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jueves, 3 de septiembre de 2020

NUESTRA SEÑORA, DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS


TÍTULO Y OFICIO DE PASTORA
Desde el principio de la eternidad se decretó en los consejos de la infinita misericordia de Dios que el Verbo Eterno engendrado, sin tiempo, en el seno del Padre, tomase forma humana para visitarnos, y hacer la redención de su pueblo (Luc., cap. I.). Para realizar este designio misericordioso fue preciso escoger una criatura, que originada de Adán, fuese tan pura, tan santa, tan hermosa e inmaculada, que el olor suavísimo de sus virtudes enamorasen al Verbo increado, y sin degradación de su infinita Majestad dejase el solio de su gloria para encarnar en su purísimo vientre. Esta fue la Hija feliz de Joaquin y Ana, María Santísima, que cerciorada en el tiempo oportuno por el Ángel del Señor de este decreto del Divino Consistorio, cooperó, en efecto, con el fiat pronunciado libremente por sus virginales labios, para el complemento de cuanto estaba determinado en aquél sobre la redención del género humano. Elevada ya entonces esta Virgen Madre a una dignidad que ni hombres ni Ángeles pueden comprender, se la debían justísimamante los títulos más gloriosos y honoríficos, que denotasen la excelencia y el mérito de esta Soberana Reina: tales son todos aquellos con que a porfìa la alaban y bendicen los Santos Padres, y con ellos toda la Iglesia Católica, llamándola Corredentora de los hombres, Tabernáculo de la Sabiduría increada, Compendio de todas las maravillas creadas por Dios, Reina de los cielos y la tierra, y semejantes; sin embargo, es tal la dignación de esta Señora, que a imitaciòn de su Santísimo Hijo, quiere ser conocida, invocada y venerada de los hombres con un título lleno de amor, de benignidad y de cariño, y que al mismo tiempo denota la profunda humildad de que aun en enmedio de su incalculable elevación estuvo siempre adornada su bendita alma. Imitadora perfecta de su Divino Hijo, le oye decir: Yo soy el buen Pastor (Joann., cap. X); y entonces dice esta Señora de sí misma: Yo tambien soy la buena Pastora, escogida por el Pastor mi Esposo para tener parte en los oficios de este nuevo destino; dando a entender así a los hombres que a pesar del grado sublime de majestad a que se ve elevada por el Dios Omnipotente, que obró en ella cosas grandes, no quiere despojarse de su humildad, de su benignidad, de su amabilidad y de su maternal solicitud para hacer felices a los hombres, con el objeto sin duda de ganarles el corazón e infundirles toda confianza, para de este modo traer hacia sí las ovejas perdidas, conservar a las que son fieles, y hacer de todas ellas un solo rebaño congregado en su solo redil, y ponerlas a cubierto de los lobos infernales que las acechan día y noche para devorarlas e inutilizar en ellas el fruto de la Sangre de su Hijo, derramada por conducirlas a los pastos de vida eterna; así podemos decir de esta Señora lo que San Pedro Crisólogo dice de su Santísimo Hijo: María eligió el oficio de amantísima Pastora para reunir a los pueblos y a las gentes, que como ovejas errantes andaban vagas y dispersas (Sermón 6º sobre el salmo XCIX). Los gentiles, elegidos ciertamente por Dios para entrar a su celestial rebaño, dispersos por la idolatría y extraviados entre las malezas incultas de los errores más groseros, caminaban sin remedio a su perdición eterna. Aun el pueblo escogido de Dios, imbuido en particulares errores y obcecado con la luz misma que venía a iluminarlo, estaba en igual peligro; pudiendo decir justamente con Isaías: Todos nos hemos extraviado como ovejas errantes (Cap. LIII, v. 6). Por esto el amantísimo Redentor Jesucristo toma el nombre y oficio de Pastor para dirigirnos y enseñarnos los caminos de paz y de salud, y a su Madre Santísima por coadjutora en este nuevo ministerio. Compadecido de una dispersión tan lamentable, la encarga el trabajar con Él para reunir todo su rebaño; y entonces parece se cumplió enteramente lo que Dios dijo por su profeta Ezequiel: Salvaré mi grey, y no estará ya expuesta a la rapiña, porque suscitaré sobre ellas un Pastor que las apaciente (Cap. XXXIV, v. 22-23). Ni esto deja de ser apropiable a esta Señora, porque si Jesucristo, asegurado por tres veces del amor que San Pedro le tenía, lo hace pastor de su ganado, diciéndole: Apacienta mis corderos: apacienta mis ovejas (Joann. XXI, v. 17): ¿cuán más propiamente se daría esta comisión a la que significó con más propiedad que nadie la persona de su Hijo Santísimo, y suplió cumplidamente su falta en la tierra, después de su Ascensión a los cielos, apacentando, fortaleciendo, animando y confortando a todos los primeros fieles, y entre ellos a los mismos Apóstoles, para completar y perfeccionar el establecimiento de la ley de gracia, y extender el Evangelio por toda la redondez de la tierra?

