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lunes, 14 de septiembre de 2020

DE LA “INTERNACIONAL TROTSKISTA” A LA “INTERNACIONAL NEOCONSERVADORA”

Síntesis de la 613ª conferencia de formación militante por la Comunidad Antagonista Padana de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, no llevada a cabo en la clausura del Ateneo por causa de la epidemia de coronavirus (esta Conferencia, preparada en la fiesta de San Nicolás de Tolentino, fue publicada en la fiesta de los Santos Proto y Jacinto). Tomado de RADIO SPADA.
  
FUNDAMENTOS DEL TRASVASE DE LA “INTERNACIONAL TROTSKISTA” A LA “INTERNACIONAL NEOCONSERVADORA”
 
  
Aparte de las diferencias ideológicas visibles, ¿no existe una “forma mentis” común o un vínculo en cierta forma “trascendental” que una a la internacional trotskista y neo-conservadora, más allá del hecho que los representantes de una o la otra estén más o menos conscientes?
    
Es el tema de la presente conferencia para sufragar, el cual agregaté contribuciones de intelectuales de diversas procedencias.
    
No necesita sorprenderse si el observatorio privilegiado (o uno de los observadores) de mi estudio es el clamoroso colapso de la ideología trotskista o más en general comunista, en el año de gracia 1989, literalmente suicidada y colapsada sobre  sí misma, caída que ha llevado a los otrora países de Europa del Este de la galaxia del imperio soviético a respirar aquel “aire de libertad” que “sopla” en la Europa Occidental (por otra parte, el término “occidental” aquí lo utilizo cum granu salis, teniendo también presente que el marxismo mismo es una ideología occidental).
   
Costanzo Preve, fallecido filósofo marxista heterodoxo del siglo XX, ha previsto una “forma mentis” común subyacente en el americanismo y el comunismo; en el fondo, el mesianismo y el determinismo teleológico permean las respectivas filosofías de la historia. Yendo más allá de las “incompatibilidades aparentes”, la inteligencia no puede sino concluir que el americanismo y el comunismo son gemelos-rivales.
   
Sólitamente, son contrapuestos aduciendo el hecho que el mesianismo americanista tiene un trasfondo y fundamento religioso, mientras que el comunista tiene un fundamento ateo.
    
También, el “reclamo religioso” del americanismo no es sino epifenómeno, subrogado y supraestructura de la libertad incondicionada del emprendedor o del financiero plutócratas proyectada en el Dios calvinista otro tanto libre e incondicional.
   
Ítem, el capitalista ve en el éxito de los negocios el signo de la bendición divina, también subespecie del altisonante reclamo mesiánico religioso subyacente al supremacismo americanista, visto en la forma teoconservadora quiere en cambio en la neoconservadora, un monoteísmo “ateo devoto”.

En cambio, el ateísmo comunista es la expresión de la “planificación económica segúnnlas necesidades naturales del hombre”, la indiferencia espinosiana a lo trascendente y a los fines ultraterrenos es conservada en el marxismo, para el cual el verdadero conociniento de la naturaleza del hombre hace leva exclusivamente sobre el análisis de la materia social [1].
    
Después del fracaso del mesianismo socialista, fundado en la idea esjatológica de la futura sociedad “sin explotados ni explotadores”, hubo de facto una conspicua ósmosis de intelectuales del precedente mesianismo socialista al occidentalista – capitalista.
   
¿Es cuestión de oportunismo? ¿Del rechazo de pertenecer a los “vencidos de la historia” y de emprender la dirección en que sopla el viento propicio, el que sopla según el “sentido de la historia”?
   
Sobre la naturaleza esjatológico-mesiánica del comunismo concuerda con Costanzo Preve también Augusto del Noce, compartiendo particularmente con él la caracterización de determinismo teleológico de la ideología comunista.
    
Esta es concebida por el filósofo turinés como punto de llegada o último resultado de la filosofía laica secularizada que se traduce en “religión para las masas” (a diferencia de las formas precedentes de laicismo que han subordinado la religion a la filosofía, de las cuales la última es el hegelismo).
    
El ateísmo marxista, religión que surge en conclusión como ateísmo y humanismo radical, conserva el último residuo de “platonismo”, en el cual el movimiento teleológico una vez comenzado en la idea del bien trascendente espera ahora en la materia social, sujeto de la contradicción dialéctica [2].
   
