Santa Burgundófora, conocida también como Santa Fara, nació hacia el 595 en Poincy, cerca de Meaux (Francia), hija de los condes Cagnerico y Leodegunda, y tuvo dos hermanos santos: San Cagnoaldo (también conocido como Valberto) monje en Luxeuil y San Farón, obispo de Meaux.
Cuando el monje irlandés San Columbano pasó por Meaux, Santa Burgundófora apenas era una niña de brazos. El monje se hospedó con Cagnerico y Leodegunda, y antes de partir bendijo la casa y profetizó que la niña llevaría una vida religiosa.
Muchos años después, Cagnerico, olvidando las palabras de San Columbano, prometió a su hija Burgundófora en matrimonio.
Al enterarse ella de la noticia, corrió a esconderse en una iglesia, negándose a casarse. Luego de que la hallaron, Santa Burgundófora cayó presa de una desconocida enfermedad que la mantuvo al borde de la muerte.
Sus padres no sabían qué hacer, hasta que recibieron la tranquilizadora visita de San Eustasio. Explicándole la situación, Cagnerico expresó que con tal de que su hija se curara, él le permitiría ofrendarse a Jesús. Y entonces, Santa Burgundófora sanó milagrosamente, y el propio San Eustasio fue quien le colocó el velo de consagración.
Así, con la aprobación del obispo Gundoaldo de Meaux, Santa Burgundófora fundó en terrenos cedidos por su padre una abadía doble que al principio se llamó Evoriaco, aunque luego se renombró como Faremoutiers, en honor suyo.
Durante los siguientes cuarenta años, Santa Burgundófora fungió como abadesa de Faremoutiers, que llegó a ser un importante centro de vida espiritual siguiendo la regla monástica de San Columbano. En ese tiempo ocurrieron milagros como que se incendiase el bosque cercano al monasterio cuando unas monjas se fugaron, o la visión de un enorme cerdo junto a una monja, significándole la gula que la dominaba y por la cual hasta robaba en el refectorio.
Al morir la sucedió como abadesa Santa Edelburga (7 de julio) y a esta Santa Sedrida (10 de enero), medio hermanas las dos. Este detalle es importante para conocer la importancia del monasterio, como para que dos princesas británicas profesaran en él, cruzando el mar. Cuando Jonás de Faremoutiers escribe “La Deposición de la Vida de Santa Burgundófora”, el monasterio es masculino.
En 1617 ocurrió un milagro plenamente documentado con testigos y datos médicos: una monja, hija del Tesorero de Finanzas de París, perdió la vista, la visitaron importantes médicos, pero nada pudieron hacer, salvo matarle los nervios de los ojos para evitarle los dolores. El 7 de diciembre de 1622, fiesta de la Santa, la monja pasó tres veces sobre sus ojos la reliquia de Santa Burgundófora, expuesta a los fieles e inmediatamente comenzó a ver.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)