Si discurrimos por todos los períodos de la vida de esta Santísima Virgen, y si examinamos los oficios que ejercitó en la tierra, y aun al presente ejerce, sublimada como está en los cielos, hallaremos cuán propiamente le damos el título de Pastora de las almas. Adornada con variedad de virtudes, se aventajó en ellas a todas las demñas esposas del Cordero, que siguiendo en pos de El, atraídas por el suave olor de sus virtudes, fueron como maestras y pastoras de las demás vírgenes: cuales fueron las Claras, las Teresas y Gertrudis, que con sus hijas se ofrecen al Cordero inmaculado; pero guiadas y conducidas por María. Aclamada por Reina de todo lo creado, le es ya propio el título de Pastora dada por Isaías a los Reyes (Isa., cap. XLIV, v. 28). Pastora igualmente de los Apóstoles, porque fue maestra y consejera de todos ellos: de la Iglesia, porque la sustenta con el Pan de los Ángeles formado en su vientre purísimo, y la ilustra con su vida esclarecida: de los Ángeles hechos pastores por Dios (Ibid., cap. XIII, v. 20), porque los aventajó en gracia, en gloria y en solicitud por el bien de los hombres; y en fin Pastora así nombrada de un modo terminante por el casto Esposo que en los Cantares la ordena y dice: Marcha tras las huellas de los ganados, y apacienta tus corderos junto a los tabernáculos de los Pastores (Cant. I, v. 7). Como si dijera: Yo que soy el Pastor bueno, que he venido a dar mi vida por mis ovejas (Joann. X, v. 4), iré delante como esforzado mayoral abriéndoles el camino de la vida eterna, y apartándolas de las sendas perdidas por donde caminaban a su eterno precipicio; pero tú, ¡oh hermosísima entre las mujeres! (Cant., Ibid.) como Zagala de mi rebaño, vendrás detrás de todas ellas animando a las flacas, avivando a las flojas y perezosas, llamando a la que se extravíe, y amparándolas a todas, para que unidas y uniformes caminen a su fin, ninguna se pierda, y todas participen del calor de nuestro amor solícito por su bien. Aquí se verifica a la letra que el Divino Esposo eligió una Coadjutora semejante a Él mismo (Gén. II, v. 18), para pastorear la grey de su santa Iglesia. Por esto, llegado el momento en que Jesucristo debía partir de este mundo al Padre, privándolo de su amorosa presencia, señala a esta Divina Pastora por Madre de todos los hombres en la persona de San Juan, diciéndola: Mujer, mira ahí a tu Hijo; y despues dice al discípulo: Esa es tu Madre (Joann. XX, v. 26). Entonces fue cuando Jesucristo comisionó a su propia Madre, para que en su ausencia quedase por Madre de los Apóstoles y los fieles (Cornelio Alápide, in Joann., lit. D.), y como tal, consolase a los afligidos, enseñase a los ignorantes, levantase a los caídos, dirigiese a los que con ansiedad titubean, e instruyese a todos en los sucesos ya prósperos y ya adversos de la vida. Entonces fue cuando el Sumo Pastor, próximo ya a la muerte, declaró más terminantemente que nunca su voluntad de que su misma Madre se quedase por Pastora de las ovejas adquiridas con su Sangre, y que veía quedar desamparadas en los desiertos de este valle de lágrimas, diciéndola: Ya desde hoy no eres solamente Madre mía, sino que te llamarás generalmente Mujer por tu especial fecundidad (al modo que Dios puso por nombre Sara a la mujer de Abrahán por ser constituida Madre de muchas gentes) (Gén., cap. XVII, v. 4-5): ya serás Madre de infinitos hijos, que iluminados con mi fe, y reengendrados con mi gracia, han de creer en Mí: a todos los abrigarás en tu seno como a hijos legítimos (Juan Taulero, cap. XLIV): amalos como a Mí propio: confirmalos en su fe: fortificalos con el pasto de mi doctrina; y haz que se robustezca la esperanza que deben tener de reunirse conmigo en el redil eterno de mi gloria. Así lo siente la Santa Iglesia, columna y firmamento de la verdad, en la oración que señaló para el día en que se celebra la festividad de esta Divina Pastora, que dice: Oh buen Pastor y Señor nuestro Jesucristo, que diste tu vida por tus ovejas, y estando pendiente en la cruz nos encomendaste a tu Madre Virgen como pueblo tuyo propio, y como ovejas apacentadas por ti mismo, concédenos por intercesión de esta misma Señora, que siguiendo tus pisadas en la tierra como verdadero Pastor nuestro, merezcamos ser conducidos a los pastos de la vida eterna en los cielos (Oficio de la Divina Pastora). De cuyo principio, como tan autorizado, debemos mirar originado el título y oficio de Pastora; respetando sin embargo el dicho y los escritos de algún sabio y piadoso que apela para este fin a revelaciones y apariciones de María Santísima en traje de Pastora (Pedro de Rivadeneira. Vida de San Juan de Dios, Cæl, stel. lib. 3. cap. IX), que aunque merezcan todo nuestro respeto, no son tanto como éste que la Santa Iglesia nos propone para reconocer a María Santísima por Pastora de las almas, o Madre del buen Pastor.

