«Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas». (San Mateo 10, 16).
Tuvo
esta santa la prudencia de la serpiente, pues expuso su cuerpo a los
tormentos para salvar su alma; tuvo también la sencillez de la paloma,
pues, siendo esclava, servía a su dueño con la fidelidad y sencillez que
San Pablo recomienda a los servidores. Aunque totalmente pagano como
era su señor, admiraba su virtud y la instaba, aunque inútilmente, a que
moderase sus ayunos y mortificaciones. Encarcelada en su carácter de
cristiana, fue abofeteada, arrastrada de la cabellera y, finalmente,
crucificada en la isla de Córcega. Se vio salir su alma del cuerpo en
forma de paloma.
MEDITACIÓN SOBRE LA PRUDENCIA DEL CRISTIANO
I.
La virtud de la prudencia consiste en dirigir nuestras acciones hacia
el fin que nos proponemos alcanzar. Este fin debe ser Dios, nuestro
soberano bien; toda nuestra vida debemos trabajar para gozar de este
bien supremo. Al verte consagrar todo tu tiempo a la búsqueda de los
bienes de la tierra, ¿diríase acaso que Dios es tu fin supremo? Es lo
último en que piensas. «Los negocios más importantes deben ocupar el primer lugar» (San Euquerio).
II.
Hay que emplear los medios más seguros para alcanzar este fin; así lo
exige la verdadera prudencia. Los medios para llegar a Dios son: la
observancia de los mandamientos, la frecuencia de los sacramentos, sobre
todo de la Confesión y de la Eucaristía, la práctica de las virtudes y
de las buenas obras. ¿Cómo te sirves de estos medios? Sin emplearlos
bien, es imposible que llegues a tu fin. Quieres ir al cielo y no tomas
su camino; ¿dónde está, pues, tu prudencia?
III.
La verdadera prudencia exige que se sacrifique un bien de poca
importancia para obtener un bien considerable. Por lo tanto, rehusa a tu
cuerpo las satisfacciones pasajeras de aquí abajo, a fin de que tu
cuerpo y tu alma puedan gozar de una felicidad eterna. ¿Acaso no haces
todo lo contrario? Envíame, oh Dios mío, tu divina sabiduría, a fin de
que ella me acompañe, trabaje conmigo y me haga conocer la locura de la
sabiduría humana.
La prudencia. Orad por la conversión de los infieles.
ORACIÓN
Que
la bienaventurada Julia, virgen y mártir, implore por nosotros vuestra
misericordia, Señor, ella que siempre os fue agradable por el mérito de
la castidad y por su valentía en confesar vuestro Santo Nombre. Por J.
C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)