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lunes, 14 de junio de 2021

DIÁCONO EN COLONIA: «NADA CAMBIA EN EL PAN» (EN EL NOVUS ORDO)

Noticia tomada de GLORIA NEWS. Comentario propio.
    

El “diácono permanente” Tobias Wiegelmann (por lo menos, jefe del departamento para “Catequesis y Formación permanente” en el Ordinariato de la Archidiócesis de Colonia, Alemania), niega en la edición especial de la revista eclesial SommerZeit que la transubstanciación tenga lugar en la Eucaristía novusordiana, y adicionalmente, aboga por el el panteísmo primitivo.
    
El panteísmo cree que el creador y la creatura son lo mismo. Preguntado por un reportero infantil cómo «Jesús puede estar en el pan», Wiegelmann replica que esto suena a «magia». Él explica así esta «magia»: «Tenemos un pan, y luego decimos un hechizo y conjuramos algo, y entonces Jesús viene a él». Triunfantemente, agrega: «Por supuesto, eso no es como se oye». Sin embargo, este relato revela el reduccionismo litúrgico de la ideología del Novus Ordo.
   
La solución panteísta de Wiegelmann es que Dios está «de todas formas en todas partes, en la naturaleza, nuestra creación, en todo lo que vemos». Si fuera así, el impuesto eclesiástico alemán debería pagarse al zoológico o el Club Alpino.
   
Para Wiegelmann, la hostia consagrada es solamente una posibilidad entre muchas para traer a su «Dios». Explica: «Actualmente, puedo descubrir a Dios en todas partes y en este pan mehago particularmente consciente de este hecho. Por eso es que decimos: “Este es el Cuerpo de Cristo”. Básicamente, algo cambia en nosotros y no en el pan».
   
En otras palabras: Para Wiegelmann la Eucaristía novusordiana es un fraude. En su vida privada, Wiegelmann practica el tiro con arco. Él debería concentrarse en eso y dejarle la teología a otros.
   
COMENTARIO: Wiegelmamn podría bien ser hinduísta, porque su afirmación «Creo que Dios ya está de todas formas en todas partes, en la naturaleza, nuestra creación, en todo lo que vemos» se puede leer también en elos capítulos X y XI de la Bhagavad Guitá, donde Krishná (avatar de Vishnú), antes de la batalla de Kurukshetrá, se le revela a su primo y amigo el príncipe pándava Áryuna como el Ser Supremo y le muestra su forma suprema, Vishvarupa (विश्वरूप, ‘forma universal’ en sánscrito), en el cual incorpora todas las apariencias, armas y roles de los dioses hindúes, y todos los seres del universo.
   