PRINCIPIO Y PROGRESOS DE LA DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA BAJO LA ADVOCACIÓN Y TÍTULO DE PASTORA.
Es constante que hasta el año de 1703 nadie había venerado a María Santísima, ni invocado su poderoso patrocinio en imagen y título de Pastora de las almas; pero desde aquella feliz época han sido, y son diariamente tales los progresos de este culto y piadosa invocación, que no podemos dudar haya sido inspirada por el Padre de las luces, de quien dimana todo don perfecto: como ni tampoco de que haya sido sostenida y acrecentada por Jesucristo, que celoso cual verdadero y legítimo Hijo de las glorias de su Santísima Madre, formó y suscita diariamente varones piadosos, que con su celo le hayan dado todo el incremento con que hoy vemos extendida esta devoción. La provincia de Capuchinos de Andalucía se adelantó, y fue la primera en tributar a María el culto tan grato a esta Señora, bajo el título de Pastora de las almas. Nadie puede disputarle esta gloria. Allí nació, entre sus alumnos se extendió, y de allí se propagó este culto religioso a toda clase de gentes, a todo clima y región, en términos que la voz amorosa de Pastora resuena ya hasta los últimos fines de la tierra, cruzando de oriente a poniente, y del septentrión al mediodía. Dicha santa Provincia, fecunda siempre de varones apostólicos, que sirviendo de honor y de gloria al claustro capuchino, han trabajado y trabajan infatigables por acrecentar, apacentar y sostener el rebaño de Jesucristo, contó en aquel siglo entre sus hijos al insigne apostólico y venerable misionero Fr. Isidoro de Sevilla, cuyo solo nombre honra los anales de aquella santa Provincia, y aun está esculpido en los de toda la Iglesia Católica, que jamás olvidará el nuevo lustre que la dio con sus virtudes y con sus tareas apostólicas; siéndole también eternamente agradecidas las almas sin número que se salvaron de su perdición eterna por su predicación y su zelo.
 
