Traducción del artículo publicado en Inglés en INTROIBO AD ALTARE DEI.
Si alguna vez escuchaste hablarar sobre el Evangelio en su “homilía” a los “sacerdotes” de la secta del Vaticano II, te harás a la idea de que los libros de la Biblia son más o menos un puñado de lindas historias que nos enseñan a ser buenos porque “Dios es bueno todo el tiempo”. Ellos denigran a los ministros protestantes “nacidos de nuevo”, no por sus muchas y genuinas herejías, sino porque “falsamente” creen que la Biblia es la Palabra inspirada e infalible de Dios. Al mismo tiempo (así nos han dicho), que en los días pre-Vaticano II, a los Católicos “no se les permitía” o “se les desalentaba” leer la Biblia por sí mismos. De esta manera, se les impedía ver que la Biblia es una bella colección de mitos, historias, y algunas verdades para alentarnos a creer en un Dios bueno y Su Hijo, que fue “el hombre más grande (sic) de la tierra”.
Si estás asombrado sobre cómo hemos llegado a este lamentable estado de cosas, el estudio bíblico moderno fue infectado por los modernistas en la aurora del Vaticano II. Las semillas fueron sembradas a finales del siglo XIX, y un hombre en particular hizo más daño que todos los demás. Alfred Firmin Loisy nació en Francia el 28 de Febrero de 1857, y murió el 1 de Junio de 1940. Él fue ordenado sacerdote el 29 de Junio de 1879, pero estaba fuera de curso en su vida espiritual. Obtuvo su grado de teología en 1890. Loisy afirmaba en su diario que él tenía “una fiebre de gloria” y quería convertirse un “padre de la Iglesia” (Ver McKee, The Enemy Within the Gate -El enemigo dentro de la puerta [1974], pág. 23). Su arrogancia y odio diabólico por todas las cosas Católicas tradicionales, lo convirtieron en uno de los “Padres del Modernismo” y de la secta del Vaticano II, cuya influencia ayudó a engendrar en 1964.
Como veremos en este artículo, Loisy era particularmente crítico de la Biblia, y es incluso llamado en algunos círculos como el “Fundador del modernismo bíblico en la Iglesia Católica (sic)”. Es por él, y sus discípulos intelectuales/espirituales, que la verdadera enseñanza sobre la Biblia fue descartada.
Retirando los “mitos” de la Biblia
Si estás asombrado sobre cómo hemos llegado a este lamentable estado de cosas, el estudio bíblico moderno fue infectado por los modernistas en la aurora del Vaticano II. Las semillas fueron sembradas a finales del siglo XIX, y un hombre en particular hizo más daño que todos los demás. Alfred Firmin Loisy nació en Francia el 28 de Febrero de 1857, y murió el 1 de Junio de 1940. Él fue ordenado sacerdote el 29 de Junio de 1879, pero estaba fuera de curso en su vida espiritual. Obtuvo su grado de teología en 1890. Loisy afirmaba en su diario que él tenía “una fiebre de gloria” y quería convertirse un “padre de la Iglesia” (Ver McKee, The Enemy Within the Gate -El enemigo dentro de la puerta [1974], pág. 23). Su arrogancia y odio diabólico por todas las cosas Católicas tradicionales, lo convirtieron en uno de los “Padres del Modernismo” y de la secta del Vaticano II, cuya influencia ayudó a engendrar en 1964.
Como veremos en este artículo, Loisy era particularmente crítico de la Biblia, y es incluso llamado en algunos círculos como el “Fundador del modernismo bíblico en la Iglesia Católica (sic)”. Es por él, y sus discípulos intelectuales/espirituales, que la verdadera enseñanza sobre la Biblia fue descartada.
Retirando los “mitos” de la Biblia
Loisy arguía contra la autoría mosaica del Pentateuco, la confiabilidad de los relatos de la creación del Génesis, y contra la confianza histórica de la Biblia en general. Como resultado, fue removido de su cátedra en el Institut Catholique. Luego de su despido, se hizo capellán en una escuela de niñas en Neuilly. En 1900 Loisy se convirtió en conferencista en la École des hautes Études en la Sorbona, donde fue capaz de continuar esparciendo sus ideas como modernista. El Papa León XIII publicó la encíclica Providentíssimus Deus en 1893 condenando los errores del criticismo bíblico modernista.
Impávido, Loisy continuó escribiendo libros heréticos, usando el criticismo bíblico modernista. En particular, Loisy:
Impávido, Loisy continuó escribiendo libros heréticos, usando el criticismo bíblico modernista. En particular, Loisy:
- Negaba la autoridad de Dios, la Escritura y la Tradición.
- Negaba la divinidad de Jesucristo.
- Negaba que Cristo fuera omnisciente.
- Negaba la muerte redentora y la resurrección de Cristo.
