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domingo, 26 de abril de 2020

TRIDUO AL DIVINO ROSTRO PARA LA PRESENTE EPIDEMIA

Triduo compuesto por la bienaventurada Concepción Cabrera de Armida en 1918, con Imprimátur del Canónigo Antonio de Jesús Paredes Villela, Vicario general de la Archidiócesis de México, dado el 4 de Noviembre de 1918.
   
TRIDUO AL DIVINO ROSTRO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CONTRA LA EPIDEMIA IMPLORANDO SUS MISERICORDIAS Y SUS PERDONES
   
  
Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
ACTO DE CONTRICIÓN
¿Cómo acercarme a ti, Faz adorable de mi Jesús en que veo estampados mis crímenes…? Esas heridas, esos golpes, esa corona de espinas y esa sangre preciosa, ¿qué otra cosa son que las huellas de mis pecados…?
  
Necesito, Señor, romper primero mi corazón con el arrepentimiento de mis maldades y así contrito y humillado, pedirte perdón y la misericordia que nunca niegas a quien la solicita con amor.
   
Me pesa, Señor, de haberte ofendido de tantos modos… Cuento mis culpas en cada herida de tu rostro sacrosanto y mi alma se estremece de dolor al ver mi obra… la obra de un hijo ingrato que así ha pagado los innumerables beneficios que de tu bondad ha recibido ¡Perdón, piedad, misericordia!
   
Quiero, Jesús mío, con el dolor vivo de mis pecados y con el propósito de no volver a ofenderte, enjugar tus lágrimas y ofrecerlas, además, por las penas que nos ofrecen.
   
Quiero grabar ese Rostro en lo más hondo de mi corazón, con la pureza de mi vida, que conseguiré frecuentando los sacramentos.
   
Y quiero, por último, recibir de tus divinos labios el ósculo de paz que para ser feliz me asegure tu perdón.
    
DÍA PRIMERO
Vengo hoy, Rostro adorable de mi Salvador, a enjugar mis lágrimas con las telas de corazón arrepentido; esas lágrimas que corrieron tantas veces por tus mejillas cuando pensabas en mis crímenes futuros… Lloraste Tú, Jesús del alma, por mis ingratitudes y ese llanto brotando de lo íntimo de tu Corazón amable, pidió entonces a tu Padre celestial misericordias y gracias para tus ingratos hijos. ¡Haz hoy lo mismo, Jesús amadísimo, y ese tu Padre, que es el mío, se moverá a perdonarme!
   
Guerra, hambre y peste asuelan hoy al mundo, Señor, en justo castigo de nuestras maldades; pero ¡oh bondadosísimo Jesús!, yo vengo a pedirte por esas lágrimas tuyas que cunde hoy en el territorio de María de Guadalupe. Es cierto que los pecados, antes que la peste, infestaron este suelo… Pero, Señor, basta una sola lágrima tuya ofrecida en expiación de tantos crímenes, para que cese el castigo que merecimos.
  
¡Oh lágrimas de Jesús, que tantas veces se unieron a las de María, perlas con las que se compra el Cielo!, lavad hoy los pecados del mundo, y que vuestro riego santo y bendito fertilice con la gracia los corazones que lloran. Amén.
   
ORACIÓN FINAL
Vine abrumado y me voy consolado, ¡Rostro adorable de mi Jesús, a quien tanto amo, Rostro bendito de mi Salvador, a quien haré amar con todas las fuerzas de mi vida!
  
“Llamad y se os abrirá”, dijeron vuestros divinos labios, y “Pedid y recibiréis”. Y yo, con toda la fe de un alma cristiana, creo, espero y confío en tu infinito amor, Jesús mío, que es más grande que todos los crímenes del mundo y en tu misericordiosa bondad. Confesando mis pecados, prometiéndote la enmienda, en expiación de mis maldades, caigo de hinojos ante tu presencia soberana pidiéndote una vez más que cese ya el castigo que nos agobia, si fuere tu divina voluntad.
   
¡Mírame compasivo, Rostro de mi Jesús! ¡Óyeme clemente, y díganme tus labios que me escuchaste, que me perdonaste y que soy tu hijo! Que te grabarás indeleble, divina Faz, en el fondo de mi alma; que ampararás a esta nación, a sus hogares y a todos los míos, enviándonos amoroso, con el Espíritu Santo que renovará la faz de la tierra, ese ósculo de paz, de infinita ternura que instantemente imploramos sin merecerlo.
   