Este segundo Enós fue el primero que principió a invocar el nombre de María con el título de Pastora: él hizo que el pincel y la gubia se empleasen, por primera vez, en ofrecer a nuestra veneración las Imágenes de María, que o en estátuas o en pinturas, denotasen el traje pastoril con que esta Señora se adorna y atavía para salir, según el mandato de su Esposo, a apacentar sus cabritos junto a los tabernáculos de los Pastoreș. Tomando dicho varón apostólico este texto de los Cánticos por tema para predicar el día 8 de Septiembre del año de 1703 en la ciudad de Sevilla, lo expuso y explanó con tanta sabiduría, con tal fervor, y con tanta unción del Divino Espíritu, que luego al instante aquella ciudad, decidida siempre por la devoción y el honor de la Reina del cielo, principió a invocar su protección y a venerarla y honrarla con el título de Pastora mística de las almas. Viendo él mismo el buen principio que había tenido esta institución santa, tomó a esta Señora por Patrona de sus misiones, llevándola ya en ellas por guía y directora de la grey del buen Pastor; la cual, al tiempo mismo en que se reunía para apacentarse con el pasto de la divina palabra, alababa y bendecía a su celestial Pastora: resultando la mayor gloria de María, el fruto copioso de su fervorosa predicación y la salvación de muchos que por este medio, de la misericordia Divina, salieron del estado lastimoso de condenación a que por sus culpas estaban destinados.
 
Acrecentado rápidamente el rebaño de esta Divina Pastora, fue ya preciso e indispensable formar un redil sagrado, en que reunido, estuviese a cubierto de los asaltos del lobo infernal, con cuyo objeto el infatigable y V. P. Sevilla fundó varias cofradías y hermandades de corderos místicos de la Divina Pastora. Fundó la primera en su misma patria, la dicha ciudad de Sevilla, en el día 23 del mismo mes y año, con aprobacion de la Santa Sede, que concedió a dicha hermandad todas las gracias e indulgencias que estaban ya concedidas a las hermandades más célebres. La segunda se fundó en Carmona el año de 1706, para cuyo fin se erigió un magnífico retablo, en que fue colocada la imagen de la Divina Pastora. La tercera se estableció en Utrera en el siguiente año, en donde al retablo e Imagen de singular gusto, se añadió un camarín que les diese nueva hermosura. La cuarta en Jerez de la Frontera el año de 1713; colocando dicha Santa Imagen en la parroquia de San Dionisio. Herederos posteriormente los Padres de aquella santa Provincia del celo, fervor y devoción con que el V. P. Fr. Isidoro de Sevilla fundó y extendió la invocación y el culto de María con el título de Pastora, trabajaron siempre, y trabajan en el día, por conservar y aun acrecentar este culto religioso, en términos que no hay Iglesia de sus conventos en que no sea venerada la Divina Pastora; ni tampoco hay pueblo o ciudad en que habiendo hecho sus Misiones, no hayan dejado eternizado e indeleble el amor, la devoción y el culto a María Santísima con el título de Pastora. Esta verdad la confirmarán Antequera, Écija, Alcalá la Real, Andújar, Marchena, Arabal, Aracena, y otras no pocas en todos los cuatro reinos de Andalucía. Pero reciente tenemos la memoria del hombre de Dios enviado desde Cádiz, en nuestros mismos días, por disposición del Altísimo, para combatir la impiedad de nuestro siglo, y prepararnos los caminos de tribulación, persecuciones, afficción y trabajo, con que el Cielo justamente airado por nuestro general desorden había de afligirnos, según que él mismo, superiormente inspirado, nos anunció, previniendo los males sin número que inundarian no solo la Andalucía sino a toda la Península: hablo del apostólico, penitente y segundo San Pablo, el V. P. Fr. Diego José de Cádiz. Eşte insigne operario del Evangelio, llevando por protectora de sus Misiones a esta Divina Pastora, adquirió triunfos gloriosos en favor de las almas, hizo guerra sangrienta al espíritu del error, y extendió el culto de esta Señora, no solo en el suelo de su nacimiento, sino en todos los fines, aun los más escondidos y remotos de la España.

