Tomado de LA PUERTA ANGOSTA. Donde dice Benedicto XVI, leer también a Francisco I y sus sucesores.
EBRIEDAD Y ECUMENISMO ACTUAL
Así
como hay una Paz, ¡verdadera Paz!, que da Cristo y que sólo Él puede
dar; contraponen los espíritus del mundo, que son demonios, la falsa
paz. Una paz que es una miopía, un opio, somnífero o sedante, a veces
con propensión hacia el estrés y otras hacia la hilaridad y la grotesca
alegría. Esa paz que da el mundo no es una Paz reconfortante y
consoladora; porque la Paz que nos da Dios es hija de la Esperanza, de
la Caridad bien entendida y de la Certeza nunca ambigua de la Fe
Inmaculada. Por eso, habiendo una verdadera Paz y una falsa paz; Cristo
dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da…” (Jn. 14, 27)
Pero
esto que sucede con la Paz, mucho más acentuado en este tiempo final
preparusíaco en el que los signos de apostasía y abominación colman el
vaso; se corresponde de casi similar manera con el Celo apostólico. Ese
celo apostólico que es unción y fuego del Espíritu Santo por las cosas
santas; fue muchas veces percibido por los paganos como borrachera y
ebriedad. Por eso dice San Lucas: “Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos”
(Hech. 2, 13) para describir el efecto que había producido en los
apóstoles, y lo que parecían, en Pentecostés. A partir de esta falsa
percepción, es que se podría hablar análogamente, y sólo así, de “borrachera santa”
(y no como hacen los pentecostales y carismáticos que hacen una
interpretación literal de lo que ellos creen que ha de manifestárseles
por ser cristianos (que no lo son) y entonces saltan, gritan y se
revuelcan con alaridos de posesos (porque eso terminan siendo) y se
arrastran en un suelo poco iluminado y casi orgiástico). Una Ebriedad
divina entonces sería la sublimación de la ebriedad pecaminosa. Y no se
culpe a la analogía de atenuar la gravedad del pecado de ebriedad.
Porque sabido es que las Escrituras en incontables pasajes dictamina que
los ebrios y borrachos no van al Cielo. Y siendo la ebriedad tan grave,
y para que no quede duda de su conculcación; San Pedro aclara muy bien
que no están borrachos (Hech. 2, 15) y da sobrados argumentos de su Fe y
de su estado de santa ebriedad.
Esa
santa ebriedad, como se hace más caricaturezca en los carismáticos que
también se hacen llamar católicos, es emulada y falseada en todo el
Reino del Anticristo, en la Iglesia del Vaticano Segundo. Su diferencia
con la Santa Ebriedad es una sola; pero radical: Los verdaderos
cristianos se embriagan de Dios para convertir a todos los hombres, a
todo el mundo, a la verdadera y única Doctrina Divina y Salvífica; los
anticristos de hoy se embriagan del Diablo para convertir la verdadera
doctrina a todos los hombres; adecuar la fe al mundo.
Entonces allí están los borrachos de primera fila: Los fariseos que desde pentecostés andan diciendo “están
borrachos" de los verdaderos cristianos; mientras que ellos se
embriagan del odio de su segregarse, de su no aceptar a Cristo ni la
exclusividad de un único Banquete. Judíos, Masones, Comunistas. Las 3
ranas del Apocalipsis. Quien dice Judío dice Judaizante, Judófilo,
Sionista, Holocaustista y Sectario. Toda secta que niega a la Iglesia,
por más que diga amar a Jesucristo, es desconocida y condenada por Él; y
retrocede al primer escalón del infierno: La Religión Judía y Cabalista
en la Era Cristiana. (Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Cantate Domino”,
1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y
enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no
solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos,
jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego
eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan
unido a la Iglesia antes de morir…”). Quien dice Masón dice Laicismo,
Naturalismo, Racionalismo, Desacralización, Neutralismo, Globalización y
Laico Orden Mundial. No hay nota mejor atacada en el catolicismo que su
nota de catolicidad (universal); y sin embargo, aunque 12 hombres
resistieran en la Fe; esa Fe sería católica; porque nada es el número
aquí en la tierra cuando uno sólo puede salvarse a pesar de todo; cuando
uno sólo aquí acepta la Gracia; numerosa es la alegría en los Cielos.