- Negaba el nacimiento virginal.
- Negaba la transubstanciación.
- Negaba la institución divina del papado y la Iglesia.
En Diciembre de 1903, los libros de Loisy fueron ubicados en el Índice de Libros Prohibidos por la Suprema y Sagrada Congregación del Santo Oficio con la plena aprobación del Papa San Pío X, que había sido recién electo papa en Agosto de ese año. El 24 de Enero de 1904, Loisy escribió al santo y firmemente antimodernista cardenal Rafael Merry del Val. El cardenal era la mano derecha del Papa San Pío X, y con buena razón. El cardenal Merry del Val era todo lo que Loisy no: humilde y piadoso. Ítem, el cardenal era un gigante intelectual, teniendo no solo un doctorado en Sagrada Teología como un teólogo aprobado, sino también que tenía un doctorado en Filosofía y licenciatura en Derecho Canónico. Él no se estilaba como “Padre de la Iglesia”, sino que de hecho redactó una “Letanía de la humildad”. Algunos atribuyen la autoría a otro, pero sin embargo el cardenal la rezaba diariamente. Su causa de canonización fue introducida en 1953, y en mi opinión, si el Vaticano II no hubiera acaecido, llevaría el “San” ante su nombre.
Loisy dijo al cardenal en su carta que “acepto todos los dogmas de la Iglesia”. Esto era una desvergonzada mentira, porque al mismo tiempo en su diario escribe: “No he sido Católico en el sentido oficial de la palabra por mucho tiempo... el Catolicismo Romano como tal está destinado a perecer, y no merecerá dolientes” (Ibid, págs. 32-33). El sabio cardenal no estaba satisfecho, porque sabía muy bien cómo los Modernistas mienten y ocultan sus verdaderas intenciones dándoles significados diferentes a los dogmas. Un modernista podía decir: “Creo en la Resurrección de Cristo (en tanto que vive, no materialmente, sino en las mentes de Sus seguidores)”. La parte en paréntesis nunca se dice en voz alta. El cardenal Merry del Val continuó aconsejándole al Papa San Pío X las medidas más estrictas que debían tomarse.
Finalmente, en 1907, Su Santidad el Papa San Pío X condenó 65 proposiciones modernistas en su famosa declaración Lamentábili Sane Éxitu. De estas 65 proposiciones, cincuenta (50) fueron tomadas de las obras de Loisy. Enfurecido, Loisy concluyó que no había reconciliación posible entre la Iglesia y su herejía. Ahora él hizo manifiesto cuanto había mantenido oculto cuando escribió públicamente: “Cristo tiene incluso menos importancia en mi religión que la que tiene en la de los protestantes liberales: porque yo le doy poca importancia a la revelación de Dios Padre por la cual ellos honran a Jesús. Si soy algo en religión, es más panteísta-positivista-humanitarista que Cristiano” (Memorias II, pág. 397). El 7 de Marzo de 1908, Loisy fue excomulgado solemnemente por el Papa San Pío X. Él devino en profesor universitario, abandonando su estado clerical, y murió impenitente en 1940.
Las condenaciones de Lamentábili Sane.
He aquí solo algunas de las proposiciones (todas solemnemente condenadas por San Pío X) que Loisy propagaba respecto de la Sagrada Escritura:
En defensa de la palabra de Dios
Los ataques de Loisy y los modernistas contra la Sagrada Escritura carecen de mérito, incluso fuera de una perspectiva teológica. Lo siguiente es tomado y condensado de la obra de A. Anderson, un abogado que atacó la alegada base lógica de la defectuosa exégesis modernista. Anderson muestra que los modernistas no pueden mantener su posición en respecto de la “inconfiabilidad” de la Sagrada Escritura, incluso en la pretendida ausencia de prueba teológica. Lo que hace verdaderamente magistral a su obra A Lawyer Among the Theologians -Un abogado entre los teólogos- (Hodder & Stoughton, [1967]) es cómo demuestra que los Evangelios son históricamente confiables mientras lucha contra los modernistas “en su propio terreno” usando la mejor evidencia seglar, y no invocando ninguna autoridad teológica.
Razones para aceptar los Evangelios como históricamente confiables
Como forma de literatura, los Evangelios son únicos, porque fueron escritos por creyentes para confirmar a los lectores en su fe o para traer a la fe aquellos que aún no creían. Puesto que la fe cristiana está arraigada en la historia, los Evangelistas estaban preocupados en informar lo que efectivamente sucedió, y por tanto la finalidad religiosa de los Evangelios no es una razón válida para rechazarlos como históricamente inadecuados o no confiables.