En efecto, no quedó aislada en solos los reinos de Andalucía la devoción y culto de la Divina Pastora. Siguiendo este ejemplo las otras provincias de Capuchinos en España, lo extendieron por toda ella y lo llevaron hasta sus Indias; por manera que no hay ya pueblo, lengua o tribu que no conozcan y veneren a la Divina Pastora. Este título de tanto consuelo para los miserables hijos de Adán se oyó de allí a poco en el reino de Valencia, y con igual rapidez que en Andalucía se extendió por todo él, particularmente en dicha capital, en cuyo convento de Capuchinos se colocó una hermosísima Imagen de Pastora, y se instituyó una cofradía con el designio de tributarla incesantemente el culto más cuidadoso y esmerado. Pasó después a Aragón, en donde fue recibida por Patrona de las Misiones Capuchinas en aquella santa Provincia; con cuyo motivo tuvo ya la Pastora Divina tantos rebaños místicos cuantos componen las innumerables almas que con el bien de la predicación de aquellos apostólicos Obreros, volvieron a las sendas de la justicia de donde se habían extraviado por el vicio, Cataluña, finalmente, principió poco después a venerar las Imágenes de la Divina Pastora e invocar con este título la proteccion de la Reina del cielo, y en consecuencia se colocó la primera Imagen en la parroquia de San Miguel; y fue justo, que el caudillo y defensor de la Iglesia Militante; simbolizada por el mismo Jesucristo en la figura de un Rebaño místico, recibiese el primero en su templo y casa a la que con antelación y preferencia a otra cualquiera criatura celestial o terrena debía, como ejército bien ordenado, infundir terror y espanto al común enemigo. Pasados algunos años, se colocó tambien la Imagen de la Divina Pastora en el convento de PP. Capuchinos de Santa Madrona en la ciudad de Barcelona, y entonces ya nadie pudo contener el afecto y devoción de aquellas gentes, hasta que lograron se instituyese en la dicha Iglesia una hermandad en el año de 1763 con la probacion del Ilmo. Diocesano, la cual hermandad se trasladó despues por motivos justos a la Iglesia de PP. Carmelitas de dicha ciudad.
 
Los bienes que las Américas han conseguido desde que la Divina Pastora pasó los mares y se presentó en aquellas vastas y distantes regiones conducida por los Misioneros Capuchinos, es asunto él solo de una historia voluminosa. Aquellas desgraciadas gentes vivían de asiento en las tinieblas y sombras de la muerte, en número incalculable, esclavizadas por el Dragón infernal, que señoreándose por aquellos inmensos países, contaba tantas víctimas cuantos eran los que nacían desgraciados y morían infelices, sin la verdadera luz que ilustrase sus almas; mas llegando el tiempo feliz para ellos en que las Misiones Capuchinas de las provincias de España aparecieron entre ellos, guiados y conducidos por la Madre del buen Pastor, quedó ya preso el dragón que los tiranizaba. Caracas, Cumaná, Guayana y Maracaibo, después de que, ilustradas con luz del Cielo, reconocieron al único y verdadero Dios, que los formo y adquirió por pueblos suyos con su propia Sangre, formaron ya un solo rebaño con la Iglesia Católica, y adoctrinados por el celo de los Misioneros Capuchinos, se ven ya protegidos por el Supremo Pastor y la predilecta Pastora, a quienes acuden todos los fieles de aquellos vastos países, para encontrar el refugio y el consuelo en todas sus necesidades: llegando a tanto los progresos de la devoción al título de Pastora, que formado un pueblo por los Misioneros Capuchinos de la provincia de Andalucía, de Indios convertidos a la fe católica por su predicación y civilizados con su infatigable celo, se le puso por nombre: La Divina Pastora. Así las naciones fieras, indóciles y hambrientas, como lobos, de carne y de sangre, fueron guiadas por María a los pastos de leche y grama, y convertidas a la mansedumbre de ovejas (San Pedro Crisólogo, Sermón 6º).