Pero el masonismo ha conseguido un unísono y numeroso ejército feliz en
la tierra para que se salve (por un tiempito) la Idea del Gran
Arquitecto del mundo. ¡Ay de ese arquitecto cuando venga el Creador de
todas las cosas! Finalmente, quien dice Comunista dice Revolucionario, y
no hacen falta muchas sinonimias para describir el mundo cultural y
político vigente y totalitariamente impuesto absolutamente por todos los
rincones del planeta. Tercermundismo, Derecha, Izquierda, Socialismo,
Radicalismo, Capitalismo, Militarismo se encierran bajo cualquier
aparente diferenciación y tonalidad bajo una misma directriz: La
Democratización de toda soberana Verdad y la decapitación de toda
excelencia y altura. El fundamentalismo y fanatismo en las mentiras que
el Igualitarismo sembró; han secado el buen gusto, el sentido común, la
ley natural y depuesto a la Verdad de su merecido trono de Absolutez y
Señorío. Sin la Verdad; ¿qué cosa podrá ser cierta? ¿qué conducta
honrada? ¿qué acción buena desinteresada? Estos borrachos de primera
fila; para no decir, judíos, masones, comunistas, protestantes,
orientalistas, democratizantes, etc, etc; podríamos llamarlos como los
denominó nuestro Señor: SEPULCROS BLANQUEADOS. Ellos padecen la
borrachera de ver su inmundicia en el otro; y como todo lo ven igual
(igualdad que siempre significa empero que la paja del ojo ajeno es mil
veces más grande que la propia viga) siempre estarán desgarrándose las
vestiduras ante la violencia que educa, ante la jerarquía que
disciplina, ante la doctrina cristiana que no se mueve un ápice de
Nuestro Señor.
Los
borrachos de las filas intermedias son los tontos, los bobitos. Los
necios que son llevados de las narices con ricos perfumes; con
sensualidades sugerentes, con lindos colores y frases bonitas. Donde
está la belleza está la verdad; pero entonces gustan de lo feo; y a lo
feo llaman belleza. No rige la vida de los mal llevados el deber, sino
la conveniencia. Por eso aplauden las leyes inmutables que cambian (y si
pudieran cambiarían las leyes aritméticas, físicas y químicas). No se
guían por la inteligencia, sino por los apetitos. Como no pueden vivir
como Dios le dice que vivan; hacen decir a Dios lo que ellos viven.
Estos son los que Dios vomitará de su boca por no ser ni fríos ni
calientes (Apoc. 3, 16), los TIBIOS.
Los
borrachos de la última fila es la de los Pánfilos (pan=todo/filo=amor).
En ella entran aquellos que encuentran en el falaz concepto edulcorado
del AMOR que tienen, una aplicación para todo género de cosas, animales y
personas. Entonces entra el Ecumenismo en lo que pretende ser la
Iglesia Católica. ¿Por dónde no ha entrado el ecumenismo? Este es el
peor vino, de cuya borrachera parece no escapar ningún alma con
vertiente religiosa. ¡Ninguna! La condescendencia, el respeto humano, la
ternura y piedad por el depravado y delincuente, la caricia al ala rota
de un demonio o el desencadenamiento de todos los males para que no se
inflame tanto ese tobillo infernal. Esa falsa devoción hacia un prójimo
indiscriminado se empecina en “demostrar” el fanatismo “democrático” de
los de la primera. Exibir cuidados y atenciones en nombre de la caridad;
cuando se olvida de rezar y pedir por la conversión (sin la cual, no
merecen aplausos y felicitaciones los hombres), es un desatino muy
contemporáneo.
