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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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sábado, 11 de septiembre de 2021

NAGASAKI Y 11-S: DOS RITUALES ANTICATÓLICOS

Tomado de FORO CATÓLICO (Parte 1, Parte 2 y Parte 3).
  
    
Resulta muy llamativa la coincidencia de dos de los crímenes políticos más perversos de los últimos tiempos…
  
Se trata del ataque nuclear a las principales ciudades católicas de Japón -Hiroshima y Nagasaki- y el ataque contra cientos de católicos atrapados en las Torres Gemelas el 11 de sptiembre de 2001.
  
La Orden de los Illuminati recoge el lado más oscuro de la cábala judía, sin dejar de lado la tradición celta, que tiene gran importancia, hasta el punto de que el Consejo Illuminati, es conocido como «El Gran Consejo de los 13 Druidas».
  
El número 11 en la tradición cabalista illuminati
Según la tradición pagana celta, las festividades como el 11 de septiembre son fechas sagradas de los Druidas, nombre con que se conocía a los sacerdotes celtas introduciendo además los Sacrificios Humanos.
  
También en la tradición de los vedas hindúes, el número 11 es clave en el sacrificio ritual demoníaco:
“Oh dioses, que en número de once moráis en los cielos, que en número de once estáis sobre la tierra, y que, en número de once, habitáis con gloria en medio de los aires, QUE NUESTRO SACRIFICIO SEA GRATO”
Lo mismo sucedió entre los cabalistas judíos a través de sus sacerdotes levitas, realizando sacrificios humanos a Moloch en secreto, como lo denuncia la Biblia. Y, siglos más tarde, lo harían infiltrados entre los cristianos.
    

    
El Zend Avesta de los antiguos persas, influido por demonios oraba:
“Que los 33 Ameshaspand y Ormazd sean puros y victoriosos”
De acuerdo al esoterismo masónico, los sacrificios de los once primeros grados están destinados a convertirlos de “profanos” en hombres verdaderos, la segunda etapa de once grados los transforman de hombres en “pontífices judíos” y los últimos once grados, los llevan hasta convertirse en “emperadores cabalísticos”.
  
La Cámara Negra por la que debe pasar el iniciado del grado 18 (Rosacruz) debe estar iluminada por 33 luces, sobre tres candelabros de 11 brazos.
  
El rito de Mizraím, el segundo más luciferino, posee 72 grados divididos en 33 simbólicos, 33 filosóficos, 11 místicos y los 13 grados cabalísticos.
  
La Cámara del Gran Consejo del rito Escocés está iluminada por once luces.
  
Según la doctrina de la Cábala judía el Ensoph (infinito) es la fuente de todo cuanto ha existido, existe y existirá por toda la eternidad. Es seguido por los tres Sephirot superiores y por siete inferiores, once en total. Juntos se complementan con la esfera de los espíritus “que habitan en medio de los aires” y los que “moran en la tierra”.
“Los cabalistas estiman en mucho los números, sobre todo el once. Un fragmento sobre el libro principal, “Zohar” (Luz), se titula “Idra Raba”, es decir, “La Gran Asamblea”, porque comprende los discursos comprendidos por Simón Ben Jochai a todos sus discípulos que eran en número de diez; de este modo el Maestro representa al Ensoph en medio de los diez Sephirot.”
   