También, Augusto del Noce no concuerda con el hecho que el suicidio de la revolución comunista pueda superarse en una nueva religión o en un nuevo mesianismo; el éxito y fracaso perfecto al mismo tiempo de la ideología marxista en cambio concluye en la realización de la sociedad burguesa en estado puro, a la irreligión de Occidente, en la cualnson aceptadas todas las negaciones del materialismo histórico marxista, agregándose la negación del momento esjatológico-mesiánico del comunismo.
    
La sociedad burguesa en estado puro producida por la “revolución de las costumbres” es más que todo agnóstica que atea, confina el problema mismo de Dios, sustituye al ansia del bien trascendente la aspiración a una infinidad de caprichos y deseos fútiles; su rostro reaccionario se configura una vez que vengan a menos la materia de lad negaciones de aquellos aspectos (familia, patria y religión) que estaban en el corazón de la burguesía puritana destronada por la neoburguesía antitradicionalista que ha fijado su norte en la hegemonía de la publicidad después del 68’. En definitiva, para del Noce, una vez sucedida la caída de la ideología comunista no hay prospectiva de mesianismo alguno (a menos que no se decida obviamente de sacar de las categorías del racionalismo laico contemporáneo) en Occidente, sino solo la de una “conservación de la disolución”.
    
He puesto algunas cuestiones que ahora intento dar respuesta.
    
¿Puede explicarse la ósmosis de tantos intelectuales, en Estados Unidos, en Italia y en Francia (para la cual bastará citar al grueso Bernard Henry Levi, “hoy amo del pensamiento” de repunte en la galaxia de la inteligencia neoconservadora francesa) del trotskismo, de un posicionamiento a izquierda más o menos extrema al neoconservadurismo o a la colocación en la galaxia de la derecha liberal azul solo por cuestión de oportunismo pragmático o en base a una crítica de la corrupción y de las matanzas sanguinarias históricamente realizadas por el comunismo?
   
Cierto, este fenómeno de “trasvaso” no tiene carácter de necesidad, pero se ha manifestado con una cierta frecuencia.
    
En Estados Unidos, muchos de los que apadrinaban el neoconservatismo de los años setenta (desde la debacle estadounidense en la guerra vietnamita) provenían del partido demócrata o incluso de posiciones trotskistas, que pasaron al neoconservadurismo por una crítica al comportamiento de los demócratas (juzgado demasiado elástico en el curso de la misma guerra vietnamita) y por una crítica al pacifismo y a la no intervención.

La ideología neoconservadora es de estampa intervencionissta, supremacista y liberal conservadora, blande la idea de la “guerra humanitaria” yprevé el uso de la fuerza militar para abatir regímenes dictatoriales y para exportar “democracia” y “derechos humanos”; en el curso de la administración de Bush Jr. el neoconservadurismo ha usado cual caballos de batalla revistas como “Commentary”, “The Weekly Standard” y “The New Republic”, y sus principales halcones fueron Paul Wolfowitz, viceministro de defensa, Donald Rumsfeld, ministro de defensa, y Dick Cheney, vicepresidente.
   
Promotores de la estrategia de una “guerra infinita”, que debía comenzar después del ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001 con la agresión a Afganistán y en adelante proseguir para “importar la democracia” en los países definidos como “canallas” y por tanto pertenecientes al “Eje del Mal” (Iraq, Libia, Irán, Somalia, Venezuela, Corea del Norte). La agresión preventiva como mejor instrumento para “nuestra seguridad” es uno de los lemas más en boga en la ideología neoconservadora.
  
Según la ideología neocón (abreviatura del término neoconservadora) la historia procedería en un embudo, esto es, de manera irreversible y determinista (Francis Fukuyama docet) en la dirrcción de su entelequia, consistente en la supremacía a escala planetaria del Occidente Atlántico-céntrico; con la consecuente exportación de la “democracia” con la d mayúscula, del progreso con la p mayúscula, de la libertad con la l mayúscula e igualmente con la consecuente “redúctio ad Hítlerum” de los países que defienden su propia no alineación a la monarquía del dólar.
    
¿Tiene una matriz religiosa la ideología neoconservadora? Ciertamente esta se reviste de una pátina de mesianismo religioso apocalíptico, pero en último análisis, de “ateísmo devoto”.
   
En la era de la administración Bush Jr. hacía causa común con el fanatismo evangélico, particularmente bautista, histéricamente guerrafondaio; y hacía también y voluntariamente causa común con el “sionismo cristiano” (cuya versión italiana encuentra su principal propagandista en el diario Il Foglio) que predica el dominio israelí del Nilo al Éufrates como condición para la venida milenaria del Reino de Cristo sobre la tierra [3].
    
