Hay abundantes y documentados episodios que marcaron su vida en este período: una vez, mientras estaba en oración en el bosque adyacente al pequeño convento, al ver venir en su contra un lobo perseguido por perros y cazadores, lo tomó bajo su protección, transformándolo en un manso animal que después hizo la guardia del convento.
Dada su vida ejemplar, el Ministro general de los Hermanos Menores, Padre Jerónimo de Áscoli, lo destinó a La Verna. Más tarde, los superiores le ordenaron continuar los estudios para el sacerdocio, con específico destino al ministerio de la palabra, en el cual sobresalió en forma sorprendente por la eficacia y los frutos espirituales. En 1294 obtuvo del Papa San Celestino V permiso para pasar algún tiempo entre sus ermitaños celestinos (“Ermitaños Pobres del Señor de los Cielos”). Durante estos años tuvo relaciones epistolares esporádicas con Pedro Juan Olivi, el reformador franciscano sospechoso de errores heréticos en sus escritos sobre la cuestión de la pobreza evangélica. Las relaciones de Fray Conrado con él se limitaron sin embargo a los deberes de la fraternidad. Cuando Bonifacio VIII suprimió la congregación de los celestinos, Conrado retornó al convento franciscano.
Vivió en la pobreza, en la oración, en la penitencia y en el apostolado. En más de cincuenta años de vida religiosa llevó un solo hábito y nunca usó sandalias.
Fue gran predicador, llevó la palabra de Dios a las grandes ciudades, y a los pequeños poblados. Las conversiones se multiplicaron. Después de largos años de vida austera y rígida, Conrado fue llamado por Dios a recibir la recompensa eterna. La muerte lo alcanzó en Bastia, cerca de Asís, mientras predicaba una misión al pueblo con gran fervor, el 12 de diciembre de 1306, a la edad de 65 años. Su cuerpo fue llevado en 1320 a la iglesia de San Francisco de Perusa, y actualmente reposa en el adyacente oratorio de San Bernardino.
El 21 de abril de 1817, Pío VII concedió oficio y misa en su honor.
ORACIÓN (del Misal Romano-Seráfico)
Oh Dios, que nos alegras con los méritos y la intercesión de tu bienaventurado confesor Conrado, concédenos propicio que, cuantos pedimos tus beneficios por medio suyo, consigamos el don de tu gracia. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)