La fiesta del 11 de septiembre
  • El 11 de Septiembre de 1826, el masón William Morgan, autor del libro «Ilustraciones de la Masonería» (donde revela sin autorización, los Juramentos Secretos de la Orden), es secuestrado por varios de sus «hermanos» de Logia y ahogado en el Río Niágara (Estado de Nueva York).
  • El 11 de Septiembre de 1891 (110 años antes del ataque megaterrorista en Nueva York), se constituye en Londres la Asociación Colonial Judía.
  • El 11 de Septiembre de 1922, el imperialismo británico se toma Palestina. El mismo día se crea la aldea Nahal: el primer Moshav o Asentamiento Colectivo Sionista, en la región. Mientras tanto, en Nueva York, se celebra la gran convención de la Organización Sionista Mundial, en la cual se consagra como dirigente de la misma a Jim Weizmann, quien será el primer presidente del Estado de Israel en 1948, una vez que los británicos les cedan esas tierras.
  • El 11 de Septiembre de 1941, se celebra la ceremonia en la que se ponen los cimientos del Pentágono, y el presidente Roosevelt, miembro de Los Illuminati, plantea ante el Congreso la necesidad de entrar a la guerra.
  • El 11 de Septiembre de 1961John Kennedy ordena desembarcar tropas estadounidenses en Vietnam. Quien realmente está detrás de la Guerra de Vietnames el Illuminati Henry Kissinger, que entonces era asesor del Consejo Nacional de Seguridad. Es cuando Kennedy trata de terminar con la guerra y con otras cosas, que terminará siendo asesinado por el Gobierno Secreto.
  • El 11 de Septiembre de 1990 (11 años antes del autoatentado en Nueva York),George Bush padre —miembro de la Orden Calavera y Huesos (Skull & Bones), rama de Los Illuminati, así como de la Logia Masónica Sionista B’Nai B’Rith—, explicaba ante el Congreso Norteamericano que la invasión de Irak a Kuwait era «una rara oportunidad para maniobrar hacia un período histórico de cooperación. Más allá de estos tiempos turbulentos… puede emerger un Nuevo Orden Mundial»*.
  • El 11 de Septiembre del 2000, se debatía en Estados Unidos (en una asamblea celebrada especialmente para tal fin), los beneficios e inconvenientes de volver a librar una guerra contra Irak.
  • El 11 de Septiembre del 2001… El régimen terrorista de George Bush hijo, miembro de la Orden Calavera y Huesos, ordena los autoatentados a las Torres Gemelas de Rockefeller y el Pentágono. Cerca de 3.000 personas murieron, de modo similar a los antiguos sacrificios druídicos (donde se amontonaba gente en grandes construcciones de mimbre, a las que se prendía fuego). Culpando a otros del incidente, se da, además, la excusa para devastar pueblos y naciones, y sembrar el terror.
El autor marxista Tomás Eloy Martínez recuerda su viaje a Nagasaki en 1965. Y testimonia al soslayo el bombardeo absurdo de esta ciudad, el mayor enclave católico del Japón. Sutilmente cita del periódico Asahi Shimbun: “Fue una matanza entre cristianos”.
El inmenso peso de Fat Man fue descargado a ojo y no dio exactamente en el blanco. Se desvió hacia el Este y cayó sobre el estrecho valle de Urakami, donde vivían los veinticinco mil católicos de la ciudad. (Tomás Eloy Martínez)
   
Jacob Lutzky Beser, el hebreo enviado en secreto para dirigir los ataques nucleares en Hiroshima y Nagasaki
 
Nagasaki, 9 de agosto de 1945, 11.02 horas
   
El mito del mayor Sweeney, el secreto cabalista
La gran prensa hebrea durante años señaló/culpó al mayor Charles Sweney -un católico piloto del ataque sobre Nagasaki- como el responsable del ataque selectivo sobre la población católica de Japón, pero siempre se ocultó al verdadero selector, el hebreo Jacob Beser, responsable del radar, quien era el único miembro de la tripulación que participó en los dos ataques nucleares, ELIGIENDO EL LUGAR DE LA MONSTRUOSA DESCARGA.
  
Durante el primer ataque, sobre Hiroshima, la tripulación ignoraba el potencial de la bomba nuclear y sólo imaginaban que se trataba de otro bombardeo cotidiano. Pero al ver el poder destructivo de Little Boy, fue necesario que los jefes del Proyecto Manhattan cambiaran a toda la tripulación, con excepción del especialista entrenado para el lanzamiento de ambas bombas, el israelita Jacob Beser.
  
