrich Marx para los amigos):  e inevitablemente recuerda la frase de Marx «Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo de diversos modos, sin embargo, de lo que se trata es de transformarlo».
   
Bergoglio habla de Cristo no como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, sino como una "encarnación en el tiempo y el espacio", utilizando terminología que recuerda al sacerdote hereje Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), un jesuita modernista como el propio Bergoglio, cuya promoción de la herejía modernista fue tan ofensiva que Pío XI, Pío XII lo silenciaron y le prohibieron publicar sobre temas religiosos, y Juan XXIII Roncalli proscribió póstumamente su obra en los seminarios y facultades católicas.

También promoviendo una agenda marxista/comunista, Bergoglio en su decreto rechaza específicamente la Razón y la Fe, que siempre han sido la base del catolicismo desde la Era Apostólica, la Era Patrística, la Edad Media, el Renacimiento e incluso la Edad Moderna. Bergoglio quiere específicamente destripar la fe cristiana de su contenido cristiano para que pueda atraer incluso a los ateos, aunque a costa de perder a los ortodoxos orientales, a los protestantes, e incluso a judíos y musulmanes.
   
Y si hablamos de autoreferencialidad, Bergoglio se cita a sí mismo en su propio motu. Claro, ese es un mal endémico en el Vaticano II y el posconcilio, que raramente citan el magisterio anterior.

En resumidas cuentas, lo que Bergoglio/Tucho quiere es la institucionalización del método inductivo (de lo particular a lo general) propio del modernismo subjetivista, contrario al catolicismo que en su teología y filosofía ha seguido el método deductivo (de lo general a lo particular) y reconoce el primado de lo objetivo.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)