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sábado, 21 de diciembre de 2024

¿SANTO TOMÁS EN AMÉRICA?

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
  
Santo Tomás Apóstol (Pedro Romana. Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña).
  
Sin querer atribuir a los siguientes pasajes la calificación de verdad revelada que comprometa la fe de los creyentes, en la fiesta de Santo Tomás Apóstol, retomemos algunos apartes del opúsculo “Intorno a viaggi ed alla predicazione di S. Tommaso apostolo” (Brescia, 1834) del canónigo Faustino Giovita Rho. 
   
Aprendemos por la Tradición que el santo Apóstol Tomás había llevado la luz del Evangelio a aquella porción de la América meridional que desde el ecuador se extiende hasta cerca del Trópico de Capricornio, y que mira al Océano Atlántico. Esta gran parte del nuevo Mundo, que fue descubierta casualmente por el almirante portugués Pedro Álvarez Cabral en el año 1500, se llamó Brasil. Cuál fue la extensión de la región, qué padeció el Apóstol, cuáles los pueblos que oyeron su predicación y cuáles las iglesias fundadas, se ignora plenamente. Solo se puede conjeturar con fundamento que la predicación del santo Apóstol en América fue muy extensa. Se conoce tal cosa por el camino que hizo Etiguara, como veremos, por más de doscientas leguas, exhortando a los pueblos a disponerse a recibir los verdaderos discípulos de Santo Tomás, lo que hace creer que por toda la extensión de la región se tuviese conocimiento de Santo Tomás, respeto a su santo nombre, inclinación a recibir la doctrina y los discípulos del Apóstol. Todo esto hace creer que el Apóstol había predicado en la América no solo, sino también a una gran parte de ella.
   
Por aquello pues, que concierne al hecho de la predicación de Santo Tomás en Brasil, él ha tenido todos los caracteres de la verdad. Porque es una tradición constante y universal de los brasileños el haber tenido por Apóstol a Santo Tomás; y esta tradición, como nos ha llegado a nosotros, no puede tener otro origen que de la verdad del acontecimiento que esta recuerda.
   
He aquí las memorias.
   
El P. Bernardino de Armenta, franciscano, navegando con cinco de sus compañeros a Buenos Aires, sobre una flota española, cuando hubo pasado la línea de cerca de diez grados, la tempestad lo arrojó a tierra hacia occidente, y desembarcó en aquella parte de playa donde se descarga en el mar el río de San Francisco. Aquel río, teniendo su nacimiento en el interior de América, y atravesando el Brasil de occidente a oriente, desemboca en el Atlántico a diez grados y medio cerca de la latitud meridional.
«Hallé luego lenguas con que pudiese hablar a los indios, y estos fueron tres cristianos que ha tiempo que están entre ellos, y saben hablar su lengua como los mismos indios. Y juntamente con ésta, otra mayor maravilla, y es que habrá cuatro años que se levantó un indio, que en más de doscientas lenguas habló por espíritu de profecía, diciendo que vendrían presto verdaderos cristianos, hermanos de Santo Tomás, a bautizarlos. Y mandaba que no hiciesen mal a algún cristiano, mas que les hiciesen mucho bien. Y tanto era el bien que hacían, que de los hombres que escaparon huyendo del desbarato del Río de la Plata, supe que les barrían el camino por donde pasasen, y caminando, los mandaban poner debajo de un árbol, hechas enramadas a donde descansasen, y les ofrecían muchas cosas de comer y muchos plumajes, y se tenían por bienaventurados los indios que los tenían en sus buhíos o chozas. Y llamábase este indio Etiguara, el cual ordenó muchos cantares que ahora los indios cantan, en que hallo manda que se guarden los mandamientos de Dios. Y más, que porque los indios usaban tener muchas mujeres, y casaban con primas y hermanas indiferentemente, mandaba lo que en este caso ordenan los sacros cánones, que no tuviesen más de una mujer, y no casasen con parientas dentro del cuarto grado, de la misma manera que entre cristianos se tiene. Este indio se fue de esta tierra, y dejó discípulos. Y como llegamos nosotros a esta sazón, fue tan grande el gozo que con nuestra venida tuvieron, que no nos dejan reposar, ni apenas comer, de los muchos que vienen a recibir el bautismo. Y juntamente hago luego sus casamientos, haciéndolos quedar con sola una mujer. Y lo que más es de alabar a Nuestro Señor, que los más viejos (que hay hombres de cien años) vienen con más fervor. Y no sólo esto, mas ellos mismos predican públicamente la fe católica». (En JOSÉ TORRUBIA OFM, Crónica de la seráfica religión del glorioso patriarca San Francisco de Asís, Novena parte, Roma, Oficina de Generoso Salomoni, 1756. pág. 21)
Así escribía el dicho misionero a Juan Bernal Díaz de Lugo, real consejero en el senado indiano de Valencia a fecha 1 de Mayo de 1558. cerca al puerto de Don Rodrigo.
   