Pero no han sido menos rápidos los progresos que la devoción a la Madre del buen Pastor ha hecho en esta mi santa provincia de la Encarnación de las dos Castillas, ni menos afectuoso y reverente el culto que en toda ella se le tributa; especialmente desde que un hijo suyo, cuyo gobierno general de toda la Congregación Capuchina la colmo de gloria y honor, que eternizará su nombre: El Exmo. y Rmo. P. Fr. Nicolas de Bustillo: siendo Definidor general en Roma, consiguió de la Santa Sede el oficio y misa de la Divina Pastora, en el Domingo segundo después de Resurección.
 
A poco de extenderse en los reinos de Andalucía la devoción y culto de la Divina Pastora, fue reconocida por Protectora de las Misiones en esta santa Provincia. Bajo sus auspicios se instituyó el colegio de Misioneros en la ciudad de Toro el año de 1765, haciendo centro de la devoción de los fieles la hermosísima Imagen que con este traje y título se colocó en una de las capillas de la Iglesia de dicho convento. Desde él salen anualmente aquellos fervorosos Operarios del Evangelio, predicando penitencia para la remisión de los pecados, por las dos Castillas, el reino de Galicia, Asturias, y en la corte misma de Madrid, guiados y conducidos por la Divina Pastora, cuyo afecto y devoción quedaba, y de día en día se graba más profundamente en el corazón de cuantos acuden en crecidos concursos a oír la palabra de Dios; de cuyas resultas han sido varios los monumentos de culto y veneración erigidos en varios pueblos en obsequio de la Divina Pastora, especialmente en los principales del obispado de Zamora, cuya especificación era largo de estampar.
 
Creció esta devoción en los tiempos más calamitosos para la desventurada España, cuando después de la guerra sangrienta tenazmente sostenida por sus hijos contra la invasión usurpadora de Napoleón, se vió libre de este azote del Cielo por la intercesión de la Madre de Dios. Entonces, cuando las pasiones exacerbadas de los hombres, las doctrinas y máximas de impiedad y la desmoralización notoria de costumbres, que como efectos tristes pero precisos de la ocupación de unas tropas revolucionarias, parece debían haber dejado amortiguada en unos, y extinguida en otros la piedad; entonces, digo, fue cabalmente cuando la devoción y culto de la Divina Pastora llegó a un incremento, que sin haberlo visto, parecerá exagerada su narración.

