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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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martes, 20 de agosto de 2024

MES DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN – DÍA VIGÉSIMO

Traducción de la devoción dispuesta por el padre Antoine Ricard S.Th.D., Canónigo honorario de Marsella y Carcasona, y publicada en París por la Librería de los Hermanos Perisse en 1878.
   
MES DE SANTO DOMINGO, O EL MES DE AGOSTO CONSAGRADO A LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y LAS VIRTUDES DE SANTO DOMINGO
   

Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
20 DE AGOSTO – DÍA VIGÉSIMO DEL MES DE SAN DOMINGO: LA SALVE REGÍNA
   
PRELUDIO
Recojámonos, bajo la mirada de María, a meditar en el hermoso testimonio de predilección que esta Santa Madre dio a la orden naciente, durante la estancia de Santo Domingo en Roma, y ​​que desde entonces el ceremonial dominicano ha honrado fielmente mediante un rito cotidiano.
               
REFLEXIONES Y RASGO HISTÓRICO
Aquí hemos llegado a esta hermosa etapa de la vida del santo patriarca, donde parecen nacer prodigios a cada paso de su camino y donde la Santísima Virgen manifiesta con tierna solicitud su patrocinio materno sobre la orden naciente.

Tomemos prestadas las palabras de esta hermana Cecilia que fue para Santo Domingo algo de lo que Santa Paula fue para San Jerónimo, Santa Clara de Asís para San Francisco de Asís, y Santa Juana de Chantal para San Francisco de Sales:
«Una tarde, mientras Domingo permanecía en la iglesia orando, salió a medianoche y entró en el pasillo donde los hermanos tenían sus celdas y dormían. Cuando terminó lo que debía hacer, nuevamente comenzó a orar en un extremo del pasillo, y mirando por casualidad al otro extremo, vio que se acercaban tres mujeres, una de las cuales era una que estaba en el medio parecía la la más bella y la más venerable. Sus compañeras, una llevaba un magnífico un magnífico acetre; la otra, un hisopo, que presentaba a su Señora, la cual roció a los religiosos e hizo la señal de la cruz sobre ellos.
   
Domingo fue hasta la mujer que bendecía y que estaba en mitad del dormitorio, cerca de la lámpara suspendida en aquel lugar; se prosternó a sus pies, y aunque ya la hubo reconocido, la suplicó le dijiste quién era. En aquel tiempo, esa bella y devota antífona “Salve Regina”, no se cantaba en el convento de los religiosos y religiosas de Roma; solamente se recitaba de rodillas, después de las completas. La mujer que bendecía respondió al bienaventurado Domingo: “Yo soy aquella a quien invocáis todas las noches y cuando decís Eja ergo advocata nostra, me prosterno ante mi Hijo por la conservación de esta Orden”. Entonces el bienaventurado Domingo se informó sobre quiénes eran aquellas dos jóvenes que la acompañaban. La Santísima Virgen contestó: “Una es Cecilia, la otra Catalina”. Y habiendo terminado su ronda, rociado y bendecido al resto de los frailes, desapareció.
   
Domingo volvió a orar al lugar en donde estaba antes, y apenas comenzó su oración, se vio arrebatado en espíritu hasta llegar a Dios. Vio al Señor, que tenía a su derecha a la Bienaventurada Virgen, y le pareció que Nuestra Señora estaba revestida con un manto de color zafiro. Mirando a su alrededor, vio ante Dios religiosos de todas las Ordenes; pero no vio a ninguno de los suyos. Entonces rompió a llorar amargamente, no atreviéndose aproximarse al Señor ni a su Madre. Nuestra Señora le hizo con la mano señal para que se acercase; pero él no osó hacerlo, hasta que el Señor le hizo el mismo signo. Entonces fue y se prosternó ante ellos llorando amargamente. El Señor le dijo: “¿Por qué lloras tan amargamente?”, y él respondió: “Lloro porque veo aquí religiosos de todas las órdenes y no veo ninguno de la mía”. Entonces el Señor dijo: “¿Quieres ver tu Orden?”. Domingo respondió temblando: “Sí, Señor.” el Señor puso su mano sobre el hombro de la Bienaventurada Virgen, diciendo a Domingo: “Yo he confiado tu Orden a mi Madre”, y luego dijo: “Verdaderamente, ¿quieres ver tu Orden?”, y él contestó: “Sí, Señor”.
   
En aquel momento la Bienaventurada Virgen abrió el manto que la revestía, y extendiéndolo ante los ojos de bienaventurado Domingo, de tal manera que cubriera con su inmensidad toda la patria celestial, vio bajo él una multitud de sus hermanos. Domingo se prosternó para dar gracias a Dios y a la Bienaventurada María, su Madre, y la visión desapareció, volvió en sí, y tocó a maitines. Una vez terminados los maitines, convocó a sus hermanos a capítulo y les pronunció un bello discurso sobre el amor y la veneración que debían sentir hacia la Bienaventurada Virgen, y, entre otras cosas, los relatos su visión.
   
El bienaventurado Domingo contó está visión a la hermana Cecilia y a las demás hermanas de San Sixto, pero atribuyéndola a otro; pero los religiosos que estaban presentes hicieron una señal a las religiosas para indicar que era a él a quién se había presentado».
              
PRÁCTICA: Renuévate en una devoción afectuosa, constante y práctica a la Santísima Virgen.

INVOCACIÓN: Santo Domingo, que como otro San Elías, fuiste ardiente propagador del culto a María Santísima, ¡ruega por nosotros!
            
LETANÍA DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
   
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
   
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
   
Magno Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Lumen de la Iglesia, ruega por nosotros.
Luz del mundo, ruega por nosotros.
Antorcha del siglo, ruega por nosotros.
Predicador de la gracia, ruega por nosotros.
Rosa de paciencia, ruega por nosotros.
Sedientísimo por la salvación de las almas, ruega por nosotros.
Deseosísimo del martirio, ruega por nosotros.
Gran director de las almas, ruega por nosotros.
Varón evangélico, ruega por nosotros.
Doctor de la verdad, ruega por nosotros.
Marfil de castidad, ruega por nosotros.
Varón de corazón verdaderamente apostólico, ruega por nosotros.
Pobre en bienes temporales, ruega por nosotros.
Rico en la pureza de vida, ruega por nosotros.
Tú que cual antorcha ardías de celo por los pecadores, ruega por nosotros.
Trompeta del Evangelio, ruega por nosotros.
Heraldo del Cielo, ruega por nosotros.
Modelo de abstinencia, ruega por nosotros.
Sal de la tierra, ruega por nosotros.
Resplandeciente como el sol en el templo de Dios, ruega por nosotros.
Tú que te apoyaste en la gracia de Cristo, ruega por nosotros.
Revestido de estola real, ruega por nosotros.
Flor de flores elevada en el jardín de la Iglesia, ruega por nosotros.
Tú que regaste la tierra con tu piadosa sangre, ruega por nosotros.
Trigo recogido en los silos del Cielo, ruega por nosotros.
Resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ruega por nosotros.
Jefe y padre de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros.
Para que en la hora de la muerte seamos recogidos contigo en el Cielo, ruega por nosotros.
   
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
    
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue mi clamor hacia Ti.
   
ORACIÓN
Te suplicamos, Dios Omnipotente, nos concedas a cuantos padecemos bajo el peso de nuestros pecados, alcanzar el patrocinio de tu confesor nuestro bienaventurado Padre Santo Domingo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ , y del Espíritu Santo. Amén. 

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)