Se ha ocultado que Jacob Beser fue un agente illuminati preparado y asignado en secreto al proyecto desde la base ultrasecreta de Los Álamos, Nuevo México, dirigido personalmente por el líder del luciferino Proyecto Manhattan, el también hebreo Julius Robert Oppenheimer.
   
A los nuevos miembros de la tripulación -ignorantes de su verdadero objetivo, incluido el piloto católico Charles Swenney- se les engañó ese día y se les dijo que la misión consistía en realizar un vuelo de reconocimiento-preparación con una bomba señuelo, además de que aún eran  escasas noticias que se tenían de lo sucedido tres días antes y que los marines ya anticipaban una inmediata rendición de los japoneses.
  
Pero la misión era otra. Cuando llegaron a sus posibles objetivos militares, se dio la orden de cambiar de objetivo…
“Toda la travesía estuvo empañada por nubes de borrasca. Al llegar a Kokura, el tiempo empeoró. El B-29 perdió más de cuarenta y cinco minutos esperando que despejara. Apenas le quedaba combustible para el regreso. Ya estaba dando la vuelta cuando Sweeney recibió la orden de volar hacia Nagasaki. El cielo también estaba cerrado allí y no les quedaba tiempo sino para pasar una vez. A cinco kilómetros de la ciudad entrevieron un claro… El inmenso peso de Fat Man fue descargado a ojo y no dio exactamente en el blanco. Se desvió hacia el Este y cayó sobre el estrecho valle de Urakami, donde vivían los veinticinco mil católicos de la ciudad.” (Jacob Beser a un corresponsal de The Washington Post)
¿Por qué habría de ser necesario un nuevo ataque, y además con una bomba más potente?. ¿Por qué el ataque fue precisamente a las 11 horas?, ¿por qué sobre una ciudada que ni siquiera aparecía como un objetivo militar importante, y menos en el sector que fue atacado?
   
Los verdaderos objetivos del Proyecto Manhattan
  
El hebreo Harry Salomón Truman con su atuendo de gran maestro masón
   
Cuando se realizaron los ataques de Hiroshima y Nagasaki, ya los japoneses se encontraban en negociaciones para rendirse, luego de que el frente occidental del Eje había sucumbido meses antes. Se terminaba la guerra y con ella las oportunidades de realizar un sacrificio ritual de una categoría suprema.

¿Eran objetivos militares?
Que el hebreo Salomon Truman dijese que Hiroshima albergaba una importante base militar es una mentira que solo se puede entender dicha por quienes quisieran ocultar las razones del bombardeo en aquel momento.
   
¿Cómo se conjuga esto con las declaraciones de los habitantes de Hiroshima que dijeron que no se asustaron cuando oyeron el ruido del Enola Gay cuando llegaba con su carga mortal, ya que los aviones siempre pasaban de largo? ¿Por qué no se había bombardeado antes Hiroshima, cuando la fuerza aérea norteamericana había bombardeado sistemáticamente todos los objetivos militares y las ciudades japonesas?
  
En junio de 1945, el general Curtis LeMay, a cargo de los ataques aéreos a Japón, se quejaba de que después de meses de los bombardeos con NAPALM no había ya nada en las ciudades japonesas mas que blancos de chatarra y basura. Ya en julio los aviones norteamericanos podían sobrevolar Japón sin encontrar resistencia y bombardear lo que quisieran ya que Japón no podía defenderse.
   
En realidad, el Proyecto Manhatan tenía objetivos para los cuales se trabajaba desde 1939, años antes de que Estados Unidos entrara a la Guerra; dotar a las potencias judías (hebreas cabalistas) de un arma capaz de aterrorizar a la humanidad y ponerla de rodillas ante sus perversos mandatos.
    
También estaba el objetivo ritual, el sacrificio mediante dos columnas de fuego dedicadas a los 11 sephirots y cuyo cumplimiento debería atraer para sus provocadores un poder sin igualen la historia de la humanidad.
   
