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lunes, 2 de noviembre de 2009

LA BIBLIA CATÓLICA Y LA DOCTRINA DEL PURGATORIO




Carta Pastoral de Mons. Mark A. Pivarunas, CMRI

Día de todos los santos

1º de noviembre del 2000

Amados en Cristo:

Por todo el mes de noviembre, nuestra santa madre la Iglesia Católica exhorta a sus hijos a cumplir de manera especial una de las obras espirituales de misericordia, a saber, orar por los muertos. El 2 de noviembre, la Iglesia permite a sus sacerdotes el privilegio de ofrecer el santo sacrificio de la misa tres veces, y concede una indulgencia plenaria especial —aplicable a las santas almas en el purgatorio— a los fieles que visiten una iglesia y recen seis Padrenuestros, 6 avemarías y 6 glorias. Además, por todo este mes hay otros ejercicios piadosos por medio de los cuales podemos ayudar a las dolientes almas del purgatorio.

Aun cuando estamos muy acostumbrados a esta obra espiritual de misericordia, de rezar por los difuntos, esta misma creencia del purgatorio es totalmente negada por los protestantes. Ellos simplemente niegan esta doctrina y afirman que no se alude a ella en la Sagrada Escritura. Muchísimas veces los hemos oido preguntar: «¿dónde dice la Biblia purgatorio?» Piensan que es inútil que nosotros roguemos a Dios por los fieles difuntos.

¿Cómo puede un católico refutar estas falsedades? ¿Dónde, en la Sagrada Escritura, encontramos nuestra creencia del purgatorio? ¿Existe alguna referencia en el Antiguo y Nuevo Testamentos? Y ¿existen otras pruebas que apoyen nuestras referencias en la Sagrada Escritura?

Antes de la venida de Cristo, ¿rogaba el pueblo escogido, los israelitas, por sus difuntos? ¿Rezaban los primeros cristianos por los fieles difuntos?

¡Qué importante es que los católicos conozcan las respuestas a estas preguntas! Examinemos más de cerca la doctrina del purgatorio, no solo con el propósito de defender nuestra fe católica, sino también con la intención de motivarnos a una mayor devoción para con las dolientes almas en el purgatorio.

En el Antiguo Testamento, encontramos referencia en el segundo libro de los Macabeos (II Macabeos 12:43-46), y en el Nuevo Testamento en el Evangelio de san Mateo (Mt. 12:32).

Antes de citar nuestro texto del segundo libro de los Macabeos, es necesario revisar la historia del Antiguo Testamento, pues Macabeos es uno de los siete libros no presentes en las Biblias protestantes, de tal manera que es necesario demostrar su autenticidad como parte de la palabra revelada de Dios.

¿Por qué la Biblia católica tiene siete libros más en su Antiguo Testamento que la Biblia protestante? La respuesta se haya en el hecho de que antes de la venida de Cristo, los israelitas, el pueblo escogido, poseían dos cánones de la Escritura: el antiguo canon judío (escrito en hebreo) y la Septuaginta (escrita en griego), la cual recibió su nombre de los eruditos hebreos que tradujeron el Antiguo Testamento del hebreo al griego (siglos antes de la venida de Cristo). La Septuaginta fue diligentemente usada en las sinagogas judías y por escritores judíos (Filón y Joséfo), y permaneció una traducción indiscutible de la Sagrada Escritura hasta el comienzo del segundo siglo. La diferencia entre la Septuaginta y el antiguo canon judío era no sólo el idioma en que estaban escritos, sino también que la Septuaginta contenía siete libros extras, a saber, Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Primera y Segunda de Macabeos y partes de Ester y Daniel.

Para los católicos, es importante saber los siguientes hechos acerca de la Septuaginta:

  1. Los apóstoles y los escritores del Nuevo Testamento citaban principalmente de la Septuaginta. De hecho, de las trescientas cincuenta citas del Antiguo Testamento que se hayan en el Nuevo, cerca de trescientas están tomadas directamente de la Septuaginta.
  2. Los judíos, que universalmente habían aceptado la Septuaginta griega desde hace siglos, se separaron de ella después de que la Iglesia cristiana, en su controversia con los escritores judíos, señalara los pasajes mesiánicos, que se presentaban más clara y forzosamente en la Septuaginta griega que en la versión hebrea.
  3. Algunos de los escritores del Nuevo Testamento hicieron uso de libros adicionales contenidos en la Septuaginta, particularmente el libro de Sabiduría, el cual parece ser un tema familiar en las epístolas de san Pablo. La epístola de Santiago —como otro ejemplo— muestra un conocimiento del libro de Eclesiástico. Así, los apóstoles y escritores del Nuevo Testamento hicieron referencia a estos libros adicionales en sus predicaciones y escritos, y con ello les dieron su aprobación.
  4. La Septuaginta griega era la única Biblia del Antiguo Testamento leída universalmente en la Iglesia primitiva, tanto en oriente como en occidente. Los libros adicionales fueron aceptados en la Iglesia cristiana desde el mismo principio. La epístola del papa Clemente, escrita antes de terminado el primer siglo, utiliza el Eclesiástico y Sabiduría, da un análisis del libro de Judit, y cita de las secciones adicionales el libro de Ester. Lo mismo es cierto de otros escritores cristianos de los primeros siglos.
  5. Las Biblias cristianas más antiguas en existencia (el Codex Vaticanus, que data de la primera mitad del cuarto siglo; el Codex Sinaiticus, del cuarto siglo; el Codex Alexandrinus, perteneciente al quinto siglo, y el Codex Ephraemi, también perteneciente al quinto siglo) contienen todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos, tal como los encontramos en nuestras Biblias católicas de hoy.
Y si queremos conocer la razón por la que nuestra Biblias católicas tienen los mismos libros que los manuscritos más antiguos en existencia, simplemente debemos mirar la historia de la Iglesia fundada por Cristo y comprender que estos libros del Antiguo y Nuevo Testamentos estuvieron en posesión de la Iglesia desde el mismo principio. El papa Dámaso, en el año 382 A. D., confirmó los libros auténticos de la Sagrada Escritura, y el Concilio de Cartago, en el 397 A. D., reiteró este canon de la Sagrada Escritura.


In Christo Jesu et Maria Immaculata,
Rvmo. Mark A. Pivarunas, CMRI

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)