A resultas del decreto expedido por nuestro piadoso y católico Monarca D. Fernando VII (que Dios guarde) en el año de 1814, para que en todos los pueblos de su monarquía se hiciesen Misiones que reformando las costumbres, restaurasen también las ruinas del santuario, se extendieron las Misiones Capuchinas de la provincia de Castilla desde Sierra-Morena hasta el Mar Cantábrico, y desde el cabo de Finisterré hasta los límites del reino de Valencia, y con ellas la devoción y culto de la Divina Pastora: quedando en todos los pueblos grabado profundamente el agradecimiento a los favores que el Cielo los dispensó por su intercesión. La corte de España, Madrid, se singularizó en este culto extraordinariamente. En el año de 1816 se vio por primera vez la Imagen de la Divina Pastora conducida procesionalmente por sus principales calles entre innumerable concurso de gentes, que con himnos y cánticos alababan a tan amable Pastora. En consecuencia, y por satisfacer la piedad de los fieles, se proyectó colocar dicha Santa Imagen con el decoro debido en el convento de San Antonio del Prado, como matriz de todos los de la provincia de Castilla; y el Cielo protegió y sostuvo este pensamiento con tanto interés, que a poco de idearlo se realizó, facilitándose por sí mismos los innumerables y grandes inconvenientes que se presentaron, y abundando los recursos para los grandes gastos que hubo que soportar hasta concluirlo todo con la hermosura y decoro con que hoy se ve. Se trabajó, ante todas cosas, por un diestro artífice la hermosísima Imagen, que en dicho convento se venera, y se colocó interinamente al lado izquierdo del Altar mayor, hasta disponerle otro propio, y digno de tal Pastora. Presentarse la Reina de los cielos en este traje a los habitantes de Madrid, y cautivar para si los corazones de todos ellos, fue una misma cosa. La devoción y afecto tomó un vuelo tan rápido, que todos a porfía llevaban a sų presencia, con sus corazones, los dones y ofrendas que cada cual, según su clase, podía proporcionar, deseosos todos de verla colocada en su Altar y Trono. Hubo no pocas dificultades que vencer para su colocación. No fue la menor el que la pequeñez de la Iglesia no ofrecía un sitio proporcionado para la ejecución del proyecto; pero ésta la allanó la piedad de los Exmos. Sres. Duques de Medinaceli, patronos de dicho convento, pues teniendo en aquella un altar propio de su ilustre casa, dedicado a San Pedro de Alcántara, en que están depositadas las innumerables reliquias que vinculadas en ella, atestiguan la piedad que siempre clasificó a tan ilustres Príncipes de la España, lo cedieron gustosamente para que en él se colocase dicha Imagen, sin más condición que la de que se conservasen en él las reliquias e imágenes que en el mismo se veneraban. En efecto, el arte lo dispuso de tal forma, que guardando la Imagen de la Divina Pastora el sitio principal de dicho altar, se conserva todo con el debido decoro, distribuido ordenadamente en el magnífico retablo, que de nuevo fue construido a expensas de los bienhechores, que nada escasearon hasta concluirlo con magnificencia y grandeza compatible con el Instituto Capuchino.

No se satisfizo con solo esto la piedad de los hijos de Madrid. Para dar mayor importancia al culto de la Divina Pastora, se erigió bajo sus auspicios una Congregación de ambos sexos, que con sus limosnas unos, y con su asistencia personal otros, sostienen el alumbrado de oración y vela cuantas veces se expone en dicha Iglesia al culto público el augusto Sacramento del Altar. El día 8 de Diciembre de 1818 fue la primera vez que estos adoradores del Cordero de Dios, inmolado por nuestra salud, se presentaron con los cuatro cirios que de media en media hora se mudan, y alternan con otros tantos: y desde entonces hasta hoy, no solo no ha decaído esta devoción; sino que de día en día toma indecibles incrementos. El día 7 de Septiembre de 1819 se celebró por primera vez la fiesta de la Divina Pastora en su nuevo Altar, cuyas funciones siguieron por nueve días continuos, con una concurrencia inmensa de gentes de toda clase y jerarquía; cuya Novena se repite anualmente desde la Domínica segunda después de Resurrección, cada vez con mayor entusiasmo de las innumerables ovejas que diariamente se escriben en su místico rebaño; en términos, que en el día es la Divina Pastora uno de los simulacros de mayor devoción y culto en la villa y corte de Madrid.