Proyecto Manhattan, concebido y realizado por los hebreos cabalistas
   
Los hebreos Albert Einstein y Julius Robert Oppenheimer trabajando el Proyecto Manhattan
   
El agente operativo adiestrado, como ya se indicó, fue el hebreo Jacob Beser.
     
Pero, igualmente, los miembros del Proyecto Manhatan eran en su totalidad hebreos; todos, los investigadores y promotores eran de la misma raza: los presidentes Franklin D. Roosevelt y Harry Salomon Truman; el organizador del programa Vannevar Bushel director del programa Julius R. Oppenheimer, el promotor y defensor Albert Einstein; los científicos desarrolladores y espías exiliados de Alemania, Italia, Polonia y Hungría Robert Serber Frankel, John von Neumann, Richard Phillips Feynman, Hans Albrecht Bethe, Edward Teller, Leó Szilárd, Enrico Fermi (esposo de la activista hebrea Laura Capon Fermi),  Félix Bloch, Emil Jan Konopinski (Sniegowska), Stanley S. Frankel y el “espía” Klaus Fuchs Wagner quien luego se publicó fue el encargado de enviar los avances de las investigaciones a sus “camaradas” de la Unión Soviética. 
  
Grupo de cientificos y promotores hebreos del Proyecto Manhattan
     
El sacrificio del buque USS Indianapolis
Un HECHO que ignora la mayor parte del mundo es la planificada destrucción del buque USS Indianapolis, el cual transportó las bombas atómicas que desaparecieron las comunidades católicas de Hiroshima y Nagasaki y cuya extrañísima desaparición también significó la peculiarísima muerte de casi la totalidad de su enorme tripulación (1997 hombres), por una serie de “coincidencias” y traiciones del alto mando de la US Navy, el cual envió al Indianapolis al matadero y nunca autorizó el rescate de los tripulantes…
   
USS Indianápolis en Pearl Harbor (c. 1937)
  
El USS Indianapolis era un crucero (CA- 35) de 9,800 toneladas de desplazamiento, construido en Camden, Nueva Jersey, y botado en Noviembre de 1932.

El USS Indianapolis participó en frecuentes batallas navales con gran efectividad. A pesar de los repetidos ataques de los kamikazee y de haber sido averiado en dos ocasiones, siempre logró volver a puerto para reparaciones. Este crucero se movía a gran velocidad y poseía alto poder de fuego, por lo que fue elegido para cumplir una operación súper-secreta, que cambiaría el curso de historia.
   
El transporte secreto de las bombas atómicas
El 16 de julio de 1945, el USS Indianápolis zarpó el puerto de San Francisco con una carga ultra secreta: varios contenedores de madera forrados de plomo en su interior cargaban el resultado del Proyecto Manhattan, que no era otra cosa que Uranio-235, la bomba atómica. La misión era tan secreta que -si bien todos a bordo sabían que era bien importante- ni el mismo capitán conocía el verdadero contenido de la carga. La misión fue preparada con gran apoyo técnico y supervisada por altos jefes militares.

El Indianápolis rompió el record de velocidad, al hacer 5,000 millas en diez días y un solo atraque para combustible en el puerto de Pearl Harbor antes de llegar a su destino, Tinian en las Islas Marianas; el aeropuerto escogido para el despegue los bombarderos que lanzaron las bombas atómicas, que darían fin a la guerra y causarían la destrucción de las únicas ciudades católicas de Japón, Hiroshima y Nagasaki.
   
La versión oficial 
   
Un extraño hundimiento con tiempo suficiente para lanzar las lanchas salvavidas, pero…
    
Después de unos días en Tinian, el USS Indianápolis zarpó el domingo 29 de Julio de 1945 CON LA ORDEN DE UNIRSE CON EL USS IDAHO y comenzar prácticas de puntería al día siguiente.
  
Se descubrió que el USS Idaho nunca fue informado, “y este error se revelaría como uno de los más fatales de la historia de la USS Navy”. (Luego se sabrá que el envío del Indianapolis a su encuentro con el Idaho fue una mentira para ponerlo dócil en la mira del submarino japonés).
  