Por otra parte, conviene recordar que antes de este diácono, estaba el cardenal Gerhard Ludwig Müller Straub, que no era cualquier sujeto, sino ¡EL PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE ENTRE 2012 Y 2017! Él dijo en uno de sus libros:
«En realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo no significan los elementos materiales del hombre Jesús durante su vida terrena o en su corporeidad transfigurada. Cuerpo y sangre significan aquí ante todo la presencia de Cristo en el signo del pan y el vino, comunicables para la percepción sensorial humana en el aquí y el ahora. […] nosotros tenemos ahora a Jesús por mediación de la comida y la bebida del pan y del vino. Únicamente en el ámbito interpersonal una carta es capaz de transmitir la amistad entre dos personas, y el destinatario, por así decirlo, es capaz de imaginar y captar la simpatía del remitente» (Die Messe: Quelle christlichen Lebens / La Misa: Fuente de vida cristiana, cap. V. Augsburgo: Sankt Ulrich Verlag: 2002, pág. 139 y s. Traducción española por José Ramón Matito Fernández, Madrid: Ediciones Cristiandad: 2004, pág. 153).
La doctrina Católica enseña que al pronunciar el sacerdote (actuando in persona Christi) las palabras de la consagración «Hoc est enim Corpus meum - Hic est enim calix Sánguinis mei, novi et ætérni testaménti: mystérium fídei: ​Qui pro vobis et pro multis effundétur in remissiónem peccatórum» (que por algo se ponen en letra grande y en párrafo separado en el Misal), la sustancia del pan y del vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, quedando solo sus accidentes (lo que se percibe por los sentidos), doctrina que se llama Transubstanciación, y que es DOGMA DE FE definido por el IV Concilio de Letrán. Al negarlo, Müller incurre en herejía, como mil años antes hiciera Berengario de Tours, el cual fue denunciado por San Lanfranco de Pavía y condenado por San León IX en el Concilio romano de 1050 y el de Vercelli de 1050; por Víctor II en el sínodo de Florencia de 1055; por Nicolás II en el sínodo romano de 1059 y por San Gregorio VII en los Concilios romanos de 1078 y 1079, donde tuvo que prestar el siguiente juramento:
«Ego Berengárius corde credo et ore confíteor, panem et vinum, quæ ponúntur in altári, per mystérium sacræ oratiónis et verba nostri Redemptóris substantiáliter convérti in veram et própriam ac vivificatrícem carnem et sánguinem Jesu Christi Dómini nostri et post consecratiónem esse verum Christi corpus, quod natum est de Vírgine et quod pro salúte mundi oblátum in cruce pepéndit, et quod sedet ad dextéram Patris, et verum sánguinem Christi, qui de látere ejus effúsus est, non tantum per signum et virtútem sacraménti, sed in proprietáte natúræ et veritáte substántiæ. Sicut in hoc Brevi continétur et ego legi et vos intellígitis, sic credo, nec contra hanc fidem ultérius docébo. Sic me Deus adjúvet et hæc sacra (sancta Dei) Evangélia [Yo, Berengario, creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de la sustancia, como en este breve se contiene, y yo he leído y vosotros entendéis. Así lo creo y en adelante no enseñaré contra esta fe. Así Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios]» (Profesión de fe hecha el 11 de Febrero de 1079 - Denzinger 355).
Para descargo de Wiegelmann, en el Novus Ordo, al haberse adulterado las Palabras de la Consagración (y por ende, no haber Sacramento), es claro que la Transubstanciación NO EXISTE NI TIENE LUGAR en él (y mucho menos sus pretendidos “milagros eucarísticos”). Y el irrespeto que los conciliares muestran hacia lo que creen es su “Santísimo Sacramento” tampoco les favorece a su causa. 
   
Católicos tradicionales, la doctrina de la Transubstanciación (y por ende la Presencia Real), y su triunfo sobre los herejes que pretenden negarla hasta el punto del sacrilegio (por lo que en la Francia particularmente se tenía una Misa de Desagravio al Santísimo Sacramento), son el punto central de la fiesta de Corpus Christi (cuyo eco aún resuena en el Sagrado Corazón de Jesús). Expresemos con sincero corazón nuestro agradecimiento a la Divina Majestad que, para acompañarnos y fortalecernos en este exilio, se dignó hacerse presente en la Hostia Consagrada y otorgó a sus sacerdotes la potestad de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa, con el que se renueva incruentamente su Sacrificio en la Cruz del Calvario:
«Deus, qui magno misericórdiæ tuæ múnere, docuísti nos redemptiónis nostræ sacrifícium celebráre, sicut óbtulit Póntifex noster Jesus Christus in terris: da nobis, quǽsumus, ut sanctifìcáti per oblatiónem Córporis et Sánguinis ejus, cum ipso mereámur in sempitérnum consummári. Qui tecum vivit et regnat per ómnia sǽcula sæculórum [Oh Dios, que por el gran don de tu misericordia nos enseñaste a celebrar el sacrificio de nuestra redención, como nuestro Pontífice Jesucristo lo ofreció en la tierra: concédenos te suplicamos, que santificados por la oblación de su Cuerpo y Sangre, merezcamos ser eternamente consumados con Él, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos]». Amen (Misal de París de 1738, Colecta de la Octava del Corpus Christi).

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)