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miércoles, 4 de diciembre de 2024

FUTURO CARDENAL REIVINDICANDO A JUDAS

   
Judas Iscariote recibió el primer bocado de pan en la Última Cena, y esa «fue la manera de Jesús de transformar una comida de traición en una comida de perdón», fantaseó el obispón de Caloocan (Filipinas) y futuro cardenal Pablo Virgilio “Ambo” David y Siongco (foto), de 65 años, en una homilía ayer 3 de Diciembre durante la “instalación” episcopal de Elías “Eli” Ayuban Jr. Lumayog CMF como segundo obispón de Cubao:
   
TRADUCCIÓN
Junto a la hoguera – Homilía de ordenación del obispo Elías Ayuban
3 de diciembre de 2024
Juan 21:15-19

Gracias por delegar en mí la tarea de predicar esta homilía, cardenal “Joe” Advíncula, a petición del obispo “Eli”. Es una alegría estar con todos vosotros en esta celebración eucarística, queridos hermanos y hermanas, en esta solemne ocasión de la ordenación de nuestro querido hermano claretiano Elías Ayuban, Jr. al ministerio episcopal. Gracias, queridos claretianos, por estar aquí para él. Hoy perdéis un provincial pero estáis aportando un nuevo obispo para la Iglesia filipina. Espero que las demás congregaciones religiosas lo oigan. Estamos honrados con tener entre nosotros al arzobispo de Manila como principal consagrador, y a los obispos “Nes” [Honesto] Ongtioco y “Abet” [Alberto] Uy como co-consagradores, junto con los representantes del Santo Padre, nuestro amado Nuncio papal, el arzobispo Charles John Brown, y los arzobispos y obispos de las Filipinas. Permitidme ponerme mi sombrero como presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de las Filipinas y aprovechar la oportunidad para agradecerle al obispo “Nes” Ongtioco por sus 21 años de ministerio dedicado como obispo de Cubao desde su misma creación en el 2003.

Las historias de los Evangelios sobre las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos tienen un patrón común: los está restaurando. Recordemos que dos de ellos ya se habían peleado y se habían separado. Esos muchachos no solo viajaban rutinariamente a Emaús, sino que estaban huyendo. Y Jesús resucitado, de incógnito, tuvo que interceptarlos para desviar su viaje de regreso a Jerusalén y reunirlos con la comunidad.

Había uno de ellos que no se hablaba bien con los demás. Me refiero, por supuesto, a Tomás. Juan dice de forma críptica que él «no estaba con ellos» cuando Jesús apareció por primera vez en el Cenáculo. Tuvo que tocar primero las heridas de Jesús antes de que su propia relación herida con su comunidad pudiera sanar. María Magdalena y las otras mujeres tuvieron que luchar con las actitudes sexistas de estos discípulos masculinos androcéntricos y patriarcales que no confiaban en su testimonio sólo porque eran mujeres.

Los discípulos estaban todos en un profundo estado de trauma y dolor. Estaban demasiado desconcertados y confundidos como para entender siquiera la instrucción de los ángeles de que Jesús les estaba pidiendo que regresaran a Galilea y se encontraran con él allí. Así que se acurrucaron como perros asustados en Jerusalén lamiéndose las heridas. Jesús tuvo que entrar en ese aposento alto para poder sacarlos y liberarlos de su miedo colectivo [Las Escrituras no dicen nada acerca de que Jesús “entró”; más bien, pasó por las puertas, usando el poder de la agilidad de su Cuerpo glorificado, N. del T.] …

En Japón existe el arte de juntar las piezas de un cuenco de cerámica roto utilizando oro en polvo de 24 quilates mezclado con laca, como pegamento [El kintsugi (金継ぎ, lit. “Reparación dorada”), N. del T.]. El aglutinante es más caro que el cuenco en sí. Todo el proceso se lleva a cabo como un ritual religioso. El dueño del cuenco lo hace con sumo cuidado. Restaura el cuenco roto, pero de una manera que no oculte las grietas. Son precisamente las grietas las que convertirán el cuenco roto en una preciosa obra de arte. ¿No es hermoso?

Todos somos personas heridas. El cristianismo nunca fue pensado sólo para los santos y los merecedores. La Eucaristía no es una comida exclusiva para los justos, sino un cuerpo roto para las personas rotas. Por eso Jesús dice: «Esta es la nueva alianza en mi sangre derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados».