Entre
los pánfilos encontramos la gama más completa de miembros de la Igesia
Adúltera que adhiere al Antipapa Hereje Benedicto XVI y al Cociliábulo
herético Vaticano II. Están los pastorales, los doctrinales y los
liturgistas. Los pastorales hacen ecumenismo con todo lo pastoral; en
desmedro de lo doctrinal y litúrgico. Estos son los más chocantes;
porque son capaces de clavar a Cristo y flagelarlo mil veces nuevamente,
con tal de abrazarse y sonreirse por la Paz del Mundo, por la Ecología o
por cualquier bien que sirva para cualquier hombre, con cualquier
hombre. El doctrinal será ecuménico con cualquier doctrinal; entonces
buscará afinidades con las doctrinas protestantes y judías, luego pasará
a las afinidades musulmanas y terminará con las afinidades entre
induístas y budista. Y a pesar de su mezcolanza en un área, hablarán de
distinción nominal, y de ritualidad diversa; como si en fondo, con
distintas camisetas no sirvieran al mismo empresario deportivo. Los
pánfilos o ecumenistas litúrgicos son los que defienden la Misa que
Pablo VI pretendió cambiar. Entonces cuidan las formas, las
genuflexiones, las normas y las rúbricas; pero terminan negociando
(antes o después) la “communicatio in sacris” y la “inmutabilidad de los dogmas”. ¿Quién no es ecumenista hoy por hoy? ¿Quién es verdaderamente fiel, verdadero católico? Estos, los ecumenistas ordenados o “falsos tradicionalistas” son los últimos de los últimos en la borrachera del diablo; pero AY que “los últimos (también en lo malo) serán los primeros (en condenarse)” (cfr Mt 19, 30); y “al que mucho se le dio; mucho se le pedirá” (cfr. Lc. 12, 48).
Una
cosa más queda por decir: El Ecumenismo y el Alcoholizarse gozan de una
paz mundana que estimula sentimientos de redención; mientras que son en
sí mismos, condena y reprobación ¿Acaso en la ebriedad no se llena el
corazón de amiguismo por todo lo circundante; no resulta cualquier idea
interesante y cualquiera que comparte la misma copa (que en tan mal
estado deja), no se vuelve a los ojos del beodo, por más perverso que
sea, el más disculpado de los hombres? La embriaguez pecaminosa tiene
esa implicación “salvífica”. Los borrachos mientras se condenan sienten
estar salvándose de algo. Y mientras más arruinados se ven; más favor
creen que les hace el beber.
Hay
ciertos sermones embriagantes (en la Falsa Iglesia) que conducen a la
misma paz mundana. El fiel que se cree tradicionalista comienza a sentir
una alegría desbordante cuando en lugar de la severidad acostumbrada se
escucha resonar la palabra AMOR. Esa palabra que debe ser el
combustible; comienza a ser inyectada en el encendido, en la bomba de
agua, en el sistema eléctrico y en todo lo que no sólo arruina la marcha
de una maquinaria, sino que la expone a una explosión o destrucción
total. El trocar el sentido del amor; es lo mismo que predicar el odio.
El odio, principalmente, a la verdad. Verdad que es Cristo. Ese falso
amor comienza a embriagar al que Dios quiere por soldado suyo; y
embriagado comienza a disculpar a los Judas, luego a los Pilatos, luego a
los Caifás y finalmente, viendo a Cristo llorar sobre la necesidad de
la Pasión; ellos mismos toman la lanza y lo atraviesan. Todo estará
consumado cuando se comience el alma a embriagar reprobadamente de la
Tolerancia al mal, del Derecho al Error y de la Pasividad ante la
Herejía.
Dios
quiera que nos podamos embriagar del amor de Dios por sobre todo amor; y
que su Santísima Madre nos permita recibir las gracias necesarias para
no traicionarlo nunca más.
Don Francisco Delafuente
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)