A las 00:14 horas, durante el cambio de turno y con toda la tripulación despierta, el Indianápolis recibió el ataque del submarino I-58 japonés, al mando del capitán Iko Machistura Hashimoto, “el cual a las 23:00 observó en el horizonte la extensa figura por un gran claro de la luna del crucero acercándose tranquilamente y sin zigzagear a la posición del submarino”.
  
El capitán japonés ordenó la inmersión y puso a su submarino en posición, tenía 6 Kaiten y 6 tubos normales a su disposición y el crucero estaba en la posición perfecta para ser hundido. Y a las 00:14 dos torpedos impactaban en el casco del crucero que quedaba tocado y hundido de muerte.
    
En sólo segundos, la nave resultó averiada gravemente. El primer torpedo impactó en proa y la desapareció, el segundo hizo impacto a estribor, inutilizando el sistema eléctrico de la nave con la explosión, eliminando cualquier posibilidad de enviar un SOS. El Indianápolis se hundió en quince minutos. De los 1197 hombres a bordo, aproximadamente 880 a 900 hombres sobrevivieron las dos mortales explosiones.
   
Muchos hombres resultaron quemados y heridos de gravedad, pero el 95 % tenían sus chalecos salvavidas Kapock puestos cuando fueron lanzados a las quietas aguas del Pacífico. Había luna llena. Los sobrevivientes empapados en agua y gasolina, comenzaron a agruparse para auxiliarse unos a otros. A causa de la velocidad con la que se hundiera la nave, sólo estaban disponibles unas pocas balsas salvavidas.
   
Al principio, los hombres no estaban tan preocupados, debido a que esperaban ver aparecer al USS Idaho. Sin embargo, el mando central de la marina estadounidense no tenía conocimiento del paradero del Indianápolis y en realidad nunca envió al Idaho a la zona.
   
  
Devorados por los tiburones
Al amanecer, comenzaron a acercarse los tiburones. Los marineros comenzaron a sentir pánico al ver estos monstruosos tiburones tigre que les acechaban y empujaban con sus morros. Cuando los gigantes de 20 pies de largo olfatearon la sangre de los heridos, comenzaron a atacarles, despedazándoles. El olor de la sangre atrajo más tiburones.
  
Según relatos de los testigos, entre doscientos y trescientos tiburones masacraron durante horas a los desvalidos náufragos. Los aterrorizados sobrevivientes se tomaron de las manos y formaron círculos grandes para tratar de defenderse, pero los tiburones continuaron atacando el exterior de los círculos, desmembrándolos uno a uno. Flotaban pedazos de brazos y piernas por doquier. Hubo muchos que no soportaron más y, desprendiéndose de sus chalecos salvavidas, preferían ahogarse a morir descuartizados. La masacre se extendió días. Los tiburones se retiraban por tres o cuatro horas, para regresar aún más feroces y emprenderla con los sobrevivientes.
   
Muchos murieron durante los tres primeros días, de hambre y deshidratación, el resto estaba siendo cazado implacablemente y sufrir una lenta y horrible muerte. Casi 400 hombres fueron devorados por estas despiadadas bestias marinas. La experiencia de ver cómo un hombre es devorado vivo sin poder hacer nada para evitarlo tiene que ser horrible y brutal para cualquier persona. Sólo trescientos diecisiete hombres sobrevivieron la horrible masacre, que había durado cinco días.
   
Un rescate audaz
   
Ventura PV-1
  
El rescate de los 317 sobrevivientes resultó ser casi increíble. El teniente Chuck Gwinn, piloto de un bombardero naval Ventura PV-1 fue quien mientras iba en su misión de patrulla anti-submarina divisó por pura casualidad a los sobrevivientes. Gwinn se encontraba reparando un problema con su antena cuando descubrió una mancha de petróleo en el océano. Para él, una mancha así era indicación de que un submarino se estaba sumergiendo. El teniente pensó que sería un submarino enemigo y se dispuso a lanzar cargas de explosivos de profundidad desde la popa de su avión, así que dio vuelta a la aeronave y se dirigió hacia la mancha.
  