Conclusión
Los modernistas han venido a destruir todo lo que es bueno, bello y verdadero. El pretendido “Padre de la Iglesia” Alfred Loisy fue la quintaesencia modernista, buscando destruir la Iglesia y remplazarla con una Religión Mundial. Él comenzó atacando la confiabilidad de la Biblia, y la secta del Vaticano II continúa con el de-sobrenaturalizado “Evangelio social” que reduce la Fe a poco más que preocupaciones mundanas y aboga por el socialismo/comunismo. Una de las frases más notorias de Loisy era: “Jesús vino a proclamar el Reino de Dios, y lo que llegó fue la Iglesia”, como si Nuestro Señor nunca tuviese la intención de fundar una Iglesia. Loisy admitió ser un “panteísta-positivista-humanitarista”, un hombre vacío de Fe.
Bergoglio y su falsa jerarquía son los sucesores de Loisy en la herejía y apostasía. Ellos proclaman un Jesús mítico (“No existe un Dios Católico”) Que no fundó una Iglesia (“el proselitismo es un solemne sinsentido”) y te deja hacer lo que quieras (“¿Quién soy yo para juzgar?”). Lo único que nuestros amigos de la FSSPX necesiran reconocer es que la secta del Vaticano II no es la Iglesia Católica Romana, y luego resistir a la secta admitiendo el sedevacantismo, por tanto uniéndose a la lucha contra la secta.
Loisy dijo al cardenal en su carta que “acepto todos los dogmas de la Iglesia”. Esto era una desvergonzada mentira, porque al mismo tiempo en su diario escribe: “No he sido Católico en el sentido oficial de la palabra por mucho tiempo... el Catolicismo Romano como tal está destinado a perecer, y no merecerá dolientes” (Ibid, págs. 32-33). El sabio cardenal no estaba satisfecho, porque sabía muy bien cómo los Modernistas mienten y ocultan sus verdaderas intenciones dándoles significados diferentes a los dogmas. Un modernista podía decir: “Creo en la Resurrección de Cristo (en tanto que vive, no materialmente, sino en las mentes de Sus seguidores)”. La parte en paréntesis nunca se dice en voz alta. El cardenal Merry del Val continuó aconsejándole al Papa San Pío X las medidas más estrictas que debían tomarse.
Finalmente, en 1907, Su Santidad el Papa San Pío X condenó 65 proposiciones modernistas en su famosa declaración Lamentábili Sane Éxitu. De estas 65 proposiciones, cincuenta (50) fueron tomadas de las obras de Loisy. Enfurecido, Loisy concluyó que no había reconciliación posible entre la Iglesia y su herejía. Ahora él hizo manifiesto cuanto había mantenido oculto cuando escribió públicamente: “Cristo tiene incluso menos importancia en mi religión que la que tiene en la de los protestantes liberales: porque yo le doy poca importancia a la revelación de Dios Padre por la cual ellos honran a Jesús. Si soy algo en religión, es más panteísta-positivista-humanitarista que Cristiano” (Memorias II, pág. 397). El 7 de Marzo de 1908, Loisy fue excomulgado solemnemente por el Papa San Pío X. Él devino en profesor universitario, abandonando su estado clerical, y murió impenitente en 1940.
Las condenaciones de Lamentábili Sane.
He aquí solo algunas de las proposiciones (todas solemnemente condenadas por San Pío X) que Loisy propagaba respecto de la Sagrada Escritura:
4. El magisterio de la Iglesia no puede determinar ni siquiera por medio de definiciones dogmáticas, el genuino sentido de las Sagradas Escrituras.
7. Cuando la Iglesia condena errores, no puede exigir a los fieles un asentimiento interno, por el que se adhieran a los juicios por ella emitidos.9. Quienes creen que Dios es el verdadero autor de la Sagrada Escritura demuestran ser exageradamente simples o ignorantes.
10. La inspiración de los libros del Antiguo Testamento consiste en que los escritores israelitas transmitieron las doctrinas religiosas bajo un aspecto poco conocido o ignorado por los paganos.
11. La inspiración divina no abarca a toda la Sagrada Escritura, de manera que todas y cada una de sus partes carezcan de error.
12. Si el exegeta quiere dedicarse con provecho a los estudios bíblicos, lo primero que ha de hacer es rechazar cualquier idea preconcebida acerca del origen sobrenatural de la Sagrada Escritura y proceder a interpretarla el mismo modo que cualesquiera otros documentos puramente humanos
En defensa de la palabra de Dios
Los ataques de Loisy y los modernistas contra la Sagrada Escritura carecen de mérito, incluso fuera de una perspectiva teológica. Lo siguiente es tomado y condensado de la obra de A. Anderson, un abogado que atacó la alegada base lógica de la defectuosa exégesis modernista. Anderson muestra que los modernistas no pueden mantener su posición en respecto de la “inconfiabilidad” de la Sagrada Escritura, incluso en la pretendida ausencia de prueba teológica. Lo que hace verdaderamente magistral a su obra A Lawyer Among the Theologians -Un abogado entre los teólogos- (Hodder & Stoughton, [1967]) es cómo demuestra que los Evangelios son históricamente confiables mientras lucha contra los modernistas “en su propio terreno” usando la mejor evidencia seglar, y no invocando ninguna autoridad teológica.