Mirad, el que recibió el primer bocado de pan fue Judas. Fue la manera que tuvo Jesús de transformar una comida de traición en una comida de perdón. Todos somos como cuencos rotos. Pero la buena noticia es que no hay nada quebrantado que no pueda ser sanado por la preciosa sangre del Cordero. Es un agente aglutinante más precioso que el oro. Jesús sanó a Pedro antes de poder convertirlo en un ministro de sanación. Lo que restauró a Pedro fue una invitación a hacer un acto de fe: ¿me amas? Una palabra de amor por cada palabra de negación. Solo entonces podremos comenzar verdaderamente a seguirlo y representarlo.
En Filipinas, el cardenal electo “Ambo” David es conocido por su defensa de la “rehabilitación de Judas” en sus sermones y ensayos. En un breve ensayo de 2016 titulado “En defensa de Judas”, cuyo texto todavía se puede encontrar en Facebook:
«Algunos olvidan que Judas fue elegido personalmente por Jesús para ser uno de los doce pilares de la Iglesia (si podemos atribuirle infalibilidad al Papa, ¿por qué no al Hijo de Dios?) [En Jesucristo, Verdad eterna, no hay ni puede haber lugar para el error ni errabilidad, N. del T.]. También olvidan que Judas finalmente se arrepintió y de hecho intentó devolver el dinero a los sumos sacerdotes antes de que la desesperación lo empujara a quitarse la vida, según la historia de la pasión de Mateo. Cuando los Evangelios dicen que “Satanás había entrado en Judas”, en realidad están siendo misericordiosos. Equivale a decir que Judas realmente no era él mismo en ese momento, que estaba bajo el hechizo del mal cuando realizó su acto de traición. De hecho, no deberíamos olvidar que en la primera Eucaristía Jesús partió el pan y le dio el primer bocado a Judas. Decir que eso no fue Eucaristía es afirmar que Judas estaba sin redención. También es negar el poder de la misericordia de Dios. ¿Hemos olvidado que la Eucaristía era realmente para él (y para los Judas potenciales en los que todos podemos convertirnos)? Así, el sacerdote dice, al prefacio de las palabras de la consagración en la Misa, que fue “la noche en que fue entregado” que Jesús tomó pan y vino y los ofreció como su propio cuerpo y sangre, en anticipación de su acto de autooblación en la cruz el Viernes Santo. La Eucaristía es realmente la opción consciente de Jesús de transformar esa noche de traición en una noche de perdón: “Será derramada por vosotros y por muchos PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS”. Fue precisamente en ese momento que Jesús aceptó la perspectiva de convertirse en el cordero de la nueva Pascua, por cuya sangre serían perdonados los pecados, incluidos los de Judas».
En una “Homilía para el Miércoles Santo, 31 de marzo de 2021, Mt 26:14-25”, “Ambo” explicó su posición con mucha más extensión:
ENTENDIENDO EL ODIO HACIA JUDAS
   
Creo que algunas personas pueden haberme malinterpretado en esa breve reflexión que publiqué en mi página de Facebook hace cinco años, titulada “EN DEFENSA DE JUDAS”. Me pregunto si la leyeron con atención. No estaba defendiendo lo que hizo Judas. Lo que hizo fue definitivamente despreciable, malvado y depravado. Traicionó a Jesús y nada de eso es justificable. Tampoco dije que simplemente estaba «siendo utilizado como un títere en una obra escrita por Dios». En cambio, son los propios Evangelios los que dicen que Judas estaba bajo el hechizo de Satanás, el verdadero adversario, el verdadero enemigo de Jesús.
   
Cuando era un niño pequeño, recuerdo haber presenciado el macabro ritual tradicional de colgar una efigie de Judas Iscariote en la mañana del Sábado Negro [Sábado Santo, N. del T.]. Todo era como una ejecución pública medieval. La efigie de Judas estaba llena de fuegos artificiales en su interior. A la vista de los niños, ataban una cuerda gruesa alrededor del cuello de la efigie de Judas, lo colgaban de una rama de un árbol justo en el patio de la iglesia y, tan pronto como caía con todo su peso en el aire, comenzaban las explosiones. Primero explotaban sus extremidades, luego sus brazos y luego el torso, hasta que solo quedana la cabeza. Por supuesto, reservaban la explosión más ruidosa para el final: la explosión de la cabeza, que generalmente provocaba un aplauso atronador de los espectadores. En algunos lugares, la explosión de la cabeza soltaba algunos caramelos que estaban disponibles para que los niños entre los espectadores los agarraran. Después del ritual, la gente se iba a casa completamente satisfecha y decía cosas como: «Eso se lo merece Judas; traicionó al Señor».
    
En mi artículo de hace cinco años, quise llamar la atención sobre esa actitud condenatoria. Creo que es una actitud muy poco cristiana. Condenar el pecado de Judas y condenar a Judas son dos cosas completamente diferentes. Como cristianos, siempre hacemos una distinción entre el pecador y el pecado, entre la persona y la acción. Condenamos el acto de traición, pero dejamos que el único Juez, Dios, juzgue al traidor. Decimos que Dios odia el pecado, pero ama al pecador.
    
No recuerdo ninguna enseñanza en la fe cristiana que diga que Cristo murió sólo por los justos. ¿Recordáis lo que dijo San Pablo en Romanos 5, 8? «En esto demostró Dios su amor por nosotros: en que SIENDO AÚN PECADORES, Cristo murió por nosotros». Pablo llega incluso al extremo de declarar que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios por causa de Cristo Jesús nuestro Señor. Declara con confianza que ni el Padre ni el Hijo jamás nos acusarán porque el deseo de Dios es precisamente salvarnos.
   
En nuestro Evangelio de hoy, Mateo cita a Jesús diciendo: «¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valdría no haber nacido». Probablemente yo también me diría eso si me encontrara en la posición del traidor. Probablemente diría: «Ojalá no hubiera nacido».
    