¡Madre Guadalupana, que no sólo tu rostro, sino tu imagen nos dejaste como prenda de tu amor en el bendito ayate del Tepeyac!…  Tú que nos ofreciste, en venturoso día, ser madre amorosa y tierna de cuantos solicitasen tu amparo, hoy te ruego con el alma henchida de fe, de esperanza y de amor, que con tus manos benditas llames, y con tus labios de azucena pidas a Jesús que, por su Rostro adorable, retire ya el azote de tu justicia de este tu pobre país y de todo el mundo, que nos envíe como un nuevo Pentecostés, con el Espíritu Santo, Consolador supremo, la paz tan deseada. Amén.
   
Se rezan tres Padrenuestros y Avemarías gloriados, y después de cada uno la siguiente jaculatoria: “Dulce Rostro del Amado, Tratado con cruel horror, De la peste y del pecado, Líbrenos tu santo amor”.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
¡Hoy vengo, Rostro divino de mi Jesús, a grabarte en el fondo de mi alma, delineando en ella, una a una, tus facciones, tus tristezas y tus heridas! En un lienzo blanquísimo quisiste estamparte un día en el camino del Calvario, para que al pasar de los siglos y en medio del dolor que la invade, yo te retratara también en lo más hondo de mi alma.
  
¡Déjame hoy poner mi frente pecadora sobre la tuya purísima! No importa que las espinas de tu corona me puncen; que tu preciosa Sangre, pues quiero purificarme con ella para ser digno de que me mires, Jesús; de que escuchen tus oídos los clamores de mi voz que te piden misericordia.
  
Cese ya el azote de la epidemia que tantas víctimas hace. ¡Rostro adorable, óyenos…!, ¡Rostro divino, míranos…!, ¡Rostro hermosísimo, más bello en sus dolores del Calvario que en los esplendores del Tabor, abre tu boca divina amargada por tantos crímenes; por el desprecio de la divina Ley; por los odios y las venganzas, por las persecuciones de la Iglesia santa! Que tus labios se endulcen con la miel de nuestro arrepentimiento y el firme propósito de no poner más el acíbar de nuestros pecados en ellos.
   
¡Abre esos labios; di una sola palabra, Señor, y cesará el castigo, y nuestras almas serán curadas!
   
¡Pureza, parece que me pides, Jesús: pureza y caridad fraternal! “Amaos los unos a los otros”, dices, y vendrá la paz por el Espíritu Santo a los hombres de buena voluntad.
   
¡Pues sí, Jesús de mi alma!, te contestamos todos tus hijos: habrá pureza, cumpliremos tus mandamientos de caridad, nos sacrificaremos en favor de la Santa Iglesia, amaremos al Espíritu Santo e imploraremos su reinado de paz en los corazones.
   
¡Una sola palabra de tus labios divinos, y nuestra alma será sana y salva! ¡Una sola palabra, Jesús, y la peste desaparecerá, y todos alzaremos el grito de gratitud, puros y arrepentidos!, ¡amando! Amén.
  
Sigue la Oración final, los tres Padrenuestros y Avemarías gloriados con la jaculatoria “Dulce Rostro del Amado, Tratado con cruel horror, De la peste y del pecado, Líbrenos tu santo amor”.
  
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición.
   
Con un atrevimiento de amor, te voy a pedir un favor inmenso: quiero un ósculo de tus labios que nos asegure tu paz y tu perdón; un ósculo que ponga el sello a tu infinita caridad y que nos confirme, una vez más, Señor, el amor que nos tienes. ¡Mira qué más nos das en la Sagrada Comunión!
  
Por María de Guadalupe, nuestra Madre, te pido este favor: ese ósculo amoroso para tus más que culpables desgraciados hijos. María muy especialmente es Madre de esta su grey querida y por sus labios benditos, Rostro sacrosanto, y por su Corazón inmaculado, solicito esta gracia de tu bondad.
  
María, como Tú, Jesús mío, (sin duda recordado tu camino al Calvario), también nos dejó su imagen bendita retratada en un pobre ayate para que pensáramos en Ella conmovidos y puros de corazón. Ella, fiel imitadora de tus bondades, aprendió de Ti, Jesús del alma, ese rasgo de inmensa ternura.
   
Pues por esos dos recuerdos, Jesús mío, que solo pudieron nacer de un amor divino, te pido hoy ese ósculo santo de Padre, de Hermano, de Dios para sus pobres hijos; y con él todas las bendiciones para todas nuestras familias, así como todas las restauración de todas las cosas en Cristo por medio del Espíritu Santo y por intercesión de María. Amén.
  
Sigue la Oración final, los tres Padrenuestros y Avemarías gloriados con la jaculatoria “Dulce Rostro del Amado, Tratado con cruel horror, De la peste y del pecado, Líbrenos tu santo amor”.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)