No se ha limitado a solo ella este afecto religioso: la ciudad de Salamanca ha dado, y está dando en el día, iguales testimonios de ella. En el dicho año de 1816, mientras la comunidad de Capuchinos estuvo refugiada en el colegio de Santa Catalina, por haber sido demolido el propio convento por las tropas francesas en los años anteriores de su invasión, se colocó en él la Imagen de la Divina Pastora con suma devoción y contento de sus católicos habitantes. Restauradas a poco tiempo las ruinas de dicho convento, se trasladó a él dicha Imagen en procesión pública, cuya augusta ceremonia fud una de las más solemnes que vio aquella ciudad, y se colocó en una pequeña capilla, en donde estuvo hasta el año de 1825, en que la devoción y liberalidad religiosa del Exmo. Sr. Marques de Almarza y Cerralvo mandó erigir a sus expensas la suntuosa capilla, camarín y trono en que hoy se halla colocada. Eşte culto salió de los límites de aquella ciudad, y se extendió a varios pueblos de su Obispado; y tanto en éstos, como en aquélla, persevera con diarios aumentos el culto de esta Señora, a quien acuden los fieles buscando el consuelo en sus aflicciones, el socorro en sus necesidades, la salud en sus dolencias, y el refugio en todo género de adversidades.
 
Por último, con los Misioneros de esta misma provincia que pasaron a la Habana, en la Isla de Cuba, para fundar en ella el colegio de Misiones, en el año de 1784, pasó tambien a aquella populosa y opulenta ciudad la devoción y culto de la Divina Pastora, cuya Imagen fue colocada en propia capilla de la Iglesia de dicho colegio en el principio mismo de su fundación. Desde entonces creció su devoción y culto en tales términos, que hoy sus fiestas son de las más concurridas y celebradas: aquellos piadosos habitantes fundan en la protección de esta Señora una especial confianza para la consecución de las gracias sin número, con que el Cielo remunera generosamente su piedad y devoción. Los multiplicados prodigios de esta Señora corroboran su esperanza, y alguno reciente en nuestros días daría largo y gustoso asunto a mi pluma, si no temiese salir del intento de brevedad que me he propuesto.

Concluyamos con decir, como cosa ya indubitable, que tanto en las Américas como en la Península, se ha extendido hasta los últimos términos la devoción y culto de la Madre del buen Pastor Jesucristo; y de aquí es que es conocido y respetado ya este sagrado título, en cuya alabanza se componen himnos, se hacen Novenas, y los Oradores sagrados apuran todos los recursos de la invención y la elocuencia para elogiar de todos modos a la Madre de Dios con el título y advocación de Pastora; en términos que los Varones Apostólicos que desde el año de 1703 honran los anales Capuchinos, se distinguen en su celo y sus virtudes por la devoción tierna de la Divina Pastora, y por la solicitud infatigable con que han procurado propagarla; debiendo a ella todos los frutos preciosos que recogieron, y en el día recogen, en el campo evangélico con su predicación y tareas apostólicas: a que correspondieron tan cumplida y fervorosamente los fieles hijos de María Santísima, que reputándose ovejas de tan amable Pastora, consagran todos sus desvelos a su culto y veneración, erigiendo Altares, formando Imágenes y eternizando en otros iguales monumentos su amor y gratitud.
 
FRAY FERMÍN DE ALCARAZ (en el siglo Fermín Sánchez Artesero) OFM Cap., Misionero Apostólico. La Divina Pastora, o sea El rebaño del Buen Pastor Jesucristo guiado, custodiado y apacentado por su divina Madre María Santísima, págs. 19-45. Madrid, Imprenta de don Leonardo Núñez, 1831, con aprobación eclesiástica.
   
ORACIÓN
Señor Jesucristo, Pastor bueno, que entregaste la vida por tus ovejas, y, elevado en la cruz, nos diste a la Virgen por Madre; concédenos, por su intercesión poderosa, seguirte ahora como Pastor nuestro en la tierra, y llegar después a la Pascua eterna en el cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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