Cuando estaba a punto de lanzar las cargas, miró por su ventanilla y distinguió un grupo de hombres flotando en el agua, que agitaban sus brazos y trataban de atraer la atención del piloto. Gwinn se elevó y contactó a la base por radio de las coordenadas exactas de los náufragos. El mando central no podía dar crédito a su informe, y tardaron dos horas en reconocer la urgencia del caso, tiempo perdido nuevamente por la USS Navy y que permitió a los tiburones atacar de nuevo. La aeronave se estaba quedando sin combustible pero Gwinn continuaba insistiendo. Finalmente, tuvo que regresar a la base, pero el mando central había decidido despachar hacia la zona del naufragio, un avión de reconocimiento, el hidroavión PB-Y Catalina, pilotado por el teniente Marks.
   
Nunca se autorizó el rescate
  
Avión pequeño que sirvió para salvar a los últimos sobrevivientes
  
“La Marina conocía que el submarino que nos hundió estaba en nuestra ruta. No se lo comunicaron al capitán McVay. Nos enviaron al camino del peligro, a continuación se les olvida, son estos y muchos más ejemplos de negligencia”.- Michael N. Kuryla Jr, superviviente del USS Indianapolis.
Mientras volaba hacia el área del desastre, el teniente Marks divisó por casualidad al crucero US Cecil Doyle, y le informó por si acaso por radio de la localización de los sobrevivientes. El capitán del US Cecil Doyle, sin esperar la oportuna autorización que no llegaba del mando central se dirigió a la zona del desastre. El piloto llegó a lazona y comenzó a arrojar balsas salvavidas y provisiones a los náufragos. Le comunicó al mando central de la confirmación del informe de Gwinn, y fue ordenado regresar a la base ya que los hombres serían rescatados por el Cecil Doyle. Cuando se disponía a alejarse, su tripulación descubrió la mancha de tiburones que atacaban a los sobrevivientes, arrancando pedazos de sus cuerpos. Ignorando las órdenes recibidas, decidió acuatizar en medio del océano. Logró colocar el hidroavión junto a los náufragos y perdió unos remaches en el intento, pero sin otro percance comenzó a cargar a los extenuados y aterrorizados hombres en su avión, sobra las alas y sobre el fuselaje.
   
Cincuenta y seis hombres estaban a salvo de los ataques de los fieros dientes de los tiburones sobre el fuselaje y las alas del hidroavión, que sirvió esa noche de refugio contra una terrible muerte. De madrugada el US Cecil Doyle llegó a la zona del desastre y apagó sus maquinas para no dañar con su hélices a los supervivientes. Despreciando su seguridad encendió los focos para ayudar a los aterrorizados y agotados naufragos a llegar al barco y a las naves salvavidas que llegaban al rescate a ubicar el lugar exacto en la noche.
  
Rescate no autorizado de los pocos sobrevivientes del USS Indianapolis
   
Hasta el último instante, los tiburones siguieron atacaron a los hombres y les arrancaban pedazos a dentelladas, hasta que lograban sacarles totalmente del agua.
  
Persecusión contra el capitán y rescatistas
   
  
El capitán del Indianapolis, Charles Butler Macvay III, sobrevivió al naufragió y fue sometido a un juicio marcial por la corte del alto mando naval. Se le acusó de no navegar en zig-zag como mandaba la doctrina y a actuar negligemente en la evacuación (última acusación nada pausible debido a que el crucero apenas tardó 15 minutos en hundirse). 
   