Hago observar a aquellos que intentasen arrinconar a priori la hipótesis de una parentela entre globalismo trotskista y globalismo neoconservador que un hilo común, aunque muy subterráneo, subyace en las dos ideologías: el rechazo de la mesura, del métron tan querido a los clásicos griegos, particularmente a Aristóteles, el repudio del diálogo sobre bases racionales, la afirmación del ápeiron, o del dominio incontrastado a escala planetaria, la ideología sin fronteras, el desprecio hacia todo lo que es reclamo a raíz, tradición, localismo y soberanía.
    
El horizonte circunscribente de ideología neoconservadora y trotskismo es siempre el internacionalismo globalista que rechaza los confines nacionales y tradiciones: muta todavía el sujeto, el foco de la filosofía de la historia que en la ideología trotskista está constituido por el adviento del dominio del proletariado, y en la ideología neoconservadora por el adviento esjatológico del primado del Occidente americano-céntrico a escala mundial.
    
Aquí vuelve a la actualidad Martín Heidegger, que había afirmado que el americanismo y el comunismo no constituyen algo diferente desde el punto de vista metafísico, siendo el común denominador la primacía de la técnica, el materialismo tecnocrático (que en la ideología neoconservadora está enmascarado por un devoto ateísmo) y el rechazo de nichos culturales, tradiciones, confines, soberanías y peculiaridades culturales.
    
Claes Ryn, ideólogo paleoconservador [4], adscribe al neoconservadurismo estadounidense a una variante de la ideología jacobina, esto se presenta, a su juicio, bajo la forma de neojacobinismo; Claes Ryn critica con acidez la ideología neoconservadora por su ambición cosmopolita, niveladora, globalista, aspirante al desarraigo, al antiprohibicionismo, a la aniquilación de todas las peculiaridades culturales e históricas, a la afirmación abstracta a escala planetaria de los universales “derechos humanos”; la crítica de Claes Ryn al neojacobinismo de los ideólogos neoconservadores reclama no pocas afinidades respecto a la denuncia que el tradicionalismo romántico del siglo XIX, particularmente la pluma de Edmund Burke, había movido a la razón jacobina e ilustrada cosmopolita para consolidar los derechos de la historia y de la tradición contra la naturaleza humana cosmopolita; a tal guisa, siempre a juicio de Claes Ryn, los belicistas neoconservadores se comportan en fondo en manera no muy diferente de Napoleón Bonaparte; tanto este le había dado un rostro supremacista e imperialista a las ganancias históricas de la Revolución francesa, como los neoconservadores al sonido de “bombardeos humanitarios” intentan exportar los ideales de democracia y libertad (mutátis mutándis, en el sentido que para Napoleón Bonaparte la Francia jacobina e ilustrada era depositaria de estos valores cosmopolitas, Estados Unidos lo es para los neoconservadores).
   
Para quien escríbe, las observaciones críticas de Ryn aparecen fundadas y bien argumentadas; nada más infundado habría en la pretensión de reducir el neoconservadurismo al conservatismo tradicional estadounidense; para los paleoconservadores es razonable la perspectiva cultural de la coexistencia de “una pluralidad de Américas” en sentido multipolar, cada una con el sacrosanto derecho a la salvaguardia de sus propios nichos culturales y tradiciones contra cualquier nivelación monolítica. 
    
No es seguro que la ideología strausiana sea sobreponible de plano a la neoconservadora, tampoco los ideólogos neoconservadores han acogido notablemente a las ideas de Leo Strauss, sociólogo y filósofo político contemporáneo; su itinerario de pensamiento es bien descrito por Maurizio Blondet en su libro “Selvaggi con telefonino” (Salvajes con celular): un tiempo embebido e infatuado por la ideología trotskista, ha abandonado la “revolución permanente trotskista” para sostener con fervor la “supremacía permanente yanqui”, patrocinando el “intervencionismo ético” de los Estados Unidos (el fin ahora nos es conocido, es el que permea la propaganda neoconservadora, la “exportación” de “democracia” y “derechos humanos” a escala mundial) en política exterior y un autocrático conservadurismo en política interior, permeado de patriotismo enfático y altisonante (con mucha probabilidad, cuando la administración USA, luego del atentado a las Torres Gemelas, ha emanado toda una serie de medidas restrictivas de las libertades constitucionales y personales, como por ejemplo la “Ley Patriótica”, ha tomado como punto de referencia el autoritarismo strasseriano).
    
