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sábado, 24 de agosto de 2024

MES DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN – DÍA VIGESIMOCUARTO

Traducción de la devoción dispuesta por el padre Antoine Ricard S.Th.D., Canónigo honorario de Marsella y Carcasona, y publicada en París por la Librería de los Hermanos Perisse en 1878.
   
MES DE SANTO DOMINGO, O EL MES DE AGOSTO CONSAGRADO A LA MEDITACIÓN DE LA VIDA Y LAS VIRTUDES DE SANTO DOMINGO
   

Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
24 DE AGOSTO – DÍA VIGESIMOCUARTO DEL MES DE SAN DOMINGO: UNA ÚLTIMA VEZ EN ROMA
   
PRELUDIO
Imaginemos al santo patriarca, entrando por última vez en esta Ciudad Reina, donde tantas veces lo han llevado su corazón y su fe, y entremos en sus sentimientos de veneración por Roma, donde se encuentra el intérprete infalible del verdad en la tierra.
               
PENSAMIENTOS
Lo dijo Lacordaire, el elocuente restaurador de la Orden Dominica en Francia, con un acento conmovedor, cuya incomparable autoridad nada podría igualar:
«Con la creación de la Orden Tercera, Domingo terminó su carrera. No le quedaba sino despedirse de todo cuanto había amado en este mundo, y Roma ocupaba, sin duda alguna, el primer lugar entre sus afectos. Allí fue con Azevedo, su primer amigo, cuando su vida pública no había comenzado aún; allí fue a donde dirigió sus pasos para obtener la aprobación y la confirmación de su Orden; allí edificó San Sixto y Santa Sabina; allí implantó el centro de su Orden, ejerció el cargo de Maestro del Sacro Palacio, obtuvo la confianza de dos grandes Papas, resucitó tres muertos y se vio elevado hasta el triunfo de la veneración que el pueblo sentía por él; así era donde residía con infalible majestad el vicario de Aquél a quien había amado y servido durante todos los días de su vida. ¿Podía morir sin haber recibido su última bendición? ¿Podía cerrar los ojos sin haberlos posado una vez más sobre las colinas de la ciudad santa? ¿Podía cruzar sus manos para siempre sin haber ofrecido un sacrificio supremo sobre los altares de los Apóstoles Pedro y Pablo? ¿Podía entregar sus pies a la inmovilidad sin haber pisado los senderos del Aventino y del Celio por última vez? Roma abrió una vez más sus entrañas de madre grande al grande hombre a quien dio el ser en su plenitud y que había de proporcionarle hijos y fieles hasta en aquellos mundos cuyo nombre no era conocido aún. Honorio III le dio en nuevos documentos pruebas de su solicitud y su soberana paternidad».
Roma, dice un historiador, había sido testigo de la epopeya de su vida; A partir de entonces, San Sixto y Santa Sabina se convertirían en nombres clásicos entre sus hijos, y si, como tenemos razones para creer, una luz profética le había revelado que el momento de su muerte no estaba lejos, debió sentir una deletrea particularmente en estas últimas despedidas que dirigió al teatro que había visto las escenas familiares de su vida.
    
Mientras estaba en Roma, Domingo tuvo la alegría de encontrar y saludar por última vez a Fulco de Tolosa. Un acto nos ha quedado de este reunión, portando un sello donde se representa al santo con hábito de Hermano Predicador, bastón en mano, con este exergo: «Sello de Domingo, ministro de predicaciones».
              
PRÁCTICA: Dar testimonio en cualquier ocasión de la veneración al jefe de la Iglesia, participando en las diversas manifestaciones de la piedad filial del cristianismo hacia el Papa.

INVOCACIÓN: Santo Domingo, Guardián de la cátedra del Señor, ¡ruega por nosotros!
      
RASGO HISTÓRICO: Adiós a Roma.
Todos los días lo veía de nuevo en la puerta de San Sixto, exhortando a las hermanas a guardar cuidadosamente la Santa Regla, que las había conducido a una vida más perfecta. El profundo afecto que sentía por sus hijas espirituales es famoso por un milagro constatado por sor Cecilia en aquella época. Un día llamó a la puerta del convento y, sin entrar, pidió a la portera noticias de las hermanas Teodoro, Tedrana y Ninfa. Ella respondió que las tres hermanas estaban enfermas con fiebre. «Decidles de mi parte», respondió Domingo, «que yo les mando que se curen». Tan pronto como recibieron este mensaje, se levantaron sanas y salvas. La presencia de Domingo en Roma siempre fue bien vista. El santo era conocido por los cardenales y varias personas adscritas a la corte papal, que buscaban con ansia su sociedad; porque, como se relata en la bula de su canonización, nadie jamás le habló sin mejorar; pero la popularidad era lo último que buscaba, y lo cierto es que la fama de que gozaba en Roma fue uno de los principales motivos que le decidieron a residir en Bolonia, a donde regresó a principios de mayo (Vida de Santo Domingo, del Padre CHIRAT).
      
LETANÍA DE NUESTRO PADRE SANTO DOMINGO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
   
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.
   
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros.
   
Magno Padre Santo Domingo, ruega por nosotros.
Lumen de la Iglesia, ruega por nosotros.
Luz del mundo, ruega por nosotros.
Antorcha del siglo, ruega por nosotros.
Predicador de la gracia, ruega por nosotros.
Rosa de paciencia, ruega por nosotros.
Sedientísimo por la salvación de las almas, ruega por nosotros.
Deseosísimo del martirio, ruega por nosotros.
Gran director de las almas, ruega por nosotros.
Varón evangélico, ruega por nosotros.
Doctor de la verdad, ruega por nosotros.
Marfil de castidad, ruega por nosotros.
Varón de corazón verdaderamente apostólico, ruega por nosotros.
Pobre en bienes temporales, ruega por nosotros.
Rico en la pureza de vida, ruega por nosotros.
Tú que cual antorcha ardías de celo por los pecadores, ruega por nosotros.
Trompeta del Evangelio, ruega por nosotros.
Heraldo del Cielo, ruega por nosotros.
Modelo de abstinencia, ruega por nosotros.
Sal de la tierra, ruega por nosotros.
Resplandeciente como el sol en el templo de Dios, ruega por nosotros.
Tú que te apoyaste en la gracia de Cristo, ruega por nosotros.
Revestido de estola real, ruega por nosotros.
Flor de flores elevada en el jardín de la Iglesia, ruega por nosotros.
Tú que regaste la tierra con tu piadosa sangre, ruega por nosotros.
Trigo recogido en los silos del Cielo, ruega por nosotros.
Resplandeciente en el coro de los Vírgenes, ruega por nosotros.
Jefe y padre de la Orden de Predicadores, ruega por nosotros.
Para que en la hora de la muerte seamos recogidos contigo en el Cielo, ruega por nosotros.
   
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros, Señor.
    
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
   
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue mi clamor hacia Ti.
   
ORACIÓN
Te suplicamos, Dios Omnipotente, nos concedas a cuantos padecemos bajo el peso de nuestros pecados, alcanzar el patrocinio de tu confesor nuestro bienaventurado Padre Santo Domingo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ , y del Espíritu Santo. Amén. 

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)