Al Padre Bernardino de Armenta se uniforma Tomás Stapleton al confirmar la tradición que tienen los indios del Brasil en torno a Santo Tomás Apóstol:
«Casi me he olvidado, dice aquel autor, que (Santo Tomás Apóstol) había predicado el Evangelio en la América, y en aquel Nuevo Mundo occidental. Porque así escribió esto del Brasil, parte oriental de América, en el año del Señor 1552 el reverendo P. Manuel Nóbrega: “Dicen ellos que Santo Tomás, a quien llaman Zomé (cambiando la T por Z según el dialecto), pasó por aquí. Esto les quedó por dicho de sus antepasados. Y que sus pisadas están señaladas cabo un río, las cuales yo fui a ver por más certeza de la verdad, y vi con los propios ojos cuatro pisadas muy señaladas con sus dedos, las cuales algunas veces cubre el río cuando hinche. Dicen también que cuando dejó estas pisadas iba huyendo de los Indios que le querían flechar, y llegando allí se le abriera el río, y pasara por medio de él sin mojarse a la otra parte; y de allí fue para la India. Así mismo cuentan que cuando le querían flechar los Indios, las flechas se volvían para ellos, y los árboles le hacían camino por donde pasase. Otros cuentan esto como por escarnio. Dicen también que les prometió que había de tornar otra vez a verlos”. Así la carta de Nóbrega. Cómo después había podido Santo Tomás, aun sin milagro, haber tenido conocimiento de la América, lo enseña con muchos argumentos Giacopo Novarcha en su doctísima carta asiática» (Tres Thomæ, tomo IV, pág. 943).
El P. José Rodrigues de Mello, portugués, en su poema en torno al cultivo de la mandioca, llamada Radix Brasílica, expone así la tradición que constantísimamente los brasileños tienen del paso del Apóstol Tomás en su región:
… Némora inde in vasta laténtis
Brasíliæ, ut fama es, penétrans, rádice repérta.
Díceris (Didýme) ánnonam genti, légesque dédisse.
Huc ades, et tua si vestígia pronus adórat,
Brasíliæ, qui rura colit, tua dona canéntem
Dírige; nam, duce te, nostræ felíciter ibunt,
Sit quámvis impléxa via, et salubrósa, Camœ́næ.
Dicho autor agrega en las notas a estos versos, que en el Brasil se ven aún en varios lugares las huellas de los pies del santo Apóstol impresas en las rocas; y afirma sobre la autoridad de la crónica brasileña del Vascuense haber constantísima fama entre los pueblos del Brasil que el Apóstol Santo Tomás estuvo en su región, y que fue el que encontró la mandioca (libro I, pág. 58).
   
El autor de la disertación sobre la división de los Apóstoles inserta en la colección de los Bolandistas se pregunta si alguno de los Apóstoles pasó a América, y se responde así (Sección III, n. 40. Tomo IV, Julio, pág. 15):
«Se dice que los Apóstoles no pasaron a la América recientemente descubierta, y responderemos según la opinión de algunos, que este nuevo orbe fue conocido a los antiguos, y que se unía al Asia por caminos ocultos, o que esté al menos separada de aquella por medio de algún estrecho como difusamente se esfuerza de probar Agostino Tornielli en los anales del Antiguo Testamento en el año del Mundo 1931, del número 45 hasta el 50*. Ahora, pensamos que no faltó el ministerio de los Ángeles para transportar a los Apóstoles en aquella parte del mundo. Así leemos de Felipe Diacono (Acta VIII), que por el Espíritu, esto es, según los intérpretes, del Ángel del Señor, fue raptado en Azoto para predicar el Evangelio. Pero así como no niego que los Apóstoles hayan podido penetrar en esta región, confieso ingenuamente qué realmente ocurrió, porque según el testimonio de nuestro Nicolás del Techo en la Historia del Paraguay lib. I. cap. XXI., Lipsio, Acosta, Pineda, Solórzano, y otros proponen cosas más curiosas que verdaderas sobre las antigüedades de América. Esto consta solamente, que Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, no habrá negado a estos pueblos, redimidos con la Preciosa Sangre de Cristo, medios con los cuales pudiesen conseguir la eterna salvación antes que en estos últimos tiempos hombres apostólicos regasen aquella tierra con su sudor y sangre».
Si la divina Bondad, como debe creerse, no dejó faltar a los pueblos americanos los medios de conseguir su salvación eterna, ciertamente habrá sido por medio de la Fe y de los predicadores de la misma. Así tenemos de San Pablo, que dice que la Fe se adquiere por medio del oído, y esto no puede suceder sin la predicación (Romanos X, 7-14). De donde se debe concluir que a los americanos le fue necesario un predicador de la Fe y de la justicia cristiana para conseguir su salvación eterna. Luego, la tradición de los brasileños de haber tenido como maestro de la Fe a Santo Tomás no solo es lejana de la improbabilidad, pero aún más que nunca coincide con los principios de la religión y con la verosimilitud del hecho.
   
NOTA (En el original)
* El descubrimiento hecho del famoso pasaje de Bering entre el Asia y la América ubicado en el grado 187 de longitud y 66 de latitud septentrional, ha demostrado verdadero el parecer de Tornielli, y ha satisfecho a las curiosidades de los geógrafos y de los literatos, que piensan poder explicar aí cómo pudo ser poblada la América.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)