Unos versículos más adelante, el mismo evangelista nos habla del arrepentimiento de Judas. Dice en Mateo 27, 3-5: «Judas, el traidor, al ver que Jesús había sido condenado, se arrepintió profundamente de lo que había hecho. Devolvió las treinta piezas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, y dijo: “He pecado entregando sangre inocente”».
    
Lamentablemente, ya era demasiado tarde. No podía salvar a Jesús ni siquiera si devolvía el dinero. Así que tiró el dinero, se fue y, desesperado, se ahorcó. Eso es lo que generalmente reprochamos a Judas: que, a diferencia de Pedro, había perdido totalmente la confianza en la capacidad del Señor para perdonar. Intentad decirle eso a las personas que están en un estado de depresión o en un estado de salud mental frágil.
   
Hace unas semanas, si recordáis, señalé el paralelismo entre el drama de la vida de los doce hijos de Jacob (en Génesis 37-50) y los doce apóstoles de Jesús en los Evangelios. En ambos casos, el traidor es uno de los doce. En el libro del Génesis, es Judá quien propone vender a José como esclavo por 20 piezas de plata. En los Evangelios, es Judas quien lo entrega a los sumos sacerdotes por 30 piezas de plata. Tomad nota: “Judá” y “Judas” en hebreo (Yehudá) son básicamente el mismo nombre.
   
En ambos casos, el traidor se arrepiente. En el caso de Judas, el arrepentimiento, por supuesto, termina trágicamente con el suicidio. Me pregunto qué habría sucedido si Judas hubiera sido crucificado junto a Jesús, probablemente se habría convertido en el ladrón arrepentido que es perdonado. Lamentablemente, los Evangelios no dicen nada sobre su perdón. Solo dicen que «la noche en que fue entregado», Jesús «tomó el cáliz... lo dio a sus discípulos como la sangre de la nueva alianza, PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS».
    
Si recordáis, cité la escena de la historia de José, donde José perdonó a Judá y a sus hermanos. ¿Recuerdan cuando José se derrumbó y finalmente reveló quién era? Dijo: «Yo soy José... Soy vuestro hermano, a quien vendisteis como esclavo en Egipto... No os culpéis. Fue realmente para salvar vidas que Dios me envió aquí antes que vosotros... en un acto extraordinario de liberación».
   
Hay algo terriblemente equivocado en el hecho de que los cristianos se precipiten demasiado a juzgar, condenando a personas que consideran pecadores, como si fueran Dios. Me da escalofríos. No es diferente en absoluto de la tendencia de muchos filipinos a aceptar que la mejor manera de tratar con sospechosos de delitos, adictos, comunistas y terroristas es matarlos extrajudicialmente, olvidándose del debido proceso [Referencia a la guerra contra las drogas por el entonces presidente Rodrigo Duterte, que según cifras oficiales, hasta Marzo del 2022 dejó 6.229 criminales muertos, aunque la oposición (entre ellos los obispones filipinos, con los que Duterte tuvo guerra) elevan la cifra a 31.831 hasta Enero del mismo año, N. del T.]. Espero que recordéis el viejo dicho que dice: «Cuando señalas a alguien con el dedo acusador, no olvides que otros tres te están señalando a ti».
El Nuevo Testamento testifica contra “Ambo” David y su superior y nominador Francisco Bergoglio que Judas Iscariote está perdido para siempre. En Mateo 26, 24, Cristo dice de Judas, que como se ve en Juan 6, 65-72, Él sabía que llevaba urdiendo la traición dos años antes: «Ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es traicionado! Sería mejor para ese hombre que no hubiera nacido». Mateo también nos dice que el último acto de Judas fue suicidarse (27, 5), que es un pecado mortal.

En Juan 17, 12, Cristo ora por Sus discípulos y dice, en referencia a Judas, que ninguno de ellos se pierde excepto «el hijo de la perdición» [fílius perditiónis / υιος της απωλειας / בֶּן-הָאֲבַדּוֹן / ܒ݁ܪܶܗ ܕ݁ܰܐܒ݂ܕ݁ܳܢܳܐ]. Y en Hechos 1, 16-25, Pedro declara infaliblemente que en Judas se cumplió la profecía de David que dice: «Quede su morada desierta, ni haya quien habite en ella, y ocupe otro su lugar en el episcopado» (Salmo 68, 26; 108, 8), y los Apóstoles ratifican en su oración que «Judas cayó del ministerio y apostolado» por su traición y de ello se fue «a su lugar a la habitación de los malvados» [= el Infierno]. Y así lo ha enseñado la Iglesia Católica durante dos mil años, tanto en su doctrina como en su liturgia, tanto en Oriente como en Occidente.

1 comentario:

  1. Si los obispones como “Ambo” David se oponen a la lucha contra las drogas, ¿será porque necesitan a los narcotraficantes por su dinero o por la “merca”? Pero sí, que siga él de gilipollas (ahuevado, pelotudo, huevón, pendejo, comemierda, morón), y pronto se encontrará con su camarada Judas Iscariote.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)