Espero haber ilustrado suficientemente que un código común de pensamiento y forma mentis subyacen en la ideología trotskista o neo-jacobina y al neoconservadurismo y se pueden trazar en condición de sobrepasar la superficial observación de sus diferencias; son entrambas revoluciones globales permanentes, con su fundamento en otra tanta permanente estrategia de la tensión, ambas mira  al dominio global a escala planetaria, ontológicamente basadas en el odio y la fobia por todo anhelo a la identidad o soberanía nacional y local, por toda reivindicación étnico-cultural.
    
Cambia el sujeto del movimiento teleológico que en el caso de la revolución permanente trotskista es la “clase obrera”, en el caso de aquella neo-conservadora es la hegemonía de Estados Unidos a nivel militar y del way of american life.
   
En entrambos casos, se trata de utopías violentas, antihistóricas, basada en un determinismo teleológico infundado y dogmático.
   
Queridos amigos, absolutamente no fue mi intención fastidaros remarcando repetidamente algunos puntos, sino el darle consistencia argumentativa a mi tesis.
    
No nos reconocemos para nada en la “religión de Occidente” de matriz atlanticocéntrica, profesada por el conocido filósofo de las matemáticas Giorgio Israel [5]  permeada por un ecumenismo sincrético occidentalista, cuyos ingredientes son el sionismo cristiano, los universales ideales de Progreso, Libertad, Democracia, Mercado incondicionalmente libre y el liberalismo conservador anglosajón, particularmente inspirado en John Locke y Friedrich von Hayek.
   
Nos reconocemos en cambio en el Occidente católico latino, producido por la fecunda y excelente fusión entre helenismo, Patrística y Escolástica Medieval.
    
Y nunca se dirá bastante bien de la profundamente educativa reflexión de Luigi Copertino:
«contra aquellos que critican la helenización de la fe bíblica como legítima operación histórica-filosofica, hago observar que el encuentro de la Fe presente en las Sagradas Escrituras con la filosofía griega que ha tenido inicio ya en tiempos precristianos fue en realidad el “revestirse” y el “tradurcirse” de la fe en los lienzos de un pensamiento ​filosófico que ha permitido a la misma Fe dotarse de estructuras de pensamiento y lenguaje universales» [6].
A diferencia de la atea devota “religión de Occidente” propagandada por el Foglio, el Occidente católico latino no es supremacista, sino universalista; valoriza y nutre un profundo amor hacia todas las identidades culturales, desde las más evolucionadas a las primitivas. Amistad hacia las etnias primitivas y menos desarrolladas no por un primitivismo fin en sí mismo ni para propagandar el rusoniano “mito del buen salvaje”, sino para testimoniar a aquel que aún la ignorase la Gloria y la Realeza social de Cristo Rey, Salvador del género humano.
  
SILVIO ANDREUCCI

NOTAS
[1] Cfr. Costanzo Preve, Filosofia e Geopolitica, ediciones del Veltro, Parma, 2005, pp. 41-42.
[2] Augusto del Noce, I cattolici e il progressismo, Leonardo, Milán, 1994, pág 123. “Aunque pueda parecer paradójico, en Marx subsiste aún un elemento platónico. Platón ha descrito la situación de la creatura pensante, atraída hacia la altura de la acción suprasensible de la idea del bien… Marx ha materializado esta idea”.
[3] Sobre la bendición del fundamentalismo bautista estadounidense de la “cruzada” de George Bush en Medio Oriente, se puede leer a Maurizio Blondet, Israel, los Estados Unidos y el terrorismo islámico, Effedieffe, Milán, 2005 obra que en coherencia sigue a “11 de Septiembre”, “¿Quién manda en América?”, “Osama Bin Mossad”, contiene las investigaciones revisionistas del periodista milanés sobre el ataque a las Torres Gemelas.
[4] Claes Ryn es un educador de origen sueco y nacionalizado estadounidense. Su crítica al neojacobinismo que considera matriz cultural del neoconservadurismo se expone en la obra “The New Jacobinism”, cuya primera edición fue en 1991, y la otra más reciente en 2011.
[5] Giorgio Israel, científico y filósofo de las matemáticas proveniente del área cultural de la izquierda, hoy es una de las voces más importantes del diario Il Foglio, altoparlante del neoconservadurismo en nuestro país.
[6] El artículo de Luigi Copertino apareció en el sitio Effedieffe el 1 de junio de 2009.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)