Razones para aceptar los Evangelios como históricamente confiables
Como forma de literatura, los Evangelios son únicos, porque fueron escritos por creyentes para confirmar a los lectores en su fe o para traer a la fe aquellos que aún no creían. Puesto que la fe cristiana está arraigada en la historia, los Evangelistas estaban preocupados en informar lo que efectivamente sucedió, y por tanto la finalidad religiosa de los Evangelios no es una razón válida para rechazarlos como históricamente inadecuados o no confiables.
- Dos Evangelistas afirman explícitamente que están informando hechos históricos. San Lucas comienza su Evangelio diciéndonos que se ha esforzado en reunir información confiable sobre los eventos que planea compilar a fin de que Teófilo, para el cual estaba escribiendo directamente, pueda quedar seguro de que su fe en Cristo está basada en hechos bien establecidos. El orden en el cual cuenta los hechos no es estrictamente cronológico, pero en aspectos principales, el relato principal de San Lucas sobre el ministerio de Jesús tallies con los de San Mateo y San Marcos. San Juan también presenta su Evangelio como un registro de hechos que sirven como una garantía para la fe en Cristo.
- Los Evangelistas, incluso si quisieran, no podían haber maquillado la historia, porque la figura central es tan tremenda y la historia de Su vida es tan única como para estar más allá del poder de la imaginación humana. Incluso John Stuart Mill, un filósofo racionalista que rechazaba lo sobrenatural, dijo: “¿Quién entre Sus discípulos o entre los prosélitos fue capaz de inventar las palabras de Jesús o de imaginar la vida y carácter revelado en los Evangelios? Ciertamente no los sencillos pescadores de Galilea; ciertamente no San Pablo, cuyo carácter e idiosincracia fueron de una forma totalmente diferente; mucho menos los primeros escritores cristianos”.
- Los Evangelios tuvieron que pasar el escrutinio de hombres que habían presenciado los eventos que fueron registrados y eran hostiles a las afirmaciones cristianas.
- La investigación histórica y arqueológica han revelado que los Evangelios describen con asombrosa esactitud el complejo orden social y político que prevaleció en el Medio Oriente en la primera década del siglo I, un orden que fue completamente destruido en el año 70 A.D. La confiabilidad de los Evangelistas al registrar estos ítems crea una presunción de que su testimonio sobre otras materias es verdadero también
- Un Mesías crucificado estaba completamente fuera de lugar frente a las expectaciones judías. Los judíos estaban esperando un Mesías, pero no un Mesías sufriente, y mucho menos una Divinidad Encarnada. Aun si ellos pensaban que el Mesías sería el Hijo de Dios, incluso los rabinos más cultos de la época NO pensarían de Él que nacería en un establo, pasando treinta años en la oscuridad como carpintero, y acabaría Su vida en la ignominiosa muerte de la Cruz. Por tanto, Cristo era, en palabras de San Pablo, una “piedra de tropiezo” en el camino de la fe (1 Corintios 1:23).
- Hay testimonios no cristianos de historiadores paganos que corroboran la vida única de Jesucristo. Estos escritores incluyen:
- Flavio Josefo
- Tácito
- Suetonio
- Plinio el Joven
Conclusión
Los modernistas han venido a destruir todo lo que es bueno, bello y verdadero. El pretendido “Padre de la Iglesia” Alfred Loisy fue la quintaesencia modernista, buscando destruir la Iglesia y remplazarla con una Religión Mundial. Él comenzó atacando la confiabilidad de la Biblia, y la secta del Vaticano II continúa con el de-sobrenaturalizado “Evangelio social” que reduce la Fe a poco más que preocupaciones mundanas y aboga por el socialismo/comunismo. Una de las frases más notorias de Loisy era: “Jesús vino a proclamar el Reino de Dios, y lo que llegó fue la Iglesia”, como si Nuestro Señor nunca tuviese la intención de fundar una Iglesia. Loisy admitió ser un “panteísta-positivista-humanitarista”, un hombre vacío de Fe.
Bergoglio y su falsa jerarquía son los sucesores de Loisy en la herejía y apostasía. Ellos proclaman un Jesús mítico (“No existe un Dios Católico”) Que no fundó una Iglesia (“el proselitismo es un solemne sinsentido”) y te deja hacer lo que quieras (“¿Quién soy yo para juzgar?”). Lo único que nuestros amigos de la FSSPX necesiran reconocer es que la secta del Vaticano II no es la Iglesia Católica Romana, y luego resistir a la secta admitiendo el sedevacantismo, por tanto uniéndose a la lucha contra la secta.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)