Charles Butler Macvay III

Durante el juicio declaró como testigo el propio capitán Iko Machistura Hashimoto, quien desmintió a los acusadores declaró a favor de Macvay. Pero a pesar de los testimonios y de la excelente hoja de servicios, Macvay fue condenado, caso único en la USS Navy. (ver su historia)
  
Aunque muchos años después un tribunal militar rectificó el fallo la sanción sigue presente en su expediente, ya que la propia legislación militar americana impide que se levante. El fallo del tribunal militar “es infalible”… y en 1968, el capitán Mac Vay “se suicidó”…
  
El comandante del hidroavión Adrian Marks a punto estuvo de ser procesado por amerizar en mar abierto, circunstancia que al final no se produjo porque un avispado administrativo se dio cuenta de la proeza realizada por el piloto y el resultado satisfactorio de dicha “desobediencia”.
  
El Gobierno, verdadera culpable de la tragedia
Lo cierto es que la verdadera culpa del desastre es del alto mando de la US Navy, que perdió el rastro de su propio crucero y durante días no quiso localizarlo, nunca comunicó su posición al Idaho como debía haber hecho en un principio y luego obstaculizó rescate, al no acudir prestos a la indicación del primer piloto.
   
El resultado de fallos sin cadenas fue la brutalidad del ataque de tiburones que devoraron vivos a la mayoría de los tripulantes del barco que transportó el material indispensable para armar a Litle Boy y Fat Man.
   
La verdad se desvela tarde o temprano
Aunque los primeros pasos para limpiar el nombre del capitán Mcvay se dieron en la década de los 60 al constituirse la asociación de supervivientes del USS Indianapolis, no fue hasta la segunda mitad de las década de los 90 cuando, de forma indirecta Steven Spielberg, consiguió sin querer que la figura del malogrado capitán fuese rehabilitada y exonerada de cualquier culpa. La explicación suena increíble:
  
Un chaval de 11 años, Hunter Scott, natural de Pensacola, Florida, vio la película “Tiburón” y como muchísimas personas más se quedo impresionado con la escena en la que se comenta el ataque de los tiburones a los náufragos del USS Indianapolis. Esta situación no hubiese pasado de simple anécdota si el muchacho no hubiese perseverado en la investigación de los hechos; se reunió con los supervivientes del hundimiento, todos unánimemente le comentaron que el capitán Mcvay no tuvo culpa alguna de lo acaecido, y ninguno justificó la necesidad de realizar el consejo de guerra posterior. Lógicamente la juventud del chico junto con la presión de los supervivientes llamarón la atención en primer lugar de los medios y a continuación de Joe Scarborough, Representante del Congreso de los Estados Unidos.
   
Joe Scarborough prometió llevar un proyecto de ley para exonerar al capitán McVay en el año 1998. Scott y un grupo de supervivientes viajaron a la capital con intención de apoyar dicho proyecto; se reunieron con representantes del Congreso y del Senado instando al indulto presidencial del capitán.
  
Involuntariamente, no tuvieron en cuenta el hecho que el almirante Nimitz en 1946 ya había indultado al capitán Mcvay por lo que Scarborough, Scott y los supervivientes dieron una vuelta de mas sobre el tema pidiendo entonces que “el consejo de guerra sobre el capitán Mcvay fue moralmente insostenible y su condena un acto voluntario de injusticia”.
   
Para ejercer mayor presión se persuadió al senador Bob Smith para que presentase en el Senado una medida idéntica, tras varios meses, aproximadamente 100 representantes del congreso y 16 senadores se habían unido a las respectivas iniciativas.
   
El espaldarazo final se produjo cuando el senador Smith persuadió al senador John Warner, presidente de la Comisión de Servicios Armados del Senado, a celebrar una vista de la resolución. La audiencia se inicio el 14 de septiembre de 1999 y fueron las declaraciones elocuentes y emotivas de los supervivientes así como la incapacidad de los testigos de la Marina lo que llevaron a buen término todas las alegaciones presentadas tras meses de comparecencias.
    
Hubo reticencias de la Marina en introducir en el informe final palabras tales como consejo de guerra moralmente insostenible o condena injusta pero sí que apareció de forma clara que “el capitán McVay se halla exonerado de la pérdida del USS Indianapolis” (“he is exonerated for the loss of the USS Indianapolis”).

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)